CÁNOVAS DEL CASTILLO.- 8 de Agosto de 1897

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CÁNOVAS DEL CASTILLO.- 8 de Agosto de 1897
Tercer aniversario
La figura de ü, Antonio Cánovas del Castillo
es de las que, como las de Cavour y Bismarck,
crecen á medida que pasa el tiempo.
Los que fueron sus adversarios políticos
contribuyen á eso tanto como los que fueron
amigos ó subordinados. Contribuyen también
los sucesos acaecidos desde el día 8 de Agosto
de 1897, tan grandes, tan funestos para nuestro país, que á cada momento se echa de menog al estadista que hubiese podido oponerse á
tal corriente.
El tercer aniversario del crimen villano de
Santa Águeda llega en circunstancias particulares. Cuando ocurrió aquél, no faltó en la
Prensa europea, no obstante lo hondo de la
impresión, quien apuntase que el asesinato tenía, en algún modo, carácter de represalias, ni
quien excitase á cierta blandura para con los
anarquistas. Hoy, la tribuna inglesa y la italiana; lord Salisbury, jefe del Gobierno británico, y el Sr. Saracco, que lo os del de Víctor
Manuel III, repiten que la opinión en Europa
juzga con peligrosa benevolencia de las empresas anarquistas, y que el móvil que más
contribuye á ellas es el afán de notoriedad de
los afiliados en esa secta.
Cayó bajo el revólver do uno de esos fanáticos Cánovas del Castillo por ser, una eminencia, una figura de importancia europea; por el
ruido mismo que había de producir su caída:
no porque fuese partidario do la represión á
todo riesgo, ó indiferente á la condición y á la
suerte de la clase popular, la más numerosa de
la sociedad. Era hombre que, en su vida privada, como en la literaria y en la política,
tributaba culto al sentimiento, anteponiéndolo
alguna vez á la razón de Estado, como lo prueba el haber conservado hasta la vejez las amistades que trabó en la juventud. Y entre esos
sentimientos, el de humanidad y la compasión
hacia el desvalido ó hacia el perseguido con
injusticia no podían faltar en su pecho. Sin
odio fué asesinado por Angiolillo, como sin
odio, por máximas de perversión y anhelo do
insana notoriedad, había caído antes que él el
Presidente Sadi Carnot y sucumbieron de^>ués la inocente Emperatriz Isabel y el cabaleroso Monarca Humberto L
Precur.sor fué Cánovas del Castillo del actual Gobierno de España on las reformas sociales y en las leyes de trabajo, encaminadas á
la defensa de la niñez y de la mujer empleados
en las fábricas y en las minas, y á la del obrero mismo en su ancianidad. Había hecho un
estudio profundo del socialismo en nuestros
tiempos, como lo atestiguan sus Froblemas
conte}nj)oráneos y el ensayo dedicado á La Internacional; y, ciertamente, que los medios
que propone para atajar ese mal no consisten
principalmente en el empleo del rigor y de la
tuerza.
Como pensador, la idea á que rindió más
ferviente culto 1). Antonio Cánovas fué la de
«Patria*. Facilísimo sería coleccionar párrafos
de escritos ó períodos oratorios de Cánovas
dedicados á definir, caracterizar ó sublimar la
Patria, como se está liaciendo con otros del señor Castelar. A todo la antepuso aquél, distinguiéndola con gran acierto de «Pueblo» y < Nación», y juzgándola base de la existencia de la
iiltima. Amaba tanto á la suya el Sr. Cánovas,
que en ese cariño encontramos la mejor respuesta á los <iue le tachan de pesimista en historia y en política. Nunca desesperó del porvenir, ni creyó imposible la regeneración. Estudiaba la historia como ciencia experimental,
bajo todos sus aspectos, la interna como la externa, la militar y la diplomática, la de las
aftes y la de las ideas, buscando la realidad de
las cosas y las 'eyea de los sucesos, por lo mismo que tenía presente su aplicación. No es de
un pesimista la frase ^^venimos á continuar la
historia do España», que pronunció á raíz de la
f
Bififl tüurflc i óii
La obra política del Sr. Cánovas del Castillo,
hemos dicho otras veces y repetimos en el tercer aniversario de su muerte, no ha desaparecido, como alguien ha dicho; subsiste en sus
rasgos fundamentales. Ella ha influido no poco
en que esta Nación salve sin luchas civiles, sin
)reponderancia del elemento revolucionario,
}a temible crisis de la guerra extranjera y de
la de8meml)ración del territorio. La Monarquía liberal y popular; la política conservadora distinta y diferenciada do la reaccionaria;
e! prestigio del Parlamento, ú pesar do las imperfecciones del sistema electoral; las relacionesdeconcordiaentrelos partidos monárquicos
habilitados para turnar en el Poder; la desaparición ó desuso de la vieja teoría de los partidos ilegales, sustituida por la más prudente de
no ser ilegales siAo las pociones; todo ese edificio nuevo, levantado en los primeros años do
la Restauración conforme á la mente y al anhelo patriótico del Sr. Cánovas, secundado por
el jefe del partido liberal, está ea pie hoy día;
y contra sus cimientos se estrellan las embesti- \
das de los partidarios del pasado, como las de
los que quieren la revolución.
