Indicadores imperfectos y conclusiones precipitadas en la medición

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Indicadores imperfectos y conclusiones precipitadas en la medición de la
evolución del gasto social en el mundo.
Jon Olaskoaga Larrauri
Abstract
El indicador de esfuerzo (gasto social en porcentaje del PIB) ha sido y es la medida
preferida en la medición comparada del desarrollo de los estados de bienestar, lo
mismo que en la valoración de las consecuencias de su crisis; y ello a pesar de la
reiteración con la se han expuesto sus inconvenientes en la literatura al uso. Se ha
argumentado que, en determinadas condiciones, este indicador distorsiona la
imagen que obtenemos del desarrollo relativo de los sistemas de protección social.
Por eso llama la atención que no se haya realizado un esfuerzo específico por
cuantificar la magnitud de tal distorsión; éste será el primer objetivo del trabajo
que se presenta. La segunda tarea consiste en proponer un indicador diferente que
mide la intensidad relativa de la protección, mediante el cual se ofrecerá una visión
de la evolución relativa de los estados de bienestar en Europa durante el último
cuarto de siglo.
1
INDICADORES IMPERFECTOS Y CONCLUSIONES PRECIPITADAS EN LA
MEDICIÓN DE LA EVOLUCIÓN DEL GASTO SOCIAL EN EL MUNDO.
1
Introducción. Dos hipótesis contradictorias sobre la evolución del
Estado de Bienestar a partir de los ochenta
Conviven en la literatura dos ideas enfrentadas sobre las consecuencias de la crisis
en las dimensiones más importantes de los Estados de Bienestar occidentales. La
primera de ellas postula el retroceso o la retirada (retrenchment) del Estado de
Bienestar, cuyo mantenimiento resulta incompatible con las condiciones
económicas, demográficas y sociales que vienen operando durante el último cuarto
de siglo. La razón de la incompatibilidad se ha argumentado de maneras muy
distintas, aunque el planteamiento más popular es el que defiende que las
instituciones del Estado de Bienestar se han convertido en una carga intolerable
cuando se tiene que competir en los mercados globales, y que éstos imponen la
orientación de las políticas económicas y sociales de unos gobiernos cuya soberanía
en estos y otros aspectos ha pasado a ser puramente nominal. Éste es el punto de
vista que adoptan la mayor parte de los críticos con el proceso de globalización. En
otras explicaciones, las variables del contexto que ponen en tela de juicio la
funcionalidad de las instituciones del Estado de Bienestar tienen una carácter
endógeno, y se relacionan con la maduración de los sistemas de protección en un
contexto de transformación demográfica, social y económica que hace cada vez
más difícil mantener el equilibrio entre las demandas de protección social y las
fuentes para su financiación.
El segundo punto de vista es más prudente al efectuar previsiones sobre la
eventual erosión de instituciones que cuentan con una historia de varios decenios y
el favor de la mayor parte de la ciudadanía. Este enfoque puede denominarse
genéricamente tesis de la resistencia y, aunque admite la posibilidad de reformas y
recortes en algunos de los parámetros de la protección social, interpreta que serán
de carácter menor y no pondrán en peligro la esencia misma de los Estados de
Bienestar occidentales. Los argumentos que emplean quienes opinan de este modo
van desde la simple constatación del mantenimiento de los niveles de gasto, hasta
los argumentos más elaborados de los autores de la Nueva Política (New Politics).
Estos dos planteamientos contrapuestos constituyen las dos grandes hipótesis
alternativas cuyo contraste se emprende en los siguientes apartados. Conviene, no
obstante, destilar de ellas hipótesis más concretas que puedan ser objeto de
verificación en su contraste con la evidencia reunida.
Primera hipótesis: tesis de la eficiencia
De acuerdo con esta tesis, las economías occidentales sometidas a la despiadada
competencia de los mercados internacionales deberán abandonar los ambiciosos
programas de protección social que se generalizaron durante la etapa de desarrollo.
Ningún país puede escapar a este destino, al menos en el medio y el largo plazo. Si
el gobierno de algún país se obcecara en nadar contracorriente, antes o después
tendría que abandonar su estrategia en el remolino generado por la pérdida de
competitividad de la industria nacional y la consiguiente pérdida de empleos, la
salida de los capitales y sus efectos sobre el equilibrio externo y, en general, las
consecuencias de la recesión económica y el déficit presupuestario.
Segunda hipótesis (complementaria de la anterior)
La hipótesis anterior se fundamenta en la imposibilidad de compatibilizar
prosperidad económica y un sistema desarrollado de protección en un entorno
condicionado por la internacionalización de los mercados y la movilidad de los
capitales. El argumento de base se asemeja mucho al punto de vista tradicional
sobre el trade–off entre eficiencia y equidad. Si la tesis es correcta las mayores
2
dificultades y los desequilibrios más visibles deberían observarse allí donde los
Estados de Bienestar se han desarrollado más (Swank, 2002). Previsiblemente es
en estos países donde la necesidad de reducir la carga de los costes sociales es
mayor y por tanto, es en ellos donde las actuaciones de control del gasto deberían
ser más visibles, o en su defecto, donde se encontrarían los desequilibrios
económicos más acusados.
Tercera hipótesis: tesis de la resistencia
Las reformas en materia de política social deben adoptarse a través de estos
mecanismos en los que los agentes políticos y sociales participan tomando en
consideración objetivos que van más allá de los resultados macroeconómicos. En
este contexto, las reformas pueden ser difíciles de aplicar cuando existe un amplio
apoyo popular a los programas existentes o cuando las propias instituciones se
convierten en pesados obstáculos que es necesario remover para llevarlas adelante,
tal y como se señala en los argumentos de la “nueva política” (Myles y Pierson,
2001; Pierson, 1996, 1994).
Los autores de la nueva política no descartan que determinadas reformas se lleven
adelante, siempre en función de las posibilidades que ofrece el contexto político, y
de la habilidad de los partidos para poner en marcha estrategias que les permitan
eludir su responsabilidad de cara al electorado. No obstante, este planteamiento
ofrece argumentos para pensar que los gobiernos que pongan en marcha políticas
de retirada se encontrarán con serias dificultades y la concreción de sus programas
se demorará en el tiempo.
Cuarta hipótesis (complementaria de la anterior)
Esta hipótesis puede expresarse de dos modos alternativos. Si se emplean las
categorías tipológicas la tesis se traduce en que los ajustes en el gasto social serán
más acusados en los países liberales, mientras que lo serán menos en los
conservadores y, sobre todo, en los socialdemócratas. Si se expresa
exclusivamente en términos de gasto social, la tesis prevé que la reducción de los
niveles de gasto será más acusada allí donde los niveles de partida fueran más
reducidos, mientras que la resistencia será mayor en los países que partían con
indicadores de gasto más elevados.
Quinta hipótesis: tesis del catch up
La secuencia temporal del desarrollo del Estado de Bienestar no ha sido la misma
en todos los países desarrollados, ni siquiera en el contexto más restringido de la
Unión Europea. En países como España, Grecia y Portugal el desarrollo de la política
social se ha visto obstaculizado por la lentitud con la que ha tenido lugar el proceso
de modernización económica y social, y por la persistencia de regímenes
dictatoriales (Navarro, Schmitt y Astudillo, 2004; Castles, 1995).
La “tesis del catch up” pronostica que los niveles de gasto social de estos países se
acercarán progresivamente, es decir, convergerán con los de sus vecinos más
prósperos y con sistemas democráticos más maduros.
El mejor modo de valorar la veracidad de las estas hipótesis es someterlas a la
prueba de los hechos. Todos estos planteamientos expresan predicciones sobre el
desarrollo relativo de los Estados de Bienestar en al etapa de crisis. Pues bien, hace
más de 30 años que se habla de crisis del Estado de Bienestar y, actualmente se
dispone de información con respecto, al menos, un cuarto de siglo de la evolución
de los Estado de Bienestar en ese contexto, información que se antoja suficiente
para valorar de manera casi definitiva las tesis básicas. El lector se preguntará
entonces, ¿por qué no se ha llegado a un consenso con respecto a la evolución
reciente de los estados de bienestar. En parte, se debe a que las diferentes
perspectivas buscan argumentos empíricos basándose en indicadores y medidas
diferentes. En efecto, se produce en la literatura una curiosa relación entre el tipo
de indicadores que se emplean en la medición de la evolución del gasto social y las
3
conclusiones extraídas. La mayor parte de los trabajos que postulan la capacidad
de resistencia del Estado de Bienestar trabajan con el indicador que mide el peso
del gasto social en la economía (gasto social en porcentaje del PIB), mientras que
los que destacan la magnitud de los recortes, basan sus conclusiones en el grado
en que las necesidades sociales son cubiertas por las prestaciones sociales.
En lo que resta de este trabajo se ofrecerá una descripción de las alternativas
existentes en al medición de la evolución relativa del Estado de Bienestar a través
de las dimensiones de los sistemas de protección social, quizá el elemento más
esencial y al mismo tiempo visible de los Estados de Bienestar. Se resumirán sus
ventajas e inconvenientes y se visualizará la capacidad de cada una de ellas a la
hora de ofrecer una imagen nítida y precisa de la historia más reciente de los
Estados de Bienestar.
2
Dimensiones e indicadores de los sistemas de protección social
Aunque en el ámbito de la producción estadística le corresponda una acepción
diferente, el término sistema de protección social se ha empleado comúnmente
para designar el conjunto de instituciones que en un determinado país actúan en el
campo de la protección social, así como los mecanismos que se emplean para
lograr que ésta sea eficaz.
