ESTA CAMPAÑA ES PURA FODA

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Bolivia:
La guerra sucia es una FODA
Adalid Contreras Baspineiro
¡Qué FODA!
FODA se escribe con F, no con J. Nos referimos, por si acaso, al instrumento-síntesis que
organiza los elementos del diagnóstico de planificación en dos categorías externas: las
Oportunidades (O) y las Amenazas (A) en correspondencia con otras dos internas: las
Fortalezas (F) y las Debilidades (D). Estos cuatro elementos se combinan de a dos (siempre
una interna con otra externa) para definir la orientación de las estrategias como ofensivas o
defensivas.
En las campañas electorales se habla de Fortalezas (F) cuando los partidos y frentes
políticos tienen programa sólido, candidatos idóneos, militancia activa y masiva, estructura
partidaria organizada, recursos suficientes. Lo contrario señalará las Debilidades (D)
aplicables a candidatos sin carisma, caudillismos, militancia reducida, ofertas irrealizables,
escasez de recursos. Mientras que las Oportunidades (O) y las Amenazas (A) expresan,
desde el contexto, funciones facilitadoras u obstaculizadoras.
Si el resultado de los diagnósticos entrega un cruce entre F (Fortalezas) y O
(Oportunidades), las campañas se mueven en terreno propicio, igual que en el fútbol donde
la combinación ideal para jugar bonito, atacar y golear se da cuando el equipo es de primer
nivel (F), y además juega en su cancha y con una bulliciosa hinchada que lo apoya (O).
Pero si la combinación de elementos da un cruce entre F (Fortalezas) y A (Amenazas), es
decir que se tiene buen equipo pero se juega en cancha del rival con un árbitro vendido, hay
que tomar cuidados y aprovechar las individualidades para el contragolpe, al mismo tiempo
que jugar al off side. En cambio si la combinación es entre D (Debilidades) y O
(Oportunidades), es decir que el equipo es malo pero tiene a favor el arbitraje, el público, el
clima o la mala racha del contrario, se podría pensar en un buen resultado con un gol de
penal para defenderlo a rajatabla. Pero si la combinación es D (Debilidad) y A (Amenaza)
entonces la F se vuelve J y no queda sino hacer del fair play poesía, jugar a matar,
desarmar al rival y armar la tole-tole con el juego sucio.
No era mi propósito hablar de fútbol, pero sirve para entender los entretelones de la guerra
sucia en la coyuntura electoral boliviana. Su aplicación pone en evidencia un recurso de
doble propósito por parte de partidos políticos con pocas oportunidades de triunfo: impedir
y/u opacar, el posible triunfo en democracia de un líder indígena y de una organización
política surgida como instrumento político de las organizaciones sociales.
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Adalid Contreras Baspineiro es sociólogo y comunicólogo boliviano
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La guerra sucia no es sino un proceso de regresión conceptual, metodológica, ética y
organizativa. Existe regresión conceptual, porque el marketing político, o proceso destinado
a superar los desajustes entre programa político y demandas o deseos ciudadanos, se reduce
a lo que se denomina marketing electoral, que consiste en la búsqueda desenfrenada de
captación de votos mediante el posicionamiento de candidatos, siglas y eslóganes. En el
caso boliviano esta regresión se evidencia en unas elecciones que no han sabido ponerse a
la altura del desafío histórico de refundar el país, como era la pretensión de los
movimientos sociales y regionales.
En coherencia con esta limitación conceptual, la regresión metodológica está relacionada
con el reduccionismo de un paradigma comunicacional ya limitado por su sentido
unidireccional, el difusionista. Con la guerra sucia, este enfoque concentrado en la
persuasión se vacía todavía más de consistencia, descartando o minimizando los elementos
racionalistas o del conocimiento, para concentrarse en aspectos estrictamente actitudinales,
en base a la activación de las sensaciones o emotividades. Con este recurso se busca por
una parte destruir o descalificar al polo contrario; y por otra parte se pretende distraer la
atención de los temas centrales para posicionar elementos relacionados con
comportamientos o perfiles personales. Además, en esta regresión la política, los partidos,
los programas, los políticos y los electores son tratados como acontecimientos banales.
