Google alega que no se violentan los derechos de autor porque es un número limitado de breves extractos lo que se publica. Además dice que así se le hace publicidad al libro. ¿Qué opina usted al respecto? Federico Sancho Jefe de Documentación y Publicaciones del IICA Óscar Castillo Rojas Director de Uruk Editores Dunia Solano Presidenta Cámara Costarricense del Libro Yo veo a Google como una vitrina al material, es decir lo hace visible a más de 150 millones de personas al día. La cantidad o el porcentaje de visibilidad de los materiales que allí están disponibles es una decisión de las editoriales (o de los autores) y se rige bajo contratos formales. No existe la posibilidad de bajar el documento y manipularlo. Es solo vistas. (…) Para quienes no tenemos un negocio con los libros que producimos ofrecerlos al 100% solo significa la satisfacción de que un individuo adquiera conocimiento e información de primera mano. (…)Si hacer visible fragmentos o algún porcentaje del libro atrae a los consumidores y estos compran, pienso que se hace un favor a los que comercializan, es un asunto de modelo de negocios. Lo comparable en el mundo análogo sería no permitir a las bibliotecas mostrar los libros o sus referencias, pues esto reduciría las ventas o que las librerías no muestren el libro pues la gente no lo compraría. (…)Sería necesario estudiar si hacer visibles esas porciones o incluso mostrar altos porcentajes reducen las ventas de un libro en lo físico o en el futuro su versión digital. (…) Google tiene dos programas distintos para ofrecer libros en línea. El primero, “Google Books”, surgió ya hace varios años y en él participan los titulares de derechos de autor (autores o editores) que voluntariamente así lo decidan. Para Google inicialmente era un medio de producir visitas a sus páginas y para los titulares de derechos, una forma de divulgar las obras y publicitarlas. Como parte de la decisión de los titulares, estos pueden permitir el acceso únicamente a la información general de la obra (ficha y portada), algunos fragmentos o la obra en su totalidad. Tradicionalmente las editoriales han difundido partes de libros como una forma de invitar a su lectura completa. Esto lo han hecho publicando a veces un capítulo en una revista o periódico, en internet o en separatas donadas masivamente en ferias, librerías o eventos especiales. “Google Books” representa una nueva versión de esta forma tradicional de publicidad de los libros. Dado el éxito de “Google Books”, esta empresa dedicó un gran esfuerzo a desarrollar el servicio y más adelante creó un nuevo programa: el programa de Bibliotecas. Este se parece al primero solamente en el hecho de que pretende divulgar libros igualmente en las tres formas relatadas: la ficha, fragmentos o completas. Pero es distinta sustancialmente en el hecho de que las obras no las toma de la cesión voluntaria de los titulares del derecho de autor, sino que las tomó de un grupo de bibliotecas estadounidenses. Amparándose en una interpretación “conveniente” de las leyes de derechos de autor, inició un proceso masivo de digitalización de obras con derechos de autor vigentes. (…) En la medida en que estas reproducciones podrían hacerse sin contar con la complacencia expresa y voluntaria de los titulares del derecho de autor, lo que Google estaba haciendo violaba el derecho de autor de aquellos que no se enteraran o que tuvieran imposibilidad de informar sobre su acuerdo o se excluyeran del acuerdo (…) La violación a los derechos de autor se da cuando Google unilateralmente digitalizó los libros, sin solicitar la debida autorización de los propietarios. En el acuerdo Google pone las condiciones, obviando los convenios internacionales sobre protección a la propiedad intelectual. ¿Cuál sería un balance justo entre el derecho del usuario de acceso a la información en Internet y el derecho a la propiedad intelectual del autor? Creo que no es uno ni otro, pues no son sustitutos. El derecho de autor lo componen dos elementos: lo patrimonial y lo moral, uno relacionado con la capacidad de explotar o generar ingresos económicos y otro de naturaleza de reconocimiento. Tanto derecho tiene el autor de ser reconocido y generar utilidades de su conocimiento, como el lector de poder disfrutar o sacar provecho de ese conocimiento. El quiz del asunto es quien paga por ese disfrute. El derecho de información tiene que tener rangos similares a la educación y la salud, es decir el Estado debe estar en capacidad de facilitar esa información por la vía de escuelas, colegios, universidades, bibliotecas públicas u oficinas de gobierno, sin embargo a sabiendas de que hay costos involucrados para hacerlo. Hay derechos colectivos y derechos privados. Pensemos en la comida, todos la necesitamos pero yo no puedo ir a un supermercado a decir “pero me la tiene que dar gratis”. Si hacemos del derecho a la información un derecho más de naturaleza colectivo, el Gobierno juega un papel fundamental en crear esas estructuras para dotar de conocimiento y ser intermediario entre quienes son los dueños de la información y sus usuarios. Cada país ha asumido diferentes compromisos legales en el campo de la legislación en propiedad intelectual, lo que en algunos casos a estipulado excepciones relacionadas con el uso justo de la información y en donde ese uso de ninguna manera lesione los interés patrimoniales de los autores. Allí estaría el equilibrio. La contradicción entre el derecho de autor y el derecho a la información, esconde otro aspecto fundamental en “el conflicto”: me refiero al sentido y la calidad del proceso de creación y divulgación de la información. En el siglo XVII, en Europa, a raíz de la proliferación de