En los sistemas de protección social, definidos de este modo, pueden distinguirse al
menos dos dimensiones distintas: esfuerzo e intensidad.
−
La dimensión esfuerzo constituye una medida relativa del gasto ejecutado en
virtud de las acciones de protección social, que se pone en relación con el
conjunto de los recursos disponibles en el ámbito geopolítico de referencia. Este
indicador sirve, en ocasiones, para interpretar la vocación protectora de la
comunidad política en la que se enmarca el sistema, aunque también puede
entenderse como medida de la presión que ejerce la protección social sobre la
economía.
−
El indicador de intensidad se define, también en este caso, como el grado en
que las instituciones de protección social atienden las necesidades sociales
(enfermedad, asistencia sanitaria, vejez, etc.); lo único que varía es el marco
de referencia poblacional, que ahora se convierte en el conjunto de la población,
y la acotación de las situaciones protegibles. Como se describirá más tarde,
esto último complica la medida de la intensidad.
La acotación territorial implícita en la definición propuesta impide, por otro lado, la
consideración de otra dimensión habitual a la hora de valorar el desarrollo de las
instituciones de protección social: la cobertura. Ello se debe a la diversidad de las
poblaciones objetivo con las que operan los conjuntos normativos actuantes. Por
ejemplo, las normas que resuelven la protección social de los desempleados tienen
una población objetivo; las que protegen a las personas que sufren algún tipo de
minusvalía, otra; y así sucesivamente. Esto hace imposible resumir en una medida
común las coberturas de las diferentes contingencias, salvo en casos
extraordinarios en los que los sistemas protectores cubren a la totalidad de la
población con respecto a todas las contingencias posibles.
Las dos dimensiones aludidas carecerían de interés para el análisis si no
incorporasen la posibilidad de medición de acuerdo con algún tipo de indicador. La
construcción de tales indicadores y su afección a una variable concreta es labor que
atañe al analista. Tal es así que las propuestas en este sentido son diversas, si bien
contienen un importante grado de consenso.
El esfuerzo de los sistemas nacionales de protección social se mide, generalmente,
mediante el indicador gasto en protección social en porcentaje del PIB. De este
modo se propone una imagen del gasto siempre relativa a la disponibilidad de los
recursos económicos del sistema social de referencia. Esto es lo que podría
4
llamarse un indicador sintético de esfuerzo, puesto que logra sintetizar en una sola
magnitud la atención que reciben por parte de los sistemas protectores una
infinidad de situaciones diversas.
El indicador de esfuerzo es, con diferencia, el más empleado en la literatura
empírica. La práctica totalidad de los trabajos clásicos sobre las causas de la
expansión de la política social en el período posterior a la segunda guerra mundial
lo emplearon (Schmidt, 1983; Cameron, 1978; Stephens, 1979; Hewitt, 1977;
Wilensky, 1975) y muchas de las aportaciones más recientes en este campo siguen
esta misma tradición (Alesina y Glaeser, 2004; Iversen, 2001).
El atractivo de los indicadores de esfuerzo radica probablemente en las ventajas
visibles de agregación, disponibilidad, y comparabilidad con otras magnitudes que
también están referidas al PIB. No obstante, este indicador sufre importantes
problemas que limitan su utilidad y reclaman la máxima cautela a la hora de su
interpretación.
1. Este indicador puede ser una medida inadecuada del desarrollo de la política
social; es decir, los cambios en su valor pueden responder a varias causas
distintas de la extensión de los derechos sociales, como por ejemplo la
composición demográfica de la población. En pocas palabras, un incremento de
los gastos sociales medidos en relación con el PIB no refleja necesariamente
una mejora del estatus de la ciudadanía social (Korpi, 1989: 314). Clayton y
Pontusson lanzan una queja similar sobre el indicador de esfuerzo que, según
estos autores “falla al no considerar las necesidades sociales” (1998: 70).
2. En segundo lugar, el indicador de esfuerzo recoge la evolución simultánea del
gasto social y del PIB y, por tanto, su evolución es influida por lo que ocurre con
el denominador.
La solución práctica pasa por complementar los datos de esfuerzo con los de otros
indicadores que expresen mejor otras dimensiones de los sistemas protectores. En
la literatura pueden encontrarse dos vías alternativas para alcanzar este fin y
ambas pasan por sustituir los indicadores de esfuerzo por indicadores de intensidad
(Alsasua et al., 2007 y 2001; Korpi y Palme, 2003; Aláez et al. 1999; Korpi, 1989;
Clayton y Pontusson, 1998). Intuitivamente, se entiende que la intensidad de la
protección social tiene que ver con la prontitud y la eficacia con que las instancias
de protección amparan cada una de las situaciones de riesgo en las que incurren los
ciudadanos de un país como consecuencia de alguno de los sucesos
convencionalmente incluidos entre sus competencias, así como con el grado en que
consiguen restablecer la calidad de vida de la que gozaban con anterioridad a la
aparición de dichas contingencias.
Ahora bien en la medición de la intensidad puede trabajarse con dos enfoques
diferentes:
−
En primero consiste en obtener una medida extremadamente sintética que
reduce todo el sistema de protección a un único indicador. Esto es lo que se
pretende con el gasto social por habitante, indicador al que se le puede objetar
que las necesidades de protección –a pesar de que mantienen una relación
directa más que evidente con el volumen de población– dependen también de la
incidencia relativa de las situaciones de riesgo. Por eso, a veces se emplea una
medida ajustada por la incidencia de las contingencias sociales más
importantes. Por ejemplo, el indicador de intensidad puede ajustarse teniendo
en cuenta el volumen de población que sufre las contingencias cuya atención
requiere un mayor volumen de recursos: vejez y desempleo (Castles, 2004;
Clayton y Pontusson, 1998). Otra opción en este sentido consiste en relativizar
el gasto social con la población que vive en hogares con ingresos inferiores al
40% del ingreso familiar mediano (Clayton y Pontusson, 1998).
5
Cada una de estas soluciones presenta a su vez inconvenientes. La primera, se
olvida de algunas contingencias importantes para cuya cobertura se diseñaron
instituciones centrales de los estados de bienestar, mientras que la segunda de
las medidas asume implícitamente que el gasto social tiene como única
finalidad la prevención de la pobreza y la reducción de las desigualdades
sociales. Ninguna de estas dos soluciones tiene en cuenta, por ejemplo, que
algunas de las prestaciones sociales se otorgan de acuerdo con un principio
universal (sanidad), o tienen como objetivo otros destinatarios distintos de los
parados, los ancianos o las personas de escasos recursos (familia, invalidez,
etc.). Por otro lado, cuando se agregan dos colectivos como el de
desempleados y ancianos para llegar a una medida de la población
dependiente, se está asumiendo erróneamente que la necesidad objetiva que
presenta un anciano es la misma que la de un desempleado o, al menos, que la
cobertura de estas dos situaciones puede satisfacerse con el mismo volumen
de recursos, cosa que en absoluto se corresponde con la realidad.
−
La segunda vía consiste en trabajar con indicadores específicos. Los indicadores
específicos se obtienen de la utilización de categorías desagregadas del gasto,
sea por contingencias y funciones o por prestaciones específicas con el objeto
de capturar la intensidad con la que los mecanismos puestos en marcha en una
determinada sociedad las atienden. Este tipo de medición elude la dificultad con
la que se enfrentan los indicadores sintéticos: no es preciso emplear una única
unidad para la medida de la incidencia de todas las contingencias; basta con
emplear la medida adecuada de incidencia ajustada a la contingencia en
cuestión. Los indicadores específicos pueden obtenerse como índices simples
específicos de determinadas funciones, como el gasto en vejez por persona de
65 años o más. Otro indicador, quizá más preciso, se puede obtener calculando
el porcentaje que representa el indicador anterior sobre alguna referencia
salarial, por ejemplo el salario medo del trabajador manual. Sin abandonar el
terreno de los indicadores específicos, otra posibilidad que ha tenido una buena
acogida en determinado tipo de literatura consiste en el cálculo de las tasas de
reemplazo de determinados individuos tipo (Scruggs, 2006; Allan y Scruggs,
2004; Korpi y Palme, 2003; Korpi, 1989). La tasa de reemplazo mide el
porcentaje en que la prestación social cubre el salario de un individuo dado
antes de que una determinada contingencia que le privara de él.
Tabla 1. Tipología de indicadores en la medición de las dimensiones de los
sistemas de protección social
Dimensión
indicador
\
Tipo
de
Esfuerzo
Intensidad
Cobertura
Indicadores sintéticos
Indicadores específicos
Gasto social en porcentaje del
PIB.
X
Gasto social por habitante o
gasto social por habitante
dependiente.
Índices simples. Por ejemplo,
gasto en vejez por habitante
de 65 años o más.
Medidas relativas del gasto
social por habitante.
Tasas de reemplazo para las
prestaciones que sustituyen
rentas
X
Cobertura de determinadas
prestaciones (sanidad)
Fuente: Elaboración propia.
6
3
Una descripción de los cambios en la magnitud de la protección social a
través de los indicadores sintéticos. 1980-2001.
El indicador de esfuerzo ha sido con diferencia el más empleado en la literatura
empírica sobre la evolución del Estado de Bienestar. Desde los trabajos de
Wilensky, la mayor parte de las investigaciones sobre los determinantes de la
expansión de la protección social han utilizado este indicador como variable
dependiente (Pampel y Williamson, 1998; Schmidt, 1997; Huber Ragin y Stephens,
1993; Hicks y Swank, 1992; O’Connor, 1988; Wilensky, 1975). Del mismo modo, el
indicador de esfuerzo ha tenido un papel protagonista en los debates sobre la
retirada del Estado de Bienestar y sobre las consecuencias de la globalización en las
políticas públicas de los países desarrollados (Castles, 2001; Pierson, 1996).