Por su parte, la regresión ética tiene que ver en realidad con su ausencia. El marketing
político o el electoral realizados en los medios de comunicación deberían asumir las reglas
del juego del derecho a la información, que plantea el respeto de la vida privada como la
intimidad, la honra y la dignidad; y el respeto de los códigos sociales o colectivos como la
seguridad nacional y la cohesión social. Obviamente, este andamiaje es intencionalmente
ignorado en la guerra sucia, apoyándose en la naturalización utilitaria de una práctica que
sabe lograr resultados efectivos.
Finalmente, la regresión organizativa expresa las permisividades de la libertad de empresa
vigente de facto en un régimen de organización con articulaciones entre propiedad de los
medios de comunicación, vinculaciones comerciales y pertenencias o afectos políticos.
Estas formas de concentración admiten intervenciones propietarias como la censura, la
imposición de criterios y el control de procedimientos o estilos. Además, escudándose en la
libertad de expresión legitiman prácticas políticas del todo vale y convierten a los medios
de comunicación en los campos de batalla privilegiados para la guerra sucia.
La construcción de discursos, otra FODA
Si el discurso es el soporte lingüístico de la manifestación material y espacio-temporal que
tiene la producción de sentidos combinando lengua o códigos con habla e imagen o textos,
el discurso electoral es la manifestación hablada, visual, escrita y corporal de la estrategia
electoral en la búsqueda de poder político. En un contexto signado por la guerra sucia, la
construcción de discursos electorales se aferra a la concepción, los métodos y parámetros
sensacionalistas, banalizando y espectacularizando la política.
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Es sabido en el marketing político que la construcción del discurso resalta la exposición de
dos elementos: las formas de presentación de la promesa electoral basada en el programa
de gobierno y la relación de este texto con el contexto histórico. En el marketing electoral
estos elementos se minimizan y cobran sentido los relacionados con las trayectorias y
actitudes personificadas en los líderes de los frentes políticos.
En las elecciones presidenciales y prefecturales bolivianas la guerra sucia está ocurriendo
en un particular contexto que evidencia una polarización de preferencias entre una
propuesta de derecha y otra de izquierda. La derecha, simbolizada en la agrupación
ciudadana Poder Democrático y Social (PODEMOS) liderada por el conservador Jorge
Tuto Quiroga, es en realidad un núcleo de inocultables coincidencias y
complementariedades con el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), el partido
de Goni Sánchez de Lozada. En el otro extremo, la izquierda está representada en solitario
por el Movimiento Al Socialismo (MAS), del líder indígena y cocalero Evo Morales.
Esta polarización, en un país que en los cinco últimos años ha tenido 5 presidentes,
desencadena procesos que no exponen una guerra de propuestas sino de insultos y
acusaciones, mediante la descalificación política, social y cultural. El ambiente en cada
tienda electoral ha sido ganado por la entropía o el ensimismamiento en sus propios
discursos, entendiéndose las cosas como cada uno las quiere entender. Además, y como es
propio de estos procesos, la euforia o credibilidad en que cada acción se recompensa en
indecisos ganados, las campañas denotan una especie de ilusiones ópticas típicas de los
procesos difusionistas basados en la saturación y la descalificación. Estas ilusiones ópticas
suelen expresarse en temas tan mínimos como la autoafirmación de fuerzas por haber
ocupado primero una plaza, o haber pintado los muros más visibles de las ciudades, o por
haber llenado de pancartas los postes de electricidad de las avenidas. Es tan subjetiva la
incomunicación, que en ese mismo nivel, de intolerancia, se juzga el arte de la política, y a
ese nivel se pretende llevar las preferencias electorales.
