FRANCISCANAS MISIONERAS DE MARÍA Via Giusti, 12 I – 00185 Roma Nº22 Roma 2 de agosto, 1989 “El ángel, entrando a donde estaba ella, le dijo: ‘Alégrate, favorecida, el Señor está contigo’”. (Lc 1,28) Queridas hermanas: ¡El Señor os dé Paz! La gran fiesta de María y Francisco es la ocasión que, como Consejo, hemos elegido para convocar el Capítulo General, que se abrirá el 1° de septiembre de 1990 en Grottaferrata (cf. Const. Art.173). A la sombra de la Porciúncula, tuve la oportunidad de reflexionar, en vuestro nombre, sobre las gracias que el Padre nos da a través de este acontecimiento. Su amor nos llena gratuitamente y nos llama a ser mensajeras de esperanza para el mundo. Por la fuerza del Espíritu, estamos invitadas a ir más allá de toda frontera sin comprender «cómo se llevará a cabo». Que nuestro próximo Capítulo sea un acto de fe total, a ejemplo de María, cuyo único título de gloria es ser la esclava del Señor. El aniversario del nacimiento de nuestra Fundadora, tela de fondo para la preparación del Capítulo General, es una bendición para nosotras. Os damos las gracias por el gozo de ver que las comunidades se esfuerzan en dar vida, redescubrir y revivir el significado profundo de estos acontecimientos de la vida de María de la Pasión; que ellos sean, para todas nosotras, fuente de inspiración, desafío y renovación hoy y en los años venideros. Mis contactos con las provincias son una oportunidad para maravillarme al ver cómo Dios inspira las diferentes expresiones para proclamar una fe y un carisma. A la vez que nos alegramos y le damos gracias por Su bondad y Su fidelidad, somos conscientes de que se nos pide algo más profundo y duradero que una celebración. Lo importante es que seamos fieles a las oportunidades de renovación y compromiso que se nos presentan. Nos damos cuenta que nuestra fidelidad es siempre menor de lo que hubiera podido ser. Sin embargo, este año hemos visto por doquier un volverse hacia Dios libre y espontáneamente, dándole gracias por nuestra herencia y por los signos de esperanza que ella nos trae hoy. Como signo recíproco de nuestra disponibilidad para volver a comprometernos con nuestro Dios, mutuamente y con nuestro carisma, ¿nos atreveríamos a aproximarnos a este acontecimiento del Capítulo General de la misma forma que lo hicimos al entrar en la vida religiosa, al emitir nuestros votos temporales o perpetuos? Estos momentos estuvieron, probablemente, caracterizados por la oración y el discernimiento con respecto a nuestras relaciones con Dios y a nuestra llamada a la vida religiosa. Recordamos, cada una, nuestra entrada al Instituto. ¿No había como una sensación de misterio y admiración pero también el anhelo de seguir a Cristo y darnos totalmente a lo que El quisiera pedir, a donde El quisiera llevarnos? Este año, en este momento, ¿podemos tener esa misma disposición, esa misma sincera buena voluntad, esa misma sensación de misterio y novedad total para empezar otra vez? Cada una, ¿podemos, una vez más, como si no lo hubiéramos hecho nunca, comprometernos a seguir a Cristo como F.M.M., según el Evangelio y nuestras Constituciones, sin importarnos cómo es actualmente la forma de éstas o cómo será en el futuro? ¿Podemos, de nuevo, hoy, con sencillez, abandonarnos completamente a El, a Sus caminos? Por tanto escuchando la llamada de Dios, reorientemos nuestras vidas como resultado de esa llamada, de ese compromiso. Vivamos y hablemos de tal manera que encarnemos el Evangelio, así Cristo será irresistible para jóvenes, adultos, ancianos para todos los que hoy buscan un sentido a la vida y una manera de seguir a Cristo con una entrega libre y total. Estamos cimentadas sobre un fundamento edificado por una multitud de mujeres santas que han seguido esta llamada específica de Dios y que nos han conducido donde estamos hoy. Nos mantenemos ahí por la gracia y el amor de nuestro Dios. Nos mantenemos enriquecidas por el Pasado y, sin duda alguna, desafiadas tanto por el pasado como por el futuro. Nuevamente y de manera más profunda, reconocemos