La tesis de la resistencia argumenta que las intenciones reformistas de algunos
gobiernos no han producido una drástica reducción en el gasto social. Pues bien, la
evolución del indicador de esfuerzo pondría de manifiesto, según este
planteamiento, la solidez de las instituciones del Estado de Bienestar frente a los
programas reformistas de los gobiernos de ideología más liberal.
La tabla 2 ofrece una visión general del comportamiento del indicador a lo largo de
las dos últimas décadas. De su análisis pueden extraerse, entre otras, las
siguientes conclusiones:
−
No se aprecia una reducción generalizada de los niveles de esfuerzo. De hecho,
para el conjunto de los países considerados el esfuerzo aumenta un 2,7% en el
conjunto del período, lo que puede entenderse como un síntoma de la salud del
Estado de Bienestar en el mundo desarrollado. Lo que los datos en ningún caso
pueden confirmar es la tesis de la eficiencia.
−
Por otro lado, sí se aprecia una cierta corrección de los niveles de esfuerzo en
algunos países como Irlanda u Holanda.
−
También es destacable que en la década de los noventa se produzcan tres
correcciones, de cuatro posibles, en el área socialdemócrata, lo que apoyaría la
tesis de que los ajustes se están produciendo en los países con Estados de
Bienestar más desarrollados.
−
Por el contrario, en otros países, sobre todo en el área del Sur de Europa, se
han producido importantes incrementos del esfuerzo en protección social. Tres
de estos países entraron a formar parte de la Unión Europea precisamente en
los ochenta, después de haber sufrido largos períodos de regímenes
dictatoriales. En la fecha de su incorporación al proceso de integración europea
los tres destacaban por su relativo retraso económico y porque sus sistemas
políticos democráticos se encontraban en fase de consolidación. El incremento
del gasto social en estos países a lo largo de estos veinte años debe
interpretarse en el marco del proceso de su adaptación y homologación al
contexto de sus vecinos más desarrollados en Europa.
−
La combinación de las correcciones a la baja en los países con niveles de gasto
más elevados en el período inicial y el fuerte ajuste al alza en algunos de los
países se traduce en una reducción de la dispersión internacional de los valores
de esfuerzo.
−
El análisis de los cambios entre 1980 y 2001 refleja, en suma, una imagen
relativamente optimista sobre el futuro de los Estados de Bienestar si se acepta
la validez de este indicador. Se observan reducciones en el nivel de esfuerzo en
tan sólo 2 de los 21 países considerados, mientras que el nivel medio sigue en
aumento. Sin embargo, hay elementos que informan en otra dirección. En
primer lugar, una simple mirada a los datos genera la impresión de que el final
del período se ha producido un ajuste algo más generalizado: en el período
1990-2001 la cifra de los países en los que se observan reducciones se eleva a
7
siete. Entre ellos se encuentran tres del área socialdemócrata, Dinamarca,
Noruega y Suecia.
Tabla 2. Gasto social público en porcentaje del PIB
País
1980
1990
2001
1990-2001
1980-2001
Australia
11,3
14,2
18,0
3,8
Canadá
14,3
18,6
17,8
-0,8
3,5
Estados Unidos
13,3
13,4
14,8
1,3
1,5
Irlanda
17,0
18,6
13,8
-4,9
-3,2
Nueva Zelanda
17,2
21,9
18,5
-3,4
1,3
Reino Unido
17,9
19,5
21,8
2,3
3,9
Liberal*
14,0
14,7
15,9
1,1
1,9
Dinamarca
29,1
29,3
29,2
-0,1
0,2
Finlandia
18,5
24,8
24,8
0,0
6,3
Noruega
17,9
24,7
23,9
-0,8
6,0
6,7
Suecia
28,8
30,8
29,8
-1,0
1,0
Socialdemócrata*
25,0
28,0
27,3
-0,8
2,3
Alemania
23,0
22,8
27,4
4,6
4,4
Austria
22,5
24,1
26,0
1,9
3,5
Bélgica
24,1
26,9
27,2
0,3
3,1
Francia
21,1
26,6
28,5
1,8
7,3
Holanda
26,9
27,6
21,8
-5,9
-5,2
Conservador*
22,7
24,9
27,1
2,2
4,4
España
15,9
19,5
19,6
0,0
3,7
Grecia
11,5
20,9
24,3
3,4
12,9
Italia
18,4
23,3
24,4
1,2
6,0
Portugal
10,9
13,9
21,1
7,2
10,2
Europa del sur*
16,9
21,7
22,8
1,0
5,8
Japón
10,2
11,2
16,9
5,7
6,7
Suiza
14,2
17,9
26,4
8,5
12,2
Todos*
16,3
17,4
18,9
1,5
2,7
Coeficiente de variación**
30,8
24,7
20,6
-
-
Fuentes: Base de datos SOCX (1980-2001), OCDE.
*Los valores ofrecidos para cada una de las familias o regímenes y la categoría “todos”
expresan el valor del indicador para el conjunto del gasto en el agregado en cuestión,
medido en dólares USA, sobre el PIB agregado en la misma unidad de cuenta.
** El valor del coeficiente de variación se expresa en porcentajes.
8
Este retrato de la evolución de los sistemas de protección en las últimas décadas
que resulta bastante familiar. Sin embargo en el epígrafe anterior ya se han vertido
algunas dudas con respecto a si el indicador de esfuerzo constituye el modo más
eficaz de verificar las hipótesis sobre la evolución reciente del Estado de Bienestar.
En la literatura más reciente son numerosos y destacados los argumentos en contra
del uso de este indicador por la escasa fidelidad de la imagen de él. La diversidad
de las estructuras demográficas de los países sujetos a comparación, sus distintas
sendas de crecimiento económico, o el desigual comportamiento de sus mercados
de trabajo, son circunstancias bajo las cuales el indicador de esfuerzo podría
ofrecer una imagen distorsionada de la evolución relativa de los sistemas
nacionales de protección. En estas condiciones, existe un interés lógico por conocer
hasta qué punto se produce tal distorsión o, dicho de otro modo, hasta qué punto la
evolución relativa del indicador de esfuerzo no es consecuencia de factores ajenos
al modo en que los sistemas atienden y resuelven las necesidades sociales de los
ciudadanos.
A continuación se propone una primera aportación en este sentido, partiendo de la
relación existente entre los indicadores de esfuerzo e intensidad. Esta relación
resulta bastante inmediata y puede expresarse de manera sencilla en la siguiente
identidad que expone los determinantes del indicador de esfuerzo:
PobDep Pob
GS
GS
≡
×
×
PIB Pob Dep
Pob
PIB
Donde:
•
“GS” es el gasto social.
•
“Pob Dep” es la población dependiente tal y como ha sido definida en este
capítulo.
•
“Pob” es la población total.
•
Y “PIB” es el Producto Interior Bruto.
Los elementos de la identidad pueden renombrarse así:
Esfuerzo =
PobDep ;
GS ;
1
Pob
GS ;
=
Incidencia =
Intensidad =
PIB
Pob
Re nta PIB
Pob Dep
Y por tanto, puede escribirse:
Esfuerzo ≡ Intensidad × Incidencia ×
1
(1)
Re nta
Lo que la expresión desataca es que el valor del esfuerzo en gasto social en un
determinado país es:
•
Directamente proporcional a la intensidad del gasto (medida en gasto por
persona dependiente).
•
Directamente proporcional a la incidencia de las situaciones protegibles.
•
Indirectamente proporcional a la renta del país. Ceteris paribus el esfuerzo es
mayor cuanto menor sea su renta.
En cada país, el indicador de esfuerzo es el resultado de su situación en cada uno
de estos determinantes inmediatos. A priori podemos encontrarnos con países en
los que un bajo nivel de esfuerzo se deba a una reducida incidencia o a un alto
nivel de renta por habitante, y no tanto a la escasa protección de las personas que
sufren las contingencias sociales. Por otro lado, un indicador de esfuerzo
relativamente elevado podría ser la resultante de una reducida prosperidad o de
una mayor incidencia de las necesidades sociales. En otras palabras, un mismo
valor en el indicador de esfuerzo puede estar escondiendo situaciones muy
diferentes.
9
Con el objeto de ilustrar esta idea, a continuación se lleva a cabo un ejercicio que
consiste en valorar en términos relativos los determinantes del indicador de
esfuerzo en los países de la muestra y en el período considerado1. La referencia
empleada es siempre en valor de los determinantes empleados en el conjunto de
los 21 países considerados en este capítulo. Las desviaciones frente a esta
referencia pueden expresarse como suma de las desviaciones en cada uno de los
determinantes, más los productos cruzados de dichas desviaciones. En las tablas 3,
4 y 5 se recogen las desviaciones del esfuerzo y de cada uno de sus determinantes
en cada uno de los países y las categorías consideradas en este capítulo.
1
En este ejercicio tanto el PIB como el gasto social público se mide en unidades PPC corrientes
referidas al dólar, lo cual explica las pequeñas discrepancias que se observan con respecto a las tablas
del anexo 2.
10
Tabla 3. Desviaciones con respecto a OCDE-21. 1980.
