CARMEN SERDAN y la s revoluc i onar i a s de P uebla Alfredo Hernandez Murillo y Pedro Chavez Velasquez Edgar Clement Ilustraciones Carmen Serdan y las revolucionarias de Puebla La libertad vale mas que la vida! El 18 de noviembre de 1910, dos días antes de la fecha señalada para el inicio de la Revolución, la casa de los hermanos Serdán, ubicada en la calle de Santa Clara, en la ciudad de Puebla, fue asaltada por varios cientos de policías y elementos militares. Los hermanos Serdán, no obstante haberse enterado el día anterior de que su casa sería atacada por la policía, decidieron resistir la agresión, con lo que se aceleró el estallido del movimiento armado. Al momento de iniciarse la balacera, la casa era defendida por Aquiles, dirigente de la Revolución en Puebla, Carmen y Máximo Serdán, y por una veintena de revolucionarios. Durante más de cuatro horas, los insurgentes resistieron con tesón y valentía el asalto. En medio de la batalla, Carmen Serdán escenificó una extraña proeza que la historia recuerda con especial fervor. Al haberse percatado de que en la calle había personas que presenciaban la batalla, y en vista de que, desde el inicio de las hostilidades no habían recibido los apoyos esperados, Carmen salió al balcón y arengó a las personas que se encontraban en los alrededores, diciéndoles: “¡Vengan, por ustedes lo hacemos! ¡La libertad vale más que la vida! ¡Viva la no reelección! ¡Viva Madero!” Y antes de que los atacantes reaccionaran e hirieran a la revolucionaria, uno de los defensores de la casa la tomó del brazo y la introdujo en una habitación. No obstante este valeroso acto de Carmen, nadie se unió a la revuelta, y transcurridas horas de asedio, todos los hombres que defendían el sitio, salvo Aquiles, habían muerto. Las tres mujeres sobrevivientes, Carmen, su madre y Filomena, esposa de Aquiles, fueron conducidas a la cárcel, en tanto que Aquiles fue asesinado horas después del asalto. Con este acto heroico, Carmen Serdán y sus hermanos dieron inicio a la Revolución mexicana. Pero, ¿quién fue esta mujer que empuñó su rifle en la primera batalla de la Revolución y logró sobrevivir? ¿Cómo es que se involucró en la lucha en una época en la que las mujeres se encontraban imposibilitadas para participar en la vida política? Para responder a estas interrogantes, te invitamos a recorrer las páginas del relato que tienes en tus manos. Por ahora, regresemos en el tiempo para conocer mejor a esta valerosa y lúcida mujer poblana. 7 historias de la Historia 8 Carmen Serdan y las revolucionarias de Puebla Don Miguel Castulo Alatriste Manuel Serdan Guanes Carmen Serdán Alatriste perteneció a una familia de tradición liberal y revolucionaria, en la que destacaron, su abuelo materno, don Miguel Cástulo Alatriste, su padre, Manuel Serdán, y su tío, de nombre Francisco Serdán. Miguel Cástulo Alatriste fue, sin duda, uno de los personajes clave de la Reforma liberal en México y uno de los héroes que sacrificaron su bienestar, y posteriormente su vida, para hacer posible el triunfo de la causa liberal. Nacido en la ciudad de Puebla en 1820, Miguel se recibió como abogado por la Universidad de México en 1844 y detentó, años después, la cátedra de Derecho Canónico en el Colegio de San Juan de Letrán en la ciudad de México, En 1847, combatió valientemente con el Batallón Hidalgo, en la defensa de la ciudad de México ante las tropas invasoras de Estados Unidos y, algunos años más tarde, ya de regreso en su natal Puebla, fungió como Alcalde del Ayuntamiento de esta ciudad. Pero debido a su posición crítica frente al gobierno del general Antonio López de Santa Anna, fue desterrado y enviado a Veracruz en dos ocasiones y se unió a la rebelión liberal de Ayutla, en la que figuraban Benito Juárez, Ignacio Comonfort y Melchor Ocampo, entre otros. Al triunfo de la rebelión liberal, don Miguel fue electo gobernador del estado de Puebla, cargo en que se distinguió por su celo en la aplicación de las leyes de Reforma en su estado, que implicaron la enajenación de los bienes de la Iglesia y el cierre de conventos, entre otras medidas, lo que generó fuertes conflictos con la Iglesia y el sector conservador de su estado. Al estallar la guerra de Reforma en 1858, encabezó un regimiento de las fuerzas juaristas, hasta el triunfo de la causa. Al iniciarse la intervención francesa asumió el mando de un regimiento para combatir a las fuerzas conservadoras. Al encontrarse combatiendo en el Cerro del Calvario, su regimiento fue vencido por los conservadores y Alatriste fue capturado y fusilado sin que mediara juicio alguno. Por su participación en esta gesta fundamental de la historia de su estado y de México, después de su muerte, Alatriste fue honrado con el título de benemérito del estado de Puebla. Poco tiempo después de su muerte, la viuda del general Alatriste, doña Josefa Conrada Cuesta, fue invitada por Maximiliano al Castillo de Chapultepec. En la entrevista, el emperador, seguramente interesado en acreditarse ante distinguidos liberales, le ofreció una pensión por parte de su gobierno, la cual fue rechazada amablemente por la viuda del general. Fue hijo del comerciante veracruzano Roque Serdán y de Dolores Guanes, conoció desde muy joven el drama de la guerra y el sufrimiento de los ciudadanos mexicanos que padecieron el sometimiento de su patria ante un poderoso ejército francés. El 5 de mayo, siendo aún estudiante del Colegio del Estado, participó en la célebre batalla en contra del ejército invasor francés, defendiendo la ciudad en uno de los batallones de la Guardia Nacional. Un año más tarde, ya con el grado de subteniente en el mismo cuerpo, defendió nuevamente la plaza, acción en la que tuvo que padecer la muerte de su hermano Francisco. Al concluir los enfrentamientos, Manuel regresó al colegio hasta obtener el grado de licenciado en Derecho. Al iniciar la década de 1870, Manuel Serdán era ya un próspero comerciante que había logrado forjar una respetable fortuna. En aquel tiempo conoció a la joven Carmen, hija del célebre general liberal don Cástulo Alatriste, en una fiesta de carnaval. Y a partir de entonces se convirtió en un asiduo asistente a las reuniones que organizaba la viuda de Alatriste. En aquellas reuniones se hacían representaciones de obras de teatro que estaban de moda y se jugaba a la careta y al estrado. Como parte de su galantería, Manuel solía ofrecer a Carmen su cajetilla de cigarros Gardenias, que eran los favoritos de la joven. Carmen y Manuel contrajeron matrimonio en 1872, y establecieron su residencia en una casa que él había construido, a la que se conocía como la Casa de los Picos, en honor a su apariencia gótica y al hecho de que solía decir Manuel que había adquirido la casa con los “picos” de sus honorarios como abogado. Mientras la vida transcurría en la Casa de los Picos, entre el nacimiento de nuevos hijos y el florecimiento de los negocios, don Manuel Serdán, en su preocupación por promover una sociedad justa e igualitaria, y adelantándose a su tiempo, emprendió iniciativas políticas extremadamente audaces: en conjunto con el periodista Alberto Santa Fe, fundó el Partido Socialista Mexicano y un periódico para difundir las ideas de su movimiento: La Revolución Social. Pero la acción que causaría mayor impacto en la sociedad poblana fue la publicación de La ley del pueblo, ensayo en el que los autores llevaban a cabo una crítica de la precaria situación en la que vivían los campesinos y conminaban al régimen del presidente Porfirio Díaz a emprender el reparto agrario a favor de los campesinos que carecían de tierras para su subsistencia. Abogaban también por que el Estado se hiciera cargo de la educación, 9 historias de la Historia por el mejoramiento de las condiciones de trabajo y el salario de los obreros y trabajadores de diversas ramas, y por que el gobierno impulsara el desarrollo de la industria, el comercio y la agricultura. Con La ley del pueblo, Serdán y Santa Fe se adelantaban a su tiempo, ya que cuestionaban la política de desarrollo del régimen de don Porfirio y proponían una nueva orientación política dirigida a favorecer a los grupos más necesitados. Por si fuera poco, en el mismo año, convencido del socialismo utópico, Santa Fe encabezó una