la imprenta, era común que se reprodujeran libros sin autorización. (…) Lo más grave no era, sin embargo, el irrespeto al derecho que pudieran tener su creador y su primer difusor, sino las alteraciones, plagios y falsificaciones que se hacían con estas obras. (…) Y, por supuesto, tales reproducciones se hacían bajo el alegato de la libertad y el derecho a la información, aunque finalmente poco importaba la calidad de información que se ofrecía al lector. Surgieron entonces “los privilegios”, que era la autorización (o privilegio) que le concedían las autoridades a un librero o impresor (primeros editores) para la explotación en exclusiva de una obra. Este era un derecho exclusivo de explotación comercial de la obra que además garantizaba su credibilidad y la responsabilidad del autor y del impresor. (…) De modo que también produjeron abusos, esta vez en perjuicio de los autores. En 1710 surgió en Inglaterra el “Copyright”, que concede ya el derecho de autor al creador y este puede entonces acordar contratos de edición sin perder su propiedad y control sobre la obra, sus contenidos y su forma. Como contrapartida, el autor es entonces el único y claro responsable de sus manifestaciones. En la actualidad, los mismos tres factores mencionados están presentes (…) Es decir, no se puede ver el tema del derecho de autor y el derecho de información solamente como dos extremos en una balanza(…) Las nuevas tecnologías (incluyendo las del fotocopiado e Internet) introducen nuevos factores y reproduce historias ya vividas (…) el autor debe mantener incólume el derecho, poder y libertad para divulgar su obra, ceder su explotación patrimonial u ofrecerla libremente, así como debe éste responder por ella, su calidad y veracidad. Y el público debe tener el derecho de acceder a ella y la responsabilidad de respetar el derecho que le asiste al autor, incluyendo la retribución que corresponda. Son dos derechos diferentes. Una cosa es acceder a la información sobre una obra o autor, y otra muy diferente el acceso a su obra irrespetando sus derechos. Con el auge del libro electrónico, ¿cuál debería ser el papel de las editoriales en este nuevo contexto? ¿es una amenaza o una oportunidad? (…) el mundo digital es una oportunidad más para las editoriales, como lo es para la prensa, para los libreros, lo músicos, los productores de video, etc… Hay más opciones para disfrutar de la lectura, quienes quieran hacerlo por la vía de un libro físico lo podrán hacer (con sus ventajas y desventajas), quienes lo quieran hacer con un Kindle o con un Sony reader, para mencionar algunos o desde la pantalla de su computadora o teléfono móvil, también están en su derecho de hacerlo. Las editoriales deben de conservar su modelo de negocio análogo e incursionar ya en un nuevo modelo de negocio que incluye dentro de sus productos y estrategias libros electrónicos, no hacerlo desde mi punto de vista será un error y en una carrera digital corta como la que se vive, será tiempo valioso que no se podría recuperar. Las historias de que el libro de papel desaparecerá, al menos hoy, aún es solo ciencia ficción. Basta con ver los niveles de venta de libros impresos a nivel mundial, su consumo continua creciendo. (…)el libro electrónico crecerá en su uso y aún está por verse las formas y tecnologías que irá asumiendo. De momento parece que los dispositivos e-book muestran una tendencia fuerte, pero seguramente evolucionarán hacia la fusión con otros dispositivos portátiles como las netbooks, los celulares, etc. No parece lógico que la tecnología (aunque por supuesto sí los fabricantes) pretenda que la gente camine con un teléfono, un dispositivo para música, un e-book, una netbook y otros aparatos. Esto no quiere decir que el libro en papel vaya a desaparecer por completo. Existe un problema social muy grave. Los índices de lectura en las poblaciones de nuestros países son insuficientes y con frecuencia, muy pobres. El costo de los libros figura entre los argumentos (en muchos casos falaces, a mi juicio), para la baja circulación de estos. Si los libros en su totalidad migraran hacia los formatos electrónicos, estaríamos condenando a grandes masas de la población a la imposibilidad total de acceder a su lectura, dado el costo de los dispositivos. (…) Por ello creemos que el libro electrónico se vislumbra como una parte del futuro del libro, pero todavía no nos atreveríamos a decir que será “el futuro”. Pareciera que convivirá con el libro en papel, el libro en la red y, quizás, otras formas insospechadas aún. Subyace efectivamente una amenaza en esta evolución. La experiencia sufrida por la música no deja de preocupar a los editores y autores que requieren de la distribución comercial de sus libros para subsistir. Por eso se han diseñado sistemas de prevención del copiado llamados genéricamente DRM (Digital Rights Management). Su total eficacia está aún por comprobarse pero de momento son la mejor alternativa de protección del derecho de autor en los formatos digitales. Nuestro criterio es entonces que el libro electrónico es una oportunidad que conlleva una amenaza, pero esta amenaza no es nueva y ya existe incluso en el libro en papel. Ahora, además de una oportunidad, el libro electrónico es una posibilidad más. (…) Respecto a los derechos de autor además de las editoriales se debe tomar en cuenta a los autores que conservan su propiedad patrimonial. Si la edición electrónica respeta esos derechos podría constituir una oportunidad, dependiendo de los objetivos que se tengan con la obra, especialmente para los autores menos conocidos. Caso contrario se convierte en una gran amenaza, punto defendido por la Unión Europea para oponerse al acuerdo Google.