Países
Desviación
esfuerzo
Desviación
intensidad
Desviación
incidencia
Desviación
renta**
Australia
Canadá
Estados Unidos
Irlanda
Nueva Zelanda
Reino Unido
-0,29
-0,10
-0,17
0,07
0,08
0,13
-0,18
0,12
-0,02
-0,30
0,22
-0,20
-0,16
-0,10
0,01
-0,08
-0,27
0,21
0,04
-0,10
-0,16
0,64
0,21
0,16
Liberal*
-0,12
-0,05
0,02
-0,09
Dinamarca
0,83
0,52
0,24
-0,03
Finlandia
Noruega
Suecia
0,17
0,13
0,81
0,07
-0,01
0,53
-0,01
0,07
0,20
0,10
0,06
-0,01
Socialdemócrata*
0,57
0,35
0,14
0,02
Alemania
Austria
Bélgica
Francia
Holanda
0,44
0,41
0,52
0,33
0,69
0,35
0,26
0,22
0,13
0,76
0,17
0,11
0,21
0,12
-0,05
-0,08
0,01
0,03
0,04
0,01
Conservador*
0,43
0,29
0,13
-0,02
España
Grecia
Italia
Portugal
0,00
-0,28
0,16
-0,32
-0,37
-0,46
-0,02
-0,65
0,05
-0,05
0,08
0,03
0,51
0,41
0,10
0,93
Europa del sur*
0,05
-0,22
0,05
0,29
Japón
Suiza
-0,36
-0,11
-0,18
0,22
-0,31
-0,02
0,13
-0,25
Fuentes: Las mismas de las tablas 1 a 9.
* Los valores ofrecidos para cada una de las familias no se han obtenido como promedios
simples de los países que las constituyen, sino recalculando los valores del esfuerzo y sus
determinantes para cada agregado.
** En la columna “desviación renta” se exponen las desviaciones del valor inverso de la
renta per capita. Los valores positivos en esta columna son expresivos de niveles de renta
per capita por encima del promedio.
11
Tabla 4. Desviaciones con respecto a OCDE-21. 1990.
Países
Desviación
esfuerzo
Desviación
intensidad
Desviación
incidencia
Desviación
renta**
Australia
Canadá
Estados Unidos
Irlanda
Nueva Zelanda
Reino Unido
-0,18
0,08
-0,22
0,08
0,27
0,13
-0,20
0,13
-0,03
-0,28
0,02
-0,17
-0,12
-0,05
-0,06
0,00
-0,10
0,17
0,16
0,01
-0,15
0,49
0,38
0,17
Liberal*
-0,15
-0,05
-0,03
-0,08
Dinamarca
0,70
0,29
0,24
0,05
Finlandia
Noruega
Suecia
0,43
0,43
0,78
0,45
0,14
0,50
-0,08
0,16
0,15
0,07
0,08
0,03
Socialdemócrata*
0,62
0,37
0,12
0,05
Alemania
Austria
Bélgica
Francia
Holanda
0,32
0,39
0,56
0,54
0,60
0,29
0,33
0,27
0,31
0,48
0,08
0,02
0,14
0,08
0,00
-0,06
0,03
0,08
0,09
0,08
Conservador*
0,44
0,32
0,07
0,02
España
Grecia
Italia
Portugal
0,13
0,21
0,35
-0,20
-0,38
-0,31
0,01
-0,54
0,23
0,01
0,20
-0,03
0,48
0,74
0,11
0,78
Europa del sur*
0,24
-0,19
0,17
0,30
Japón
Suiza
-0,35
0,04
-0,21
0,36
-0,19
-0,06
0,01
-0,19
Fuentes: Las mismas de las tablas 1 a 9.
* Los valores ofrecidos para cada una de las familias no se han obtenido como promedios
simples de los países que las constituyen, sino recalculando los valores del esfuerzo y sus
determinantes para cada agregado.
** En la columna “desviación renta” se exponen las desviaciones del valor inverso de la
renta per capita. Los valores positivos en esta columna son expresivos de niveles de renta
per capita por encima del promedio.
12
Tabla 5. Desviaciones con respecto a OCDE-21. 2001.
Países
Desviación
esfuerzo
Desviación
intensidad
Desviación
incidencia
Desviación
renta**
Australia
Canadá
Estados Unidos
Irlanda
Nueva Zelanda
Reino Unido
-0,07
-0,08
-0,24
-0,29
-0,04
0,13
0,01
0,04
0,13
0,03
-0,12
0,04
-0,13
-0,10
-0,18
-0,29
-0,21
0,01
0,06
-0,02
-0,17
-0,03
0,37
0,07
Liberal*
-0,17
0,10
-0,15
-0,12
Dinamarca
0,51
0,59
-0,04
-0,01
Finlandia
Noruega
Suecia
0,28
0,24
0,54
0,07
0,67
0,28
0,08
-0,07
0,12
0,10
-0,21
0,08
Socialdemócrata*
0,41
0,36
0,04
0,00
Alemania
Austria
Bélgica
Francia
Holanda
0,42
0,34
0,41
0,47
0,12
0,05
0,36
0,13
0,25
0,34
0,18
-0,03
0,17
0,08
-0,17
0,14
0,02
0,07
0,09
0,01
Conservador*
0,40
0,15
0,10
0,10
España
Grecia
Italia
Portugal
0,01
0,26
0,26
0,09
-0,38
-0,37
-0,08
-0,34
0,20
0,16
0,20
0,02
0,36
0,70
0,14
0,62
Europa del sur*
0,17
-0,23
0,18
0,28
Japón
Suiza
-0,13
0,37
-0,30
0,44
0,14
-0,04
0,09
-0,02
Fuentes: Las mismas de las tablas 1 a 9.
* Los valores ofrecidos para cada una de las familias no se han obtenido como promedios
simples de los países que las constituyen, sino recalculando los valores del esfuerzo y sus
determinantes para cada agregado.
** En la columna “desviación renta” se exponen las desviaciones del valor inverso de la
renta per capita. Los valores positivos en esta columna son expresivos de niveles de renta
per capita por encima del promedio.
13
A la vista de estos datos y de los que se recogen en las tablas del anexo pueden
matizarse algunas de las conclusiones emitidas tras el análisis del esfuerzo:
−
En efecto, los indicadores sintéticos en la muestra de 21 países del área OCDE
muestra un panorama que se caracteriza por la tendencia a la estabilidad en el
indicador de esfuerzo, sobre todo a partir de 1990. Pero esta tendencia coincide
con un incremento de las situaciones objetivas de necesidad a lo largo de todo
el período (ver tabla en el anexo). Cuando los mismos recursos deben satisfacer
un mayor volumen de necesidades objetivas, el resultado es una caída de la
intensidad de la protección, al menos en términos relativos. Esto se aprecia en
los indicadores sintéticos de intensidad, cuyo ritmo de crecimiento se reduce
sobre todo a partir de 1990, y en el indicador de generosidad, donde a partir de
esta fecha las reducciones son generalizadas.
−
De acuerdo con el indicador de esfuerzo Irlanda pierde 36 puntos porcentuales
en su posición relativa en el período 1980-2001. Sin embargo, la razón de esta
caída no debe buscarse en un empeoramiento de la atención que recibe cada
una de las situaciones protegibles. De hecho, en este aspecto, el que se trata de
medir a través de la intensidad ajustada, Irlanda mejora sustancialmente,
pasando de estar 30 puntos por debajo de la media en 1980, a situarse 3 por
encima en 2001 (ver tablas 3 y 5). Lo que explica la reducción absoluta y
relativa de los niveles de esfuerzo es la reducción de la incidencia de las
situaciones protegibles y el notable crecimiento económico del que ha disfrutado
este país a lo largo de las dos décadas consideradas. El caso de Holanda es
distinto y en él los resultados obtenidos con el indicador de esfuerzo sí se ven
confirmados por los de intensidad ajustada.
−
La segunda conclusión que se obtuvo del análisis basado en el indicador de
esfuerzo era la de la concentración de los ajustes en el área socialdemócrata.
Destaca quizá el caso de Dinamarca, que siendo uno de los bastiones de la
socialdemocracia disfruta del dudoso honor de ser, después de Irlanda y
Holanda, el país en el que el esfuerzo ha crecido menos a lo largo del período de
21 años en el que se practica el análisis. Esta conclusión es más difícil de ver
cuando se consideran los determinantes inmediatos del indicador de esfuerzo.
En el conjunto del período la caída del nivel relativo de esfuerzo esconde que en
dos de estos países, Dinamarca y Noruega, el indicador de intensidad ajustada
no sólo crece en términos absolutos, sino que también lo hace cuando se pone
en relación con lo ocurrido en el conjunto de los países analizados, y en un
tercero, Finlandia, se mantiene. En el caso de Dinamarca, este incremento no se
traslada al indicador de esfuerzo por la notable reducción que tiene lugar en
este país en los niveles relativos de incidencia de las contingencias de vejez y
desempleo. Si el análisis se limita a la década de los noventa el efecto es aún
más visible. Se trata de la muestra más clara, junto con el caso de Irlanda, de
lo desafortunadas que pueden ser las apreciaciones basadas exclusivamente en
los valores que toma el indicador de esfuerzo.