revuelta campesina. Con el apoyo de agricultores de san Martín Texmelucan, tomó la hacienda de San Rafael el 22 de abril de 1879. Su movilización fue suficiente para que prendiera la rebelión en el estado. Varios grupos rebeldes atacaron haciendas en Huejotzingo, Cholula y Atlixco. En unos cuantos días, la rebelión fue sofocada por fuerzas del gobierno, y Santa Fe fue recluido en prisión, acusado de sedición. En los meses siguientes, don Manuel Serdán intentó, por todos los medios posibles, liberar a Santa Fe, sin lograrlo. Y en 1880, los niños de la familia Serdán sufrieron la terrible experiencia de perder a su padre sin entender cómo ni porqué. De acuerdo con el relato de su esposa, doña Carmen Alatriste, don Manuel salió un día en la mañana a trabajar y jamás volvió. Al año fue dado por muerto, sin que hubiera aparecido nunca el cadáver. Puebla de los Angeles La ciudad de Puebla, en la que nació Carmen Serdán, era, a fines del siglo xix, una de las ciudades más importantes del país. Había sido fundada en 1531, como asentamiento para españoles y había destacado en la época virreinal como un poderoso centro agrícola, industrial y comercial, consolidándose en el Porfiriato como una ciudad industrial, en la que destacaban las fábricas de hilados y tejidos, aunque también eran importantes las de loza, jabón cigarros y otros bienes de consumo. Pero Puebla destacaba también por la perfección de su traza urbana y su arquitectura, por su majestuosa catedral, por las cúpulas de sus iglesias cubiertas de azulejo y por sus monumentales edificios, como la Biblioteca Palafoxiana y, claro está, por la riqueza de su historia y sus costumbres, y la vitalidad de sus expresiones artísticas y literarias. La ciudad de Puebla, cuyas calles cuentan con pocos árboles debido a su terreno salitroso y con fondo de tepetate, había sido trazada con una orienta- 10 Carmen Serdan y las revolucionarias de Puebla ción tal que, en sus calles rectas y de exactos cien metros de longitud, calentaba siempre el sol una acera, mientras ensombrecía y refrescaba en la otra. A partir de 1881, la ciudad contaba con los eficientes servicios del Tranvía de Mulitas, moderno medio de transporte que, con el tiempo, estaba destinado a solucionar las necesidades de movilidad de la población, que por aquella época superaba los ochenta mil habitantes. Por el precio de seis centavos, los pasajeros viajaban en carros abiertos, llamados Primavera, con lonas laterales en previsión de lluvias, o en carros cerrados, conocidos como Invierno, con asientos laterales para cuarenta pasajeros. Para esa época, las empedradas calles de la ciudad, eran transitadas, además, por calandrias y carros de sitio, carretas de carga y carruajes particulares, con lo que las otras tranquilas calles de la ciudad se fueron convirtiendo en ruidosas y, en ocasiones, peligrosas vías, por el exceso de velocidad con que circulaban estos vehículos, el uso indiscriminado de cornetas y los gritos que proferían los conductores, que hacían uso en forma común de un “lenguaje pulquerino”, que originaba quejas constantes de los ciudadanos. Carmelita Carmen Serdán Alatriste fue la primera hija del matrimonio que habían formado Carmen Altriste y Manuel Serdán. Nació en la ciudad de Puebla, el 11 de noviembre de 1875. La vida de la pequeña Carmen transcurrió en la amplia Casa de los Picos, en un hogar en el que abundaba la calidez familiar, al lado de sus hermanos menores, Aquiles, Natalia y Máximo. La casa era muy grande y ocupaba la mitad de la manzana. En la parte baja se encontraban las caballerizas, las bodegas y los cuartos de servicio, además del despacho de don Manuel y un gran jardín con árboles frutales, en el que los niños Serdán pasaban largas horas jugando con su perro y 11 historias de la Historia observando al magnífico venado que había adquirido don Manuel. Pero el pasatiempo favorito de los niños Serdán era volar papalotes en la azotea, a la hora de la siesta. Como todos los niños de familia acomodada de la ciudad de Puebla, los niños Serdán deben de haber disfrutado de los espectáculos propios para la niñez de aquella época, que muchos niños de hoy en día envidiarían. En primer lugar, las exhibiciones que presentaba el circo Orrin con Ricardo Bell, que era la principal y más atractiva figura de esta institución circense. Y es que Bell era mucho más que un payaso: era un talentoso mimo, gran imitador y humorista político. Así lo describe la escritora Ángeles González Gamio, quien afirma además que “tocaba maravillosamente el violín, aún permaneciendo en absurdas posturas: acostado o parado de cabeza; el xilófono y el botellófono le eran familiares y en ellos reproducía toda la gama musical, y tocaba igualmente la ocarina y aquella su típica y original cafetera, en que nos hacía escuchar las melodías de moda haciendo mil visajes”. 12 Carmen Serdan y las revolucionarias de Puebla El otro gran espectáculo para los niños eran las presentaciones de títeres de la Compañía Rosete Aranda. Sus títeres eran figuras de 60 centímetros. de alto, con sus caras hechas de madera de ayacahuite virtuosamente tallada y sus cuerpos de madera de colorín. Sus vestimentas también eran dignas de admiración. Algunos de los personajes llegaron a tener 19 hilos, para imitar con la mayor perfección posible los movimientos humanos. Los titiriteros de Rosete Aranda presentaban actos diversos, en los que figuraban los más populares personajes de la época: artistas, payasos, músicos o cantantes. Pero también presentaban al público actos complejos y espectaculares, como el naufragio de un barco, donde el feroz viento rompía los mástiles, las velas se desgajaban y el timón salía volando por los aires, mientras la embarcación se iba definitivamente a pique. Como era la costumbre, Carmen aprendió las primeras letras en una “casa amiga”, es decir, en una escuela especial para niñas, en la que las pequeñas aprendían las habilidades que requerían para desempeñar su papel como mujeres en una sociedad tradicional. Claro está, estudiaban cocina, costura y aquellas materias que les preparaban para el matrimonio. Posteriormente, continuó su educación en el Colegio Teresiano de la ciudad de Puebla. Pero también se acostumbraba que las niñas aprendieran a tocar algún instrumento musical. El de Carmen fue el violín, con el que seguramente aprendió a interpretar valses y sonatas, de grandes compositores extranjeros que estaban de moda en aquella época, como Chopin, Bercesus o Stephen Heller, o bien de compositores mexicanos como Tomás T. Cuellar y Melesio Morales. Pero en medio de esta tradicional apacibilidad provinciana, en la Casa de los Picos se escuchaban relatos que inquietaban y emocionaban a Carmen y sus hermanos. Se hablaba de que su abuelo, el general Miguel Cástulo Alatriste, había muerto fusilado por tropas conservadoras y que en el momento de ser ejecutado había gritado al pelotón: “¡Apunten bien, porque voy a morir por mi patria!” Y se mencionaba también que el padre de Carmen, don Manuel Serdán, había desaparecido misteriosamente, sin que nunca pudiera aclararse su paradero, tras haber publicado una propuesta política para México bajo el título de La ley del pueblo. Éstas y otras historias de familia generaban en Carmen y en sus hermanos la sensación de que a ellos correspondía seguir los pasos de su abuelo, su padre y su tío, que habían combatido en contra de invasores extranjeros y a favor del pueblo; es decir, la sensación de que sus vidas se encontraban marcadas por un destino común con sus ancestros. 