Rx De leyendas y tradiciones La calma del té Originario de China y con casi cinco mil años de antigüedad, sus propiedades diuréticas y relajantes han sabido arrebatarle seguidores al café / maruja dagnino 38+SALUD “ La primera taza me humedece los labios y la garganta; la segunda quebranta mi soledad... la cuarta taza me hace entrar fácilmente en sudor y toda la sinrazón de mi vida se escapa por los poros...” / Lo Tung a.C, cuando el emperador Shen Nung descansaba junto a un arbusto silvestre, una ligera brisa agitó las ramas con tan buena fortuna que algunas hojas secas fueron a caer en el cuenco donde hervía agua (un edicto establecía que el agua para beber debía ser hervida como medida de higiene). Curioso, Nung tomó un poco y encontró la infusión refrescante. Setecientos años después ese aromático descubrimiento fue llevado a Japón, donde se le dio un carácter sagrado. Entre los hindúes, el honor de haberlo introducido se le atribuye al monje budista Darma. En el siglo XVII, el té verde fue el primero en llegar a Gran Bretaña, y rápidamente se difundió por el resto del mundo. Desde entonces, ganó fama en Occidente como infusión reanimadora, pretexto para concederse una pausa y requisito imprescindible para convertir la tarde en un festín. Pronto, el verde fue desplazado por el negro, de sabor más fuerte y amargo. En la antigua China, en tiempos del emperador T’ang, el poeta Lo Tung describió su relación con el té: “La primera taza me humedece los labios y la garganta; la segunda quebranta mi soledad; la tercera me penetra en el infecundo intestino; la cuarta taza me hace entrar fácilmente en sudor y toda la sinrazón de mi vida se escapa por los poros; al tomar la quinta taza, la purificación es completa; la sexta me llama a las regiones de la inmortalidad; la séptima... ¡Oh! No puedo beber más, no anhelo otra cosa que no sea el fresco soplo que levanta mi manga”. El emperador y poeta Kien Long, en 1710, tampoco se quedó corto en alabanzas: “El té es un delicioso licor que su- prime las cinco causas principales de las penas humanas”. Quién sabe, a estas alturas, cuáles eran esas cinco causas, pero el té, sin duda, al menos es bueno contra la tristeza, porque alerta el espíritu, acelera el corazón e interrumpe el letargo. Se sabe que los europeos conocieron el té en la India, cuando los portugueses arribaron en 1497. El primer cargamento debió haber llegado a Amsterdam hacia 1610, por iniciativa de la Compañía de las Indias Orientales. En Francia, en cambio, no aparece sino hasta 25 años después. Los ingleses multiplicaron casi hasta el infinito sus posibilidades. Clasificando variedades y creando mezclas, desplegaron un abanico de refinamiento que asombra a quienes recorren por primera vez las estanterías de almacenes legendarios como Fortnum & Mason o Harrod’s. Su contribución no se detuvo ahí. Los ingleses también inventaron el five o’clock tea. Se dice que, en tierra sajona, Anna, la duquesa de Bedford, dio origen a tan arraigada tradición por el año 1840, cuando entre las tres y las cinco de la tarde se le despertaba el apetito. Y aunque se cree que el té es bueno para espantar el hambre, la golosa duquesa lo acompañaba de toda suerte de pastelitos, bizcochos, bombones y otras delicias prohibidas, a las que los ingleses todavía son asiduos. Otros aseguran que la princesa portuguesa Catarina de Bragança, cuando se casó con Carlos II, tomó varias arcas de la hierba e implantó en la corte inglesa el hábito del té, en su horario de cinco. Lo cierto es que, en un año, los ingleses toman unas dos mil tazas de té, un promedio de cinco por día. • No fue sino hasta la dinastía Tang (618-906 a.C) cuando se convirtió en la bebida nacional de China. El término té deriva de un antiguo dialecto. A las palabras tchai, ch´a y tay –usadas para describir tanto la infusión como la hoja– se les atribuye parte del origen. • La iniciativa de inmigrantes japoneses –quienes reintrodujeron la semilla hacia 1920– reanimó la producción brasileña que había declinado en el siglo XIX con la abolición de la esclavitud. Con 10.000 toneladas anuales, Brasil figura entre los 20 productores de té del mundo. Cuenta una leyenda china, que en el verano del año 2737 • En Holanda, el té llegó a costar 100 dólares por libra hacia 1600. Para entonces, su consumo se reducía a círculos elitescos y sólo se conseguía en boticas junto a otras exquisiteces como el jengibre y el azúcar. Ya para 1675, era un producto común en tiendas de alimentos. • En los hogares ingleses del siglo XVIII, las preciadas hojas se guardaban bajo llave. Una o dos veces por semana, la señora de la casa servía el té como un regalo a su familia o para impresionar a un invitado. La calidad de la porcelana denotaba un refinamiento adicional. 39+SALUD Rx tradición del té Otra cosa es la ceremonia del té para los japoneses, concebida en las enseñanzas del budismo y la estética minimalista que se aprecia en su poesía, caligrafía y otras expresiones del arte. Aunque hay referencias en la antigua China, el budismo ortodoxo se introdujo en Japón, donde, en el año 800 antes de Cristo, el hábito del té se volvió un ceremonial complicado bajo el nombre “cha-nudo-yu” o “chanoyu”. El mercader Sen-no Rikyu inició el culto del té como un camino a la perfección del espíritu y una expresión de la vida en sociedad al estilo japonés, dentro de una estética de refinada humildad. Rico y sanador El té, es justo decirlo, produce adicción, pero sus bondades superan con creces todo intento que busque desacreditarlo como aliado de la salud. Según la medicina tradicional china, induce el sueño, calma el espíritu, reduce la angustia, estimula la visión, despeja