EL EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO Una visión distanciada, neorrealista y desdramatizada del relato evangélico FICHA TÉCNICA: Título original: Il Vangelo Secondo Matteo Nacionalidad: Francia-Italia Año: 1964 Dirección: Pier Paolo Pasolini Guión: Pier Paolo Pasolini (basado en El Evangelio según San Mateo) Producción: Alfredo Bini Dirección de Fotografía: Tonino Delli Colli Montaje: Nino Baragli y Andrea Fantucci Dirección Artística: Nino Baragli y Luigi Scaccianoce Música: Luis E. Bacalov Diseño de Vestuario: Danilo Donati Reparto: Enrique Irazoqui (Jesucristo), Margherita Caruso (María, niña), Susanna Pasolini (María, mujer), Marcello Morante (José), Mario Socrate (Juan Bautista), Settimo Di Porto (Pedro), Otello Sestili (Judas), Ferruccio Nuzzo (Mateo), Giacomo Morante (Juan), Alfonso Gatto (Andrés), Enzo Siciliano (Simón) Duración: 135 min. Festival de Venecia 1964 Premio Especial Del Jurado SINOPSIS: María, una mujer sencilla y pobre, mujer de José el carpintero, aparece embarazada ante los ojos incrédulos de su marido. Un ángel anuncia que el niño es de origen divino y es el hijo de Dios, el encargado de salvar y guiar al ser humano. HOJA INFORMATIVA Nº 34 Octubre 2004 FILMOGRAFÍA SELECTA DE PASOLINI Acattone (1961); Mamma Roma (1962); El Evangelio según San Mateo (Il Vangelo secondo Matteo, 1964); Pajaritos y pajarracos (Uccellacci e uccellini, 1965); Edipo, el hijo de la fortuna (Edipo re, 1967); Teorema (1968); Porcile (1969); Medea (1969); El Decamerón (Il Decamerone, 1971); Los cuentos de Canterbury (I racconti di Canterbury, 1972); Las mil y una noches (Il fiore delle mille e una notte, 1974); Saló o los 120 días de Sodoma (Salo, 1975). COMENTARIOS: Pasolini fue siempre un hombre complejo. Marxista heterodoxo (en 1942 se afilió al Partido Comunista, del que fue luego expulsado por su homosexualidad abierta y reconocida), inquieto, culto, experimentó en su vida tremendos desgarros que se entreveían en muchas de sus películas. Pero, ante todo, Pasolini era un hombre fascinado por el cristianismo, al punto que, cuando en una noche de octubre de 1962 leyó por primera vez El Evangelio según San Mateo, cuenta que sintió “una energía terrible, casi física, casi manual”, una fuerte “emoción estética” y la necesidad súbita de “hacer algo”. Sin embargo, Pasolini era también un ateo confeso que reivindicaba a Cristo no como imagen divina (tenía una visión descreída de Cristo, pese a su percepción religiosa del mundo), sino como una figura mítico-popular y como una fuerza de resistencia frente al estilo de vida del hombre moderno. Quizá por todo ello, Pasolini huyó a propósito de la tradicional estética hollywoodense del cine religioso (capeando así la grandiosidad, la sobada imaginería y el inconfundible aroma a peplum que destilaban muchas de las producciones norteamericanas del género) y prefirió una visión distanciada, neorrealista y desdramatizada del relato evangélico. En ese sentido, Pasolini llevó al límite su presunta insipiencia como cineasta a y su falta de “oficio” (era sólo su tercer largometraje), para dotar a El Evangelio según San Mateo de un primitivismo y un minimalismo necesarios para sus fines. Para algunos, la puesta en escena de este filme casi corresponde con la que hubiera plasmado uno de los apóstoles o discípulos si, en lugar de hacer una descripción a posteriori con palabras, hubiera llevado una cámara sencilla para registrar, con cierta impericia, los hechos acontecidos, desde la visión limitada y no privilegiada de un espectador más entre muchos. Esa procurada perspectiva sincera y espontánea (privativa del hecho mismo de rodar algo que tiene lugar sin conciencia de estar siendo fotografiado) es el origen de las múltiples imperfecciones técnicas (saltos de luz y eje, fallos de raccord, desencuadres, ángulos de toma inoportunos, … ) que evidencia el filme y que le impiden tener el acabado industrial que el mercado vigente exige (probablemente en la actualidad sería “inestrenable” en cine, y ni siquiera apta para su emisión televisiva). No obstante, este carácter naif de la filmación (sin duda, justificable y hasta necesario para Pasolini) no hace sino reforzar la autenticidad de la obra. También el aspecto interpretativo fue dotado del mismo carácter elemental que impregna todo el filme, optándose por trabajar con actores no profesionales, en la línea del camino iniciado por el neorrealismo. Para interpretar a Cristo, el realizador boloñés contrató a Enrique Irazoqui, un estudiante español sin experiencia previa ante las cámaras y que sólo quería hacerle una entrevista sobre su libro Ragazzi di Vita. A ese respecto, Pasolini llegó a comentar: “En cuanto le vi entrar en el despacho tuve la certeza de haber encontrado a mi Cristo”. De igual forma, para interpretar a la Virgen María de edad avanzada, Pasolini contrató a su propia madre, Susanna Pasolini. Como anécdota, mencionar que Pasolini tuvo serias dificultades para completar el reparto de los fariseos, pues muy pocos actores no profesionales estaban dispuestos a interpretarlos, ya que lo consideraban denigrante e incluso una maldición. Resulta chocante comprobar como, frente al concierto de elogios que despertó la película en algunos sectores de opinión de la época (curiosamente, esta película –casi agnóstica– fue elegida por algunos organismos católicos como visión moderna de Cristo, contraponiéndola a lo que ellos llamaban el “vano esplendor de Hollywood”), otros grupos críticos religiosos denunciaron su hipotético “intrusismo” en un tema que le era ajeno, dados sus antecedentes políticos y personales (¿cómo puede un El Evangelio según San marxista anexionarse a una realidad divina inalienable?, se preguntaban). Mateo no evidencia Pero la polémica se volvió aún más heteróclita cuando la oficialidad afán de provocación o marxista denunció, a su vez, la inoportunidad de la elección de un tema como ese por parte de uno de sus militantes. Ante lo innecesario de pofalta de respeto, pero sí seer el nihil obstat de unos (católicos) y otros (marxistas), Pasolini resla innegable falta de fe pondió a las críticas cuestionando los derechos de los primeros y las prede Pasolini tensiones desacralizadoras de los segundos. Es indudable que El Evangelio según San Mateo no evidencia afán de provocación o falta de respeto por parte del realizador, pero sí la innegable falta de fe de Pasolini.