Pág. 12 ARTE-PINTURA EL ARTE DE LA PINTURA EL ROMANTICISMO (3) Andrés A. Peralta López (sitoperalta@hotmail.com) Hemos dejado para este último número sobre la pintura romántica española que, en mi humilde opinión, es la más estimable aunque solo fuera por que cuenta con uno de los genios de la pintura universal de todos los tiempos, Francisco de Goya. Las notas biográficas, probablemente, os sean familiares pues el personaje es tan popular entre nosotros que, ¿quién no habrá oído en multitud de ocasiones hablar de este genio español? Francisco de Goya y Lucientes nació en 1740 en el pequeño pueblo de Fuendetodos, próximo a Zaragoza -donde residía la familia- y a donde habían acudido a pasar una temporada. Su padre, José Goya era un humilde dorador que supo reconocer prontamente las cualidades de su hijo al que, ya una vez establecidos en la capital, envía, con solo doce años, a estudiar al taller del pintor José Luzán. Es en este taller donde conoció a los hermanos Bayeu que, fueron muy importantes tanto para la vida profesional como familiar del pintor. Los lazos con los Bayeu se estrecharon, aún más, como consecuencia del matrimonio del pintor con una de las hermanas, María Josefa Bayeu. Es, precisamente, con uno de ellos, Francisco, que poseía un taller en Madrid, con quién continua su formación en la capital. La influencia academicista de Bayeu –a su vez muy influenciado por Mengs, afamado pintor neoclásico- sobre los trabajos de Goya es evidente. Su pintura, neoclásica en los primeros tiempos, fue evolucionando hacia una libertad de expresión y un individualismo, que la hace fácilmente reconocible como romántica, muy especialmente en su última época. En una primera y dilatada etapa de más de diez años la principal actividad artística de Goya fue la ejecución de cartones para la Real Fábrica de Tapices. Entre la abundantísima producción de estas piezas mencionaremos solo algunas pocas de las más conocidas: La Nevada, El Albañil Herido, El Quitasol, El Baile en San Antonio de la Florida y La Gallina Ciega, todos ellos en el madrileño Museo del Prado. Esta colección constituye un auténtico testimonio gráfico de las castizas costumbres populares. En 1780 ingresa en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, cuando su popularidad y el aprecio de la aristocracia y de la alta burguesía por su obra se manifiesta en numerosos encargos y un gran reconocimiento social. Es la época en que realiza un excelente cuadro para la Basílica de San Francisco El Grande, en Madrid. En este templo, se puede contemplar, en la capilla de San Bernardino de Siena, la representación que Goya hizo de este santo predicando ante el rey Alfonso V de Aragón. No fue este templo el único que cuenta con pinturas de Goya en su decoración, pudiendo destacarse el fresco de La Adoración del Nombre de Dios en una de las bóvedas de la Basílica del Pilar. Pero, sin duda, el trabajo más importante es el fresco que pintó en la bóveda de la ermita de San Antonio de la Florida (recientemente ARTE-PINTURA Pág 13 visitada por un grupo de compañeros, dentro de las actividades de Jubiceca). La pintura recoge uno de los milagros de San Antonio Abad; en la escena las figuras están situadas en torno a una barandilla circular en la que se apoya una multitud de personajes que contemplan el milagro en las más diversas posturas, siendo de destacar algunos espléndidos escorzos que parecen dotar a las imágenes de una tercera dimensión. También se dedica intensamente a los retratos, entre los que se puede destacar el de La Familia del Infante Don Luis de Borbón (Fundación Magnani Rocca, Italia), complejo cuadro que entorno a una composición en uve dispone a numerosos personajes sobre los que recae una luz cenital que da a la escena una naturalidad sorprendente. Este cuadro llamó fuertemente la atención de Carlos IV que, prácticamente, se convirtió en mecenas del pintor al que nombró Pintor de Cámara del Rey. Lógicamente, los retratos realizados al monarca y a personajes de su entorno fueron numerosos, pero entre ellos sobresale el que representa a la familia del rey al completo. Goya plasma en este lienzo a los miembros de la decadente familia con un realismo descarnado; cada uno de los personajes muestra su auténtico carácter, dentro una magnífica composición pictórica ejecutada con una rica y vibrante sinfonía de colores. El número de retratos pintados por Goya sobrepasa el centenar por lo que, evidentemente, solo podemos dejar referencia de una pequeñas selección de los mismos, tales como los numerosos autorretratos y los numerosos del monarca. Entre estos, es muy conocido el que representa a Carlos IV como cazador, de pie apoyado en una gran escopeta que se encuentra en el museo del Prado. También efectuó varios de Don Gaspar Melchor de Jovellanos (Museo del Prado). Ahora bien todos ellos quedan en un segundo plano ante la fama y popularidad de los dos cuadros de la Maja (desnuda y vestida). Respecto a estos últimos cuadros conocidos mundialmente hay que contar, casi obligadamente, la extendida opinión de que, la bella retratada en tan sugestiva posición, es la Duquesa de Alba –amiga del pintor-, Doña María del Pilar Teresa Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo. A la edad de 46 años, Goya cayó enfermo de una dolencia que, en su momento, no supo diagnosticarse y sobre la que, aún hoy en día, se sigue especulando. El hecho es que fue atacado por fuertes dolores abdominales, vértigos, alteraciones de la visión y estruendosos acúfenos (constantes ruidos interiores). Después de varios meses de lenta y sufrida recuperación, superó finalmente la enfermedad, de la que le quedó como secuela una sordera que ya le acompañó de por vida. La introversión y aislamiento al que le fue llevando esta carencia fue endureciendo y amargando su, ya de por sí, fuerte carácter. En el próximo capítulo continuaremos con lo mucho que aún falta por hablar del maestro aragonés, al tiempo que dejaremos una referencia de alguno de los más significativos pintores españoles del romanticismo. ---------------Imágenes: 1.- La gallina ciega. 2.- La nevada. 3.- La familia de Carlos IV. 4.- Carlos IV. 5.-La maja desnuda, todos de Francisco de Goya.