Los vaqueiros de alzada: el mensaje antropológico de Jovellanos Adolfo García Martínez. UNED Introducción En la novena de sus Cartas del viaje de Asturias (Cartas a Ponz) —«Sobre el origen y costumbres de los vaqueiros de alzada de Asturias»—, así como en otros textos, Jovellanos esbozó las líneas fundamentales para un planteamiento de carácter antropológico sobre lo que podríamos designar como «fenómeno vaqueiro de alzada». Jovellanos sabía que su tema de estudio era un producto ideológico presente tanto en la tradición oral, como se manifiesta, por ejemplo, en el material de campo recogido por Francisco Martínez Marina, como en la documental como se puede constatar en el manuscrito atribuido a José Fuertes de Sierra, y en las múltiples referencias dispersas en archivos nacionales, provinciales, municipales y parroquiales. El problema que entonces se plantea consistía en cómo convertir la percepción vulgar en científica. A tal fin, Jovellanos no consultará ninguna de estas fuentes documentales, afrontando así el intento de revisar una tradición oral fortalecida por «el silencio de las plumas», a partir, exclusivamente, de los contactos directos que él tuvo con los vaqueiros de alzada: «Mi método se ha reducido hasta aquí a observar cuanto puedo, según la rapidez de mis correrías, y a exponer a usted mi modo de pensar sin sujeción ni disimulo». Este hecho nos ayuda a comprender algunos planteamientos y ciertas incógnitas que aparecen en sus escritos sobre el tema. A pesar de tales limitaciones metodológicas, Jovellanos, más de medio siglo antes de que naciera la Antropología Cultural como ciencia, esboza, sin mencionarlos explícitamente, una serie de conceptos y hasta de estrategias de naturaleza antropológica: la observación directa de campo, la perspectiva holística, el concepto de «modo de vivir» o de cultura, el de grupo étnico o social, la marginación social, la función de los ritos de paso... Tal forma de proceder le permitirá invertir el planteamiento sobre la identidad del vaqueiro de alzada: es la forma de vida económica y social del vaqueiro la que determina su identidad y su marginación, y no el supuesto origen racial como la tradición venía sosteniendo. Más aún, Jovellanos califica de ridículas las teorías que pretenden explicar dicha identidad basándose en el factor racial. Y por esta vía, se observa el esfuerzo de nuestro autor por convertir un producto ideológico en objeto científico. [pág. 258] Fotografía de vaqueiros, tomada de Juan Uría Ríu, Los vaqueiros de alzada y otros estudios, Oviedo, Biblioteca Popular Asturiana 1976 Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII «Vaqueiros de alzada llaman aquí a los moradores de ciertos pueblos fundados sobre las montañas […]. Los vaqueiros no tiene más mujeres que aspirar que las de sus brañas, y la virtud, la belleza y las gracias de la mejor de sus doncellas, no serán jamás merecedoras de la mano de un rústico labriego», Jovellanos: Cartas sobre el origen y costumbres de los vaqueiros de alzada. 259 ¿Qué es ser vaqueiro de alzada? En términos generales, la definición inicial que Jovellanos ofrece del término «vaqueiro de alzada», así como sus posteriores aclaraciones, son esencialmente correctas, si bien, posteriormente, parece ir olvidando algunos matices esenciales. «Llámanse vaqueiros porque viven comúnmente de la cría de ganado vacuno; y de alzada, porque su asiento no es fijo, sino que alzan su morada y residencia, y emigran anualmente con sus familias y ganados a las montañas altas». Respecto al hecho de «alzar su morada», Jovellanos matiza que en unos casos cierran totalmente sus casas y, en otros, familia y ganados se dividen durante el verano: mitad arriba y mitad abajo. En efecto, la mayoría de los vaqueiros de la franja occidental —Navia, Valdés, Cudillero, Tineo, Allande, Cangas del Narcea— no cerraban la casa «de abajo», mientras que los de la franja oriental —Gijón, Llanera, Las Regueras, Pravia, Salas, Belmonte de Miranda, Somiedo y algunos lugares de 260 Babia y de la zona del Sil— sí alzaban totalmente su morada. Pero, en este caso, no se sabe a qué zona o brañas se refiere