Colegio Los Olivos Historia de España Comentario de texto n º 3; El convenio de Vergara. El texto es un fragmento del Convenio de Vergara, alcanzado entre Espartero (cristino) y Maroto (carlista), el 31 de agosto de 1839, que da por finalizada la guerra carlista, después de que, como consecuencia del desgaste de las tropas carlistas, se produzcan divisiones en su seno. Se trata, por tanto, de una fuente histórica primaria y directa, de naturaleza político-circunstancial y podemos establecer que es un documento público. Los autores del texto, es decir los firmantes de este compromiso fueron, como hemos indicado anteriormente, el Duque de la Victoria, es decir, el General Espartero y el General Maroto, y la finalidad del texto es poner fin a la primera guerra carlista. En cuanto al análisis, la idea principal del texto es el compromiso por el que se pone fin a la guerra carlista. El carlismo representa las fuerzas sociales españolas que se resisten al cambio liberal que se produce durante el siglo XIX. Su ideología defiende posiciones ultracatólicas, la vigencia de la foralidad y la monarquía absolutista de origen divino. Esto choca con el sistema estatal de la regente María Cristina, que tiene el apoyo del aparato militar del Estado. En una primera fase de la guerra (1833-1835), los ejércitos carlistas se ven beneficiados con una adhesión de masas de campesinos de los territorios vascos, navarros y catalanes. Durante la segunda fase (1835-1837), las operaciones militares se extienden a todo el territorio nacional, y es a finales de 1837 cuando el desgaste hace mella en el ejército carlista. Las discrepancias internas propician el acuerdo con los ejércitos de María Cristina. Como ideas secundarias, destacaremos la negociación resultante de la firma de este acuerdo, que ofrece la posibilidad de retiro para los militares carlistas o su integración en el ejército liberal (art.2º). Incluye una vaga referencia a las modificaciones de los fueros como podemos observar en el presente documento, en el artículo 1º. También asegura la concesión de pensiones a las viudas y a los huérfanos de guerra. Es de destacar, por tanto, la generosidad de los vencedores, que estaban dispuestos a realizar amplias concesiones a cambio de obtener la paz. El texto se enmarca históricamente en la regencia de M ª Cristina (1833-1841), y más concretamente al final de la guerra carlista (1833-1839). M ª Cristina es la primera garante de las prerrogativas sucesorias que confirman años más tarde a su hija Isabel como reina de España. Para ello, debe alcanzar el acuerdo con la fracción liberal del ejército para hacer frente a las aspiraciones de Carlos María Isidro al trono. Bajo la regencia destaca la continuidad de Cea Bermúdez como primer ministro hasta 1834. Cea actúa como un déspota ilustrado, sin modificar la estructura del Estado absolutista y marginando del poder a amplias capas de la opinión pública, lo que resta apoyos a la causa de la reina. Las reformas resultaron insuficientes para los liberales, muchos de los cuales habían vuelto del exilio, tras la amnistía decretada por M ª Cristina, y por ello se vio obligada a llamar al gobierno a Martínez de la Rosa. Éste tenía como principal objetivo realizar una transición hacia el liberalismo, pactada entre los sectores reformistas ilustrados y los liberales más moderados, que se concreta con la promulgación del Estatuto Real en 1834. Tras fracasar en su estrategia para poner fin a la guerra carlista al confiar en la ayuda exterior que presumiblemente brindaría Francia, Martínez de la Rosa da paso al breve gobierno del conde de Toreno (junioseptiembre de 1835). Los exaltados o progresistas, a pesar de la victoria en Mendigorri (Navarra) sobre los carlistas, se decantan por una estrategia de movilización dirigida por las Juntas que origina el nombramiento de Juan Álvarez de Mendizábal como primer ministro el 14 de septiembre de 1835. Sus principales 1 Colegio Los Olivos Historia de España retos son solucionar la situación muy grave de la Hacienda y la guerra carlista. Para evitar la quiebra de la hacienda y hacer frente al carlismo, pone en práctica un proyecto de amplia repercusión histórica: la desamortización de los bienes eclesiásticos y su posterior venta. Mendizábal es destituido en mayo de 1836 por la reina regente con motivo de unos frustrados cambios en la estructura militar y de los resultados obtenidos con las desamortizaciones. Se nombra sucesor en la presidencia del Consejo de Ministros a Francisco Javier Istúriz, de tendencia moderada, pero el 12 de agosto, ante las noticias de la disolución de la Milicia Nacional, los sargentos del ejército del Norte, un sector influido por la propaganda progresista y que en ese momento se encuentran en Madrid, asaltan la residencia veraniega de la Corona en La Granja de San Ildefonso (Segovia). Ante sus amenazas, la reina se ve obligada a jurar la Constitución de 1812 hasta que se elabore otro texto constitucional y a instaurar un gobierno progresista a cuyo frente se sitúa José M ª Calatrava. Su tarea principal consistió en concluir la obra iniciada por Mendizábal, nombrado ministro de Hacienda, para derribar los vestigios del Antiguo Régimen. Los progresistas, tras las elecciones, dan paso a la configuración de su obra paradigmática: la Constitución de 1837. Tras la victoria de los moderados en las elecciones de 1838 se suceden varios gobiernos, cuya escasa duración en el poder revela la inestabilidad del periodo. Las diferencias cada vez más evidentes entre moderados y progresistas no van a ser resueltas por vías legales sino por acciones violentas en la que la participación de los militares será decisiva. A ello se une el papel de M ª Cristina que, haciendo uso de las facultades constitucionales, se muestra favorable hacia los moderados, lo que provocará que los progresistas busquen apartarla de la Regencia, poniendo en su lugar al general Espartero, que prefirirá rodearse de compañeros de armas en lugar de buscar apoyos en los principales políticos progresistas. Como conclusión, podemos destacar que el interés de este texto radica en que la firma de este Convenio tuvo como consecuencia inmediata el fin de la guerra. A largo plazo, y como demuestra la evolución de la figura del general Espartero, destaca la aparición del ejército como protagonista de la vida política. La repercusión del Convenio de Vergara es grande y encumbra a Espartero como un héroe popular, lo que sin duda propicia su llegada al poder en 1841, presidiendo un gobierno-regencia hasta 1843(momento en el que se anticipó la mayoría de edad a Isabel II). El suyo fue, por tanto, un gran triunfo aunque algunas de las promesas que había hecho a los carlistas no se cumplieran. El exilio de Don Carlos no fue el final del carlismo; todavía a lo largo del siglo estallaron dos conflictos armados más (1846-1849 y 1872-1876), aunque ninguno de ellos puso realmente en peligro el Estado liberal. Por último, señalar las consecuencias que supusieron para España las sucesivas guerras carlistas: Inestabilidad política en el conjunto del país, aunque el carlismo arraiga, principalmente en las zonas rurales de Cataluña, el País Vasco, Navarra y el Maestrazgo; aparición del ejército como protagonista de la vida política, con generales que alcanzan gran renombre por su participación en las contiendas ; y, ingente movilización de recursos al servicio del conflicto militar lo que agrava la situación de la Hacienda española, que debe tomar medidas excepcionales para superarla, como la ampliación de la Deuda y la desamortización de bienes eclesiásticos. 2