El Gobierno del Sr. Silvela, continuador de
aqu.ella obra, y los grupos conservadores», resueltamente canovistas, pero que se mantienen
respecto del primero en actitud independiente, debieran, á lo que creemos, tener presente
lo qu« acabamos de expresar: aqu>'l, para pro.
curar con toda eficacia y comofinprincipal de
su política reintegrar el partido conservador
en su primitiva unidad; éstos, para anteponer
las ideas y los hechos á las personas y á los
motivos personales, aun siendo legítimos. Hacerlo asi, sería mostrarse todos dignos de recoger la herencia y de proseguir la obra de don
Antonio Cánovas d^l Castillo.
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La campaña anglQ-"boer„
C o m b a t e s e n e l T f i U s v a a l y Oransfé.
Los últínios despachos recibidoá lifer en Londres
conttrman que durante los días 5 y 6 han o?>írrldo varios combates al Oeste de Pretoria, en las márgCI}''''
del río Eland.
No dan cuenta dichos telegramas del final de los
oombates; pero se supone quo han dado por resultado que los generales Carrington y Ilamilton puedan
socorrer á la guarnición de Rustenburg, sitiaría por
los boerf, pues se sabe que diclia guarnición se ha retirado á Zfcerast.
De Orange se ha tenido una noticia satisfactoria. La
población da Harrismlth se ha rendido al general Macdonald.
Este hecho ha permitido restablecer la comunicación ferroviaria con el Natal.
CÁNOVAS
( F R A G M E N T O S DE UN
ARTÍCULO)
El carácter de Cánovas
Cánovas ocupaba en la sociedad española un lugar
aparte, una posición especial por lo preeminente. Desde la Restauración acá, sólo Castelar ha compartido
con él esta hegemonía espiritual, esta autoridad moral
que nada tiene que ver con la autoridad material del
mando, ejercida en igual medida por otros hombres,
ni con el prestigio pasajero de la popularidad quo tan
rápidamente cambia de titulares. Uno y otro, Cánovas y Castelar, eran para los extranjeros las dos grandes figuras españolas de nuestra época, y lo mismo
para sus compatricios, aunque entre éstos negase, á veces, la pasión política lo que el convencimiento íntimo
de la generalidad afirmaba. Poco antes de la tragedia
de Santa Águeda discutióse cierta alusión que un escritor francés hacía en una revista «al hombro quo en
España conocía mejor su tiempo y los tiempos pasados, su país y los demás países». A nadie so le ocurrió
quo el texto pudiara referirse sino á Casteiar ó á Cánovas, y hay que decir, en honor do la verdad, que
primeramente se señaló á éste como la persona de tal
manera designada. En ambos aparecen los talentos
políticos y la pericia do gobernantes, realzados por
el prestigio del saber y de la fama literaria.
¿Era Cánovas impopular, como se ha dicho? Lo era
y no lo era, según la impopularidad se entienda. Si
por pueblo 83 toma á la plebe y por popularidad el
sentimiento que inspiran los ídolos populacheros de
un día ó de una semana, no era popular ciertamente.
Mas si por representación del pueblo tomamos á la
masa do Dersonas desinteresadas de las luchas políticas, que irorma esa opinión neutr»!, tan numerosa en
Eápafla, y por popularidad la eonñanza en las dotes y
en la buena fe do un hombra pública, bien puede decirse que era popular Cát-ovas. En los m')raentoj de
pesimismo respecto á la cuestión dé Oaba y la actitud
do los Estados Unidos, era frecuente oir á personas
imparciales: «¡Gracias quo está Cánovas! ¡Sólo ól puedo sacarnos de este, atolladero!»