Del análisis de las formas como se construyen los discursos en el actual proceso electoral
boliviano, encontramos que la guerra sucia se materializa en distintos niveles, densidades y
profundidades. Existe una guerra sucia de alta intensidad, sostenida y permanente como la
que está dando PODEMOS contra Evo Morales, y el MNR contra Samuel Doria Medina de
la UN y contra el mismo Evo Morales. Se da también una guerra sucia oportunista o de
baja intensidad, caracterizada por las acciones de la UN contra PODEMOS y el MAS
aprovechando el contexto de confrontaciones producto de la polarización entre estos dos
frentes. Un tercer tipo de guerra sucia se expresa en violencia física que ocurre en espacios
públicos entre partidarios del MAS y de PODEMOS. Y una cuarta forma de guerra sucia,
mediática y sensacionalista, la producen algunos medios de comunicación.
FODA con guerra sucia de alta intensidad
PODEMOS, el segundo en la intención de voto, es el partido más empeñado en desatar una
guerra sucia sostenida contra Evo Morales, el primero en las encuestas. En esta opción, el
lado de la campaña de PODEMOS dirigido a posicionar propuestas es irregular y
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discontinuo, salvo la presentación de su asistencialista política social y de empleos
temporales así como la lucha contra el narcotráfico, pero sin dejar en claro el país que
quiere construir. Por otra parte, su tratamiento del contexto es inmediatista, con un fuerte
dejo de explicación del país en sus relaciones comerciales como mercado de oportunidades.
El MNR ha sido más constante en la exposición terca de dos promesas: una el
mantenimiento del bonosol, que consiste en la entrega de una vez por año de un bono
equivalente a $us. 200,oo a las personas mayores de 65 años; y otra la profundización y
universalización del servicio materno infantil. Por conveniencia, puesto que su estrategia
consiste en lavar su imagen partidista, su discurso ignora el contexto.
En el discurso de don Tuto Quiroga se ha hecho norma la alusión a cuatro recursos
lingüísticos: la sinécdoque como evasión, la hipérbole como exageración, la antonomasia
como adjetivación, y la hipérbaton como confusión. Nos explicamos con ejemplos. Don
Tuto no responde a lo que se le pregunta, pero toda palabra le sirve para atacar a don Evo
Morales. Le preguntaron sobre los tránsfugas que acogió su agrupación política, y después
de explicar que el 92% de sus candidatos parlamentarios son políticos nuevos afirmó que el
único que trae listas de migrantes políticos es el MAS donde además habrían convictos. Le
preguntaron sobre el TLC, y después de advertir que el ATPDEA otorga empleo a más de
70 mil familias, no dudó en afirmar que esas fuentes de trabajo se cerrarán con el MAS por
el predecible castigo (¿bloqueo?) estadounidense. Le preguntaron sobre la nacionalización
de los hidrocarburos y respondió que don Evo promete pero que no se sabe de dónde sacará
los recursos para indeminizar a las transnacionales. Cuando le preguntan sobre los muertos
en su gobierno, su respuesta es que de los 7, 4 eran policías victimados por las huestes
cocaleras de don Evo, y no suma a este balance los más de 30 de su gestión como
vicepresidente de Bánzer. Elude, da vueltas, confunde y no propone.
Pero los recursos más evidentes de su guerra sucia son los relacionados con las
adjetivaciones, asentándose en las seguridades de una confrontación que alimenta con la
polarización. Además de declaraciones de prensa, conferencias y discursos, distintas piezas
televisivas y radiales muestran una sucesión de epítetos dirigidos a Evo Morales. Empezó
queriendo sembrar miedo con el anuncio del desempleo y quiebra de los textileros. De
manera frecuente se acude al origen cocalero y los males de un país que busca despenalizar
la coca para –dice- narcotizar la economía. Con el pretexto de buscar debate es intensa la
alusión a la incapacidad del indígena que apenas terminó la secundaria. Luego aparecieron
spots y cuñas haciendo utilización de niños para mostrar la irresponsabilidad de Evo como
padre y esposo, complementadas por otros que le demandan el pago de pensiones
familiares. Últimamente la dirección de los ataques apunta a un Evo anti-patria que quiere
eliminar la bandera boliviana que nos identifica y nos une.
