TEMA 2: FORMAS DE PARTICIPACIÓN: ¿QUÉ VOCES CUENTAN EN LOS SISTEMAS DE DISEÑO? La mesa de presentaciones de la segunda sesión estuvo compuesta por las siguientes participantes: Hilde Tygessen (investigadora del proyecto EFORTT, en la Oslo Diakonhjemmet University, Noruega) introdujo la sesión remarcando la importancia de comprender cómo las personas interactúan cotidianamente con las tecnologías de telecuidado con el fin de desarrollar directrices futuras para el uso de este tipo de tecnologías. Para ello proporcionó ejemplos del trabajo de campo realizado en el marco de la investigación EFORTT acerca de cómo las personas usan, adaptan o no usan las tecnologías en sus hogares. Como experiencia ilustrativa de lo anterior, la primera conferenciante, Helene Cecillie Blakstad, relató su experiencia como cuidadora de su marido y ofreció ejemplos interesantes de cómo un dispositivo GPS es utilizado y continuamente adaptado para que su marido pueda ser rastreado de manera segura durante sus paseos. Destacó el hecho de que, lejos de ser una solución sencilla a sus problemas, la tecnología del GPS le produce estrés, problemas añadidos y dudas. De hecho, cuestionó si la tecnología era realmente una respuesta a todo lo que su familia necesitaba. Marjo Rauhala, (Vienna University of Technology) habló de tres proyectos en los que ha estado involucrada y que le han llevado a cuestionar la validez de los procesos participativos en los que se implican a los usuarios. Desde tales proyectos, las personas mayores son percibidas como bastante activas e interesadas, más que frágiles y vulnerables a quienes la tecnología trata de ayudar. Un punto interesante de la exposición fue el hecho de que las tecnologías que usan las personas mayores conforman el modo en que éstas son percibidas por el resto de las personas. Además de participar en la construcción social de las identidades de las propias personas mayores. Existen enormes implicaciones éticas en relación a ello cuando llega el momento de considerar qué tecnologías deberían desarrollarse y quiénes deberían implicarse en tales procesos. En último término, deberíamos preguntarnos, ¿qué imagen de personas mayores queremos ofrecer? Otras preguntas que sugirió la ponente fueron: ¿quiénes son los usuarios?, ¿cómo de ponente es su voz?, ¿por qué no se escucha?. La implicación de las personas mayores en los procesos de desarrollo ha sido vista, habitualmente, como una forma de facilitar la aceptación de los dispositivos por parte de los usuarios, y como un recurso útil para identificar sus necesidades y problemas. Sin embargo, existen otras reclamaciones distintas y en competencia por parte de los usuarios primeros, por parte de organizaciones de usuarios de servicios y también por parte de aquellos que financian el cuidado. En la práctica, ocurre que siempre hay unas voces más potentes que otras. La ponente también explicó cómo malas experiencias con prototipos, en estudios piloto, afectan a la buena disposición de las personas mayores de cara a probar nuevas versiones de un dispositivo. La participación de los usuarios a última hora, en el último momento, es desastrosa y la inversión en el diseño es extremadamente cara y costosa a nivel de tiempo. En la práctica, la administración de pruebas y tests debería estar dentro de los límites de las habilidades del usuario; también se debería evaluar al dispositivo y no al usuario. Además, los instrumentos para recopilar datos de la investigación también influyen en lo que puede ser recopilado (así, mientras un cuestionario altamente estructurado puede reflejar simplemente la agenda del desarrollador, los datos cualitativos proporcionan datos más ricos acerca de los usuarios). Además, ¿cómo se selecciona a los participantes?, ¿realmente representan a los usuarios que necesitan los aparatos y que deberían ser consultados? Es comprensible que esta selección no incluya a las personas más delicadas de salud dado que podría ser arriesgado. Jelle van der Weijde (Director de ventas del grupo Tunstall), el tercer ponente, remarcó la importancia de estos asuntos previos durante su presentación. Debería haber un cambio de la atención centrada únicamente en el aparato a una atención centrada en el usuario. También se aprecia un cambio en la posición que toman los usuarios: de subordinados a autónomos. Por eso, el sistema médico también debería reorientarse desde una mirada centrada en el médico a una mirada centrada en el paciente. En este aspecto, las tecnologías de teleasistencia y telecuidado pueden ayudar a que las personas se autogestionen su propia salud (por ejemplo, mediante el uso de GPS), dado que en el futuro también habrá una reducción de trabajadores médicos y de apoyo social. Abogando por la continua necesidad de la teleasistencia, dibujó una imagen cruda y deprimente de la vejez debido al rápido deterioro de la salud (incluso leyendo un poema acerca de cómo es mejor morir que hacerse viejo). Proporcionó varios ejemplos de tecnologías con capacidad para monitorizar las más pequeñas actividades en el hogar (como cuántas veces se abre la puerta del frigorífico, hierve la tetera, se usa el baño o incluso durante cuánto tiempo se ve la TV), lo cual plantea numerosas cuestiones éticas en relación a los niveles de vigilancia aceptables en el hogar. También explicó cómo Tunstall conoce las necesidades de sus clientes (autoridades en materia de salud, compradores sanitarios, etc) pero no tanto las necesidades de sus usuarios de teleasistencia, razón por la que están interesados en el desarrollo de proyectos de investigación social como el EFORTT. Muchos proyectos pequeños pueden llegar a fallar, aun siendo buenos, porque no son capaces de lograr un uso masivo. El sistema más exitoso de teleasistencia en todo el mundo es el colgante de alarma, por su simplicidad. Estos puntos llevaron a que el público se preguntara ¿hasta qué punto los proyectos de investigación social como el EFORTT son un ejercicio de recopilación de conocimiento para ayudar a que empresas como Tunstall aumenten su cuota de mercado, más que una provisión de datos etnográficos para desarrollar marcos éticos para el uso de tecnologías desarrolladas por empresas como Tunstall? ¿Cuál es nuestra respuesta como investigadores al uso empresarial de nuestros trabajos? GRUPOS DE DISCUSIÓN Los debates de los grupos de discusión estaban guiados por 2 preguntas: 1. ¿Cómo sería la teleasistencia si hubiéramos participado desde el comienzo en el proceso de diseño? ¿Qué necesitamos y cómo podríamos diseñar tecnologías que respondan a esas necesidades? 2. ¿Qué estrategias prácticas sugieres para asegurar que la visión y opinión de las personas mayores tenga un impacto en la política, en la práctica y el diseño? 1.- ¿Cómo sería la teleasistencia si hubiéramos participado desde el comienzo en el proceso de diseño? ¿Qué necesitamos y cómo podríamos diseñar tecnologías que respondan a esas necesidades? Una tecnología en la que se hubiera participado desde el comienzo en su diseño... • • • • • • • No debería generar cambios sustanciales en la vida del usuario: los dispositivos deberían ser simples y debería haber respuesta de apoyo a las dificultades que pudieran ir asociadas a su uso. Dispositivos NO invasivos. Debería ser “cálida”: no “reemplazar” a las personas, sino “acompañar a las personas solas”. La telasistencia es una “situación fría” y el ser humano necesita algo más: atención por parte de profesionales. Se percibe un peligro de “reemplazar a las personas” con la teleasistencia, y un deseo de que la tecnología sea solo un “recurso” para que los profesionales trabajen mejor, lo cual debe estar acompañado de una buena formación. Debe reconocerse que las personas no solo necesitan un cuidado médico, sino también un apoyo comunicativo; es decir, una respuesta a la soledad, no solo a la enfermedad. No debería convertir la casa en una extensión del hospital. Debería “abrir la casa al mundo”, como ocurre por ejemplo con la video-llamada y el sistema PAL4. Deben ser flexibles, poder ser modificadas con cierta facilidad. Pero no sólo en sus características superficiales, sino también y sobre todo en el fondo: en la idea misma que da origen al diseño. “Incorporar al usuario en el proceso de diseño”, lo que significa, en realidad, incorporar a diferentes usuarios y relaciones. Dado que existen distintas situaciones y necesidades relativas al diseño, hace falta preguntarse qué necesidades estamos cubriendo – si de los familiares o de las personas mayores. ¿No estamos hablando, acaso, de cubrir la necesidad de control y seguridad de cuidador más que de las necesidades de los usuarios? Se debería evitar la gran diferencia que, en ocasiones, se da entre los usuarios “piloto” y los usuarios “reales”. La participación del usuario también se refiere a la comprensión de lo que sea para él la • • • sensación de bienestar, una relación definida por mayor control y seguridad, por la relación riesgo/seguridad, etc…La tecnología debería ayudar “a ser yo, a vivir la vida que quiero vivir, individualmente, socialmente, emocionalmente”...; es decir, debería responder a las necesidades individuales, aunque este aspecto va en la línea de la