−
Algo parecido puede decirse de Europa del Sur. Si se observan únicamente los
valores que toma el indicador de esfuerzo se concluirá que se trata del grupo de
países en los que gasto ha crecido más en términos relativos, además de
hacerlo en la totalidad de los países que lo constituyen. Una observación más
detallada muestra, en cambio, que la mejora en la intensidad ajustada es
mucho más modesta y que el resultado en esfuerzo se debe en gran medida al
aumento de la incidencia de las situaciones que son objeto de protección. Por
otro lado, cuando se observa lo que ha ocurrido con cada país se perciben dos
trayectorias muy distintas. Por un lado la de Portugal y Grecia, que mejoran
relativamente, sobre todo el primero, en la intensidad de la protección; y por
otro lado, España e Italia que empeoran en intensidad, en el caso de Italia
14
después de una leve mejora hasta 1990, y cuyo resultado final en esfuerzo se
ve maquillado por la trayectoria de la incidencia y la renta per capita.
−
Finalmente, también la conclusión sobre la convergencia de los sistemas de
protección social debe ser matizada. De las tablas del anexo se concluye que la
reducción de los coeficientes de variación es mucho más acusada en el caso del
indicador de esfuerzo que en el de los indicadores de intensidad.
4
Una propuesta de medición de la intensidad relativa de los sistemas de
protección social en Europa2
El epígrafe anterior ha servido para visualizar los problemas del indicador de
esfuerzo y para subrayar que la responsabilidad que incumbe al analista de emplear
toda la variedad de indicadores a su alcance antes de emitir un veredicto sobre esta
cuestión. En él se han empleado otros indicadores sintéticos, como los de
intensidad y generosidad que sufren, lo mismo que el de esfuerzo, carencias
importantes aunque tienen la virtud de considerar, aunque sea de manera
imperfecta, la extensión de las situaciones protegibles antes de valorar la magnitud
de los recursos puestos en juego por las instituciones protectoras de cada país.
En este apartado se propone un indicador relativo de la intensidad del gasto social
que reúna tres importantes virtudes:
1. Debe tratarse de un indicador agregado, es decir, obtenido a partir del gasto en
prestaciones sociales en todas las funciones o contingencias.
2. En la medida de lo posible, debe tener en cuenta la dimensión de los problemas
y las necesidades sociales a los que los sistemas de protección social tratan de
responder.
3. Debe permitir comparaciones internacionales suficientemente amplias; por
ejemplo, comparaciones que tuvieran como referencia a los 15 miembros de la
Unión Europa a partir de 1995 serían razonablemente satisfactorias teniendo en
cuenta los objetivos de este trabajo.
Para disponer de una herramienta de comparación con estas características es
preciso alcanzar con éxito los siguientes tres objetivos:
−
Reunir una batería de indicadores que midan razonablemente bien las
situaciones objetivas de necesidad que provocan la actuación de los sistemas de
protección social. La información sobre la evolución de estos indicadores ha de
ser accesible para el conjunto de los países entre los que se desea establecer la
comparación, y la relación de estas variables con la del gasto social per cápita
habrá de comprobarse empíricamente en el marco geopolítico de referencia del
análisis.
−
El segundo objetivo consiste en cuantificar el impacto de las necesidades
objetivas en el gasto social agregado.
−
Si se alcanzan los dos objetivos anteriores no debe existir obstáculo alguno para
establecer un patrón de gasto. Este patrón señalaría la relación entre las
condiciones objetivas de demanda y un gasto social teórico. Si un país se
ajustase perfectamente a esta norma de gasto, el gasto por habitante
2 En este epígrafe, a diferencia del anterior, se trabaja con datos procedentes de EUROSTAT, que se
construyen con una metodología diferente a la que emplea OCDE. Las comparaciones entre los datos
procedentes de una u otra fuente deberían realizarse con la máxima cautela. En concreto, las
particularidades de la metodología SEEPROS explican algunos de los resultados que se obtienen en el
análisis subsiguiente.
15
observado en su sistema de protección social debería corresponderse
exactamente con el valor teórico. Si el gasto real se encontrase por debajo de la
norma habría que atribuir a este país una menor propensión relativa al gasto
social. Lo contrario si el gasto real superase al teórico.
La identificación de las variables que influyen en la demanda objetiva de
prestaciones sociales no resulta tarea sencilla. Escasean las medidas de la
incidencia de las situaciones de minusvalía que sean homogéneas y por tanto
comparables en Europa, sin contar con que resulta más complicado aún valorar la
magnitud de la dependencia que se deriva de cada situación de minusvalía que es
lo que a la postre determina la necesidad objetiva de protección social. Tampoco
es fácil medir adecuadamente las necesidades de asistencia sanitaria, aunque sí
puede afirmarse que la cobertura en la mayor parte de los países europeos es
prácticamente universal por lo que la población ofrece una primera idea de dichas
necesidades. Otro hecho admitido es el de que la población más anciana demanda
más servicios sanitarios, aunque desconocemos la medida exacta en que esto
ocurre. La pobreza y la exclusión también son situaciones que atienden los
sistemas de protección social para las que encontrar un indicador comparable
resulta imposible, sobre todo cuando la mayor parte de las definiciones de pobreza
reflejan, más que las situaciones de necesidad objetiva, el grado de desigualdad
que se produce en el reparto del ingreso.
En el polo opuesto, resulta relativamente sencillo disponer de indicadores
adecuados para las necesidades de los ancianos, los desempleados, o los jóvenes y,
aunque quizá no de un modo tan preciso, para la demanda de asistencia sanitaria.
La propuesta que se presenta en este capítulo empleará las siguientes variables
como medidas de las necesidades objetivas:
−
La población de 65 años (en porcentaje de la población total) (Pob(65)) que
presiona sobre la demanda de las prestaciones económicas, principalmente
pensiones, y sobre la de los servicios sociales, pero que también se asocia a una
mayor demanda de servicios sanitarios.
−
La población que no ha alcanzado los 15 años de edad (Pob(15)) como medida
de la demanda de las prestaciones económicas ligadas a la maternidad y al
mantenimiento de los hijos, así como a determinados servicios sociales.
−
La tasa de actividad (en porcentaje sobre la población total) (Act) que puede
suponer un incremento de las prestaciones ligadas al empleo como las
prestaciones de incapacidad temporal o las ligadas a los accidentes laborales.
−
La tasa de desempleo (medida en porcentaje sobre la población total) (Des) que
debe influir en dos modalidades de gasto social: las prestaciones sustituivas de
las rentas del trabajo, y las prestaciones ligadas a las políticas laborales activas.
−
El PIB por habitante (PIBp.c.) se emplea como proxy de los niveles de renta de
referencia en cada país. La inclusión de este indicador se justifica porque buena
parte de las prestaciones sociales tienen como objetivo restituir los niveles de
renta habituales de sus beneficiarios, o bien incrementar los ingresos hasta
niveles socialmente aceptables.
En la construcción del patrón europeo se han empleado los valores alcanzados por
12 países europeos3 en estos indicadores a lo largo de un período suficientemente
prolongado (1980-2004).
3
Los países empleados se han visto forzosamente limitados por la disponibilidad de información. Son
los siguientes: Alemania, Bélgica, Dinamarca, España, Francia, Grecia, Holanda, Irlanda, Italia,
Luxemburgo, Portugal y Reino Unido.
16
Empleando los métodos que se describen en el anexo a este capítulo se ha
estimado la relación entre el gasto en prestaciones sociales por habitante y los
indicadores que recogen la magnitud de las necesidades objetivas. Un primer
resultado de la aplicación de estos métodos consiste en la confirmación de que la
mayor parte las variables elegidas tiene un efecto estadísticamente apreciable en la
variable que se emplea como dependiente, es decir, en el gasto social por
habitante. Sin embargo, se ha optado por eliminar la variable esfuerzo, al
observarse que su efecto sobre el gasto por habitante es de sentido contrario al
esperado4.
Eliminada esta variable, se ha obtenido una expresión como la siguiente:
GPSit = µi + β1 Pob(65) it + β2 Pob(15) it + β3 Desit + β4 PIBp.c. it
(1)
Donde los valores del gasto en prestaciones sociales y del PIB por habitante se han
calculado a precios y unidades PPC de 1995; y las expresiones “i” y “t” expresan,
respectivamente, país y año. Apréciese que la ecuación contiene un término
independiente (µi) que es diferente en cada país. Este término recoge lo que
podríamos denominar la propensión de cada país al gasto social. Si las variables
explicativas seleccionadas captan de manera adecuada y completa las necesidades
objetivas de la población, entonces las diferencias de intensidad del gasto social
han de deberse a razones idiosincrásicas de cada país. Estas razones pueden ser
producto de tradiciones ideológicas predominantes, como señalaba EspingAndersen (1993), del sesgo particular que imprimen los gobiernos en su política
social, como defiende la teoría de los recursos del poder (Korpi, 1989), o de las
particularidades institucionales que afectan al éxito de las medidas de austeridad a
las que alude, entre otros, Pierson (1996). El caso es que las instituciones de
protección social en los países con valores más altos de µ realizan, por razones
idiosincrásicas, un gasto social más elevado que aquéllos en los que se aprecia un
valor más reducido.
En la ilustración 9 los términos independientes se expresan siempre con respecto a
la referencia de Alemania, país al que le corresponde el valor cero. Por encima de
esta referencia sólo es posible encontrar al resto de los países del mundo
conservador -Bélgica, Francia y Holanda-, y al único representante del área
socialdemócrata, Dinamarca. Por debajo se encuentran los países de tradición más
liberal y los de Europa del Sur. En este sentido, los resultados derivados del uso de
esta herramienta confirman las nociones habituales con respecto a la magnitud del
gasto social en los cuatro mundos del estado de Bienestar. España destaca por su
escasa propensión al gasto, que se verifica en un término independiente menor que
el de cualquier otro país de los 11 que componen esta muestra. Este resultado
confirma la interpretación de algunos autores con respecto al escaso desarrollo
relativo de la protección social en nuestro país, que queda por debajo incluso de
otros como Grecia o Portugal cuando se consideran los factores objetivos de
demanda y su desarrollo económico relativo.