13 historias de la Historia Carmen Serdan y las revolucionarias de Puebla Munecas de trapo La desaparición de don Manuel hizo pensar a la familia y amigos, que había sido seguramente ejecutado por órdenes del gobierno porfirista. Muchos habitantes de la ciudad de Puebla supieron de la tragedia que enfrentaba la familia Serdán y, de acuerdo con un relato de la época, cuando una persona tardaba mucho en llegar a su casa, se solía exclamar: “no aparece porque se fue a buscar a Guanes”, haciendo alusión, claro está, a la misteriosa desaparición de don Manuel Serdán Guanes. Una vez más, como sucediera con el general Alatriste y el joven Francisco Serdán, la vida de un miembro de la familia era truncada en forma violenta por motivos políticos e ideológicos. La pérdida de don Manuel, dejaría una huella imborrable en la mente de sus hijos, quienes tendrían siempre presente que su padre se había sacrificado por México, al igual que su tío y su abuelo, y quienes acostumbraban recitar de memoria La ley del pueblo, que había marcado el destino de su padre y de su familia entera. La desaparición de don Manuel, no sólo conmocionó la mente de su esposa y de sus hijos, también afectó su bienestar económico. En unos cuantos años, la familia Serdán perdió la mayor parte de sus bienes. Don Manuel había muerto sin dejar testamento y su esposa no se encontraba preparada para administrar los bienes familiares. La Casa de los Picos tuvo que ser vendida y la familia se trasladó a una casa más modesta, en tanto que Carmen, desde su infancia, asumió responsabilidades para con sus tres hermanos, todos ellos menores. Ya en la adolescencia, Carmen y sus hermanos se vieron en la necesidad de trabajar para el sostenimiento familiar: durante una temporada, Carmen y Natalia hacían muñecas de trapo y su sirvienta se encargaba de venderlas, mientras que Aquiles trabajaba cuidando puercos. A la edad de 18 años, Aquiles consiguió empleo de grumete en un barco, por lo que en los cinco años siguientes viajó por el mundo, conociendo países de Europa y América, y haciendo llegar a su madre la mayor parte de los sueldos que devengaba. Combates de flores en Santa Clara En 1901, cuando Carmen tenía 26 años, la suerte de la familia comenzaba a cambiar. En aquel año, Natalia casó con un próspero y prestigiado juez de la ciudad de Puebla, Manuel Sevilla Flores. Ambos se establecieron en una casa en la calle De la Portería de Santa Clara, en tanto que Carmen se mudó 14 a vivir con ellos. En los años siguientes, ayudaría a su hermana Natalia en la crianza de sus cinco hijos. La casa en que habitaban Carmen, Natalia y su familia, era una típica construcción de fines del siglo xix, erigida en dos plantas, con 42 habitaciones, formando cuatro departamentos, cada uno con un brasero de azulejos blancos y dos patios interiores. Se encontraba situada en la calle De la Portería de Santa Clara, frente al templo que llevaba el mismo nombre, en la parte vieja de la ciudad, a escasas tres cuadras del Palacio Municipal y de la Catedral de Puebla. A principios del siglo xx, la calle de Santa Clara había adquirido fama, porque abundaban en ella las dulcerías o confiterías, en las que se podían comprar turrones, merengues, cocadas envinadas, frutas en almíbar, ates, muéganos y los tradicionales camotes. Destacaban entre estos dulces las tortitas de Santa Clara —deliciosas galletas con azúcar, mantequilla, huevo y otros ingredientes no revelados—, que habían sido creación de las monjas clarisas que habitaban en el Convento de Santa Clara, establecido en esta calle desde el año de 1615. Fue precisamente la existencia de esta institución religiosa la que dio nombre a la calle, por encontrarse en ella la portería del convento. Claro está, el centro de la ciudad era, a principios del siglo xx, un lugar en que se vivían las tradiciones cívicas y religiosas. Una de ellas era la conmemoración de la Batalla del 5 de Mayo, día en el que se abría el portón de la casa de los Serdán, para dejar salir la carreta que desfilaría en el Combate de flores, en la cual viajaba nada menos que la hermosa joven Carmen Serdán, siempre admirada por su excepcional belleza. El Combate de Flores era una tradición original de Puebla, establecida en el siglo xix, para que se celebrara con un combate floral, lo que antes había sido una lucha sangrienta, como las batallas de la Independencia y del 5 de Mayo de 1862. El Combate de Flores era, ante todo, un ritual de conquista amorosa, que congregaba a las damas y varones solteros de la ciudad, quienes caminaban por los alrededores del zócalo o del quiosco del Paseo Bravo, o bien, en el caso de los jóvenes de alta sociedad, circulaban en sus lujosos carruajes. Las damas avanzaban en el sentido de las manecillas del reloj, y los jóvenes, en sentido contrario a éstas. Cuando el hombre se animaba a cortejar a la mujer, se le acercaba, y si la mujer volteaba y aceptaba una rosa, quería decir que daba su consentimiento, abriéndose la posibilidad de una conquista y, por qué no, de un matrimonio. 15 historias de la Historia Pero la conmemoración más importante del año era la de Santa Clara. En aquel día hacía su aparición El Maldito, vestido de Diablo, quien iba de casa en casa invitando al festejo y exigiendo que se adornaran las fachadas, y, ¡ay de aquel que se negara!, porque era seguro que habría de recibir tremendos insultos de El Maldito. Como nos refiere don Jesús Flores Sevilla, en su biografía de los hermanos Serdán, “desde la noche anterior a la fiesta acudían los faroleros, que se resguardaban del sereno en los portones de las casas, antes del amanecer. Cohetes y campanas despertaban temprano a los durmientes. Las enramadas colgaban de lado a lado de la calle, cerrada por la fiesta. Las de los sastres, llenas de pequeños trajecitos hechos para este día. Las de las varias camoterías, con camotes y dulces de su especialidad. La fiesta duraba hasta muy tarde por la noche, y los vecinos paseaban de un extremo a otro de la calle, comprando y comiendo fruta y buñuelos, regocijándose con los esfuerzos de los muchachos por trepar al palo ensebado y divirtiéndose con los castillos”. Otra notable fiesta en la que participaba la familia Serdán, era la del jueves santo, día en que Natalia y Carmen servían numerosos desayunos para niños pobres, con platillos preparados desde semanas antes por ellas mismas. Y, claro está, la Navidad y las Posadas eran fechas especiales en las que los Serdán tapizaban los patios de su casa con aserrín de colores, y se ponían espejos y enramadas para celebrar las Posadas. Por algunos años, un señor de apellido Zorrilla, conocido coleccionista de relojes, rentaba uno de los departamentos de la casa, y para sorpresa y regocijo de los niños Serdán, los relojes de Zorrilla producían gran estruendo melódico, en el momento en que la manecilla corta de cada reloj señalaba que había transcurrido una hora más. Por aquellos años, los habitantes de la ciudad de Puebla atestiguaron un nuevo acontecimiento, que habría de revolucionar el modo de vida y la capacidad de conocer el mundo exterior, por parte de los habitantes de esta ciudad: la instalación de la primera sala de exhibición cinematográfica en el estado. En efecto, el ingeniero Salvador Toscano instaló, en 1906, esta primera sala, bajo el nombre francés de Pathé, en la antigua calle de Mercaderes. En el Pathé, galerón carente de comodidad alguna, con escasa ventilación, sin luz natural y con una acústica por demás deficiente, el público asistente 16 Carmen Serdan y las revolucionarias de Puebla disfrutaba de la exhibición de tandas, en que se presentaban películas con una duración de 20 a 25 minutos cada una, que exhibían vistas de ciudades, escenas del campo, viajes en barco o en ferrocarril, etc., siempre acompañadas por música interpretada en vivo por un pianista. Poco tiempo después, el Pathé fue sustituido por el Salón París, ubicado muy cerca de la casa de los hermanos Serdán, en lo que fuera anteriormente el Café Roma. En este salón, los asistentes podían disfrutar de películas con sugestivos títulos, como El gato tenaz, El hijo del Diablo o Los perros contrabandistas, por el módico precio de 20 centavos cada tanda. La muerte de don Manuel Fueron aquellos, sin duda, años felices, en que la familia Serdán se recuperaba de las tristes consecuencias que había generado la desaparición del padre de la casa, don Manuel, dos décadas atrás. Aquiles estableció un taller de zapatería, que se convirtió rápidamente en un negocio próspero, mientras que Máximo se encargaba de la distribución de los zapatos, fuera de la ciudad de Puebla. Pero, nuevamente, un evento violento vino a alterar la armonía y el bienestar de los Serdán. En su calidad de juez, el esposo de Natalia, Manuel Sevilla recibió la encomienda de enjuiciar, por un delito grave, a dos jóvenes, que eran hijos de un importante funcionario gubernamental. En el transcurso del proceso, el licenciado