individualización social. Es decir, sería necesario que los usuarios respondieran a la pregunta de ¿cómo me gustaría ser ayudado? Las prioridades de los usuarios potenciales deberían ir dirigidas a evitar que la tecnología llegara a dominar sus vidas. Es preferible usar tecnologías comunes y ya conocidas antes que diseños experimentales: por ejemplo, es preferible usar un GPS ya existente que uno específico en desarrollo. Debería estar basada en los siguientes principios: ◦ ◦ ◦ ◦ ◦ ◦ ◦ ◦ ◦ Simplicidad Estética Fiabilidad Seguridad Adaptabilidad a problemas específicos Mejora del auto-control Autonomía sobre el grado de integración de la tecnología en la propia vida Barata Flexible, diseños específicos para muchas condiciones específicas, para diversos propósitos. Los dilemas éticos vinculados a la teleasistencia y el cuidado a distancia son proporcionales y se correlacionan con la baja participación social en el proceso de ser cuidado, lo que incluye también el proceso de diseño de la tecnología. La participación debe estar pensada no sólo en la fase de diseño, sino también en la de implementación, fortaleciendo la idea de proceso. Así, cuanto más tarde se incluye a los usuarios en los procesos de diseño, más difíciles son las posibilidades de cambio y rectificación. El proceso de diseño tecnológico muchas veces es incierto, imprevisible, y no se puede saber a priori cual será el diseño final o uso definitivo. Tampoco es posible conocer todos los problemas que surgen con la introducción de las nuevas tecnologías hasta que las usamos y observamos atentamente a qué dificultades se enfrentan las personas al tener que manejarlas. La participación de los usuarios en el proceso de diseño también debería ser un diálogo con los desarrolladores, dado que también es necesario conocer lo que es posible y lo que no. 2.- ¿Qué estrategias prácticas sugieres para asegurar que la visión y opinión de las personas mayores tenga un impacto en la política, en la práctica y el diseño? • El proceso de diseño debería estar centrado en el usuario: cada dispositivo tiene muchos tipos de usuarios y cada uno de ellos posee diferentes perspectivas, características, necesidades, valores y condiciones en relación al uso de la tecnología, por lo que se debería tener en cuenta esta diversidad de relaciones, conocimientos, hábitos tecnológicos y sus condiciones de uso (localización geográfica, comunidad en la que se encuentran inmersos) con el fin de buscar los mínimos comunes. Especialmente para el caso de las personas mayores y discapacitadas, otras muchas personas tratan de hablar en su nombre. Se trata de romper con la tendencia de los diseñadores a tratar a los usuarios como grupos homogéneos estereotípicos. En las discusiones sobre los dispositivos tecnológicos, debería responderse a las siguientes preguntas: ¿Quién es el usuario?, ¿Cuáles son las voces que cuentan como usuarios?, ¿Qué pasa si las voces son incompatibles? • Dar voz a los mayores en la política podría pasar por crear un partido político de personas mayores o un grupo de presión al interior de un partido. Esto supone dar entrada a las personas mayores (y mujeres) a los parlamentos, ayuntamientos, en las cortes. • La participación no es una cuestión sólo de “política” institucional y gobiernos, sino que en ella también están implicadas las empresas de desarrollo. Una propuesta de participación sería crear grupos de trabajo independientes con diferentes agentes implicados en la teleasistencia con el fin de identificar a los actores relevantes, sus posiciones (perspectivas, valores, necesidades, etc) y trabajar sobre ello. Estos grupos independientes deberían poder trasladar estos debates a las esferas donde se llevan a cabo las decisiones políticas. • Dada la dificultad para que los políticos escuchen a los usuarios y personas mayores, se debería comenzar a hacer activismo desde las comunidades locales. Parte de las cuestión política sobre la participación tiene que ver con nuestro poder como ciudadanas. No se trata de la implicación en el diseño de los usuarios y las personas mayores, sino del derecho más amplio a participar y ser escuchados. Las personas mayores cada vez son más activas y están más articuladas. • También es relevante señalar que ya existen otras formas de participación autónomas, eficientes, cotidianas y 'caseras', generadas por los propios usuarios de manera independiente al desarrollo tecnológico. • Las planificaciones políticas en materia de salud deberían incluir a la teleasistencia y seguir un proceso de gestión y planificación “de abajo a arriba”, y no al revés.