Navidad, contemplar el rostro de un extranjero… Navidad, contemplar el rostro de un migrante, Jesús, rostro de Dios revelado a la humanidad… “Migrar, es toda la historia de la humanidad, migrar es un destino humano... " Este título en primera plana del periódico La Croix me sorprendió e intrigó. Reflexionando más en ello, tomé conciencia que el fenómeno de la migración está presente desde el principio de la historia de la humanidad, descrita sociológicamente, y también bíblicamente por acontecimientos que marcan todavía a los creyentes. En la biblia, ya en el libro del Génesis, encontramos dos historias de migrantes, la de Caín, migrante asesino y maldecido (Gn 4, 12.14) y la de Abraham, el migrante creyente y bendecido por Dios (Gn 12, 1-2). En el curso de estos últimos meses, los medios de comunicación han puesto bajo nuestros ojos, repetidas veces, numerosas imágenes de migrantes ahogados o sobrevivientes después de haber sido hacinados en embarcaciones precarias, lanzadas simplemente a la deriva en el Mediterráneo, en condiciones inhumanas. Estas imágenes conmocionaron y afectaron nuestras sensibilidades y nuestros corazones. Vanamente hemos buscado gestos y soluciones para humanizar tal tragedia…. ¿por qué hombres, mujeres y niños arriesgan todo, dejan todo, su familia, su casa y su país? Su llegada masiva desorienta y asusta nuestros gobiernos, nuestras sociedades. Diversas propuestas tratan de responder a la seguridad de nuestros territorios, nuestras zonas sociales confortables: la construcción de cercos de alambres siempre más elevadas en ciertos países, expulsiones a menudo salvajes, centros de refugios para alojamientos temporales que se convierten a veces en lugares en los que algunas personas son explotadas por la prostitución, violadas y extorsionadas… añadiéndose así, la miseria a la exclusión… ¿Qué hacer? ¿Quedaremos como testigos virtuales de estas imágenes repetitivas de la guerra, de la violencia, de la tortura y de la inseguridad continua que les acosan día tras día, año tras año? Me pareció, en cierto momento, que la situación inhumana e intolerable de los migrantes nos angustiaba de tal manera que paralizaba la conciencia colectiva, hasta el día en que la imagen de un niño migrante, apareció varado en la playa; restos descoloridos que fueron encontrados de casualidad por un policía. La fuerza de este hecho, de esta foto de la inocencia burlada, asesinada, despertó inmediatamente el corazón colectivo de la humanidad, la que nuevamente se dejó conmover. Esta imagen ha levantado a las poblaciones de Europa y de América que, en un movimiento mundial, han exigido a sus gobernantes soluciones, e invitado masivamente a convertirse en tierra de hospitalidad, tierra de acogida para estos migrantes reconocidos como hermanos y hermanas, en humanidad El fenómeno creciente de la migración es un “signo de los tiempos” que, como religiosas no puede dejarnos indiferentes. La Orientación del Capítulo del 2012 ¿no nos invita a abrir nuestros corazones, a comprometernos y a buscar juntas y con otros caminos nuevos para responder a ello?: Cada hermana estará sensibilizada al dialogo con el otro diferente, sea cual fuera su fe, su manera de pensar, de vivir. Juntas habremos abierto nuestra tienda y nuestras comunidades (Is. 54,2)… lugares de encuentro, signo que es posible vivir juntas en el corazón de nuestras diferencias. Al acercarse el misterio de la Navidad, les invito a recordar al pequeño migrante Jesús quien, con sus padres, ha conocido la errancia de un refugiado, de un migrante para escapar del régimen mortal de un dirigente tirano. “Cuando se marcharon los sabios, un ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: —Levántate, toma al niño y a su madre, huye con ellos a Egipto y quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo. José se levantó, tomó al niño y a la madre en plena noche y partió con ellos camino de Egipto, donde permaneció hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que el Señor había dicho por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo” Mateo 2:13-15 Cuando veamos en nuestras pantallas estas imágenes de padres desesperados, que estrechan a sus pequeños hijos, caminan largas horas, prueban el hambre y la sed, para alcanzar el refugio de paz y de seguridad que esperan obtener en el extranjero… pensemos en el camino recorrido por María, José y el niño Jesús… nuestro Salvador y tomemos el tiempo de hablarle de los refugiados de hoy En nuestro mundo convulsionado, les invito a comprometernos cada una, según nuestra capacidad a pasar de una cultura de rechazo a una cultura del encuentro y de la acogida del otro. Invito allí donde estamos, a dejar caer nuestros miedos de las diferencias, nuestras barreras que protegen nuestras zonas confortables … Que cada una de nosotras y cada una de nuestras comunidades plantee gestos concretos para humanizar “nuestro espacio de vida” y comulgar con la realidad herida de nuestro mundo Hna. Louise Madore, HdlS Superiora general …