Sevilla terminó por convencerse de la culpabilidad de los enjuiciados. Pero antes de concluir el juicio, recibió la orden de absolverlos. Para evitar faltar a sus principios, don Manuel Sevilla renunció al cargo de juez, pero la indignación y las tensiones que le provocó esta situación fueron tan grandes, que enfermó gravemente y murió en aquel año de 1907, dejando a cinco hijos huérfanos de padre. La muerte de don Manuel parecía señalar el inicio de una nueva época en la vida de esta familia poblana, que estaría marcada por convulsiones sociales y eventos inesperados, que habrían de transformar la vida de todos los mexicanos. Convulsiones de un nuevo siglo Con el inicio del siglo xx, surgen en México importantes manifestaciones de descontento en contra del régimen del presidente Porfirio Díaz, quien tenía 17 historias de la Historia para entonces dos décadas presidiendo los destinos del país y se disponía a buscar su 5ª reelección en la máxima magistratura. Justamente en 1900, los hermanos Ricardo y Jesús Flores Magón emprendieron la publicación de Regeneración, periódico en el que realizaban fuertes críticas al sistema judicial del régimen de Porfirio Díaz. En julio de 1906, en conjunto con diversas organizaciones liberales, los hermanos Flores Magón emitieron el Programa del Partido Liberal Mexicano, que proponía un conjunto de reformas políticas, económicas, laborales y educativas, entre las que se contaban, la reducción del periodo de la presidencia a cuatro años, la eliminación del servicio militar obligatorio, la ampliación de la educación que impartía el estado, la jornada de ocho horas y el salario mínimo, entre otras disposiciones. En los años siguientes, la actividad periodística y de organización política de los hermanos Flores Magón, ejerció una fuerte influencia sobre los movimientos sociales opositores al régimen y sobre sus líderes. En esta etapa de la historia, algunos periodistas como Filomeno Mata, propietario del muy popular periódico El Diario del Hogar, se empeñaban en dar a conocer los excesos del régimen de Porfirio Díaz y las múltiples expresiones y acciones de los movimientos opositores, como la terrible represión a los mineros de la Consolidated Mining Company, en el poblado de Cananea, en la frontera con Estados Unidos, o el castigo infringido por las autoridades a los obreros de la fábrica textil de Río Blanco, en Orizaba, Veracruz. En respuesta, el régimen de Porfirio Díaz clausuraba periódicos, destruía imprentas y encarcelaba a los periodistas que tenían la osadía de criticarlo. En abril de 1908, un acontecimiento vino a impulsar la actividad política opositora al régimen. El viejo general Díaz, de 77 años, declaró ante James Creelman, periodista estadounidense que lo entrevistó en el Castillo de Chapultepec, que al terminar su periodo presidencial, en 1910, se retiraría para siempre de la vida política y que había llegado el momento para que surgiera en México una oposición política organizada. La entrevista fue difundida inmediatamente después por El Imparcial, poderoso diario de circulación nacional, lo que causó una gran expectativa en intelectuales, periodistas, empresarios y funcionarios de gobierno, quienes creyeron llegado el momento para que fuera elegido democráticamente un nuevo presidente, en las elecciones que habrían de celebrarse en 1910. La difusión de esta entrevista constituyó algo así como la señal de arranque de una febril actividad opositora en la arena política. 18 Carmen Serdan y las revolucionarias de Puebla Adicionalmente, al iniciar 1909, salió a la luz un novedoso libro que llevaba por título La sucesión presidencial en 1910, escrito por el hacendado coahuilense Francisco I. Madero, quien se había propuesto encabezar un movimiento democrático con miras a las próximas elecciones presidenciales. El libro fue rápidamente distribuido en todo el país. En esta obra, Madero hacía un análisis de la historia política de México, concluyendo que había llegado el momento para que el país adoptara un sistema democrático. Proponía, además, que los ciudadanos se organizaran en clubes antirreeleccionistas, para apoyar a un candidato a la presidencia que garantizara la democratización de México. Por supuesto, la ciudad de Puebla no era ajena a las múltiples manifestaciones de oposición al régimen y las propuestas políticas promovidas por movimientos sociales y políticos diversos. Carmen y sus hermanos participaban de estos vientos de cambio, inspirados en la herencia ideológica de su padre y de su abuelo, e impulsados por el amplio conocimiento que tenían de las condiciones laborales y sociales de los trabajadores del campo y de la ciudad, en virtud de las actividades productivas que ellos mismos realizaban. Y es que, desde su juventud, Carmen y Aquiles habían desarrollado un fuerte interés por las condiciones políticas de México, y por conocer las propuestas políticas y filosóficas, que se encontraban señalando nuevos rumbos a las sociedades del mundo, ya que, a partir de la muerte de su padre, se habían aficionado a leer las revolucionarias obras de los filósofos anarquistas y socialistas, como Bakunin, Fourier, Blanqui o Proudhon, que formaban parte de la biblioteca de su padre. En Puebla, la lectura de La sucesión presidencial en 1910 impactó a una diversidad de hombres y mujeres interesados en promover el reestablecimiento de un sistema político plenamente democrático y, por supuesto, el final de la presidencia de Porfirio Díaz. Además de Carmen Serdán, muchas mujeres —en especial profesoras y amas de casa— materialmente devoraron este libro, comprendiendo que había surgido un liderazgo político al que se podrían adherir para emprender la transformación de México. No permanezcais mas de rodillas! Ansiosos de participar en el movimiento opositor que se venía gestando, Carmen y sus hermanos leyeron con emoción las propuestas políticas de don Francisco I. Madero, quien proponía la integración de clubes antirreeleccionistas en todos los estados de la república, para impulsar a un candidato a la 19 historias de la Historia presidencia en las elecciones de 1910, y lograr así el relevo definitivo del general Díaz. La idea es que fuera electo un político capaz de garantizar la instauración de un régimen democrático que gobernara en bien del pueblo. En la búsqueda de una opción política para el estado de Puebla, Aquiles Serdán acudió, en mayo de 1909, como delegado de este estado, a la conformación del Centro Nacional Antirreeleccionista, en la ciudad de México. En aquel evento político, Aquiles conoció al dirigente demócrata Madero. Sus palabras, su carisma y su actitud audaz y comprometida, convencieron a Aquiles de que había llegado el momento de organizar un gran movimiento antirreeleccionista en Puebla, que se sumara al movimiento nacional. Al regresar a su ciudad natal, Aquiles y Carmen se propusieron crear una organización que agrupara a trabajadores de distintos ramos de la economía, para luchar por el cambio democrático. Con este fin, en el mes de julio, Carmen, Natalia y otras mujeres comprometidas con esta causa, recorrieron las calles de Puebla con sigilo y, evitando ser vistas por la policía, fijaron sobre muros y postes un cartel de propaganda que decía “¡No permanezcáis más de rodillas!” e invitaba a la población a sumarse a la conformación del Club Luz y Progreso. La convocatoria consignaba el programa al que se ajustarían las acciones de este club, para contribuir a transformar la realidad en la que vivían la mayor parte de los habitantes del estado de Puebla y del país en su conjunto. En primer lugar, la Constitución tendría que ser reformada para garantizar la realización de elecciones justas y equitativas. Y para que esto fuera posible, era necesario que se respetara la libertad de expresión y de imprenta. También sería necesario garantizar el derecho de todos los ciudadanos a la educación y el mejoramiento del nivel de vida de trabajadores y obreros. Por último, el programa del club exigía al gobierno establecido que fomentara la producción agrícola en pequeña y gran escala y el desarrollo de la industria y el comercio. Unos días más tarde, el 18 de julio de 1909, se llevó a cabo la histórica reunión, en un taller de carpintería ubicado en el número 10 de la calle de Caporala. De acuerdo con lo consignado por don Jesús Sevilla Flores, en su obra biográfica, “desde las dos de la tarde se empezó a preparar el local para la reunión. A poco, el taller de carpintería estaba barrido y limpio. Se hicieron bancas con las tablas y la mesa, sin tallas ni barnices, se colocaron al fondo; en lo alto y clavada en la pared presidía una imagen del padre Hidalgo”. 