Jovellanos. Esta breve descripción del vaqueiro de alzada subraya algunos aspectos esenciales de su modo de vida: viven de la cría de ganado y son trashumantes. Sin embargo, estos dos aspectos requieren matizaciones, según las zonas. La mayoría de los vaqueiros de la zona occidental, como acabamos de decir, no cerraban «la casa de abajo» durante el verano y los lugares «de arriba», en los que permanecían alrededor de cuatro meses al año, eran asentamientos subsidiarios: en ellos ni recogían heno ni sembraban y sus casas eran simples chozos. «Abajo» sí sembraban algunos productos y recogían heno para el invierno. Pero, además, la mayoría de los vaqueiros practicaban una actividad que les reportaba importantes beneficios: la arriería con Castilla, durante la estancia «arriba» y la trajinería dentro de la región, durante la estancia «abajo». Así se expresa Jovellanos en su diario al respecto refiriéndose a los vaqueiros de Torrestío —braña de verano, en Babia, Provincia de León—: «Torrestío: lugar grande de más de cien vecinos, todos ganaderos; por el invierno transmigran con sus ganados a los concejos de la costa, y por el verano cuidan lasmujeres el ganado, mientras ellos se ocupan en la arriería». Mientras los hombres trafican, las mujeres y los ancianos se ocupan de la hacienda. El vaqueiro debía comprar maíz, pues era la base de su dieta y no lo producía en sus brañas, lo que le obliga a obtener «sobrantes». Ésta parece ser una de las razones, según Jovellanos, por las que el vaqueiro se dedica a traficar. Al mismo tiempo, estas actividades, basadas en el lucro y hasta en el engaño, podrían alimentar los supuestos orígenes judíos y moros que la tradición atribuye al vaqueiro. En la zona oriental, el vaqueiro cierra periódicamente sus casas y se mueve con toda la familia, animales y enseres. En esta zona, ocurre lo contrario que en la occidental. Es decir, «arriba» permanece alrededor de ocho meses, siembra todos los productos posibles y recoge heno, sus construcciones son multifuncionales, etc. La braña «de abajo» es un refugio invernal y en ella cultiva algún huerto y recoge heno. [pág. 260] Modesto Montoto Fotografía de romería Museo del Pueblo de Asturias «Se puede decir que el pueblo no tiene en Asturias más diversiones que sus romerías […]. Sobre todo, la gente moza, echa en estos días el resto, y se adereza y engalana, porque ha de saber usted que suelen ser estas las únicas ocasiones en que se ven y se hablan los amantes…», Jovellanos: Carta sobre las romerías de Asturias. La noción implícita de cultura Jovellanos no utiliza el término cultura sino el de «modo de vivir», al referirse al vaqueiro de alzada. Sin embargo, este «modo de vivir» lo conceptúa, estructura y analiza —descriptiva y funcionalmente— de forma parecida a como la Antropología Cultural formalizará posteriormente aquella categoría. En primer lugar, Jovellanos define el «modo de vivir» como la esencia y el soporte de la identidad de un grupo, y que resulta de la adaptación al medio ecológico y social. Más tarde, cuando analiza más detalladamente ese «modo de vivir» 261 [pág. 263] Fritz Krüger Fotografía de Camiel.la Hacia 1927 del vaqueiro de alzada, entendido como un todo complejo y estructurado, lo hace clasificando los rasgos o variables del mismo en torno a tres niveles de adaptación: el nivel de adaptación material, que comprende las diversas formas de obtención de recursos; el de adaptación social, que abarca la familia, el parentesco, las relaciones entre los grupos domésticos, entre las diferentes brañas y las relaciones entre el vaqueiro y el aldeano; y, finalmente, el nivel de adaptación ideológico, que comprende la marginación, los ritos, la actitud ante la religión oficial, las supersticiones, la magia y la brujería, los valores, la visión del mundo... Todos estos rasgos podrían articularse en torno a tres ejes de relaciones —relaciones hombre/medio, relaciones hombre/hombre y relaciones hombre/misterio— que constituyen propiamente la cultura o «modo de vivir» del vaqueiro, al tiempo que conforman y alimentan su identidad. Ésta última, como es sabido, dará origen a