4
Ver anexo 1.
17
Ilustración 1. Valores de los términos independientes específicos de país.
2.000
1.563
1.500
1.000
468
500
243
149
125
0
-500
-501
-1.000
-899
-967
-1.113
-1.370
-1.500
-1.769
l
U
ni
do
Re
in
o
Po
rt
ug
a
o
bu
rg
Lu
xe
m
It
al
ia
la
nd
a
Ir
H
ol
an
da
re
ci
a
G
an
ci
a
Fr
Es
pa
ña
ar
ca
D
in
am
Bé
lg
ic
a
-2.000
Fuente: Elaboración propia a partir de las fuentes descritas.
Si en la expresión (1) se sustituye µi por µ, ésta deja de representar un sistema
para convertirse en una sola ecuación. Además, si µ se calcula como la media
ponderada de los valores de µi, entonces esa ecuación puede decirse que representa
un patrón común de gasto. Este modo de definir un patrón de gasto dispone de la
ventaja de haber sido experimentado en trabajos anteriores (Olaskoaga y Velasco,
2004; Basarrate, 2003; Alsasua, Bilbao y Olaskoaga, 2001; Boscá, Fernández y
Taguas, 1997; Lagares, 1988).
De hecho, en la determinación del patrón de gasto podría haberse empleado un
criterio distinto, por ejemplo determinando arbitrariamente el nivel de gasto que
implicaría una satisfacción razonable de las necesidades consideradas. No obstante,
las dificultades para aplicar un criterio de este tipo son bastante evidentes. La
opción que se emplea aquí presenta, en cambio, una doble virtud: que es factible, y
que resulta bastante lógica; al fin y al cabo consiste en establecer valores normales
de gasto en función del comportamiento realmente observado en el conjunto de los
países.
Es importante señalar, al igual que se hace en los trabajos de Lagares y Boscá et
al., que con la definición de la norma de gasto no se trata de ofrecer una
explicación de los condicionantes últimos de la intensidad del gasto social, ni, por
descontado, emitir juicios de valor sobre los niveles óptimos de protección. Se trata
simplemente de “obtener una descripción razonable de la situación del gasto social
en Europa, en aras a establecer comparaciones internacionales” (Boscá et al.,
1997: 67). Una vez calculado, el patrón permite comparar la intensidad observada
en cada país y año con su intensidad normal, es decir, la que se habría alcanzado si
el país en cuestión se ajustase perfectamente al patrón definido.
Esto es lo que se ha hecho para los doce países analizados y, a partir de 1990,
también los de los tres países de la UE que no pudieron ser incluidos en la
construcción del patrón europeo por falta de datos: Suecia, Austria y Finlandia5.
En esta tabla se reflejan una serie de diferencias medias observadas en tres
períodos diferentes. Las diferencias se definen del siguiente modo:
5 La tabla no recoge algunos valores extremos que los autores atribuyen, en parte, a cuestiones
relacionadas con la construcción de los datos.
18
Diferenciait= VOit – VTit
Donde, VOit es el valor observado de gasto social por habitante en el país i y el
periodo t; mientras que VTit es el valor teórico, es decir, el que se hubiese
alcanzado si el país i se ajustase perfectamente al patrón europeo estimado, pero
tendiendo en cuenta las condiciones económicas y socio-demográficas en dicho país
y período.
Es decir, los valores positivos identifican a los países que realizan un gasto social
por encima de la norma europea, mientras que los valores negativos expresan la
situación contraria.
Tabla 6. Diferencias porcentuales entre valores observados y valores teóricos de
gasto por habitante en protección social.
País
Irlanda
Reino Unido
Dinamarca
Finlandia
Suecia
Alemania
Austria
Bélgica
Francia
Holanda
Luxemburgo
España
Italia
Portugal
1980-1984
1990-94
0,0
-13,0
6,3
nd
nd
1,9
nd
24,5
12,3
45,7
15,7
-83,7
-60,1
-35,2
-27,7
-3,6
13,3
31,1
34,6
15,4
19,1
8,7
10,8
34,2
5,1
-37,9
-11,8
-19,0
2000-04
-20,4
10,8
24,8
28,1
39,1
9,8
33,9
8,3
8,6
26,6
7,9
-39,4
-21,0
-8,0
Fuente: Elaboración propia a partir de las fuentes descritas.
La interpretación de la tabla 8 no será correcta si no se tiene en cuenta el carácter
relativo del indicador. Como ya se ha explicado más arriba el indicador es relativo
porque valora el gasto social en relación con los factores objetivos que lo generan;
pero también es un indicador relativo porque expresa la evolución de cada país con
respecto a un referente conformado por todos ellos. Un valor cero en esta tabla
indica que el país en cuestión se encuentra perfectamente alineado con el patrón
europeo de gasto social.
De su lectura pueden extraerse algunas conclusiones de interés:
−
Los resultados confirman la habitual jerarquía entre regímenes. Los tres
representantes del área socialdemócrata destacan por su posición, bien por
encima del patrón europeo. Sólo dos de los países de tradición conservadora Holanda y, en el último período, Austria- pueden competir con ellos. El resto de
los países en el régimen conservador se encuentran invariablemente por encima
de la norma europea de gasto. De los países con tradición política liberal, el
único que goza de este privilegio es el Reino Unido, siendo los valores de
Irlanda particularmente bajos. Mientras tanto, en Europa del Sur la totalidad de
la muestra se localiza por debajo de los niveles normales de gasto en Europa.
−
Cuando se observa la evolución en el tiempo de este indicador algunas de las
conclusiones de apartados anteriores se ven confirmadas. Por su carácter de
medida relativa el indicador no permite extraer conclusiones generales sobre la
evolución del conjunto de los Estados de Bienestar en UE-15, pero sí
interesantes percepciones sobre el modo en que las trayectorias nacionales y
por regímenes difieren entre sí.
19
−
En el área socialdemócrata no se percibe una caída relativa de la intensidad de
la protección social. Dos de los países del grupo, Suecia y Dinamarca, mejoran
su posición relativa, lo que no encaja con la tesis de que los ajustes en el gasto
social deben ser más drásticos en los países con políticas sociales más
desarrolladas y sectores públicos más pesados. Tan sólo en Finlandia, que de
los tres integrantes del grupo es el que menos representa los valores
socialdemócratas, se aprecia una suave reducción del indicador.
−
En los países de tradición conservadora es donde se acumulan las caídas en el
indicador, lo que confirma la impresión generada por los indicadores específicos
de la intensidad de la protección en las áreas de vejez y desempleo. La única
excepción a esta tendencia general la representa Austria, cuya posición relativa
ha mejorado ostensiblemente en la década de los noventa.
−
En los países de Europa del Sur se observan trayectorias muy distintas, lo que
no debe extrañar al lector atento de las secciones anteriores de este capítulo.
En Portugal se constata una de las variaciones más positivas del indicador en
toda la muestra. La mejora de este país no sólo es intensa sino también
sostenida. Por el contrario, en España e Italia, la reducción de la distancia con
respecto a los valores normales de gasto que operó en los años ochenta se ha
visto bruscamente detenida en los noventa, década en la que ambos países
perdieron posiciones en el indicador.
Ilustración 2. Evolución del indicador sintético relativo y esfuerzo inicial en protección
social en Europa.
15
Austria
Reino Unido
Dinamarca
Portugal
10
Irlanda
5
Suecia
Luxemburgo
Bélgica
0
15
17
19
21
España
23
Grecia
25
27
29
31
33
35
Francia
Finlandia
-5
Alemania
Holanda
Italia
-10
Esfuerzo en 1990
Fuente: Elaboración propia a partir de las fuentes descritas.
El indicador sintético de intensidad relativa también confirma los resultados
obtenidos mediante los indicadores específicos en otro importante aspecto de la
evolución de la protección social en Europa. En la ilustración 10 se muestra la
escasa relación entre los niveles originales de esfuerzo económico en protección
social y la evolución del índice relativo de la intensidad protectora y no invita a
afirmar que los recortes en la acción protectora se estén produciendo de manera
directamente proporcional a la carga económica que suponen los Estados de
Bienestar para la economía.
20
5
Anexo estadístico
Todo trabajo de comparativa internacional que abarca un período suficientemente
amplio supone una dificultad específica en la reunión de datos comparables que
sólo conoce quien ha efectuado un ejercicio de comparativa internacional, sea en el
campo económico, en el político, o en cualquier otro de la realidad social.
A continuación se describen algunos detalles de las fuentes empleadas, el modo en
que la información ha sido tratada de cara a su utilización o el instrumental
econométrico mediante el cual se ha puesto en práctica alguna faceta del análisis
que se resume en este capítulo.
Fuentes
En este artículo se empleado una considerable cantidad de información sobre el
gasto social en 21 países, sobre determinadas variables sociodemográficas en
dichos países, y sobre sus circunstancias económicas a lo largo de un período de 25
años. No es preciso insistir en que ha sido necesario emplear fuentes diversas. Sólo
para el gasto social se han empleado cuatro distintas:
−
La base de datos SOCX (1980-.2001) de gasto social de acuerdo con la
metodología de OCDE (http://www.oecd.org/home/).
−
El módulo sobre estadísticas de protección social de la base de datos
Newcronos, edición de 1998, para el gasto social en UE-126 entre 1980 y 1990,
de acuerdo con la metodología SEEPROS 1981.