20 Carmen Serdan y las revolucionarias de Puebla A la hora convenida, los hermanos Serdán notaron que había en el local más gente de la esperada. Y al pasar revista con la mirada, se percataron de que una parte de los asistentes no eran simples ciudadanos, sino agentes de la Policía Reservada. Decidido a no permitir que la presencia de los gendarmes obstaculizara la celebración de la reunión, Aquiles ocupó su sitio e invitó, llamando por su nombre a sus seguidores, a que se colocaran en primera fila, con el fin de deslindar los campos y dejar a los agentes de la Reservada aparte. “Hizo sentar junto a él a Francisco Arroyo y a Francisco Panganiva, zapateros como él. [continúa su relato don Jesús Sevilla Flores]. Después dio lectura al documento que lo acreditaba como delegado del Centro Antirreeleccionista Central. A Rafael Torres, por ser el arrendatario del lugar, se le dio el cargo de tesorero; se designaron como vocales a Guillermo y a Gustavo Gaona Salazar y a Francisco R. Díaz, estudiantes; también a Rafael Rosete y a Miguel Centeno Palacios, obreros ambos, y a otro zapatero, Sixto Vázquez. El presidente era Aquiles Serdán y el vicepresidente, Francisco Panganiva.” En su papel de mujer, Carmen no se integró formalmente al Club, aunque sí colaboraba con él, y ante las ausencias de Aquiles, llegó incluso a presidir sus reuniones. De acuerdo con el relato de Carmen Mendieta Alatorre, biógrafa de Carmen Serdán, “el Club Luz y Progreso, fundado por Aquiles, nació escaso de recursos, flaco de carnes como su fundador y, con tan pocos miembros, que ni siquiera pudo completar la mesa Directiva”; no obstante, los hermanos Serdán contaban ahora con el instrumento político que les permitiría emprender sus iniciativas de propaganda y organización con miras a las próximas elecciones presidenciales. En el resto del año de 1909, Puebla fue el escenario de una febril actividad política proselitista, llevada a cabo por un puñado de clubes políticos como el Ignacio Zaragoza, el Centro Antirreeleccionista Poblano y el Club Luz y Progreso, claro está. Porfiristas en cajita Una de las estrategias que empleaban los antirreeleccionistas para preparar el terreno para las elecciones del año siguiente fue la difusión del libro La sucesión presidencial en 1910. Esta tarea era, en buena medida, realizada por mujeres como Carmen, Natalia, Filomena —esposa de Aquiles— y la propia madre de Carmen. Pero también participaban otras mujeres que, por aquella 21 historias de la Historia época, se fueron convirtiendo en activistas de la causa antirreeleccionista, como las hermanas Narváez Bautista, Paulina Maraver y otras más. Como la labor proselitista era considerada clandestina por el gobierno del estado de Puebla, los antirreeleccionistas tenían que encontrar la manera de comunicarse entre sí, a través del correo, evitando a toda costa que sus mensajes pudieran ser leídos, en caso de que cayeran en manos de la policía. Es por ello que, recurriendo a un libro de códigos secretos que había escrito cuando niña, Carmen desarrolló un sistema de mensajes cifrados, de manera que si alguna persona extraña leyera sus cartas, no leería más que escritos de asuntos de familia o de amigos, sin que pudieran conocer el contenido de sus mensajes políticos secretos. Otro sistema que inventaron los hermanos Serdán para distribuir mensajes antirreeleccionistas, fue el de imprimir un gran número de cajitas de cerillos, que llevaban en una de sus caras el retrato de don Porfirio Díaz, y en las cuales introducían mensajes antigobiernistas. Con esta coartada, los Serdán se dedicaron durante algún tiempo a distribuir “Porfiristas”, hasta que en una ocasión cayó en manos de un oficial de la policía una de las cajitas, quien terminó por descubrir el ingenioso ardid y logró apoderarse de un cargamento de Porfiristas, sin que pudieran atrapar a los distribuidores. El año de 1909 termina con un acontecimiento por demás relevante para la causa que enarbolaban los hermanos Serdán. En diciembre de aquel año, el dirigente demócrata Francisco I. Madero visitó nuevamente la ciudad de Puebla. Los hermanos Serdán aprovecharon la visita para fundar, junto con Madero, el Centro Antirreeleccionista de Puebla, en preparación para la jornada electoral que se llevaría a cabo al año siguiente. Cuarenta mil poblanos En abril de 1910, tuvo lugar el acontecimiento más esperado por los antirreeleccionistas de todo el país. Se celebró en la ciudad de México la Convención Nacional Antirreeleccionista, cuyos delegados eligieron la fórmula que competiría por la presidencia: Francisco I. Madero, para presidente, y Emilio Vázquez Gómez, para vicepresidente, con lo cual, la contienda por la presidencia entraba en su fase más álgida. En mayo de 1910, Madero realizó su última gira de propaganda por el estado de Puebla. Para sorpresa de muchos, más de 40 mil personas se concentraron en el centro de la ciudad para recibir al candidato antirreelec- 22 cionista. ¡Nunca antes se habían reunido en la ciudad de Puebla tal cantidad de personas y con tal entusiasmo, en un evento político! Aquiles y Carmen concurrieron a la estación para recibir al candidato. Madero pronunció discursos en público y visitó la casa de la Portería de Santa Clara. En aquella ocasión, Carmen y un grupo de mujeres, comprometidas con la lucha antirreeleccionista, fueron las encargadas de atender al dirigente demócrata. Madero dialogó con estas mujeres poblanas, a quienes explicó sus planes de gobierno y el papel que habrían de jugar las mujeres en la transformación de la sociedad mexicana. Al finalizar la visita, Madero quedó impresionado por el gran compromiso y combatividad que alcanzaba a ver en este grupo de mujeres poblanas, encabezadas por Carmen. Un gran fraude En los meses previos a la celebración de las elecciones presidenciales de 1910, el Club Luz y Progreso se abocó con gran entusiasmo y ánimo febril a promover las candidaturas de Francisco I. Madero y Emilio Vázquez Gómez. Unas semanas antes de las elecciones, las candidaturas antirreeleccionistas cobraron una fuerza inusitada, tras las giras que emprendieron los candidatos por diferentes estados de la República. Pero al aproximarse las elecciones, el régimen de Díaz no pudo tolerar más el riesgo de perder la presidencia. Acusado de subvertir el orden, Made- 23 historias de la Historia ro fue apresado y encarcelado en San Luis Potosí. De manera que, en el mes de junio, se realizaron las elecciones con un solo candidato y Díaz fue reelecto para un periodo más de seis años. Por supuesto, el fraude electoral desató la furia de los opositores políticos en el país. En la ciudad de Puebla, los grupos antirreeleccionistas organizaron una gran marcha de protesta en la noche del 7 de julio de 1910, en la que participaron portando antorchas varios miles de poblanos, indignados por la violencia oficial instrumentada en contra de Madero. Decidida a terminar de una vez por todas con las manifestaciones de oposición a la fraudulenta reelección de Porfirio Díaz, la policía poblana cargó, machete en mano, contra los manifestantes, de lo que resultó herido un número importante de participantes en la marcha. Mientras tanto, en San Luis Potosí, Madero se las ingenió para escapar de su cautiverio y salió del país, para luego establecer su cuartel de operaciones en la texana ciudad de San Antonio, en Estados Unidos. Madero se abocó entonces a preparar la revolución armada, para lo cual formuló y publicó el Plan de San Luis, en el que convocaba al pueblo mexicano a rebelarse en contra del régimen dictatorial de Porfirio Díaz. A partir de este momento los comités antirreeleccionistas se convirtieron en cuarteles revolucionarios. Quienes antes se dedicaron a promover la asistencia del pueblo a las urnas, ahora reciben la instrucción de reunir