especulaciones raciales que Jovellanos ridiculiza y trata, a la vez, de invertir, fundando dicha identidad en lo étnico y no en lo racial. Fundamentos de la identidad del vaqueiro de alzada La formación del vaqueiro de alzada y su peculiar «modo de vivir» son fenómenos que se constituyen a la par que sus técnicas de apropiación y explotación de unos determinados recursos. Volvamos de nuevo sobre lo que encierra la expresión «modo de vivir» del vaqueiro, según Jovellanos. Se trata de una forma de vida distinta a la de los demás campesinos asturianos, sin que ello pueda servir de base para atribuirle «remoto ni diferente origen». Nuestro autor, aunque sin bases sólidas, frente al posible orden causal en el binomio «origen racial genera modo de vida distinto»/ «modo de vida distinto genera o da pie a atribuir un origen racial diferente», opta por la segunda opción. Este planteamiento es el punto de partida para un posible análisis científico de la identidad del vaqueiro de alzada. Es decir, esta perspectiva nos propone plantear el análisis de la identidad del vaqueiro desde la etnicidad, descartando así lo ideológico-racial. El término «grupo étnico» es utilizado en antropología para designar una comunidad que comparte valores culturales fundamentales, integra un campo de comunicación e integración, cuenta con unos miembros que se identifican a sí mismos y son identificados por otros, y que, en gran medida, se autoperpetúa biológicamente. En efecto, al margen de muchos aspectos que sería necesario especificar y matizar, como ya expusimos en otros escritos, Jovellanos plantea el problema en esta línea. Pero aún hay más. Para el ilustrado gijonés el «modo de vivir» o cultura vaqueira parece girar en torno a las variables económicas; es decir, éstas serían las variables determinantes. Por otra parte, trata de analizar el «modo de vivir» desde una perspectiva holística. En el análisis de Jovellanos del nivel económico del 262 vaqueiro de alzada se observan, no obstante, varias imprecisiones, comprensibles en la medida en que nuestro autor no pretende hacer un estudio exhaustivo del tema, no hace un trabajo de campo sistemático ni consulta archivos. En cualquier caso, no se pueden analizar aquí tampoco estas imprecisiones, relativas, sobre todo, al concepto de trashumancia, braña, vaqueiro y pastor o brañeiro, o las referidas a la vivienda, entre otras. Respecto al nivel organizacional, sin duda el más peculiar del «modo de vivir» del vaqueiro, Jovellanos subraya algunos aspectos relevantes y, una vez más, formula algunas afirmaciones que, en ocasiones, no se comprenden o que, en otras, no responden a la realidad. Así, los matrimonios, los bautizos y los entierros, más 263 que un acontecimiento de la familia, parecen fenómenos en los que todos los vecinos de la braña se casan, se regeneran o mueren. Asimismo, dada la marginación y el aislamiento en que vive cada una de las brañas, la endogamia es un hecho obligado para el vaqueiro y el matrimonio entre parientes algo inevitable. Sin embargo, Jovellanos en su carta restringe la sociabilidad suprafamiliar «que se advierte entre los individuos de cada braña» a los límites de cada una de ellas, pues: [...] cada pueblo (se refiere a los de los vaqueiros), reducido a sus términos y contento con su sola soledad, vive separado de los demás, sin que entre ellos se advierta relación, inteligencia, trato ni comunicación alguna». Tal vez por esto, continúa, «no han podido hasta ahora vencer la aversión y desprecio con que generalmente son mirados. Nunca se congregan, jamás se confabulan, no conocen la acción ni el interés común... Todas estas afirmaciones, aun respondiendo a un planteamiento de base correcto al considerar al vaqueiro como un grupo étnico, requieren precisiones, pues Jovellanos se contradice cuando habla de grupo vaqueiro y, al mismo tiempo, defiende ese atomismo según el cual cada braña es totalmente independiente. Para superar tal contradicción habría sido preciso recurrir a un trabajo de campo más sistemático, así como a la documentación manuscrita —libros de matrimonio de los archivos parroquiales, por ejemplo. Uno de