−
El volumen “Statistiques Sociales Européennes. Protection sociale. Dépenses et
recettes” (EUROSTAT, 2000), para el gasto en las funciones vejez y desempleo
en 10 países de la UE7, de acuerdo con la metodología SEEPROS 1996.
−
La página web de EUROSTAT en su dominio “Population and social conditions”
para el
gasto social en UE-15 entre 1990 y 2004, de acuerdo con la
metodología SEEPROS 1996 (http://epp.eurostat.ec.europa.eu/).
La información sociodemográfica se ha obtenido principalmente de OCDE.
−
Los datos sobre población total y su estructura se han extraído de la base de
datos ECOSALUD (edición 2006), de OCDE. Esta fuente no incluye información
sobre Bélgica, Grecia y Holanda en 2004, lo que ha obligado a acudir al capítulo
“Population and social conditions” de la página web de
EUROSTAT
(http://epp.eurostat.ec.europa.eu/) para completar aquellos datos.
−
Los datos sobre desempleo y actividad proceden de la publicación “Labour Force
Statistics” de OCDE. La información sobre los ejercicios 2003 y 2004 se ha
obtenido del servicio OCDE Source (http://www.oecd.org/home/).
En cuanto a los datos económicos:
−
La información básica sobre los PIB per cápita procede de OCDE.
−
Para su traslación a las unidades de cuenta empleadas se han empleado, según
el caso, los deflactores de OCDE y las tasas de conversión a unidades PPC de
OCDE y de de EUROSTAT, en el dominio “Economy and finance” de su página
web.
6 EU-12 incluye todos los países pertenecientes a la Unión Europea, con anterioridad a la ampliación
de 1995.
7 Estos diez países son: Irlanda, Dinamarca, Alemania, Bélgica, Francia, Holanda, Luxemburgo,
España, Italia, y Portugal.
21
La construcción de lo que en el texto se ha denominado indicador sintético relativo
de intensidad ha supuesto la especificación de un modelo para la obtención de un
patrón europeo de gasto social.
La variable dependiente de este modelo es el gasto en prestaciones sociales por
habitante de acuerdo con la metodología SEEPROS, que se expresa a precios y
unidades PPC de 1995. El panel se ha obtenido soldando dos subpaneles, el primero
de los cuales tiene como período de referencia 1980-1989, mientras que el segundo
completa el resto del período de referencia del análisis, es decir, 1990-2004. Cada
subpanel procede de una fuente distinta y se ha construido siguiendo un
tratamiento diferente. Los datos del primer subpanel se han elaborado con
información sobre el gasto en prestaciones sociales de acuerdo con la metodología
SEEPROS de 1981, mientras que los del segundo panel corresponden a la
metodología SEEPROS de 1996. Las diferencias entre estas dos versiones de la
metodología SEEPROS afectan más a la composición del gasto social que a su
volumen total, de modo que la coexistencia de datos con orígenes metodológicos
distintos se entiende que tiene efectos mínimos en la calidad del análisis. Además,
las ventajas de trabajar con un período suficientemente largo justifican los posibles
inconvenientes de la ruptura metodológica de las series.
Tal y como se ha descrito en el apartado de fuentes, la publicación “Statistiques
sociales Européenes. Protection sociale. Dépenses et recettes”, de 2000, contiene
información sobre gasto en prestaciones sociales de acuerdo con la nueva
metodología SEEPROS para 10 de los 12 países de la muestra y el período 19801990. La utilización de esta información, en sustitución de la procedente de
Newcronos y basada en la metodología de 1981, supondría una mejora en la
comparabilidad longitudinal de estos diez países, pero a costa de empeorar su
homogeneidad crosseccional con el resto. Se ha optado por desestimar esta opción,
entre otras cosas porque el análisis de los datos muestra que las mayores
dificultades en cuanto a comparabilidad longitudinal se observan en Grecia, y la
solución propuesta no los eliminaría.
La conversión a la unidades de cuenta empleadas, unidades PPC y precios de 1995,
se ha efectuado partiendo de las series en unidades monetarias nacionales
(eurofixed para los países de la zona euro), a los que se les han aplicado los
correspondientes deflactores y la tasa de conversión al PPC de 1995. Para ello se ha
trabajado con los PPC específicos del consumo individual construidos por EUROSTAT
y con UE-15 como referencia.
Especificación de modelos
En el apartado 4 de este capítulo se identifican cinco variables que pueden
interpretarse como determinantes objetivos de los niveles de gasto social. Para
contrastar la capacidad explicativa de estas variables se ha regresado el gasto
social por habitante en un modelo que podría expresarse así:
GPSit = µi + X it β + εit
(1)
Donde, GPSit representa el gasto por habitante en prestaciones sociales en el país i
y en el periodo t medido a precios y unidades PPC de 1995; β es el vector con los
coeficientes de las variables explicativas, y Xit es la matriz que recoge los valores
de las variables explicativas en cada país y año.
aleatoria.
εit
representa la perturbación
El modelo admite distintas especificaciones:
•
•
Una especificación ordinaria, la de Mínimos Cuadrados Ordinarios (MCO).
Un modelo de efectos fijos (FEM) en el que se trabaja con un término independiente
para cada país y que se puede escribir: GPS it = µi + X it β + εit
22
•
Un modelo de efectos aleatorios (REM) en el que la expresión µi en el modelo general
se convierte en una perturbación específica y el modelo se escribe:
GPSit = µ + X it β + εit + ui
donde, E[u i ] = 0; Var [u i ] = σ ; Cov[ε it , u i ] = 0
Resultados de los ajustes
En la tabla 7 se exponen los resultados de la regresión del modelo 1 en sus
diferentes especificaciones. No se han recogido en ella los resultados obtenidos por
MCO.
En la especificación con todas las variables explicativas el peso de la población
menor de 15 años no resulta significativo, mientras que la variable actividad ejerce
un efecto significativo pero en sentido opuesto al esperado. Recuérdese que la
inclusión de esta variable obedece a que existen prestaciones que se derivan de
contingencias que afectan tan sólo a las personas en activo, por ejemplo las bajas
por enfermedad. Cabría esperar que la magnitud de estas prestaciones aumentase
cuando lo hace la parte de la población total que se encuentra en situación de
activad.
Que las especificaciones I y III no ocurra así puede deberse a un problema de
multicolinealidad entre esta variable y las que describen la estructura demográfica.
De ahí que se haya optado por eliminar la variable del modelo.
El efecto más importante de esta eliminación consiste en que mejora la
significatividad de las dos variables demográficas, lo que justifica la inclusión de la
población menor de 15 años en el modelo.
La especificación II en su variante de efectos fijos es la que finalmente se ha
empleado en la estimación de los valores teóricos del gasto social.
Intuitivamente, el modelo de efectos fijos parece la alternativa más razonable bajo
la hipótesis de que las unidades (en este caso países) presentan diferencias
idiosincrásicas que se mantienen en el tiempo, por lo que puede entenderse
apropiado en el caso que nos ocupa.
El test de Hausman pone a prueba la ortogonalidad de los efectos aleatorios y los
regresores y se emplea como criterio de decisión entre el modedlo de efectos fijos y
el de efectos aleatorios. Los resultados del test sugieren que el modelo de efectos
fijos (FEM) se ajusta mejor a los datos que el de efectos aleatorios (REM).
El test de razón de verosimilitudes indica unos valores de los términos
independientes significativamente distintos por países (a los niveles de confianza
habituales). Es decir, se acepta que, en general, los patrones de gasto social de
cada país difieren en sus términos independientes, los cuales reflejan
particularidades de cada país en otros factores no incorporados en el modelo,
culturales, políticos, etc., de acuerdo con la intuición original.
23
Tabla 7. Resultados de la estimación del modelo (1)
(I)
Variable (1)
PIB p.c.
FEM
(II)
REM
(III)
(IV)
FEM
REM
FEM
REM
FEM
REM
0,236
0,24
0,205
0,207
0,236
0,235
0,202
0,204
(28,3)
(23,4)
(26,5)
(24,4)
(23,1)
(23,4)
(23,6)
(24,1)
284,4
282,8
295,7
292,3
249,9
246,6
232,4
229,0
(9,8)
(8,9)
(10,6)
(8,9)
(10,9)
(10,8)
(9,7)
(9,7)
29,4
30,4
52,3
51,7
-
-
-
-
(1,5)
(1,6)
(2,9)
(2,7)
-
-
-
-
Des.
207,6
204,7
207,1
204,7
210,7
207,4
212,8
210,1
(8,1)
(8,0)
(7,9)
(7,7)
(8,2)
(8,1)
(7,9)
(7,8)
Act
-62,6
-59,17
-
-
-67,3
-63,3
-
-
(-5,0)
(-4,8)
-
-
(-5,5)
(-5,3)
-
-
Pob (65)
Pob (15)
RV (3)
94,9
88,9
94,6
86,6
Hausman (4)
5150
5150
7,5
3,82
2
R ajustado
0,948
0,944
0,948
0,942
Fuentes: las que se describen en el anexo.
(1) La variable dependiente es el gasto en prestaciones sociales por habitante medido a precios y PPC
constantes de 1995. Las variables explicativas en el modelo son: PIB por habitante medido a precios y
PPC constantes de 1995, población de 65 años o más en porcentaje, la población menor de quince años
en porcentaje, y tasa de desempleo en porcentaje.
(2) Estadísticos t de White entre paréntesis.
(3) RV es un test de razón de verosimilitudes para la hipótesis nula de igualdad de términos
independientes.
(4) Hausman es un test de independencia entre los efectos aleatorios y las variables explicativas.