fusiles y municiones, además de preparar bombas caseras. Los antirreeleccionistas pasan de la acción cívica pacífica a la preparación de la lucha armada. En Puebla, Aquiles Serdán queda a cargo de organizar el movimiento armado, y así lo hace saber a los habitantes del estado en un comunicado: Ciudadanos: Teniendo en cuenta que en la lucha pacífica y democrática me elegísteis para Jefe, el C. Francisco I. Madero, Presidente Provisional de la República Mexicana, me ha hecho el honor de nombrarme Jefe de la Revolución en este Estado y con tal carácter me dirijo a vosotros… La casa de Natalia, en la calle de Santa Clara, en la que vivían los hermanos Serdán, su madre, la esposa de Aquiles y ocho niños, se convierte en el cuartel general y el almacén en el que se concentran fusiles, pistolas, pólvora, municiones y bombas de fabricación casera. Mientras tanto, el jefe político de Puebla, Joaquín Pita y el jefe de la Policía, Miguel Cabrera, informados de 26 Carmen Serdan y las revolucionarias de Puebla los planes revolucionarios, establecen una estrecha vigilancia sobre Aquiles, Máximo, Miguel Rosales y el grupo de revolucionarios, quienes van viendo menguada su capacidad de acción frente al riguroso control que se establece en el estado de Puebla. Acosados por las fuerzas policiacas y obligados en diversas ocasiones a mantenerse escondidos, frente a las constantes órdenes de aprehensión en su contra, se suma a la acción revolucionaria un sector de la población que tradicionalmente permanecía ajeno a la acción política: las mujeres. La mujer a principios del siglo xx Aprincipios del siglo xx, la mujer mexicana se encontraba en una situación evidente de sometimiento en los diversos campos de la vida social: el hogar, el trabajo y la acción política. Hasta antes de la Revolución mexicana era muy difícil imaginar a una mujer conversando sobre asuntos de gobierno, o bien, participando en un partido político. De hecho, se pensaba que no había razón para que las mujeres estudiaran las materias que incluía la educación formal y mucho menos que acudieran a la escuela preparatoria o a la universidad. Por ello, desde la época colonial habían sido creadas las escuelas “Amigas”, a las que eran enviadas las niñas de familias con recursos, como fue el caso de Carmen Serdán en su niñez, para aprender materias como cocina, costura y administración del hogar, es decir, para prepararlas para la vida matrimonial. En Puebla, había una diversidad de escuelas dedicadas a la enseñanza de niñas y señoritas. Sin embargo, a pesar de las restricciones a que se veía sujeto, desde fines del siglo xix, el rol de la mujer, en las ciudades más importantes éste comenzó a cambiar. En la medida en que surgieron las fábricas modernas en que se producían telas, vajillas, jabones o cigarros, por mencionar algunas, una gran cantidad de mujeres fueron contratadas como obreras. Al incorporarse al mercado de trabajo, la mujer comenzó a adquirir una conciencia de los problemas que enfrentaban los trabajadores y de sus posibilidades de participación social. También por esos años, muchas mujeres se incorporaron a las labores de enseñanza en escuelas públicas y privadas, lo que las introdujo en el terreno del conocimiento y facilitó que desarrollaran un genuino interés en conocer, desde la óptica de la ciencia, el medio social en que se desenvolvían. 27 historias de la Historia Es por ello que, al iniciarse la contienda electoral para democratizar al país, y al perfilarse posteriormente la lucha revolucionaria, una importante cantidad de mujeres se incorporó a colaborar con esta causa. En el estado de Puebla, fueron precisamente las mujeres que trabajaban en las fábricas y las profesoras las más entusiastas colaboradoras en este movimiento. Tres hermanas en la Revolucion Entre las más importantes colaboradoras podemos citar a las hermanas Rosa, Guadalupe y María Narváez Bautista, maestras de profesión, quienes habían creado el Instituto de Clases Especiales y Corte Universal, escuela dedicada a la educación especializada de niñas y jóvenes. Hijas de un viejo y conocido juarista y liberal poblano, las hermanas Narváez tuvieron en sus manos un ejemplar de La sucesión presidencial en 1910. Y a partir de su lectura, se sintieron fuertemente atraídas a participar en la contienda política. Claro está, lo primero que hicieron fue aprovechar las posibilidades de comunicación que les ofrecía su instituto para informar y convencer a sus alumnas y a sus familias, a sus amigas y vecinas, de la necesidad de apoyar el movimiento antirreeleccionista. En unos cuantos meses el Instituto de Clases Especiales se convirtió en la sede de una virtual junta política, sin que las autoridades de la ciudad sospecharan lo que en realidad se cocinaba en aquel establecimiento. En efecto, para los hombres de aquella época era prácticamente impensable que una mujer leyera un periódico de oposición y una publicación sobre política, y mucho menos se podían imaginar que escribieran artículos periodísticos y manifiestos antirreeleccionistas, ni que participaran en reuniones políticas. Claro está, en este punto, los prejuicios sociales en relación con la mujer jugaban a favor de las damas para que participaran en este movimiento sin ser objeto de persecución, cuando menos en un principio. Y bien, la primera tarea que se impusieron las hermanas Narváez, en 1909, fue dar a conocer el libro de Madero, que constituía en aquel momento el mejor medio de promoción del movimiento. Pero una vez que se definieron los participantes en la contienda electoral, en abril de 1910, las hermanas Narváez se abocaron a promover el voto de los hombres a favor 28 Carmen Serdan y las revolucionarias de Puebla de los candidatos antirreeleccionistas, ya que, en aquella época, las mujeres se encontraban privadas de este elemental derecho ciudadano. Al consumarse el fraude electoral, en junio de 1910, las hermanas Narváez Bautista participaron, junto con Carmen Serdán y otras mujeres poblanas, en una delicada tarea que representaba gran riesgo para sus vidas: la adquisición de armas, pólvora y municiones. En esta etapa, las hermanas Narváez no dudaron en poner en riesgo su libertad y su vida por la causa revolucionaria. Paulina Si de mujeres valientes hablamos, no podemos olvidar a otra revolucionaria, la profesora Paulina Maraver. Nacida en Huamantla, Tlaxcala en 1877. Paulina fue una reconocida profesora de la Escuela Normal del estado de Puebla. Al iniciar el movimiento antirreeleccionista en este estado, desarrolló un fuerte activismo promoviendo el pensamiento de Madero y la adhesión de la población al antirreeleccionismo. En represalia, esta reconocida profesora fue dada de baja, por el gobierno del estado, como profesora normalista. Decidida a continuar con su acción educadora, la profesora Maraver estableció una escuela particular en la capital poblana, la que a fines de 1910 se convirtió en un verdadero centro de conspiración, donde se recaudaban fondos y se adquirían y transportaban armas y municiones para la Revolución. Y al estallar el movimiento armado, la profesora Maraver contribuyó con la causa, participando en comisiones, transportando correspondencia, avisos y proclamas, y arriesgando su vida para adquirir, enviar y repartir armas y pertrechos de guerra, además de atender y curar a los heridos en batalla. Monton de mujeres En aquella etapa de preparación, muchas mujeres poblanas se incorporaron a colaborar con la causa maderista: amas de casa, trabajadoras fabriles y, de forma destacada, maestras normalistas participaron en las organizaciones creadas para la causa revolucionaria, como los clubes Luz y Progreso, 29 historias de la Historia y Zaragoza. Pero en la medida en que se acercaba la fecha establecida por Madero para el inicio de la Revolución, las mujeres se animaron a crear sus propias organizaciones femeniles. Inspirada por la figura de la esposa del candidato antirreeleccionista, Virginia Valdez creó la agrupación femenil Sara Pérez de Madero, que se abocó a promover la causa antirreeleccionista en los diversos grupos sociales redactando, imprimiendo y distribuyendo hojas volantes de propaganda en la población. También en aquel año, un grupo de obreras de fábricas de cigarros