Espectáculos Diagonales RECUERDOS Cuando Miles Davis puso el jazz patas arriba 28-02-2009 / A 50 años de la grabación de Kind of blue, el disco que partió a la música en dos Miles Davis llevó los cinco temas al estudio sin que ninguno de los músicos hubiera visto jamás la partitura de alguno de ellos Hay centenares de anécdotas con Miles Davis como protagonista. Una de ellas, se remite a Ronald Reagan, allá por 1987. El cowboy-presidente había decidido rendirle un homenaje a Ray Charles. Y su entorno, tan patético como el mismo jefe, convocó a los más ilustres hombres de color (negro, como dirían Les Luthiers riéndose de la corrección). Miles Davis llegó a la Casa Blanca sin protocolo: pantalones negros de cuero, un chaleco sobre otro, saco de esmoquin con una serpiente roja en la espalda. Tenía 61 años: la edad ideal para que los empleados de Reagan lo arrestaran por falta de respeto a la investidura presidencial. Davis parecía flotar por encima de todo. Pero una de esas damas de beneficencia que nunca faltan, quiso enseñarle lo que ella entendía por modales y le preguntó qué había hecho de meritorio para estar allí. –Bueno, cambié el rumbo de la música cinco o seis veces. ¿Y usted, qué hizo usted de importancia? Digo, además de ser blanca –le dijo, imperturbable, Miles, que nunca exageraba. Cambiar la historia. Cinco o seis veces, es cierto, torció con algunos de sus discos, el rumbo de la música. Pero el disco que cambió todo, que puso al jazz patas arriba, que obligó a hacer música de una manera distinta de ahí en adelante fueron cinco temas grabados (otra anécdota maravillosa de la proverbial cantera Davis) en sólo 9 horas, divididas en dos días: el 2 de marzo y el 22 de abril de 1959. Ese fundacional 2 de marzo de hace exactamente 50 años, en el estudio de Columbia (30th street de Nueva York) nació el jazz modal, el que improvisa sobre escalas en lugar de hacerlo sobre acordes. Fueron, en total, 45 minutos y 52 segundos de música. Y Miles estaba, con su trompeta, al frente del milagro. Lo secundaban unos “nenes”: Bill Evans al piano (suplantado por Wynton Kelly en el tema "Freddie Freeloader"), John Coltrane en saxo tenor, Julian "Cannonball" Adderley en saxo alto, Paul Chambers en bajo y Jimmy Cobb en batería. Ninguno de ellos había visto las partituras originales de Davis, un tipo que apostaba todo a la espontaneidad de sus músicos. "Esos" músicos. homenajes. Varias generaciones de músicos, desde Quincy Jones hasta Pink Floyd, le rindieron tributo a ese disco. Es que más que un gran disco de jazz, Kind of blue es el disco de jazz: la esencia de una música evasiva y cambiante. Funciona como contraseña para entrar en la secta de fanáticos del cool. Hollywood no podía dejarlo pasar por alto. Por eso Julia Roberts se lo regala en formato vinilo a Richard Gere en Novia fugitiva, como si quisiera devolverle el favor por educarla mundanamente en Mujer bonita. Clint Eastwood, dándole cuerpo al agente secreto en el film En la línea de fuego, lo escucha en su casa. También tuvo su libro, una investigación casi detectivesca sobre lo ocurrido en esos dos días de hace 50 años, escrito por Ashley Kahn en 2000: Miles Davis y 'Kind of blue'. La creación de una obra maestra. Queremos tanto a miles. En la edición de lujo del 50º aniversario (dos cd, un dvd, un vinilo, dos libros, una maravilla con valor de maravilla en las disquerías nacionales: $ 400) puede leerse y escucharse que los músicos andaban por un terreno que sólo Davis conocía. Él les mostraba los rudimentos de cada tema y les pedía que volaran. Y los músicos volaron. Se nota. Volaron con la estrella de Miles como guía. Un guía que comentaba como al pasar que había dejado de un día para el otro a la heroína, que con su inconfundible hilito de voz afirmaba que se había herido las cuerdas vocales en una pelea con el dueño de un club, el tipo que actuaba de espaldas al público para escuchar