Era, sin embargo, más respetado que amado, aunque inspiraba viva afección á los que le trataron con
alguna intimidad, y ejercía grandísimo ascendiente,
verdadera seducción- -la seducción del genio—sobre
cuanto^l,él se acercaban. Pero los que no le conocían," ó le conocían sólo superñclairuMiie, ae la figuraban muy otro de lo que era. Do ahí la leyenda de
su soberbia, que interpretada caprichosamente por
personas quo sólo conocían á Cánovas por las caricaturas y los chistes de los periódicos, hacía creer á
muchos que D. Antonio ora un señor de muy mal genio, que miraba á todo el mundo por encima del
hombro y que hablaba siempre con el entrecejo
fruncido.
No; no era soberbio Cánovof, on el sentido quo sB
figuraba el vulgo. Tenía, sí, el noble orgullo del hombro que so lo debe todo á sí mismo; la plena conciencia de la dignidad debida á lo que era y representaba en España; pero esa altivez la ejercitó sólo con
los grandes y poderosos, ante los cuales puede decirso que nunca cedió poco ni mucho, dando un ejemplo
de decoro y de respeto á sí mismo por demás raro en
estos tiempos de flexibles espinazos. Pero cualquiera
de los personajes nulos á quienes hizo D. Antonio de
la nada, en un momento de condescendencia disculpable en aquel hombro que lo podía todo, tiene más
sobei'bia y se da más tono quo Cánovas, el cual se humanizaba con los humildes y no tenía á menos departir un rato con la Canuta del Retiro, ó tratar como
á compañeros á los chicos de la Prensa que le esperaban eu las escaleras de la Presidencia. Mejor que nadie saben los periodistas que no era Cánovas el hombre intratable y endiosado por que se quería hacerlo
pasar. Era do más fácil acceso y de trato más llano y
afable que cualquiera de los infinitos ministros que
han llegado á serlo en España sin haber debido pasar
jamás de jefes de negociado do tercera clase.
Esta justa altivez de Cánovas, tan desfigurada por
la leyenda, era uno de los rasgos, eminente mente españoles, de su carácter. Era la altivez del QastdUmo
leal que pinta en su maravilloso romance el duque de
Rivas; la conciencia de la propia dignidad y del propio valor, sin la careta de la falsa modestia, que es
ur a forma solapada y embustera del orgullo.
Cánovas era un espíritu ominentomente aristocrático, que rendía culto á las más nobles aspiraciones
intelectuales. Pero convencido de que pertenecía por
derecho propio á la más elevada, más antigua y natural de las aristocracias, á la aristocracia del gonio,
jamás quiso buscar en distinciones y títulos exteriores la consagración do su categoría. El, que después
de la llesíauración recompensó con honores y títulos nobiliarios á sus auxiliaren, no quiso nunca llamarse
más que D. Antonio Cánovas. Como Bismarck, ou:indo Guillermo II, al despedirle, le condecoró con un
aparatoso ducado, podía decir que un título no le hubiera servido más que papa viajar do incógnito.
lograda ni en camino de lograrse, la unidad penicsular quo parecía ser el término natural de la evolución
histórica do los Estados regionales españoles. De ahí
su deducción amarga, pero verdadera y de provechosa enseñanza, do quo debíamos liialtarnos á conservar
nuestro patrimonio, si nos era posible, absteniéndonos
de todo linaje de aventuras y do todo sueño do engrandecimiento.
:
Es de notar, y muestra cuan sólido era el juicio histórico do Cánovas y cómo no enturbiaban la claridad
de su inteligencia esos vapores de 9Tgullo y endiosamiento de que tanto se ha hablado, que aquel hombre
quo había sido uno de los principales factores do la
historia do su tiempo y do BU Patrió, que hahia licñio
la historia en algún momento, no se dejó arrastrar
por la seducción de osa teoría aristocrática, según la
cual la historia de los pueblos es, ea primer termino,
creación y obra de los héroes, de loí! grandes hombres
ú hombres providenciales. Lejos d¿ seguir esta doctrina histórica que viene á representar la etapa del
pensamiento que, en el orden lógic^, inmediatamente
signo á la interpretación teológica de la historia, y
aun so confundo con ella presentando en cierto modo
á los héroes ó personajes provideno|alos como sucesores de aquellos dioses y semidiosos ique, según las fábulas primitivas, fueron los instríiotores de la humanidad en artes, leyes y costumbres; lejos de esto,
Cánovas entendía la historia á la njjBdtu'na, como resultado de muy complejos factoreí, pero principalmente de las condiciones naturales áe cada pueblo, así
las tocantes al territorio como las referentes á la raza
de sus pobladores.