los aspectos fundamentales para comprender la identidad y la etnicidad de los vaqueiros de alzada es la endogamia, que nosotros calificamos como intergrupal. Pues bien, este hecho fue mal comprendido por muchos estudiosos y también por Jovellanos, tanto en lo relativo a su funcionamiento como a su funcionalidad. Para muchos, la endogamia vaqueira o «casarse entre ellos» es un hecho curioso y atípico; y a continuación añaden que ello se debe a la marginación a la que el vaqueiro está sometido por el resto de la sociedad. Por una parte, cabe señalar que el trabajo de campo y los libros de matrimonio consultados en algunas parroquias corroboran la afirmación de Jovellanos de que los vaqueiros se casan entre ellos, pero al mismo tiempo desmienten que la endogamia se circunscriba a los límites de cada braña. La interpretación que da Jovellanos de la endogamia vaqueira como un hecho obligado e inevitable requiere un análisis holístico o transversal, pues nuestro autor parece contradecirse de nuevo y derivar hacia lo racial. Es decir, debe ser interpretada desde el marco general que ofrece el «modo de vivir». Desde una perspectiva antropológica, cabrían tres interpretaciones de la endogamia vaqueira, complementarias y estructuradas jerárquicamente entre sí. 264 Casa asturiana Centro de Recepción e Interpretación del Parque Natural de Somiedo La casería, además de núcleo de la explotación rural tradicional, era el centro de reproducción social y cultural de la familia campesina. La primera y más extendida sostiene que la endogamia vaqueira se debe al hecho de que «al ser de otra raza», el vaqueiro es rechazado por el resto de la sociedad para todo contrato matrimonial o de cualquier otra índole. Esta interpretación, fundada en supuestos ideológicos, carece de todo valor y obstaculiza cualquier planteamiento científico. La segunda, de carácter social, tiene más sentido y fundamento, pero es insuficiente. Se basa en el hecho de que los vaqueiros de alzada al ser un grupo minoritario deben crear y alimentar sólidas redes de relaciones internas, y nada tan eficaz como el matrimonio a través del cual las familias y las brañas intercambian mujeres y hombres, mensajes, dones, ayudas... Este planteamiento podría interpretarse en términos lévi-straussianos desde la perspectiva de la alianza. Al mismo tiempo, nos ayuda a comprender también y hasta implica una exogamia intra-grupal que parece observarse en el grupo, lo que contradice muchas afirmaciones vertidas sobre el vaqueiro de alzada, incluso por el propio Jovellanos. Es decir, este grupo no sólo practica la endogamia intergrupal, sino que se observa una cierta exogamia intra-grupal, tratando de evitar así la formación de grupos de parientes y, al mismo tiempo, extender las redes de parentesco a través de las brañas. Nuestro autor se movería en esta perspectiva sociológica. La tercera interpretación sería de naturaleza económica. Esto es, la endogamia vaqueira sería un medio eficaz para defender y preservar unos recursos colectivos, no muy abundantes, competidos e imprescindibles para la supervivencia del grupo: los pastos pro indiviso y algunos oficios como la arriería y la trajinería. Esta perspectiva antropológica ha puesto de manifiesto las distintas dimensiones que tiene la endogamia vaqueira y, además, desvela otros aspectos más del sistema de parentesco, como sería la exogamia intra-grupal. Todo esto permite 265 Pisón de rabil Centro de Recepción e Interpretación del Parque Natural de Somiedo Empleado para la labor de «desergar» (descascarillar) la escanda previa a su molturación y panificación replantear el tema de la marginación, de tal manera que la endogamia no es una causa más de la misma, sino un mecanismo de defensa de la identidad del vaqueiro de alzada. Dicho de otro modo, se trata de una estrategia. Revisión de algunos conceptos básicos de Jovellanos sobre los vaqueiros de alzada Después de todo lo dicho, es necesario, antes de concluir, precisar algunos conceptos nucleares utilizados por Jovellanos, para comprender mejor el fenómeno vaqueiro y para valorar más si cabe el planteamiento o diseño que sobre el