mejor a sus músicos, el mismo que abandonaba el escenario sin despedirse mientras su banda seguía tocando. Era un guía, aunque los no músicos no lo sabían. Una semana después de publicar Kind of blue, actuaba en Birdland, el club de Broadway. Salió escoltando a una joven blanca que se subió a un taxi. Se quedó solo en la calle y un policía le ordenó que circulara. Davis se negó: "Trabajo acá y quiero tomar un descanso". La conversación subió de tono y otro policía la resolvió partiéndole la cabeza con su bastón. Sangrando, lo arrastraron a la comisaría, donde pasó la noche acusado de conducta escandalosa e intento de agresión. Le dieron cinco puntos de sutura y le quitaron la tarjeta necesaria para trabajar en locales nocturnos neoyorquinos. De no haber contado con el respaldo del Sindicato de Músicos, ése podría haber sido su último concierto. Sin embargo, el abogado del gremio amagó con una demanda de un millón de dólares: le devolvieron la licencia y retiraron los cargos. Algunos colegas trataron de convencer a Miles para que llevara a juicio a los matones de uniforme. Pero, en contra de sus principios, Miles decidió dar por terminado el espisodio: si quería seguir en Manhattan, mejor no enfrentarse con el Departamento de Policía. Pero afirmó a la escasa prensa que quiso reportearlo: "Un bastón policial reglamentario golpeando un cráneo no hace bebop, como se solía comentar. Suena más como a tam-tam". Según pasan los años. Poco tiempo después de las peleas y desmanes, los dueños de los locales se tragaban todas esas cosas cuando Miles hacía desbordar las cajas registradoras. Su trompeta atraía a una clientela apetecible: blanca y negra por igual, en su mayoría mujeres. Dicen que "era un jazzman con gancho sexual, tan seguro de su masculinidad como para expresarse, si le apetecía, con lo que muchos consideraban delicadeza femenina". Dicen, también, los que necesitan confrontar algo con algo (así como en el poema de Borges sobre el ajedrez: "¿qué dios detrás de dios la trama empieza?"), que Miles "no tenía nada que ver con el genio atormentado de Parker o la exuberancia bonachona de Dizzy Gillespie". Lo cierto es que racionaba el sonido de su trompeta: era un músico que valoraba el silencio. Además, también tenía tiempo para la gilada: Andaba siempre de impecables trajes de corte europeo. Condujo una Ferrari blanca. Y se llegó a afirmar que mantuvo una relación con la cantante Juliette Greco, beldad del existencialismo francés. La clase magistral. Kind of blue encaja a la perfección en el perfil de Davis. El mismo título exhibía una naturalidad coloquial: sugería que le preguntaron de qué iba el disco y él respondió "bueno, suena como triste". Después, lo definiría con algo más de espiritualidad: "Pretendí evocar la presencia fantasmal de un coro gospel que escuché una noche en pleno campo". Y hasta daría una razón musical: "Es mi respuesta al pellizco ancestral de una kalimba, un piano de mano que me fascinó en un espectáculo de danzas africanas". Kind of blue se transformó ese mismo año de grabación en accesorio indispensable para el estilo de vida levantado por Playboy. Y no está mal, ya que el ambiente que despierta el disco propicia la seducción. Miles Davis podría definirlo como "hacer el amor", no como "tener sexo". Son cinco temas imposibles de igualar. Mucho más desde 1991, con la muerte de Miles Davis, el único que podía hacerlo. Fueron grabados hace 50 años en un puñado de horas por un grupo de tipos (siempre en formato quinteto) que miraban al sexto, al trompetista, cerrar los ojos y marcar el rumbo. Tipos que, a su vez, cerraban los ojos y se ponían a tocar. Rapidito, genialmente rapidito. Tan genialmente, que tres de esos temas se grabaron en el tono equivocado y nadie, hasta el día de hoy, lo encuentra como un error. El Argentino.com http://www.elargentino.com/nota-30647-Cuando-Miles-Davis-puso-el-jazz-patas-arriba.html