Es tanto más notable esta elevación del pensamiento de Cánovas como historiador, cuínto que en España los estudios históricos han teni«o modernamente
muy escaso florecimiento. Con raras) excepciones, apenas hemos tenido otra cosa quo invfletigadoroB de segundo orden, de esos que pudieran, llamarse albañiles de la historia, á los cuales corresponde la indispensable pero no genial tarea do ir acopiando datos y
materiales para el verdadero liistoriador. La historia
no se reduce á eso, como la arquiteaíura no se reduce
al acopio do piedras, ladrillos y argamasa, sino, que
supone el plan inteligente del íirqui tacto y la disposición armónica y adecuada de los materiales, con arreglo á ese plan. No hay que decir lo mucho quo se destaca la figura de Cánovas histmiador (que era, siguiendo la comparación, arquitecto) de entre todos esos
modestos operarios de la historia i-acional, rebuscadores más ó menos afortunados en archivos y bibliotecas, embebidos por lo común en la persecución de
las migajas históricas que dejaron abancTonadas ú olvidadas sus predecesores, y co;isagrndo9 casi siempre
á la averiguación do esos mermíios antecedentes y detalles más propios para satisfacer la curiosidad do los
eruditos que para hacer variar el curso del pensamiento histórico, i)resentando bajo nueva faz y con
nueva luz personajes y sucesos.
La vida y la muerto- de Cánovas
La-vi4« do CJ4nQy#ftfi3 arnioB\nr"> ^Rmpleta; envidiable, en cuanto so puede juzgar per ápviriencias. Uda de
esas vidas que ofrecen la realización do las más altas
aspiraciones del hombro. Llenó plenamente su misión
en el mundo. Realizó cuantas ambiciones generosas
pudo abrigar eu lo.^ días de su mocedad pobre y obscura. La gloria, el poder, la felicidad doméstica, cuantos fantasmas seductores pudieron cruzar por sus
sueños de m-inccbo, lo acompañaron luego on su peregrinación por la vida. Hasta el amargo trance do la
muerte, que á todos los hombres hace iguales, se revistió para él de formas trágicas y apartadas de lo
vulgar, que provocaron general consternación y pusieron un coronamiento dramático á aquella noble y
bella existencia. La muerte, mirada desde el lado humano y prescindiendo de la fe en otra vida mejor, es
siempre un mal. Cuanto la anticipa es también un
mal. El mismo Aquiles dice á Ulises que más vale ser
humilde patán bajo la luz del sol, que Príucipe en la
mansión de las sombras. Pero parece que á loa grandes
hombres les disminuyen menos que la muerte natural estas muertes trágicas en que se cae en postura de
combatiente. APÍ murió Cánovas: en la plenitudde su
poder, esperanzado acaso con el triunfo, tras la áspera
y penosa lucha de loa dos años últimos do su vida;como
el general que recibe de improviso una bala, cuando
la batalla está indecisa y las banderas ondean aún con
promesas de victoria...
E. GÓMEZ DE RAQUERO.
(Madrid, Agosto 1897.—Do l.a España Motti^rtia.)
TERCER iHiVEfiS&RIO DE U MUERTE
DEL
S E M CÁNOVAS m CASTILLO
E]s| S A N T A
ÁGUEDA
Al cumplirse hoy el tercer aniversario del
trágico drama que tuvo lugar en Santa Agtieda
el 8 de Agosto de 1897, la opinión de todo
el mundo se halla de nuevo penosamente impresionada por el doloroso y reciente efecto
de otro drama no n^enos trágico y sensible: el
del asesinato del Roy Humbsrto 1 de Italia, en
Monza.
.
-i. j
i
Derivados de una misma causa agitadora, el
anarquismo, estos sangrientos sucesos han veCánovas historiador
nido á herir las sociedades y los gobiernos
mejor constituidos, con una periodicidad faTenía en grado eminente las cualidades literarias
tídica y con una frecuencia aterradora. Primeexigidas para el cultivo de la historia como arte. Poseía el don de evocar lo pasado en reprosonlacioues
ro Sadi Carnot, ilustre y supreino magistrado
do vivo colorido; su estilo clásico y mrijostuoso so
de la República Francesa; después Cánovas del
amoldaba á maravilla á la severidad de las relaciones
Castillo, el insigne eslidista esp:iñol á quien
históricas; sin incurrir en el arcaísmo exagerado de
su patria debía tan beneméritos servicios,
su tío el Solitario, pertenecía por su castizi estilo á la
como
á Bismarck Alemania, coiuo á (-avour
familia de lus Molo y loa Hurtado de Mendoza, como
Italia y como á Thiors l''raneia; tras Cánovas
éstos á su vtz fueron, en algún modo, sucesores do
Tácito, Tito Livio y Salustio. Y no eran menores en del Castillo, la inerme y triste Emperatriz IsaCánovas las dotes pertenecientes, no ya á la forma,
bel de Austria, y frustrada la tentativa de hisino á lo interno de la historia, al esclarecimienio, inpido contra el Príncipe de Gales, ahora el
terpretación y juicio de los sucesos.