tema hace nuestro autor. Todo ello es posible desde la perspectiva de la Antropología Cultural. Tres serían, principalmente, los conceptos a que nos vamos a referir: las brañas, la trashumancia y la identidad y marginación. Jovellanos utiliza en sus escritos el término «braña» de manera unívoca, lo que explica las ambigüedades y hasta los errores que se observan en algunas de sus afirmaciones. Bástenos recordar, por ejemplo, lo que dice de las brañas de verano: que son simples lugares de pasto subsidiario, en las que el vaqueiro no cultiva nada, no recoge heno y ni siquiera tiene vivienda. Ya se ha dicho que dentro del propio grupo vaqueiro, y Jovellanos parece saberlo también, hay diferencias respecto a las brañas de verano. Las afirmaciones anteriores tienen sentido, 266 Hórreo Centro de Recepción e Interpretación del Parque Natural de Somiedo «Otra de las singularidades de este edifico es la muchedumbre de sus usos, pues no solo sirve al labrador de granero para conservar sus frutos y semillas, sino también de despensa para sus comestibles, de guardarropa para sus vestidos de fiesta, y aún de dormitorio…» Jovellanos, Carta sobre los horrios en todo caso, referidas a los vaqueiros de la franja occidental, pero no a los de la oriental. Por otra parte, en Asturias existen, al menos desde el siglo XVI, tres tipos diferentes de brañas: estivales, equinocciales y las de los vaqueiros de alzada. Las afirmaciones de Jovellanos sobre las brañas de verano responderían también a las brañas estivales, ocupadas durante el verano, sin cerramientos y sin viviendas. Pero las brañas equinocciales —ocupadas en primavera y en otoño, y con cerramientos— y las estivales no son de vaqueiros de alzada, sino de los campesinos asturianos, y hay centenares por toda la montaña asturiana desde el oriente al occidente. Estos dos tipos de braña son complementarios, como también lo son las de verano y las de invierno en el caso de los vaqueiros. Estas reflexiones ponen de manifiesto que el término braña en Asturias es polisémico, lo que requiere, en cada caso, matizar bien su uso. La trashumancia es otro de los ejes fundamentales del «modo de vivir» del vaqueiro de alzada. Jovellanos define correctamente el concepto de trashumancia aplicada a los vaqueiros de alzada y aún hoy se utiliza de este modo; pero posteriormente el término parece ir contaminándose o perdiendo nitidez. Cabría hacer dos aclaraciones al respecto. En primer lugar, la trashumancia del vaqueiro de alzada conjuga elementos del nomadismo —se desplaza toda la familia con sus 267 Sechorio Hacia 1900-1925 Museo del Pueblo de Asturias. Gijón Los aperos para la labores agrarias, construidos por los propios colonos, eran toscos, lo que redundaba en la baja productividad del trabajo campesino. En 1786, el viajero inglés Joseph Townsend, escribía: «Los arados de los alrededores de Oviedo son, sin duda, los peores que he visto, y quizá también los más rudimentarios que la imaginación pueda concebir […]. Las gradas carecen de piezas de hierro…» J. Townsend, Viaje por España, 1786-1787. animales y enseres— y de la trashumancia propiamente dicha —estos desplazamientos se realizan entre dos lugares determinados, originando un sedentarismo biestacional y periódico, y hasta una doble morfología social—. En segundo lugar, en Asturias existen dos tipos diferentes de trashumancia: la vaqueira o de radio largo entre las brañas de verano y las de invierno, y la de radio corto, propia de los campesinos asturianos. Una vez más, es necesario tener presentes estas diferencias para utilizar correctamente el término en cada caso. Hablaremos, por último, de la identidad y marginación del vaqueiro de alzada. Jovellanos constata, a partir de la observación directa, que el vaqueiro de alzada está sometido a una ignominiosa marginación por parte de toda la sociedad asturiana y se opone en su diario rotundamente a esta situación, en particular a la que sufre dentro de las mismas iglesias. Nuestro autor esboza diferentes razones para explicar este hecho y, en definitiva, todas nos conducen al mismo punto: el vaqueiro de alzada tiene «un modo de