la mente, limpia la “energía” y mitiga los efectos del alcohol; elimina la grasa, la flema y las toxinas; estimula la salivación, la transpiración, la Thomas Sullivan, de Nueva York, desarrolló en 1908 el concepto de “té embolsado”. Como buen marchante, envolvió cuidadosamente cada muestra para someterla a la consideración de restaurantes. Identificó una oportunidad de mercado cuando cayó en cuenta de que en las cocinas –para evitar el desorden de hojas secas– preparaban la infusión sin desembolsar el té. 40+SALUD diuresis y quita la sed; afloja los intestinos, combate el frío, fortalece los dientes y preserva la juventud. Para más señas, numerosas investigaciones indican que beber té reduce el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y cáncer. Baja los niveles de colesterol en la sangre, previene infecciones, ayuda a combatir la fatiga, estimula las defensas, el funcionamiento mental y fortalece los capilares. Libre de azúcar y calorías, el té es una bebida natural que no engorda. Arbol de té Denominado por los botánicos Camelia sinensis o Thea sinensis, el té es un árbol de hoja perenne, elíptica, de flores blancas y fruto en forma de cápsula, con tres semillas negruzcas, que puede alcanzar hasta los 10 o 15 metros en estado salvaje, aunque se suele talar a metro y medio del suelo para facilitar su recolección. Existen cuatro tipos básicos de té, de acuerdo a su técnica de secado y su grado de fermentación: el blanco, el verde, el rojo y el negro, del que salen 3.000 variedades más. En 1904, comerciantes de todas las regiones llevaron sus productos a la primera feria mundial de América, en St. Louis, EEUU. Para impulsar la venta, Richard Blechynden, dueño de una plantación de té, tenía previsto ofrecer gratis a los visitantes una taza caliente. Sus planes se vinieron abajo cuando una ola de calor golpeó la zona. Para no perder su inversión, echó una carga de hielo en la infusión. Su improvisación lo llevó a servir el primer Iced Tea (té frío). El producto de Blechynden se convirtió en la sensación de la feria. foto ideasstock.com Para una buena taza • Lave la tetera con agua hirviendo. • Ponga una cucharadita de té por persona, más una de “ñapa”. • Caliente el agua hasta el punto de ebullición, pero nunca permita que hierva. • Sirva el agua caliente en la tetera, tape y deje reposar unos cinco minutos. • Si va a tomarlo a la “inglesa”, vierta la leche antes que el té. • Consérvelo en latas metálicas cerradas (aprisionan el aroma y protegen las hojas de la humedad). • La tetera ha de ser de cerámica o porcelana, materiales más afines a la infusión que, por ejemplo, la plata. No la lave con jabón, y cuando no la vaya a utilizar en mucho tiempo, es aconsejable cubrir el fondo con azúcar para que absorba la humedad y los olores rancios. • La taza también debe ser de cerámica, barro o porcelana, y cuanto más fina, mejor. Su contrincante: el café Provenientes uno de China y el otro de Arabia, el té y el café comparten cualidades estimulantes, excitantes y aromáticas. Más dados al consumo de té en el oriente asiático, los países de cultura árabe son, en cambio, más proclives a tomar una taza de café bien cargado. En Europa, ávido de nuevas experiencias, el té y el café llegaron con dos siglos de diferencia. Hacia finales del XVI el café, que desembarcó en Venecia hacia 1615, fue sustituido por la moda del té, heredada básicamente de Inglaterra. Al Nuevo Mundo arribaron casi simultáneamente hacia el siglo XVII, aunque es ahora cuando las infusiones comienzan a ingresar con fuerza en la cultura de los países de Centro y Suramérica. A mi manera “Todavía pienso en aquel gesto de abrir el refrigerador y encontrar una jarra de té helado que matizara los cuarenta grados de temperatura que, a golpe de mediodía, hacía estragos y que en vano intentábamos sortear bajo la sombra de los árboles de mi antigua casa de Maracaibo. Hacia principios de los ochenta, una amiga de mi madre impuso en mi casa la moda del té especiado con canela y clavos: un nuevo regalo que nos hizo retomar la alegría de la jarra en la nevera y de los dulces a eso de las cuatro o cinco de la tarde. Eso sí, nunca tan puntuales ni tan cotidianos, como los ingleses. El ritual del té era para mí una especie de representación alimentada por Lewis Carrol en Alicia en el país de las maravillas, por Marcel Proust en En busca del tiempo perdido, por todas las novelas de Jane Austin y por las películas de temas dieciochescos. Más tarde, mi primera visita a un salón de té, en Avignon; la deliciosa experiencia de una infusión de menta en la mezquita después de los baños turcos en Jessieu; y finalmente el descubrimiento en París de Hediard y Mariage Frères –una hermosa tienda donde se puede encontrar unas 600 a 700 de las 3.000 variedades de té cultivado y procesado en India, China, Sri Lanka, Japón, Indonesia, Bangladesh, Malasia, Vietnam, Mozambique, Uganda, Malawi, Australia, Rusia y otros no menos importantes, con todas las mezclas posibles de frutas, hierbas y flores–, cambiaron definitivamente mi relación con esta bebida de aromas y sabores insospechados. Fue entonces cuando aprendí a tomarlo sin azúcar ni limón para poder sentirlo en toda su esencia, y a pedirlo en su versión negro o jazmín en los restaurantes chinos; y en su versión verde en los refinados salones japoneses. Incluso me he convertido en una adicta al té aromatizado con bergamota, que no en balde es el más famoso de los perfumados del mundo, y el de mayor consumo en Inglaterra. De sólo abrir el gabinete, la cocina se inunda con ese aroma un poco dulce, un poco trementino, que en la taza promete el mejor de los despertares a la vida”. • 41+SALUD