Rey Humberto de Italia, á quien, tanto por
Historiador de sucfesos particulares en sus Editdios
sus prendas personales como por su amplia
sobre elreinmlo de Felipe IV; cultivador de la historia significación en el seno de las democracias
anecdótica y blo^ráílci} en El Solitario, penetra, sin
emancipadas, debía considerarse exento de esembargo. Cánovas en las profundidades de la hist irla
tas terribles sentencias^
pragmática y filosófica. Su teoría de la parte de azar
Cuando hace pocos días el telografo nos co;
quo hubo eji el predominio de España en el siglo x vi;
municaba la sangrienta tragedia de Monza, ni
de la desviación caugada en el cauce natural de nuestra historia por el matrimonio do Doña Juana la
uu momento titubeamos en protestar del criLoca, y de lo inestable y pasajero que había do sor
men y en enviar á Italia la sincera y cordial
forzosamente aquel período do grandeza, debida á
asociación
de nuestro duelo. Cuando ciertas
eausas que no tenían por base las condiciones naturareprobas indulgencias comenzaron á atenuar
les y ecOnóiiiicag del país, es do lo mas profundo que
la responsabilidad del crimen, acudiendo á
se ha pensado y dicho ttobra la historia do España,
esas sensiblerías del corazón que equivalen á
por eso quizás la ignorancia y la patriotería de oropel
una encubierta condescendencia con el horror
se cebaron con preferencia en sus ataquen a Cánovas,
en estas verdades, máa útiles y patrióticas que h s ficdel hecho oriminoMO, salimos á la defensa de
ciones de la historia, no ad usum delpMnis, sino peor, la augusta víctima, rectificando las imputaciopara uso y adulación del vulgo.
nes malignas que con la pretendida miseria de
Cánovas amaba la tradición española, pero no con
Italia se echaba entre el acto delincuente y el
pasliin itracjonül quo le cegara el entendimiento.
nefando sacrificio. Y, ciertamonto, nos corresVeía, pues, el oaráci'er aüoidcatal do aquella grandeza,
pondía esta conducta, quo no era una simple
lograda por otros caminos .v en ciapíesus diferentes
consecuencia de la lealfed do nuestros princida las que la naturaleza de las cosas p!ir.;cian haber
pios, sino'un impulso que recibíamos de parta
-«rCftdo Ú. Kspaílai oopteroplaba luego el desarrollo y
de
lá verdad y de la justicia. Pero al reccrdar.
*"• ,„,.'*''*<i de Id ipovitable qooaqonüia, el afjotaaún abiertas las heridas auo han cortado al
^ í i n C l a Dérdiu: '*5l poderío, la daamombracion del
Rey Humberto el hilo de ía existencia, aquee " Í S Í m ? e r t y tras laHÍ'^a Sftcriflclos y luchas, no
llas otras imputaciones que sobre la víctima
ilustre de Santa Águeda, cuyo luctuoso sacrificio hoy se conmemora, fraguaron otras malignas sugestiones y fueron admitidas hasta
por los (lue por su posición en el mundo de la
publicidad tenían el deber imperioso de ser
prudentes y cautos, no podemos dejar de sentir una viva amargura, aunque creemos (jue
es la ocasión de formular las defensas que á su
tiempo impidió el tumulto de los sentimientos
impresionados.
Delante tenemos un haz de periódicos italianos de Agosto de 1897. Ninguno se salvó de la
sugestión de aquellas condesoendencias, que
hoy Italia consideraría como una ofensa si sobre el cuerpo ensangrentado del Rey Humberto en cualquier país amigo se adoptasen por
regla de conducta. Todos cayeron en el lazo dp
la malignidad, y, cuando aún se repasan aciueUos escritos, quo quedan vivos en las colecciones de los periódicos, como documentos del
tiempo, se nota con tristeza que de sus últimas
conclusiones en el drama de Santa Águeda, la
virtud fué la del reo-, y que, para ellos, el reo
verdadero fué la ilustre y sangrienta víctima.
Acudamos al ejemplo, y puesto que ningún lector de LA ÉPOCA habrá que no entienda como
de lengua propia treinta líneas escritas en italiano, reproduzcamos algunos párrafos como
salieron en la Prensa de Italia.