En gran medida, la estrategia electoral de Tuto Quiroga ha vivido pendiente de las
reacciones posibles de Evo. Y como no tuvo eco, encontró argumentos en los deslices de
dirigentes del MAS menos preparados para soportar los avatares de la guerra sucia. Así,
con la imprudente advertencia del líder campesino y senador suplente Román Loayza que
afirmó que Evo será presidente “por las buenas, o por las malas”, PODEMOS creyó
encontrar el recurso que en las anteriores elecciones Evo tuvo con la injerencia del
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embajador estadounidense Rocha. Y echó leña al fuego, y acusó contra el golpismo, y logró
de parte del Poder Ejecutivo una investigación sobre los aprestos de presuntos militares y
policías pro-masistas.
La estrategia de Tuto está atenta al desarrollo de los acontecimientos, principalmente en la
búsqueda de que las Amenazas (A) se transformen en Oportunidades (O), a partir del
debilitamiento (D) de las Fortalezas (F) de su contrincante. Es obvio que ésta es una típica
estrategia de quién se asume en situación (D) / (A). Acaso por esto, afirmaciones iniciales
contundentes de Tuto Quiroga se convierten ahora en medias verdades, como es el caso de
su demanda por el respeto a la primera mayoría en aras de la gobernabilidad. Hoy por hoy,
esta verdad sirve sólo si la primera mayoría es PODEMOS.
La construcción de estas formas de discurso, tanto por el manejo del lenguaje como
especialmente por las prácticas empleadas, hacen cada vez más evidente la existencia de
una articulación complementaria entre las estrategias de PODEMOS y del MNR, al
extremo que se podría afirmar que obedecen a una misma matriz conceptual.
FODA para guerras más sucias todavía
A diferencia de PODEMOS, el MNR no elude ni da vueltas a los temas, es más directo. Su
estrategia es clara en la búsqueda de dos objetivos. El primero, reivindicar su imagen
deteriorada por los desatinos autoritarios de Gonzalo (Goni) Sánchez de Lozada que hace
apenas dos años, en octubre de 2003, fue echado del gobierno después de haber masacrado
a más de 70 ciudadanos. El segundo, posibilitar el triunfo de PODEMOS evitando la subida
del MAS, que en su lectura equivaldría a la derrota de la economía de mercado y a la
consolidación de los movimientos sociales.
En pleno proceso electoral, el MNR ha logrado ya dos victorias, una en el ámbito de su
legitimidad y otra en el de su maniobrabilidad política. Los estrategas del MNR supieron
elegir como candidato a presidente un desconocido Michiaki Nagatani que cumple un rol
de detergente más que de presidenciable. El MNR logra que a lo largo de la campaña no se
le reclame por las muertes de febrero y octubre del 2003. Y no sólo eso, sino que el
Parlamento desautoriza el juicio de responsabilidades a Gonzalo Sánchez de Lozada y, por
si fuera poco, le está disputando el tercer lugar de la preferencia electoral a la UN de
Samuel Doria Medina.
Comunicacionalmente, los mensajes subliminales del MNR saben cómo desmontar las
virtudes que se resalta para sí mismo Doria Medina: las de su capacidad gerencial y
empresarial. Y lo hace con referencia al monopolio que Doria ejerce sobre la industria del
cemento y la consecuente fijación de precios no siempre accesibles para la población.
Además, se introduce en las formas de producción de las hamburguesas “Burger King”
cuya franquicia le corresponde a Doria Medina, el mismo que importa papas fritas en un
país de donde la papa es originaria y en el que basan su economía campesinos del altiplano
y de los valles interandinos. Entonces tanto por precios como por soberanía, Doria Medina,
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el empresario, se puso en la mira del partido más experimentado en guerra sucia, pero no
por empresario sino porque sus votos los necesitan PODEMOS y el MNR.
