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La vida desmesurada de Eduard Limónov; por Patricio
Pron
Patricio Pron · Saturday, November 7th, 2015
Al descubrir que los lavabos de la prisión en la que se encontraba eran iguales a los de
un hotel de lujo en el que se había alojado unos años atrás en Nueva York, Eduard
Limónov se preguntó “si habría en el mundo muchos otros hombres como él […] cuya
experiencia incluyese universos tan diversos como el del preso de derecho común en
un campo de trabajos forzados a orillas del Volga y el del escritor de moda que se
mueve en un decorado de Philipe Starck”. La respuesta, qué duda cabe, es negativa:
muy pocas personas tienen una trayectoria vital como la de Limónov, nacido Eduard
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Savenko en 1943 y protagonista del libro de Emmanuel Carrère del mismo nombre
que mereciera el Prix de Prix 2011 y los premios Renaudot y de la Lengua Francesa.
A lo largo de su vida, Limónov ha sido delincuente juvenil, poeta vanguardista, suicida
insustancial, recluso en un psiquiátrico, vendedor de libros, sastre autodidacta,
clandestino en Moscú, indigente en Nueva York, amante de negros del Bronx,
sirviente en la casa de un rico, escritor de éxito en París, miliciano serbio, golpista
ruso, director de un periódico de corte fascista, líder de un partido nacionalista,
místico, preso sin sentencia e incluso sin cargos (“quizá el momento culminante de su
vida, el momento en que ha estado más cerca de ser lo que siempre, con bravura, con
una terquedad infantil, se ha esforzado en ser: un héroe, un auténtico hombre”),
memorialista. Algo en todo esto parece desmesurado, y desde luego lo es, pero
Limónov debe todo su interés precisamente a esa desmesura. Carrère, quien conoció
superficialmente a su biografiado en París cuando éste era un autor de éxito y él un
joven aspirante a escritor, lee sus libros (autobiográficos, aunque con las
exageraciones propias de alguien como su autor) y lo visita en Moscú, donde Limónov
vive en la semiclandestinidad como el único sobreviviente de una lista de “enemigos
de Rusia” cuyos otros integrantes eran la periodista Anna Politkóvskaia y el antiguo
espía Aleksandr Litvinenko, ambos asesinados; desafortunadamente, Carrère no
conversa con otras personas que lo hayan conocido ni coteja lo que el escritor ruso ha
dicho y dice de sí mismo con lo que otros pudiesen decir de él, y esto se debe a su
interés por una figura que no permite matizaciones, que arrastra a su biógrafo (y, con
él, al lector) sin que éste tenga tiempo de vacilar, de preguntarse acerca de la
verosimilitud de lo que se le está contando o de ejercer el juicio crítico con el que
Limónov parece haberlo observado y descartado todo, a excepción de sí mismo.
Limónov cautiva por el magnetismo de su personaje principal, pero también sorprende
por las decisiones que ha tomado su autor. A la de no contrastar lo que este personaje
principal ha dicho sobre sí mismo se le suma la de inmiscuirse en el relato hasta el
punto de que la obra se convierta en la biografía de dos personajes, Eduard Limónov y
Emmanuel Carrère, y el relato de sus encuentros y divergencias, así como de las
dificultades de este último para escribir el libro. No cabe duda de que la aproximación
es perfectamente viable: si aquí fracasa al menos parcialmente es porque, por una
parte, la vida del primero es muchísimo más interesante que la del segundo, y, por
otra, porque la (de a ratos, irritante) belicosidad y amargura de Limónov (a quien el
autor considera una mezcla de “[Michel] Houellebecq, Lou Reed y [Daniel] CohnBendit”) contrasta aquí con la bonhomía y la indulgencia con la que Carrère se juzga a
sí mismo y a su biografiado. Es difícil encontrar un contraste mayor, al punto de que el
lector desearía que algo del descontento consigo mismo y con los demás que siempre
ha caracterizado a Limónov se hubiese contagiado a su biógrafo, no sólo por el bien de
sí mismo sino también de su retrato del escritor ruso. No sucede así, pero ese lector se
ve compelido de todas formas a dejar de lado estas objeciones ante las peripecias y los
extraordinarios cambios de rumbo en la vida del personaje principal, así como la
sobriedad y la inteligencia con las que Carrère realiza un esbozo de sociología literaria
de la Unión Soviética de la década de 1960 (lo mejor del libro) y narra a través de su
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biografiado uno de los momentos más apasionantes de la historia reciente de Europa
Oriental: la disolución de la Unión Soviética, el caos político y económico
subsiguiente, las guerras balcánicas, la instauración de un nuevo régimen de terror en
Rusia, el ascenso de Vladímir Putin. Al final de este libro no sabemos realmente quién
es Eduard Limónov, pero sí de las circunstancias que llevaron a él y a otros a cambiar
de rumbo una y otra vez y otra, y esas circunstancias son el resultado de los vientos de
la Historia, que en Europa Oriental adquieren siempre el carácter de huracanes
violentos y contradictorios que lo arrasan todo a su paso y sólo dejan ruinas.
♦
Emmanuel Carrère
Limónov
Trad. Jaime Zulaika.
Barcelona: Anagrama, 2013
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on Saturday, November 7th, 2015 at 1:30 am and is filed under
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