en Puebla crearon la agrupación femenil Josefa Ortiz de Domínguez, que contó de forma destacada con la participación de jóvenes operarias de las fábricas Pinechet M. y Compañía, y El Porvenir. La contribución de estas valientes jóvenes consistió en realizar labores de propaganda y participar en juntas y mítines para la organización del movimiento revolucionario. Fueron muchas las mujeres que colaboraron con la causa maderista, tanto en la etapa de participación democrática como en la lucha armada, aunque los textos de historia difícilmente las recuerdan. Unas, como la señora Cruz Mejía viuda de Pérez, guardaban pólvora y armamento en sus domicilios, además de enviar y recibir correspondencia secreta. Otras, como Piedad y Concepción García, y Concepción y Guadalupe Cuesta, transportaban pólvora y municiones, y había incluso quienes, como Micaela Palacios, participaban guardando en sus domicilios los archivos de los revolucionarios. Otras, como Concepción Herrera, cooperaban económicamente con el movimiento. También es digna de recuerdo María Galindo, conocedora de la lengua náhuatl, que se dedicaba a alfabetizar y educar a indios de Terrenate, Tlaxcala, a quienes organizaba y entrenaba para colaborar con la causa maderista, además de Dolores y Luisa Betancourt, fundadoras de un centro revolucionario en la ciudad de México, en donde hallaban acogida y medio propicio las mujeres revolucionarias de Puebla, como las señoritas Carmen Serdán y Guadalupe Narváez. Por amor a Cristo Pero no todas las mujeres que tuvieron el valor de rebelarse ante la pasividad tradicional de su género apoyaban la causa antirreeleccionista que encabezaba Madero. Hubo otras que, impulsadas por sus creencias religiosas y su compromiso con la Iglesia católica, se convirtieron en activas defensoras del régimen de don Porfirio Díaz. 30 Carmen Serdan y las revolucionarias de Puebla En 1906 se celebró, en la ciudad de Puebla, el Tercer Congreso Católico Nacional, que se propuso entablar una decidida lucha en contra del que consideraban como naciente socialismo mexicano. A raíz de los resolutivos adoptados en este congreso, el grupo de católicos poblanos, sabedores de la influencia que las mujeres podrían ejercer sobre los hombres de sus familias, estableció una organización de mujeres dispuestas a impedir que los hombres apoyaran las iniciativas revolucionarias o disidentes del gobierno. Por este motivo, muchos de los hombres que enarbolaron la causa maderista se enfrentaron a grandes obstáculos cuando tuvieron que padecer la decidida oposición de sus esposas, madres o hijas, que intentaban impedirles a toda costa que colaboraran con esta causa. Fusiles bajo el abrigo Para contribuir con la causa, y en vista de la estrecha vigilancia a la que estaban sujetos Aquiles, Máximo y otros dirigentes del movimiento, Carmen y su hermana Natalia acudían a la ferretería El Candado de Miguel Rosales, que era por cierto la distribuidora exclusiva de la marca Winchester en todo el país. En El Candado, las hermanas Serdán compraban rifles, pistolas y pólvora, que trasladaban bajo el abrigo o bien, en las canastas de verduras que acostumbraban cargar a la casa de Santa Clara. Para no ser descubiertos por la policía, los hermanos Serdán simularon la existencia de una compañía, llamada Tampico News, que se encontraba supuestamente establecida en la casa de los hermanos Rousset, seguidores del antirreeleccionismo. Bajo este disfraz, entregaban armas, municiones y otros pertrechos, en paquetes que llevaban el nombre de la supuesta empresa. Un día [nos cuenta don Jesús Flores Sevilla] Natalia y Carmen salían de una tienda que llevaba el nombre de La Sorpresa, con un costalito de harina aparentemente 31 historias de la Historia inofensivo —en realidad iba lleno de pólvora—, que debían transportar al lugar en que un grupo de revolucionarios fabricaban bombas y cartuchos, que después eran trasladados a la casa de los Serdán. Súbitamente, vieron frente a ellas, sonriente y con el sombrero en la mano, a uno de los tantos agentes de la policía que las vigilaban. El agente, con exagerada cortesía, se ofreció a ayudar a las dos mujeres. Carmen, con gracia y naturalidad, declinó el ofrecimiento, pretextando ser incapaz de molestar “a un caballero tan gentil”. Pero el otro, sin más preámbulos, se declaró su rendido admirador e insistió tanto que Carmen, con fría condescendencia, le entregó el costalito de pólvora. Llegaron por fin frente a la puerta de la casa, en donde el agente se volvió a declarar una y mil veces ferviente admirador y les regresó el precioso costalito. El agente de policía secreta transportó más de media docena de pequeños costales, hasta que un día, sospechando que el costal en cuestión debía de contener algo más que harina o azúcar, tuvo la osadía de cortar con una navaja dicho recipiente. Apenado, entregó frente a la casa un costalito medio vacío, y se fue, para no volver más, sacudiendo la harina de su traje negro. Pero la labor de las hermanas Serdán no solamente consistía en gestionar la adquisición y fabricación de armas. Se propusieron también conseguir adeptos para la causa. En la realización de esta tarea caminaban incansablemente por calles, plazas y hogares, promoviendo el célebre Plan de San Luis, y organizando contingentes de obreros que tendrían que emprender la rebelión en diferentes lugares del estado de Puebla, el 20 de noviembre, día señalado para iniciar la lucha armada. Así que, mientras realizaban estas tareas, la vida transcurría en la casona de la calle de Santa Clara. Claro está, los hermanos Serdán sabían que, conociendo la policía de sus actividades revolucionarias, tenían que esconder con cuidado las armas, municiones y todo aquello que pudiera comprometerlos. Las armas eran guardadas en una abertura del muro de la recámara de Natalia, que se encontraba detrás del espejo de su tocador. Otras más, en un pequeño almacén ubicado justo debajo de la mesa del comedor, bajo la alfombra. En uno de los cateos que realizó el jefe de la policía, Miguel Cabrera, en la casa de Santa Clara, un grupo de gendarmes se introdujo en la recámara 32 Carmen Serdan y las revolucionarias de Puebla de Natalia Serdán, quien decidida a evitar que se descubriera el escondite de las armas que existía detrás de su tocador, permaneció audazmente frente al espejo, cepillándose y peinándose, mientras los gendarmes registraban sus muebles y sus baúles, con lo que evitó que encontraran el escondite. Tampoco pudieron los policías localizar el ejemplar del Plan de San Luis, que había sido colocado por alguien de la familia, nada menos que en la parte interior de la tapa del piano, en el que Carmen interpretaba valses, polkas y canciones románticas, para alegrar el ánimo de los Serdán en sus horas libres. Carmen viaja a San Antonio Al principiar el mes de noviembre, la joven Carmen Serdán, viajó por ferrocarril a la ciudad de San Antonio, en el estado de Texas, convocada por Madero. Algunos días después, en la ciudad de Monterrey, Gustavo, hermano del dirigente, le entregó a Carmen 20 mil pesos, para la compra de armas necesarias para emprender el movimiento revolucionario en Puebla. Al aproximarse la fecha señalada para el comienzo de la revolución, es decir, el 20 de noviembre, las autoridades de la ciudad de Puebla recibieron información del golpe que se planeaba dar en esa ciudad, encabezado por los hermanos Serdán. El día 17, los Serdán fueron enterados de que al día siguiente su casa sería cateada por el jefe de la policía, Miguel Cabrera. Reunidos en la casa de Santa Clara, decidieron adelantar la fecha del inicio de la revolución, resistiendo el ataque de la policía poblana. 