Coincidiendo con PODEMOS, la guerra sucia desatada contra Evo Morales por el MNR
tiene ramificaciones que emergen de una misma matriz conceptual en la construcción de
discursos: la hipérbole como exageración y la antítesis como confrontación. Tan
implacable es la aplicación de estos elementos, que no se duda en invadir la vida privada,
utilizar niños, desacreditar reivindicaciones legítimas de las mujeres y hacer alusión a la
seguridad nacional. En una coincidencia metodológica evidente, ambos partidos, cuando
acuden a estos recursos, y en el intento por demostrar fortalezas mediatizan o terciarizan la
fuente de sus mensajes en otros protagonistas, como por ejemplo los microempresarios, las
mujeres abandonadas por sus maridos, u otros y otras.
Algunas piezas de comunicación que obedecen a esta matriz son reflejos obscenos de la
prostitución de la política. Llama la atención particularmente un spot sobre una mujer en un
cuadro doliente de la mayor indigencia, que acusa a Evo Morales por abandono de sus hijos
y sugiere que si no es responsable con su familia, menos lo va a ser con el país.
Complementando el cuadro, la autoría del spot y la responsable de su pauteo o circulación
es la misma mujer. Varios elementos de esta pieza están reñidos con la ética: la utilización
de niños, el montaje de personas que no son tales, la invasión interesada y falseada de la
vida privada, y la desacreditación de las luchas de las mujeres sujetas a violencia, con un
spot que en el menor de los cálculos tiene un costo de difusión semanal de 80 mil dólares,
¿qué mujer en esa condición puede hacerse cargo de estos costos?
Otra evidente coincidencia es la auto-referencialidad sobre las virtudes personales o
colectivas. Michiaki Nagatani ocupa largos espacios en el testimonio de su propia vida y en
la experiencia emprendedora de su colonia migrante japonesa. Tuto Quiroga no habla tanto
de él mismo, pero si de las virtudes de su agrupación como símbolo de “progreso
estabilidad seguridad mercado empleo salud futuro (no es problema de composición
gramatical la ausencia de comas, pasa que así habla don Tuto, sin pausas) a diferencia del
MAS que sería regresión inestabilidad terrorismo narcotráfico bloqueos desempleo...”
Pero más allá de las complementariedades en la campaña, se debe destacar la figuración de
una convergencia en el Parlamento, ocupando PODEMOS el segundo y el MNR el tercer
lugar electoral con una importante composición congresal que podría darles el número
suficiente de votos para que Tuto Quiroga asuma la presidencia. Cobra sentido en este
esquema el cambio de orientación de la defensa acérrima de Tuto por el respeto a la
primera mayoría, que ahora queda claro que no es válido si Evo Morales es el primero.
FODA para la guerra de baja intensidad
Don Evo Morales marcha primero en las encuestas y actúa desde una relación de Fortalezas
(F) con Oportunidades (O), pero su estrategia no oculta la desesperación futbolística del
equipo que hace hora esperando que suene el pitazo que dé por finalizado el encuentro. El
MAS no se entretiene jugando a ganador, está cuidando que sus defensas no le metan
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autogoles, por esto se arrincona en su esquina. Es arriesgada la estrategia del MAS
refugiado en las masas, donde se fortalece, pero a cambio de dejar abierta la posibilidad de
sumar más y encontrar la tranquilidad para definir si le alcanzarán las fuerzas en la última
semana pre-electoral no sólo para mantener su diferencia, sino para ganar por goleada.
No parece tener lógica este análisis, pero es así. A cualquier frente político le bastaría ganar
por un punto, o incluso empatar, y aún perder por un escaso margen para saberse ganador.
En cambio el MAS necesita ganar por una clara diferencia para legitimarse como una
alternativa de gobierno. Cosas de una historia apilada de exclusiones.
La polarización política en realidad no lo es tanto por la confrontación de propuestas, sino
especialmente por la concepción de las mismas y por las apropiaciones ciudadanas sobre
sus sentidos. Dicho de otro modo, se sabe que PODEMOS y el MAS son diferentes, pero
no se han debatido estas diferencias. Nadie intentó siquiera tender puentes de encuentro, no
hubiera sido posible hacerlo. Tuto Quiroga se ocupa de avivar las diferencias y un debate
que no llega, y el MAS quisiera estar marchando sin hacer caso de lo que pasa a su
alrededor en un ambiente ciudadano en el que está de moda ser del MAS. Entercado en el
posicionamiento de su propuesta con desafíos en el largo plazo y en la profundidad de los
cambios estructurales, Evo permanece impávido, sin quererse confrontar con los sentidos
inmediatos y cotidianos de las otras alternativas.