La Tribuna, de Roma, del 10 de Agosto de
1897, dos días después del asesinato de (Cánovas del Castillo, agí decía en su artículo titulado Gli attentati anarchici:
EL INGENIO DE CÁNOVAS
Comofilósofo,como orador, como hlstoi'iador, como
crítico, sociólogo, poeta y bibliófilo, ha sido juzgado
el insigne estadista cuya muerte lloratá siempre España; pero hay una fase de su espíritu que no ha sido
especialmente objeto de estudio; nos referimos á Cánovas causeur, á Cánovas hombre de ingenio.
Sus frases y sus agudezas corrieron en vida, como
corren después de muerto, do boca en boca, ponderándose lo cáustico de algunos de sus dichos, celebrándose lo espontáneo de sua juicios satíricos, de los cuales
conservarán, los que de olios- fueron objeto, recuerdos
imborrables.
Cánovas, tanto en sus discursos políticos ó académicos como en sua obras do historia, crítica ó filoso-,
fía, refrenaba con mano dura todo lo que pudiera
trascender á sátira, todo lo epigramático y festivo.
liara vez escapábaaele en sus serenas glosas y reposadas páginas algo que pudiera herir ol amor propio de
BUS adveraarios ó de aquellos que defendieran teorías
con las cuales él no estuviese conforme. Su tolerancia
llegaba hasta el respeto, y ni en las lidos apasionadas
del Congreso, ni en los ceremoniosos certámenes do
loa Ateneos y Academias, empleó máa que rarísima
vez la ironía, y esta siempre contra las ideas, nunca
contra las personas.
El ingenio, el gracejo, el chiste y ol donaire reservábalos Cánovas para la conversación familiar. Este
aspecto del gran estadista es el que ligeramente vamos á bosquejar en los presentes renglones.
" No sabemos si por condición de nuestro espíritu
grave y ceremonioso, 6 por cualidades étnicas que sería muy largo y difícil estudiar, ó acaso por la ampulosidad periódica de nuestro idioma, acontece entro
nosotros que no hay más que dos maneras de estilo: ó
el grave, circunspecto y grandilocuente, ó el bajo y
»Tra i fatti apecifloi e contingenti che hanno dato e
chocarrero; el estilo de Don Quijote ó el de Sancho;
danno occasione alie imprese feroce dell' anarchismo,
Fray Luis ó Queredo. Y esto que sucede en el lenguanoi poniamo primo di tutti 11 sistema cieco di ripresje escrito, aconteoe «nel lenguaje hablado. Aquí hay
sioni che i Governi credono efflcaee ad impediré la
oradores admirables y* oradores de chascarrilloa,
rinnovazione di quelle imprese. Nessuna indulgenza
abundantes en galos gordaB} lo que por regla general
per il dolitto; su questo tutti gli uomini onesti sonó d'
no abundan son verdaderos cavseurs, conversadores,
accordo; ma nessuna concessione egualmente a quello
gentes de esprit, arte en el que tan maestros suelen ser
spirito di reazione, il quale allontana, per naturale ed
loa franceses.
ingénita tendenza, le masse dal reggitore della pubbliRUCosa.
Algunas excepciones tiene esta regla, y de ellas forBJaron parte Miguel de los Santos Alvarez, .lo.séda
»Ora questo masse sonó uno dai; ooefflcieníi piú poCastro y Serrano y Ramón Rodrigue* Correa, cuyas
deros! doír opera tutolateioe dal Governol II loro
frases han quedado estereotipadas eu cuantas personome é: opiniono publica, ne 1' oppione ptttolica acoomnas
las oyeron. Ingenios agudísimos los tres, cuyas
pagna i violenti, sopratutto cfUttiido m «fee piú utile
ingeniosidades, esparcidas y derramadas como el dedolía violenza sarebbo 1' azione oducatóot dolía legge,
rrochador arroja BU dinero, podrían llenar volúmenes
la cui osservanza scrupulosa scenda dfgU' alto come
enteros, y que tanto como sus libros (y alguno de olios,
pioggia benéfica á letificare le popuilBloni, o ad inoonio Castro y Serrano, los escribió «xoelente.t) alcannamorarle dell' ordine.
zaron justa y envidiable fama. Cánovas, á sus ex»Noi parliamo qni di un attentato feroce in Spagna.
traordinarias dotes, reunía esta cualidad de que veniEbbone chi oi saprebbe diré qnanta parto, abbia avamos hablando.
lo, quanta inlluenza abbia eaevcitato per determinare
El (atento superior es un Proteo; varía do forma,
quel delitto 1' opera del Governo ibérico di fronte agli
conservando siempre en toda su integridad su fuerza,
aíiaroMci di Moajaich? J. lettori ricordano la dMK5i*i-.