que, como comunidad, tenemos una misión, y nuestro compromiso común y el cumplimiento de la misión es lo que mejor nos unirá como comunidad. Cuando juntas nos centramos, nos comprometemos y nos dirigimos hacia alguien -Cristo- o algo fuera de nosotras mismas -Su misión-, nos comprometemos mutuamente de manera más profunda y duradera. No somos nosotras las que realizamos nuestra unión: es Cristo quien nos une. Ninguna comunidad cristiana puede centrarse en ella misma; toda comunidad cristiana tiene una misión fuera de ella: compartir la Buena Nueva con los demás y recibirla de ellos. Todas experimentamos que una de nuestras luchas hoy es encontrar un equilibrio que sea fuente de integración de nuestra vida. Si queremos ser fieles a nuestra llamada y testimoniar un sentido de plenitud en nuestra vida consagrada, tenemos que hacer opciones difíciles y conscientes. La oración y de manera particular la oración en presencia del Santísimo Sacramento, es el factor de integración. Ahí es donde debemos reflexionar y orar durante las etapas preparatorias de nuestro Capítulo general, que se llevará a cabo de aquí a un año. El Capítulo es un don y una llamada particular de Dios; respondemos con fe, valor y generosidad, a pesar de los obstáculos en nuestra urgencia por servir al pueblo de Dios ¿No recibiremos, con corazón dócil al Espíritu, esta nueva oportunidad de conversión, tanto personal como comunitaria? Tendremos ocasión de compartir nuestras preocupaciones y de descubrir, en mayor profundidad, nuestras responsabilidades. Esperamos que nos escucharemos atentamente, las unas a las otras, para continuar oyendo y compartiendo la vida del Espíritu en la diversidad de situaciones a las que somos llamadas en el servicio de la evangelización. Es importante recordar la línea de continuidad desde el último Capítulo general, en el que formulamos ciertas orientaciones con respecto a nuestra vida y misión, orientaciones que fueron evaluadas por el último Consejo General Plenario. El próximo Capítulo tiene como objetivo profundizar nuestra espiritualidad centrada en la Eucaristía, fuente de toda fecundidad. Muy consciente y agradecida por la animación que, en este sentido, habéis empezado en las provincias, os doy las gracias por vuestra colaboración y sentido de corresponsabilidad. El Capítulo de 1990 llevará consigo un tiempo de exposiciones, de compartir y de intercambios; una reflexión y profundización del tema elegido por el C.G.P.; la elección de la Superiora general y de las Consejeras generales; algunas posibles modificaciones de las Constituciones y una iniciación al tema de la planificación. Durante el Capítulo, el equipo de moderación nos guiará por medio de un proceso de discernimiento. En primer lugar, tomaremos conciencia de la realidad a través del compartir de las provincias y de las exposiciones preparadas a nivel general. A nivel personal, se pedirá que las capitulares busquen juntas, en una atmósfera de cordial franqueza y convicción, sin vencedores ni vencidos, una respuesta fiel que transmita lo que hemos recibido para las necesidades de la evangelización hoy y mañana. Se os han enviado ya varias comunicaciones. Al recibir esta carta, las provincias procederán a la elección de las delegadas al Capítulo General, necesarias para el procedimiento concreto. También podéis referiros al folleto “Para participar mejor en las elecciones del Instituto hoy”, capítulo 1, como preparación a esta elección responsable que debéis hacer. A través de estas elecciones, tenéis una profunda influencia en el desarrollo y progreso del Capítulo. Si las capitulares son mujeres de fe profunda y oración, personas abiertas y libres, comprometidas en la búsqueda de Dios, de Sus caminos y en el bien común de otros que son muy diferentes de ellas, a través del diálogo y del consensus, el Capítulo se desarrollará muy bien. Es importante elegir hermanas que tengan clara su identidad f.m.m., capacidad de apertura a la dimensión universal y que estén prontas a aceptar su parte de responsabilidad personal en las