24
Anexo
Tabla 8. Gasto social público por habitante en dólares USA de 1995.
País
1990-2001
1980-2001
Australia
1980
1.799
1990
2.631
2001
4.372
1.741
2.573
Canadá
2.466
3.597
4.251
654
1.785
Estados Unidos
2.712
3.440
4.656
1.216
1.944
Irlanda
1.847
2.813
4.082
1.269
2.236
Nueva Zelanda
2.373
3.358
3.422
65
1.049
Reino Unido
2.626
3.594
5.001
1.407
2.374
Liberal*
2.626
3.431
4.617
1.186
1.991
Dinamarca
7.937
9.329
11.430
2.101
3.494
Finlandia
3.897
6.735
7.920
1.185
4.023
Noruega
4.150
7.130
9.580
2.451
5.430
Suecia
6.680
8.605
9.864
1.259
3.184
Socialdemócrata*
5.909
8.087
9.708
1.621
3.800
Alemania***
6.101
7.395
9.035
1.640
2.933
Austria
4.995
6.624
8.777
2.153
3.782
Bélgica
5.141
6.904
8.465
1.561
3.323
Francia
4.427
6.739
8.499
1.761
4.073
Holanda
5.711
6.921
6.787
-133
1.076
Conservador*
5.321
7.031
8.573
1.542
3.252
España
1.719
2.727
3.557
830
1.838
Grecia
1.207
2.234
3.230
996
2.023
Italia
2.687
4.225
5.205
980
2.517
797
1.384
2.724
1.340
1.927
Europa del sur*
2.077
3.302
4.235
933
2.158
Japón
2.930
4.533
7.566
3.033
4.636
Portugal
Suiza
5.588
8.233
12.472
4.239
6.885
Todos*
3.257
4.472
6.026
1.553
2.769
51,8
44,8
42,2
-
-
Coeficiente de variación**
Fuentes: Base de datos SOCX (1980-2001), OCDE.
*Los valores ofrecidos para cada una de las familias o regímenes y para la categoría “todos”
expresan el valor del indicador para el conjunto del gasto en el agregado en cuestión,
medido en dólares USA, sobre la población total en ese mismo agregado.
** El valor del coeficiente de variación se expresa en porcentajes.
*** Por error, la base de datos SOCX (1980-2001) utiliza datos de población de la Alemania
Unificada en todo período 1980-2001, mientras que el resto de las variables (PIB, Gasto
social público, etc.) se refieren a la República Federal Alemana hasta 1990 y a la Alemania
Unificada a partir de 1991 (inclusive). Los datos de la tabla se han calculado aplicando la
información adecuada de población.
25
Tabla 9. Gasto social público por habitante dependiente*** en dólares de 1995
1980
Australia
1990
2001
1990-2001
1980-2001
14.741
18.239
27.354
9.115
Canadá
18.914
23.289
25.701
2.412
6.787
Estados Unidos
18.522
22.456
31.181
8.725
12.659
Irlanda
13.774
17.272
31.331
14.059
17.557
Nueva Zelanda
22.342
22.944
23.544
600
1.202
Reino Unido
14.890
18.849
27.728
8.879
12.839
Liberal*
12.613
17.655
21.595
29.875
8.281
12.221
Dinamarca
44.100
45.956
65.608
19.652
21.509
Finlandia
27.155
44.833
40.231
-4.602
13.076
Noruega
26.706
37.608
56.464
18.856
29.758
Suecia
38.281
45.857
48.671
2.814
10.390
35.677
44.121
51.574
7.453
15.897
Alemania
35.980
42.012
42.130
117
6.150
Austria
30.884
39.936
49.980
10.044
19.096
Bélgica
29.260
37.158
39.986
2.828
10.726
Francia
27.118
38.367
43.253
4.887
16.135
Holanda
41.332
42.481
44.878
2.397
3.547
32.402
40.238
42.873
2.635
10.471
11.231
13.590
16.208
2.618
4.977
8.694
13.605
15.291
1.686
6.597
17.165
21.663
23.886
2.223
6.721
5.337
8.731
14.654
5.923
9.317
13.551
17.283
19.791
2.508
6.239
Japón
29.038
34.495
36.558
2.063
7.520
Suiza
39.292
53.755
70.943
17.189
31.651
22.393
27.422
33.283
5.861
10.891
44,8
42,3
41,5
Socialdemócrata*
Conservador*
España
Grecia
Italia
Portugal
Europa del sur*
Todos*
Coeficiente de variación**
Fuentes: a) del gasto social, OECD, SOCX.
b) De la población, OCDE, Base de datos ECO-salud.
c) De la población desempleada, OCDE, LFS.
* Los valores ofrecidos para cada una de las familias o regímenes y para la categoría “todos”
expresan el valor del indicador para el conjunto del gasto en el agregado en cuestión medido
en dólares USA.
** El valor del coeficiente de variación se expresa en porcentajes.
*** Se entiende por población dependiente la suma de la población de 65 años o más y la
población en situación de desempleo.
26
Tabla 10. Población dependiente. Población desempleada más población de 65
años o más (en porcentaje de la población total).
1980
1990
2001
1990-2001
1980-2001
Australia
12,3
14,5
15,9
1,3
3,6
Canadá
13,0
15,4
16,4
1,0
3,4
Estados Unidos
14,7
15,3
14,8
-0,6
0,1
Irlanda
13,4
16,3
12,9
-3,4
-0,5
Nueva Zelanda
10,6
14,8
14,5
-0,3
3,9
Reino Unido
17,6
19,2
18,2
-0,9
0,6
Liberal*
14,9
15,9
15,4
-0,5
0,5
-0,6
Dinamarca
18,0
20,3
17,4
-2,9
Finlandia
14,4
15,0
19,6
4,6
5,3
Noruega
15,5
19,0
16,9
-2,1
1,3
Suecia
17,4
18,8
20,2
1,4
2,8
Socialdemócrata*
16,6
18,3
18,8
0,5
2,3
Alemania
17,0
17,6
21,4
3,8
4,5
Austria
16,2
16,6
17,3
0,7
1,1
Bélgica
17,5
18,6
21,1
2,5
3,6
3,4
Francia
16,7
18,0
20,1
2,1
Holanda
13,8
16,3
15,0
-1,3
1,2
Conservador*
16,6
17,6
20,2
2,5
3,6
España
15,3
20,1
21,5
1,5
6,2
Grecia
14,1
16,8
21,1
4,2
6,9
Italia
15,9
19,5
21,9
2,4
6,1
Portugal
14,9
15,9
18,5
2,6
3,6
Europa del sur*
15,4
19,1
21,4
2,3
6,0
Japón
10,1
13,1
20,6
7,5
10,6
Suiza
14,4
15,3
17,5
2,2
3,1
Todos*
15,5
17,0
17,7
0,7
2,2
Coeficiente de variación**
14,5
11,7
14,4
-
-
Fuentes: a) De la población, OCDE, Base de datos ECO-salud.
b) De la población desempleada, OCDE, LFS.
** El valor del coeficiente de variación se expresa en porcentajes.
*** Se entiende por población dependiente la suma de la población de 65 años o más y la
población en situación de desempleo.
27
Tabla 11. Indicador de generosidad.
País
Australia
1980
1990
2001
1990-2001
1980-2001
92,7
98,6
114,0
15,4
21,3
109,8
120,5
108,8
-11,7
-1,0
90,6
87,7
99,9
12,2
9,3
Irlanda
126,4
114,5
107,0
-7,5
-19,4
Nueva Zelanda
162,0
149,8
128,8
-21,0
-33,2
Reino Unido
101,7
102,5
119,1
16,6
17,5
94,0
92,7
102,6
9,9
8,6
Dinamarca
161,5
144,4
168,3
23,9
6,8
Finlandia
129,2
164,8
126,2
-38,5
-2,9
Noruega
115,2
130,2
141,6
11,4
26,3
Suecia
165,2
164,1
147,3
-16,7
-17,9
Socialdemócrata*
150,7
152,9
144,8
-8,1
-5,9
Alemania
135,5
129,5
128,0
-1,6
-7,6
Austria
138,9
145,3
148,2
2,9
9,4
Bélgica
137,3
144,9
129,1
-15,8
-8,3
Francia
129,5
151,5
145,6
-5,9
16,1
Holanda
195,0
169,7
144,9
-24,8
-50,1
Conservador*
138,5
142,4
135,6
-6,7
-2,8
España
103,8
97,4
89,9
-7,5
-13,8
82,7
127,3
115,4
-11,8
32,8
117,6
119,3
112,5
-6,8
-5,1
41,4
Canadá
Estados Unidos
Liberal*
Grecia
Italia
Portugal
72,8
87,7
114,3
26,6
Europa del sur*
110,4
113,6
106,3
-7,3
-4,1
Japón
101,0
85,2
81,8
-3,3
-19,2
Suiza
99,7
117,0
151,3
34,3
51,6
111,8
106,8
104,5
-2,2
-7,3
24,5
20,6
17,1
-
-
Todos*
Coeficiente de variación**
Fuentes: a) Del gasto social, OECD, SOCX.
b) De la población, OCDE, Base de datos ECO-salud.
c) De la población desempleada, OCDE, LFS.
*Los valores ofrecidos para cada una de las familias o regímenes y parea la categoría “todos”
expresan el valor del indicador calculado a partir del gasto social y el PIB del agregado en
cuestión expresados en dólares USA, así como las poblaciones dependiente y total de dicho
agregado.
** El valor del coeficiente de variación se expresa en porcentajes.
28
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