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El circo como derecho, por Naky Soto
Naky Soto · Tuesday, July 15th, 2014
“Están peleando el diablo y la diabla”, así dicen en Oriente cuando llueve con sol. El
vapor que produce esa pelea en las alturas detuvo mis intenciones de ir más lejos.
Opté por un centro comercial pequeño, con locales de igual proporción, que aún
ofrecen el trío feliz —sopa, seco y jugo— a unos precios moderados, como sus
porciones. Sus menúes sólo existen en pizarras, con caligrafías que prueban que no
todos aprendimos a escribir en cuadernos de doble línea. Me sumo a la breve cola del
que ofrece pollo a la plancha. Me anteceden dos funcionarias.
Sobre sus prótesis mamarias reposan el logo y nombre de la institución. En sus
espaldas, para contrariar mi espera, los ojos virolos del finado, con la firma abajo, a la
derecha. Un revolucionario lo hubiese puesto a firmar a la izquierda, pero el negocio
no es la congruencia simbólica de seguir haciendo propaganda con empleados
públicos, el negocio son los millones que cuesta el bordado de las franelas rojas.
Tricolor adelante, blanco y negro atrás. Misiones por delante. Comisiones por detrás.
No sólo Maripili Hernández elige estilistas anclados en los ochentas. La más alta de
esta dupla en la cola también porta una melena de rubio indefinido, exageradamente
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voluminosa e inamovible. Pero la pequeña es la hembra alfa, con las puntas del cabello
revelando el mal uso de la plancha, tan áridas y punzantes como su verbo.
— Te lo voy a decir así: si pensaron en regalarnos algo para el día del niño,
pudieron usar el cerebro, ¿cómo se les ocurre contratar al circo que está al
borde de la autopista y no el del ceceté?
— Es un regalo.
— Pero a mí me gustan los regalos que estén buenos, como yo. Todas tenemos
sobrinos, nietos, yo qué sé, otros niños en la familia, pues. Tenían que darnos
más entradas de manera que pudiéramos llevarlos a ellos también, pero las
entradas sólo para mí y mis hijos, no me parecen “un regalo” —eleva los
dedos para hacer las comillas al borde del rostro de su compañera—.
— Nos están dando un día de semana, ¡tú sí te quejas!
— ¡Ajá! ¡Otro punto! Si nos iban a dar un día libre pa’ ir al circo, ¿por qué no
contrataron la función del viernes? Por ser el día del niño, el domingo todas
vamos a estar ocupadas, o sea que es un día menos de descanso. Tenían que
darnos el viernes y así armábamos un puentecito para hacer otras cosas.
— Tú sí eres arrecha —dice la Farrah Fawcett criolla, batiendo la melena de
izquierda a derecha, para negar mientras demuestra su inercia capilar—.
— ¡Claro que sí! Pero lo menos aceptable es que se les ocurra que está bien
darnos los tickets-juguete por el mismo monto del año pasado, ¿estos tipos no
saben qué es la inflación o quieren que se los explique? Con eso no le compro
a mi hija ni un vestido pa’ la Barbie que le regalé en navidad.
Ante la expresión de contrariedad de la rubia, la pequeña eleva la voz mientras se
lleva las manos a la cadera, como un vaquero:
— Los derechos son para defenderlos, ¡la que tiene que reflexionar eres tú! Si
uno no exige lo que es de uno, nadie te la da, ¡lo más importante en esta vida
se consigue peleando, mi amor!, desde el juguete para tu hijo hasta el día
libre que necesitas para celebrar con él. Lo que es de uno se pelea.
— ¿Vas a guarimbear, entonces?
— No, niña, más sencillo: no trabajo; así protesto yo. Cumplo horario y más
nada, el que no me da lo que quiero, yo no le doy lo que quiere, ni que sea el
Gobierno ni nada. Mi rebeldía es tan eterna como tú sabes quién —y levanta
la mano derecha mientras gira para señalar con el índice el bordado en su
espalda, aunque sólo eleva las nalgas—.
— Entonces de rebelde no tienes nada.
— Eso crees tú. Él es el que sigue mandando.
Farrah abraza a la engrinchada y se ríen mientras avanzan. Hacen su solicitud y se
marchan pellizcando las arepitas dentro de sus bolsas. El señor que me sucedía en la
cola se coloca a mi lado para hacer su pedido. Sin mirarme afirma que para ese
problema no hay Constituyente que valga. Termina su comentario así:
— Sólo piensa que esa mujer está multiplicada. ¿Qué nos queda? ¿Ser
optimistas y rogar porque sean una minoría? ¿Cómo te reconcilias con la
vagabundería?
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No esperó mi respuesta. Caminó batiendo la cabeza en señal de negación… salvo que
él es calvo.
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