c OPINIÓN El barón Von Rolland 18 Ago 2008 ESPIONAJE // FERNANDO G. SANZ Investigador del Instituto de Historia (CSIC) Rolland era un tipo elegante que no alcanzaba todavía los 30 años, corpulento, de unos 165 centímetros de altura, hombre de mundo que hablaba correctamente francés y español. Considerado por sus enemigos como uno de los agentes más activos, sin escrúpulos e inteligente, era un maestro del disfraz, al que sin embargo denunciaba a menudo su predilección por las joyas de gran valor, anillos de oro y sortijas con diamantes y zafiros. Habitual de la noche barcelonesa, frecuentaba cabarets y burdeles, donde le tenían por uno de sus mejores y más generosos clientes. Dentro del cuadro de mandos del espionaje alemán, llegó a alcanzar uno de los puestos más importantes en España, convirtiéndose en el auténtico jefe de la red con sede en Barcelona. De él dependían decenas de agentes y un indeterminado número de informantes. Sus actividades iban desde los sabotajes en España, el envío de agentes al sur de Francia, hasta el seguimiento de los movimientos de mercancías en el puerto de Barcelona. Rolland actuaba en serio y sin remilgos. En enero de 1918, pocos dudaron de que la mano de Rolland y el dinero alemán estuvieran detrás del asesinato del industrial barcelonés Josep Albert Barret. Pero es posible que todo en Rolland fuera una enorme mentira. Empezando porque no era barón, no se llamaba Rolland y tampoco era alemán. El hombre que solía usar la clave Carlos era en realidad Isaac Ezratty, de origen sirio y residente hasta 1915 en Salónica. Cuando terminó la guerra, negoció durante meses con el servicio secreto francés para que, a cambio de la entrega de los nombres de alguno de sus agentes en Francia, garantizasen su inmunidad y su seguridad física. En diciembre de 1919, en una más que sospechosa operación, Rolland-Ezratty fue entregado a los franceses por la Policía española. publico.es