i5noiH,í5, lj.alilando en familia y empleando «u privizioni orribili delle torture inflitte á costoro nelle caregiaoB Inteligencia en )á conversación, eía tan «n<lcere di Baroellona; ricordano il ribrozzo provato di
nente éomo alzando su voz autorizada y elocuonto en
tutta I* Europa bivilo per un processo militare che evo- . los Congresos, ó ilustrando los hechos de su I*atria en
cava i tcmpi piú tristl doU' Inquisiziono; ricordano
las permanentes hojas del libro.
che parfino un ufflciale spagnuolo, il quale aveva proSu ingenio, como su talento, siempre fué oro de
so parte como giudico in quel proceso, assalito dai
pero él ni lo eslimaba, ni lo apreciaba, ni lo regarimorsi, fini per suicidarsi. Ebbeno, poste questo df>lo~ ley,
teaba, ni lo economizaba. Dios so lo había dado como
rose .inemorie, d risiiosto coi discorsi violenti promm- por
añadidura á su talento, y él lo regalaba, ni más ni
ciati d Pariyi, il ¡jitirno stesst ddl' assassiyiio di Cáno- menos
que el que vende obsequia al comprador con
vas del Casiillo, nessuna mera vigila che Vattentato tro- lo qua en
tierras de Castilla llaman el nlm>.
vi unn delle sue cause sjieciftche, come abbiamo detto,
Para
hacer
un chiste no necesitaba Cánovas forzar
nel método di repressione inumano ed ülogico che fu la máquina; puede
decirse qua tenía siempre aparejaapplicato agli anarchici barcellonessi.^
da y apercibida la respuesta. Quienes conocían esta
•
. . • •
* . * . . «
asombrosa espontaneidad, más todavía que do sus
rasgos de ingenio debían asombrarse dó la fuerza da
«NeU'assassinio di Cánovas dol Castillo hanno dunvoluntad con que contenía el chiste en momentos
que una i^ran parto di reponsabilitá gli stesai uomini
en quo fácilmente, abriendo la válvula de su vena
politici di Spagna.»
satírica, hubiera podido alcanzar para él fáciles triunfos de amor propio. ¡Cuántas veces ól, hombro supeAl recordar estos párrafos de La Tribuna, rior en sujtrato con toda especie de personajes, damas,
de Roma, de 1897, y otros de otros periódicas ministros. Reyes, habrá visto el lado cómico de situaciones, frases, errores y debilidades, lucrcoo doras
italianos de ideas tan monárquicas como La quisa
sátira acerada! Jamás en talos ocasiones
Tribuna, no habíamos de pretender entrar en abusó, de
ni aun uhó del cliiste.
estos momentos de intenso dolor para Italia en
Es esta propensión satírica tirano que á VPCOS aa
una polémica, tardía ó inoportuna, con nues- impone
hasta á los hombres de superior talento. Es
tro colega de Roma, que hubiera do entenderse muy general
el hombre de ingenio agudo sacrifipor algunos prestaba armas de justificación á que, a truequeque
do hacer un chiste, á su propio padre.
aquellos criminales, cuyos excesos hemos ana- Y esto, sin alevosía, cediendo aun impulso superior á
tematizado siempre con todo nuestro espíritu. I la voluntad, como la avispa p'ca. De cierto personaje
Ni siquiera podría tenor este recuerdo el me- '^ político 80 ha dicho que tiene el chiste irresptmsable.
nor átomo de recriminación. Pero, al par que Y es cierto. Por decir una gracia perderá uu amigo, y
ponderen su dlaléotien y su punzante
el del dolor de Italia, hoy nos abruma otro re- con tal denoque
so contendrá, aun á trueque de herir afoc^
cuerdo, que más de cerca nos toca, y que man* palabra,
y amistades.
tiene viva en nuestra alma la llaga de su per* lOsPor
contrario. Cánovas -y esto quizá fuese uno
dida sangrienta con la de los infortunios quo do sus eldefectos—defendía
á sus amigos hasta cuando
tras ella ha sentido la Patria.
no tenían razón, los amparaba en sus yerros, como
Toda Europa consintió en 1897 hacer sobra sostenía á los gobernadores en sus puestos aunque
el cadáver del Sr. Cánovas del Castillo la pro- desatinasen.
Sua chistes y frases nunca iban dirigidos contra lo»
paganda de justificación de aquel crimen, que
pequeflos; á la gente menuda la desdeñaba
en los meetings de París, en los co'ngresos do enemigos
soberanamente;..