La promesa electoral del MAS ha mostrado en distintas facetas la base de su decálogo
presidencial, destacando el sentido nacionalizador de sus políticas, así como la inclusión de
lógicas de sociedad socializadas en los sectores populares. Su referencia al contexto, en
coherencia con la promesa se mueve también en el terreno estructural, partiendo del
reconocimiento de la existencia de un “empate histórico” entre propuestas regresivas y
emancipadoras, base sobre la cual justifica la realización cultural, política y social de un
proceso de descolonización para la configuración de una nueva sociedad.
Encontramos en la construcción del discurso masista un cuidado extremo para no incidir en
elementos concentrados en los oponentes, salvo sea para aclarar que los ataques a los que
lo someten se hilan con argumentos falsos. De manera implícita, y en esto coincide con la
UN, el MAS está trabajando la noción de que Tuto miente sobre las acusaciones a Evo,
sobre su desvinculación de las responsabilidades que le tocan como vicepresidente del
dictador Bánzer, y sobre los alcances de su programa.
En el discurso del MAS concurren factores como la sinécdoque o evasión en su negativa a
debatir bajo el argumento que no lo hará con candidaturas que mienten y desacreditan. Los
aspectos relacionados con la hipérbole o exageración no ocurren tanto contra el oponente,
sino contra procedimientos del sistema político como el rol interesado de algunos medios
de comunicación que efectivamente le dan poca cobertura, o rasgos relacionados con las
actuaciones corruptas de los partidos tradicionales en las democracias pactadas, o
aseveraciones sobre los “gastos reservados” que sirvieron para el enriquecimiento ilícito y
el fomento de la corrupción en gobiernos anteriores. La antonomasia o adjetivaciones no se
dan con el oponente en un marco de confrontación, sino accediendo a la ironía, como
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cuando don Evo Morales preguntó en una conferencia de prensa “¿sabían por qué a don
Tuto Quiroga lo llaman ecologista?, respondiéndose él mismo que porque ha reciclado la
basura”, en clara alusión a los tránsfugas que invadieron su frente político.
Un elemento lingüístico recurrente en el discurso de Evo Morales es el hipérbaton, por las
vueltas y giros que da cuando se refiere a la empresa privada y los contratos comerciales
con otros países, particularmente los Estados Unidos. No sólo rodea sino que se enreda en
alusiones a la cinco-centenaria situación de opresión indígena, o al imperialismo o a la
emergencia histórica popular. Abunda en diagnósticos y no en propuestas, mostrándose
más como líder sindical que político.
Evo se preocupa por marcar diferencias y asienta en ellas sus seguridades, muchas como
amenazas de futuro, como por ejemplo el desalojo de las empresas petroleras que no
cumplan los contratos y condiciones del Estado boliviano, o el anuncio de la creación de
una red propia de medios de comunicación que se contrasten con los comerciales. No tiene
el MAS un manejo explícito de las coyunturas y relativiza las posibles influencias como
obstaculizadores del contexto. Acaso las teorías y metodologías del marketing político
tengan que reinventar propuestas que asimilen el acceso al pasado, el presente y el futuro al
mismo tiempo. Acaso, en definitiva, la dialéctica tiene que nutrirse de la tetraléctica y
repensar los modos occidentalizados de armar FODAs.
Por su parte Unidad Nacional (UN) del empresario Samuel Doria Medina, es el partido más
disciplinado en la exposición de su programa, destacando aspectos gerenciales de gestión
como la base para desarrollar políticas de lucha contra la pobreza. No relaciona la promesa
con el contexto, salvo cuando hace referencia a la necesidad de un país con tolerancia y
unido desde sus regiones para combatir la pobreza.