vivir» diferente y, por tanto, una identidad cultural propia, lo que no es razón suficiente, insiste Jovellanos, para atribuirle diferente ni remoto origen. Es decir, sostiene que los supuestos orígenes raciales que le atribuyen al vaqueiro de alzada son la causa principal de su marginación, y él trata de desmontar este planteamiento —raza/modo de vivir/marginación—, invirtiendo el 268 Grada o rastro de madera con 11 dientes Museo del Pueblo de Asturias. Gijón orden causal de los términos: modo de vivir/raza/marginación. Esto significa, concretamente, convertir un producto ideológico en científico. Para ello, Jovellanos analiza algunos aspectos del «modo de vivir» desde una perspectiva holística o tridimensional. Así, el vaqueiro cambia periódicamente de residencia, cerrando una casa y abriendo otra; aprovecha recursos competidos y necesarios también para otros ganaderos —pastos— y, finalmente, se dedica a ciertas actividades que provocan malquerencia y aborrecimiento, tales como la arriería y la trajinería. Asimismo, el vaqueiro practica la endogamia intergrupal, es profundamente solidario hacia dentro y muy insolidario respecto al resto de la sociedad. Para concluir, tiene unos valores propios, practica determinados ritos y creencias, tiene una actitud distante y frívola hacia la religión oficial, sobre todo en las brañas de abajo, y una cosmovisión claramente dualista en todos los niveles de su cultura: el ecológico y económico, el social y el mental. Tal es el grado de marginación que Jovellanos observó que le llevó a decir que la gente aldeana, «acaso para cohonestar su desprecio, ha atribuido a estos vaqueiros un origen infecto, y los malos críticos, menos disculpables en su ignorancia, han pretendido autorizar este rumor fijándole». Respecto a la marginación, cabe formular una reflexión que, a simple vista, pudiera considerarse contradictoria: el vaqueiro de alzada no parece hacer nada 269 Fesoría o zarcillo Hacia 1900-1925 Museo del Pueblo de Asturias. Gijón 270 para liberarse de aquélla; más bien todo parece indicar que la aceptó y hasta la cultivó por su actitud resignada a veces y altiva otras, posiblemente como un medio más de defensa y de realimentación de su propia identidad grupal, garantía y salvaguarda de sus propios recursos y de su «forma de vivir». Dicho de otro modo, el vaqueiro mantuvo una postura solidaria y firme frente a la Iglesia y a los demás estamentos nobiliarios, a las autoridades municipales y regionales y frente a los demás aldeanos. Ésta es la esencia y la dinámica de la etnicidad, como ha mostrado la Antropología Cultural: relaciones de oposición entre el «nosotros» y los «otros», un fenómeno muy común en la literatura antropológica. Más aún, la «humanidad», la «gente», en este caso, termina en las fronteras del grupo. Pero la frontera define y da identidad al mismo tiempo que separa, de ahí relaciones de oposición: los individuos no se perciben como miembros de un grupo más que por oposición a otros grupos. En una palabra, la identidad cultural no es tanto un contenido, una sustancia, como una relación dinámica entre grupos. Dicho de otro modo, entre dos grupos étnicos, vaqueiro y aldeano en este caso, se dan relaciones en ciertos campos —intercambio de productos, de servicios, etc.— y oposición en otros —trashumancia/sedentarismo, endogamia/exogamia, solidaridad intra-grupal/insolidaridad intergrupal, etc.—. Si, por las razones que sea, cambian las circunstancias que generaron y alimentaron esta situación, como sucedió en este caso, también cambian las relaciones de oposición: en la actualidad, el vaqueiro abandonó prácticamente la trashumancia, ya no practica la endogamia intergrupal y sus relaciones con el resto de la sociedad campesina son normales. Puede decirse que el «otro» del vaqueiro ya no es el campesino estante, y viceversa. Jovellanos, en definitiva, ofrece un proyecto de estudio de los vaqueiros de alzada de gran valor y fácilmente asumible por la Antropología Cultural. A la vez, se trata, por la naturaleza del tema, de un proyecto para desarrollar desde una perspectiva etnohistórica, de lo contrario se caería de nuevo