Zurich y en el espíritu de toda la Prensa inDo la condesa de Campo do Alange, cuyo ingenio
cauta, hasta de La Tribuna, de Boma, vino & ei-a asimismo notorio, se refiere que cuando alguien
dar al reo del crimen de Santa Águeda cierta lo hablaba de los disgustos que sus chistes lo acarreainsensata disculpa que, ásu vez, se convertía ban ó podían acarrearlo, solía contestar: »Mi lengua
mi guardia civil.» Con lo cual daba á entendw qna
en el cargo de severa responsabilidad que La es
del chiste como arma defensiva más bitin qp»
Tribuna, de Roma, fulminaba contra- gli stessi usaba
uomini politici di Spagna. Con esta responsa- ofensiva.
CánoVaa tenia también contra el ingenio ajeno el
bilidad quería atenuarse el infame asesinato
bien templado, espada que ól manejabd con la
del ilustre Cánovas. Aprovechemos hoy, en el suyo
maestría de un excelente esgrimidor.
H
tercer aniversario de su sacrificio, el luctuoso
drama de Italia, y en presencia del cadáver
ensangrentado del Rey Humberto, proclamemos que en el asesinato vil del 8 de Agosto
de 1897 en Santa Águeda el crimen que se perpetró no reconoció más causa que la terrible á
incógnita sentencia que hirió ix)r el anarqiiismo, contra la sociedad viviente, & Sadi Carnet, á la Emperatriz Isabel, al Roy Humberto.
Esta justificación ha ce.tres años la reclama
desde su sepulcro nuestro insigne hombre de
Estado Cánovas del Castillo. Ríndasela la primera la Italia del Rey Humberto, sumida hoy
en las mismas lágrimas por la tragfdia de Monza que la España de Agosto de 1897 por la tragedia de Santa Águeda. ¡Nosotros no queremos para Italia la cadena de duras pruebas
que sobre España ha pesado desde la fecha
luctuosa que hoy por tercera vez conmemoramos!
JUAN PÉREZ pío GÜZMÁN.
La huelga de fogoneros en El Havre
Comunican les telegramas dtl II^\'re«4ueJa huelga
de fogoneros se ha hechín easi fioreral, uniéndose á la
misTOfr el persor al de servicio á bordo.
Kl Gobierno francés ha puesto al servicio de la
Compañía Trasadfintica cierto nf^mero d« fogoneros
de la M irina de gweyr», en su d seo de conjurar el
con{licit>y de ategwrar el servicio da la Compafiíft
Trasatlántica, per tratarse ^e un servicio {úbljco.
Gracia) á esta Boluoidfl fia podido salir anocliQ el
Bretaña.
Este ingenio—ya lo hemos dicho—era constante,
espontáneo ó inagotable. En los más azarosos (!fa« dei
la política, después de hacer frotite á aniñas tliflcult!»des de gobierno, luego de haber dedicado odio h-uas
á difíciles trabajos, de haber inspirado nu-diii docena
de artículos do pericwiico, de haber celebrado vi inte
conferencias, de haber preparado ó pronunciad»! na
discurso, de haber quizá rebuaoado dato.'i, Doticia»
históricas en viejos infolios, »a espíritu vi¡j;oro8o 6 incansable encontrábase tan ágil como si para él no
existiese la fatiga ni el cansancio.
Cuando daban las ocho y media de la noche, Cánovas, vestido de frac y rodeado do personas invitadas
á su mesa, entro las cuales figuraban ilustres damas y
hombres notables por su talento ó por BU posioión política y social, lejos do manifestar sombra siquiera da
cansancio, sostenía verdaderos torneos, donde brillaba su imaginación mt-ridional y su palabra privilegiada, tan galante con laa sefloras como asfuda v onortuna con los hombrea.
La controversia en la conversación, como laa inferrupoionea en el Parlamento, comunicábanlo nuevos
bríos. Ponía singular empeño en vencer á su adversarlo y en apagar, por decirlo así, sus fuegos, y como
entre las personas que asistían & m pasa abundaban
las de talento, no pasaba noche sin que el comedor
del ilüfitre.estadista fueso teatro de interesantes y
amenas discusiones, dignas da ser recogidas por la
taguigr^ía.
Veriflcábaae una «oche (<i« esto hace ya algnntis
ai\oi,\ una comida on la »lluorta». Asistían, entre otros
distinguidos oonv'drtdofl, el general Riva Palacio, ya
difunto, O'i'én aquel verano había hecho un viají^ por
•*?*'ária9."El representante de Méjico habló con gran
entusiasmo de la patria do l'elayo, haciéndose lenguas
de lo pintoresco do los valles asturianos, do lo hermoso de sua montañas, y sobre todo da la majestad imponente da la cueva m Covadonija.
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