Acude a la hipérbole para justificar su presencia conciliadora en el medio de dos polos que
parecen no tener puntos de encuentro sino sólo de conflicto. Declarado abiertamente como
una opción de centro, la UN está jugando a pescar en río revuelto, sabiendo que cuantos
más parlamentarios consiga mayor será su capacidad de maniobra en el Congreso. Con este
recurso enfatiza en que Tuto estuvo ausente del país en momentos claves de la historia
contemporánea y le achaca a Evo las desmesuras de las protestas sociales. Ha intentado por
distintos medios debatir con los candidatos de PODEMOS, pero no ha logrado sino
evasivas por parte de un grupo que afirma que sólo debe debatir con el MAS. Pese a que
PODEMOS ha reiterado como acertijo una hipótesis sobre la existencia de acuerdos entre
el MAS y la UN, estando en el centro la opción dirimidora de UN en el Parlamento puede
ser ideológicamente indiferente y políticamente convenienciera, está jugando con ello.
FODA para guerras campales y mediáticas
Los espacios públicos se han convertido en espacios de confrontación. La violencia física
es de lado y lado entre militantes de PODEMOS y del MAS que sobrepasan los esfuerzos
de sus dirigencias por no ser provocadores de violencia. La reacción partidista sobre estos
hechos guarda coherencia con los sentidos de las campañas. El MAS denuncia evitando
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ponerse en situación de víctima. Y en forma por demás paradójica, PODEMOS que asume
el papel de víctima repone viejas aseveraciones que se manejaban en grupos reprimidos de
izquierdistas, tales como que “las piedras no acallan las ideas”, amén de otras como la
condonación de la deuda externa, o la afirmación de su líder de que le importa “un bledo”
la embajada estadounidense.
El responsable de la Comisión de Veedores de la OEA afirmó que la guerra sucia ocurre en
todos los países y no sólo en Bolivia. En un ambiente caldeado por la polarización, estas
aseveraciones sonaron a relativizar la importancia que se le está dando al tema. Le faltó
subrayar los acentos para que los medios de comunicación no muestren, a partir de estas
declaraciones, que la guerra sucia es un recurso electoral normal, y además efectivo.
La guerra sucia mediática es en realidad la continuación en proceso electoral de formas de
producción y circulación de los mensajes en los marcos del sensacionalismo. Estos
empeños han contribuido a aligerar el ambiente y dejar de lado los análisis de temas para
direccionar las agendas a la personalización de los candidatos. No cabe duda que los
espacios con estas características son piezas de una maquinaria electoral más amplia que se
ha propuesto banalizar la consideración de los programas de gobierno. El manejo de los
medios ha demostrado que sus alcances y limitaciones dependen de las características de
los procesos políticos, y que la “mediatización de la política” era más evidente en sistemas
en los que la política había dejado de hacerse en las calles.
Los espacios mediáticos sobre elecciones buscan espectacularizar y polarizar más la
política, al extremo que varios de ellos no dejan de ser shows de exposición de consignas,
de personalización virtuosa o diabólica de los candidatos, de participación discursiva en la
contienda con resultados de encuestas trabajadas por los propios medios, y hasta de
silencios sospechosos sobre los temas trascendentales.
FODA de cierre
Recuperando los distintos elementos expuestos, queremos preguntar a nuestros lectores y
lectoras si se animan a explicar por qué en las contiendas electorales predomina la guerra
sucia, si están de acuerdo que quién la promueve se encuentra en una situación de
combinación de Debilidades (D) con Amenazas (A), y si es o no una real FODA la guerra
sucia en campaña electoral.
La guerra sucia marca escenarios de incertidumbres porque existe una relación lógica entre
quien es capaz de desarrollar estrategias de guerra sucia en los procesos pre-electorales, con
la posibilidad de realizar fórmulas de fraude electoral, y acometer post-electoralmente con
gobiernos de corte autoritario. En otras palabras, quien es capaz de desatar la guerra sucia
es capaz de todo. ¡Qué FODA!
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