en los errores habituales —teorías raciales, difusionismo o determinismo ecológico—. El mismo Jovellanos parece inclinarse hacia el difusionismo al sugerir que los vaqueiros son «ramas de las que ocupan hoy la maragatería». La perspectiva etnohistórica, articulando la etnografía —perspectiva sistémica— y la historia —perspectiva procesual o generativa—, del mismo modo que la partitura musical articula armonía y melodía, puede llevarnos a comprender que los vaqueiros son asturianos como los demás y se constituyen a la par que su «modo de vivir», resultado de una lucha enconada con el resto de la sociedad asturiana por la conquista y defensa de unos espacios y de unos recursos. Sin duda alguna, el concepto de relación, tal como lo analiza la Antropología Cultural, es una de las claves principales para comprender la identidad y la etnicidad de un grupo, y Jovellanos está operando con él constantemente en el caso de los vaqueiros de alzada. bibliografía BARTH, F. , «Introducción», en F. Barth (comp.), Los grupos étnicos y sus fronteras, Fondo de Cultura Económica, México, 1976, págs. 9-49. CONCEPCIÓN, J., A. GARCÍA MARTÍNEZ y M. 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JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, «Cuaderno III (Viaje 7º) y Cuaderno IV (Viaje 8º)», Obras Completas. VI Diario 1º. Oviedo, Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII/Ayuntamiento de Gijón/KRK Ediciones, 2008, págs. 383, 438. LÉVI-STRAUSS, C., Race et histoire, París, Gonthier, 1961. LÉVI-STRAUSS, C., Les structures élémentaires de la parenté, París, Mouton, 1969. MAUSS, M., «Essai sur les variations saisonnières des societés skimos. Etude de morphologie sociale», en M. Mauss, Sociologie et anthropologie, París, Presses Universitaires de France, 1966, págs. 387-477. 271 [1] Hoz de mano Museo del Pueblo de Asturias. Gijón [1] 272 [2] Mesoria Museo del Pueblo de Asturias. Gijón [3] Mesoria Hacia 1940 [2] Museo del Pueblo de Asturias. Gijón [4] Mayal o manal Museo del Pueblo de Asturias. Gijón [3] Los cereales constituían la base de la alimentación y ocupaban un lugar estratégico en las erías o terrazgo cultivable de las aldeas. Mesorias y mallos se utilizaban para recoger la espiga de escanda y para desgranar el trigo y centeno, previa a su criba y molienda o molturación y posterior panificación. [4] 273 [1] [2] [1] Macona o goxa para las espigas de escanda Museo del Pueblo de Asturias. Gijón [2] Cesta vendimiega Museo del Pueblo de Asturias. Gijón Cestas empleadas para el transporte de espigas, hierba, hoja seca o uvas desde las tierras de labor o viñedo a la casería para su posterior procesamiento. 274 [3] [4] [3] Canada Museo del Pueblo de Asturias. Gijón [4] Canada Museo del Pueblo de Asturias. Gijón El horizonte de subsistencia en que se desenvolvía la familia campesina obligaba a maximizar el uso de los recursos locales con vistas a reducir costes y evitar gastos. Tanto la loza como el hierro eran productos caros, de ahí su sustitución por la madera para el menaje y equipamiento doméstico. 275 [1] [2] [1] Cacho para beber vino Museo del Pueblo de Asturias. Gijón [2] Pala de forno Museo del Pueblo de Asturias. Gijón [3] Alfar de Miranda de Avilés [3] Cántara Hacia 1890-1900 Museo del Pueblo de Asturias. Gijón Frente a la loza blanca o de perdernal, utilizada por las familias con mayor nivel de renta, en el mundo rural se empleaba lo que Jovellanos llamó «vajilla ordinaria del país»: salida de los alfares locales, se elaboraba en hornos de leña y utilizando barro, árgoma y agua. 276 [4] Arado de madera Museo del Pueblo de Asturias. Gijón [5] Carro del país Museo del Pueblo de Asturias. Gijón [4] Cuando el viajero ilustrado inglés Joseph Townsend recorrió Asturias en 1786, describió los aperos de labranza asturianos como rudimentarios y escasamente eficientes en comparación con los utilizados en otras regiones españolas. La responsabilidad del atraso técnico no recaía en los campesinos, que carecían de medios para innovar, sino en los hacendados, despreocupados de la gestión de sus tierras y únicamente interesados en la percepción de las rentas. [5] 277