decisiones y orientaciones con vistas a nuestro caminar hacia el año 2000. Una vez terminadas las elecciones de las delegadas, se ruega a las provinciales que comuniquen los nombres al Secretariado General, antes del 1º de marzo de 1990. En lo que se refiere a la elección de la Superiora general y sus consejeras (cf. Const. Arts 175 y 183) recibiréis, más adelante, una comunicación. El tiempo pasa y Hna. Alma ha terminado su mandato el servicio de la Conferencia Franciscana Internacional. Después de 29 años de presencia en Via Giusti, su partida nos reunió naturalmente en una celebración eucarística especial, único medio de darles las gracias por el precioso don de su amistad y por todo lo que nos ha dado a través de su vida y compartiendo esa vida. Sé que ella, en su nuevo camino, cuenta con las oraciones de todo el Instituto. Antes de empezar un nuevo ministerio en la provincia de EE.UU., hará un año de renovación. El Consejo general ha nombrado a Hna. Micaela Garriz Burgui sub-ecónoma general. Le estamos muy agradecidas por este servicio al Instituto. A Hna. Marie Courcelle, que ha sido reelegida provincial del Próximo Oriente y a las Hnas. María Cristina Sánchez Escobar y Georgina Hidalgo Vidales, elegidas provinciales de Bolivia-Chile y Colombia-Ecuador respectivamente, les aseguramos la ayuda de nuestra oración para su misión específica en sus provincias y en el Instituto. Nos damos cuenta que, actualmente, hay tolerancia, diálogo y búsqueda de espiritualidad, en lugares que han conocido una persecución religiosa tan larga como muchas podemos recordar. Es, para nosotras, el tiempo de responder gustosas a este momento histórico y de contribuir a él como mejor podamos. Este es el caso de Hungría y ¡ojalá estuviésemos dispuestas! No obstante, avanzamos con espíritu de discernimiento continuo, siempre prontas a hacer lo que Dios nos dice. Con afecto y gratitud a cada una, Maura O’Connor f.m.m. Sup. Gral. Anexo a la carta Nº 22 Roma 2 de agosto, 1989 Entregar la vida en Amor es nuestra llamada como F.M.M. A través de la historia del Instituto, el Señor elige, entre nosotras, testigos especiales que expresen con más nitidez lo que significa ser signo de amor, signo de perdón. La trágica y gloriosa muerte de Hna. Emmanuela Vasallo, después de 20 años de servicio en Libia, es un momento privilegiado para nuestra familia religiosa en este año del 150 aniversario del nacimiento de nuestra Fundadora. Una vez más, una Franciscana Misionera de María es asesinada mientras trataba de proteger a su hermana. Encuentro que este hecho es la repetición, a la vez extraordinaria y muy significativa: de Katscher, Alemania y de Baramula Kachemira a la prisión de Libia, el amor fraterno en el Instituto puede alcanzar la cumbre del ejemplo dado por el mismo Cristo. No puede haber amor más grande. Juntas, alabemos y demos gracias a Dios y, mientras el Instituto sea capaz de dar tales testigos, será un signo luminoso para el mundo. Y para nosotras, es un verdadero desafío, porque en ellos podemos leer la confirmación de nuestro carisma hoy. Hna. Bruna Menghini se está recuperando de sus heridas en nuestra clínica de Túnez. Me ha escrito expresando su deseo y esfuerzo para dar una respuesta evangélica a este acontecimiento que marcará profundamente su vida. Su actitud testimonia la vivencia de su fidelidad a nuestra vocación: “Como “Para la Misión y sus riesgos”, págs. 280 y 604 artífices de paz y reconciliación, trabajamos por hacer un mundo cada vez más justo y más humano” (Const. Art. 39) En momentos como éste, nos damos cuenta de la comunión profunda que existe entre nosotras en todo el mundo. Comunión que, por supuesto, significa ante todo oración. Oremos profundamente por la provincia de Argelia, Libia, Túnez y por las familias de nuestras dos hermanas, profundamente impactadas por este drama. Os enviamos la copia de la carta escrita por la provincial. Nos ayuda a situar el acontecimiento en el contexto de nuestra bella pero exigente misión en Africa del Norte. Maura O’Connor f.m.m. Sup. Gral.