No. 5 Cortesía de la Cátedra de Antropología Luís Montané “Los pensadores canijos, los pensadores de lámpara, enhebran y recalientan las razas de librería, que el viajero justo y el observador cordial buscan en vano en la justicia de la naturaleza” José Martí Carta al editor. (*) Tecnologías de punta pero... ¿pensando como en el siglo XIX? Una de las características de la Antropología clásica, aún presente en el siglo XXI, fue la de interesarse casi exclusivamente en los rasgos físicos externos, entiéndase formas, dimensiones, pigmentación, y uno de sus paradigmas tradicionales fue el concepto de raza. Estas ideas tuvieron tal arraigo que para muchos aún la antropología biológica sigue siendo el estudio de las peculiaridades somáticas con el fin de clasificar a los seres humanos en diferentes razas. En la historia del concepto de raza no podemos obviar la obra clasificadora del naturalista sueco Linneo en el siglo XVIII, que había definido la especie humana como Homo sapiens y dentro de ella determinados grupos que llamó variedades, describiendo para cada una de ellas sus características morfológicas y muy prejuiciadamente las de comportamiento. A partir de entonces y hasta nuestros días, muchos hombres de ciencia y de letras admiten y fundamentan científicamente la división de la humanidad en un cierto número de razas, incrementándose profusamente los intentos por ubicar a cada ser humano en un grupo particular a partir de elementos tales como: color de la piel, forma de la cara, tipo de cabello, color de los ojos, tipo de labios, proporciones corporales, etc. Comenzó así la elaboración de un catálogo de las variaciones físicas humanas a través del planeta. Surgieron un sinnúmero de clasificaciones, sustentadas en la opinión de que todos los miembros de una raza participan de su esencia y poseen sus características típicas. Durante mucho tiempo se consideraron las razas como tipos y se pensó en la existencia de tres o cuatro razas primarias o grupos principales, concepción que es consecuencia de la tipología propia del siglo XIX. Para los tipologistas las diferencias entre las diversas poblaciones humanas son tales que la variación entre los individuos de una misma población no representa más que pequeñas fluctuaciones en torno a un tipo que era el que debía definirse. La posición contraria, la de los poblacionistas, considera que la variación entre los individuos de una misma población es del mismo orden o mayor que las diferencias entre poblaciones. Esto implica que existe una superposición entre las variaciones de diferentes poblaciones, lo que vuelve arbitraria e ilusoria la definición de tipos. No obstante y a pesar de todos los progresos de la biología, aún se puede constatar como se continúan empleando términos, conceptos e interpretaciones basados en antiguos criterios reduccionistas que hoy se consideran obsoletos lo cual produce una gran confusión. La idea de “raza” es un ejemplo de una sobresimplificación arbitraria de un proceso complejo, un ejercicio fútil practicado durante mucho tiempo, quizás demasiado. El concepto presenta tres atributos en su contra: el esencialismo, el pensamiento cladistico y el determinismo biológico, este último el más criticado. El continuar aceptando en la Antropología nociones biológicas anticuadas así como la excesiva simplificación de los hechos debilita la posición de esta ciencia. Hoy el antropólogo no puede pasar por alto los nuevos adelantos y conocimientos científicos que han cambiado radicalmente muchas ideas y concepciones que predominaban en la Antropología y otras ciencias hace 50 años, como es el concepto de raza, cuando se enseñaba entonces a dividir la especie en una serie de tipos valiéndonos de arreglos artificiosos. No obstante constatamos que esta forma de pensar y actuar esta vigente aún y que goza de cierta fuerza entre numerosos antropólogos de diferentes países incluyendo Cuba. En nuestro país no es hasta la década de los 80 que iniciamos el debate acerca de la validez del concepto a pesar de la existencia de un libro tan importante como “El engaño de las razas” de Fernando Ortiz y que fue publicado en 1946!!! La desmitificación del concepto raza no significa negar las variaciones genéticas existentes entre las poblaciones humanas sino todo lo contrario. La biología moderna nos enseña que si queremos avanzar en el estudio de nuestra especie la concepción tipológica debe ser eliminada completamente de nuestra mente. Ya la mayoría de los antropólogos no estudian las “razas”, ahora estudian poblaciones, pero no todas los acercamientos al estudio de las poblaciones son realmente poblacionales. En un importante texto antropológico europeo, publicado recientemente, se expresa que “La antropología, al descubrir la biología molecular y el programa HGDP de diversidad del genoma humano, no puede, sin embargo, volver a caer en los defectos tipológicos de comienzos del siglo XX.” Más adelante se expresa: “El proyecto (se refiere al proyecto del genoma humano) quiere ser políticamente correcto reconociendo la inexistencia de las razas, pero publica <<la historia y geografía de los genes humanos>> bajo la forma de cuatro regiones étnicas principales: africanos, australianos, mongoloides y caucasoides”. ¿No se está cayendo en una nueva tipolgía, ahora molecular?”. La nueva concepción de la variabilidad biológica humana no es una mera cuestión de sustitución de términos y donde se dijo blancos decir europoides, caucasoides o eurasiáticos, implica cambiar la forma de pensar e interpretar nuestra especie y sus variaciones. Debemos estar entonces muy atentos para no caer en la trampa de combinar conceptos arcaicos, que recuerdan etapas pretéritas de la antropología, con tecnologías de avanzada. Dr. Antonio J. Martínez Fuentes Museo Antropológico Montané Facultad de Biología. Universidad de La Habana. (*) Martínez Fuentes, A J (2007) Carta al Editor: Tecnologías de punta…¿pero pensando como en el siglo XIX? Revista Biología, vol. 21, No. 1-2:3-4