33 historias de la Historia Los espejos rotos de Santa Clara La noche previa al ataque, los ocupantes de la casa no durmieron, pasaron la velada alistando las armas. Por decisión de la familia, Natalia salió de la casa, a bordo de un carruaje, con sus cinco hijos y con los tres de su hermano Aquiles, para refugiarse en una casa cercana, perteneciente a Miguel Rosales, también colaborador del movimiento. A las 5 de la mañana del día 18, Carmen sirvió tamales y café a todos los presentes. Una hora después, el silencio imperante fue interrumpido por estruendosos golpes en la puerta principal. Al abrir el portón, el comandante Miguel Cabrera, jefe de la policía poblana, se introdujo en la casa conminando a los presentes a que se rindieran y entregaran las armas. Instintivamente, Aquiles le disparó a Cabrera, quien cayó muerto de inmediato. A partir de aquel momento la policía inició el asalto. La casa fue rodeada por varios cientos de policías y soldados, quienes ocuparon las torres de la Iglesia de Santa Clara —que se encontraba frente a la casa— y las azoteas vecinas, en tanto que los cerca de 20 valientes revolucionarios tomaron posiciones en las ventanas, balcones y azotea de la casa. En el domicilio de Miguel Rosales, la hermana de Carmen y los niños Serdán se encontraban desayunando, de pronto escucharon los primeros disparos. Natalia sintió un escalofrío que recorrió su cuerpo de pies a cabeza al percatarse de que el asalto había dado inicio, y más aun cuando comprobó que su hijo Manuel, de tan sólo doce años, había escapado para unirse a los revolucionarios. Mientras tanto, en Santa Clara, el asalto continuaba. Carmen, junto con su madre y Filomena, se dedicaron a proveer municiones y apoyar a los hombres que defendían la casa. En algún momento, Aquiles y Carmen vieron a unos hombres subir a las torres de las iglesias. ¿Serían de los suyos? Esperaban en cualquier momento el arribo de los 300 revolucionarios, a quienes Carmen había hecho llegar armas. Pero pronto se percataron de que los hombres en los campanarios no eran revolucionarios sino soldados. A las nueve de la mañana los defensores de la casa se encontraban en una situación crítica, completamente rodeados, esperando que llegaran los contingentes revolucionarios que se habían comprometido a ello. “¡Nos han dejado, Aquiles!”, comentó desesperada Carmen. Pero Aquiles no perdía la esperanza, pues estaba seguro de que en cualquier momento llegarían los contingentes de obreros que habían recibido armas e instrucción. 34 Carmen Serdan y las revolucionarias de Puebla Al confirmar que los refuerzos no llegaban, pero tras percatarse de que había en la calle una multitud de personas que observaban el combate, Carmen salió al balcón y arengó a las personas que estaban a la vista, diciéndoles: ¡Vengan, por ustedes lo hacemos! ¡La libertad vale más que la vida! ¡Viva la no reelección! ¡Aquí hay armas! ¡Viva la libertad! ¡Por ustedes lo hacen y no vienen a defender! ¡Viva Madero! ¡Su rostro estaba desencajado, los ojos parecían escupir fuego! Al escuchar los gritos de esta valerosa mujer, los atacantes no podían creer lo que estaban viendo: una mujer con un vestido blanco manchado de sangre, que arengaba a la gente y parecía no tener conciencia del peligro que corría. Antes de que reaccionaran e hirieran a la revolucionaria, uno de los defensores de la casa tomó a Carmen del brazo y la introdujo en una habitación. No obstante este valeroso acto de Carmen, nadie se unió a la revuelta, los hermanos Serdán y dos decenas de intrépidos idealistas, habían iniciado una revolución sin contar con el apoyo de ningún otro contingente, y tendrían que llevar su querella hasta las últimas consecuencias. Por algunas horas, los revolucionarios se mantuvieron en sus posiciones, soportando la nutrida lluvia de fragmentos de vidrio, trozos de piedra y caliche, sobre sus rostros y sus manos. De pronto, Carmen advierte que los revolucionarios que defienden la azotea se están quedando sin parque. Llena de cartuchos su falda e intenta llegar hasta donde se encuentran los defensores, pero se da cuenta de que es imposible acercarse sin ser alcanzada por las balas dadas las posiciones y el avance del enemigo, por lo que se retira llevando su carabina, colgada de la bandolera. De pronto siente un golpe en la espalda y se percata de que ha sido herida por una bala enemiga. Otra bala le atravesó el alto peinado, pero pudo llegar hasta donde estaba su madre, quien la vendó con una sábana, evitando que perdiera más sangre. Poco tiempo después, Carmen gritó a los que se encontraban en la azotea para saber si requerían más municiones, pero nadie respondió. Todos habían muerto, incluyendo el valeroso Máximo. El final Unos instantes más tarde, el estruendo de los fusiles dentro de la casa llegó a su fin. Todos los hombres, salvo Aquiles, habían sido asesinados por los 35 historias de la Historia agresores del gobierno. Al saberse perdidos, Carmen urgió a Aquiles para que se ocultara en el escondite que existía debajo del comedor. Sabía que si su hermano caía preso, el movimiento revolucionario perdería a su más importante dirigente. En seguida, los atacantes penetraron en la casa. El panorama era desolador: una veintena de cadáveres sangrantes, entre vidrios rotos y muebles destrozados que habían servido como trincheras. Y en una habitación de la planta baja, tres mujeres, tres heroínas, sentadas, serenas e impasibles, listas para enfrentar la muerte o el destino que les fuera deparado. Al ver a las mujeres, un oficial, creyendo que están armadas, pide que las registren. En respuesta, Carmen, llena de enojo, se descubre y deja ver su cuerpo atravesado por una bala. Luego de ser interrogadas, son conducidas por los soldados a una cárcel en la ciudad de Puebla. La casa de los Serdán fue de inmediato saqueada y cateada en busca del dirigente revolucionario Aquiles, cuyo cadáver no apareció en el registro realizado. Al día siguiente, a eso de las dos de la mañana, el policía que se encontraba cuidando el comedor de la casa, al percibir que algo se movía en el piso, descargó un tiro de su fusil, hiriendo mortalmente a Aquiles, quien desesperado por las terribles condiciones de su encierro, había decidido arriesgarse saliendo del escondite. Carmen Serdan y las revolucionarias de Puebla Mujeres en la carcel Las Serdán fueron recluidas en la cárcel de la Merced, en la capital poblana. Cuando los soldados pretendieron conducir a Carmen a la sección médica de la prisión, ésta se negó a ir. También se negó a probar alimento, ante las deplorables condiciones insalubres de la cárcel. Pero el apoyo de la sociedad no se hizo esperar: su hermana Natalia y diversas señoras poblanas se encargaron de enviarles comida preparada en sus propios hogares, en tanto que un cura se las arregló para que se le permitiera asistir diariamente a rezar con las presas. En algún momento, Carmen solicitó al juez que le llevara de su casa un vestido y un misal. Pero, en respuesta a su petición, fue notificada que no quedaban libros en su casa porque los soldados de guardia habían quemado los libros para calentarse las tortillas y el café. Seis meses duró el cautiverio de las Serdán. Seis meses de sufrimiento y privaciones, de la madre anciana, la esposa de Aquiles embarazada y Carmen recuperándose de una herida en la espalda. En el mes de marzo, y en virtud de las gestiones realizadas por abogados solidarios, las tres mujeres fueron trasladadas al Hospital Civil, para atender el nacimiento de la hija de Aquiles, quien fue bautizada con el nombre de Sara, en honor a la esposa del dirigente Francisco I. Madero. Y a pesar de las dolorosas condiciones de la cárcel, a la pequeña Sara no le faltó ropa, ya que un grupo de monjas que se abocó a tejerla en el interior del convento. La Revolucion desde una celda Dos días después del asalto a la casa de los Serdán y de acuerdo con la convocatoria formulada por Madero en el Plan de San Luis, estalló la lucha revolucionaria en diversos sitios de la República. Durante algunas semanas, los revolucionarios poblanos se vieron imposibilitados para emprender acciones ante la ausencia de Aquiles, el carismático y comprometido líder que había organizado el movimiento antirreeleccionista y la lucha armada y también por la persecución que sufrieron otros dirigentes como los hermanos Gaona, Miguel Rosales y otros más, que fueron a parar a la cárcel. En estas difíciles condiciones, un grupo de mujeres y hombres, encabezados por la señorita Guadalupe Narváez Bautista, emprendieron, a finales de diciembre de 1910, la organización de una Junta Revolucionaria, que se proponía nuclear la acción de diversos dirigentes que habían emprendido acciones de armas en ciudades, pueblos y centros productivos del estado. 36 37 historias de la Historia A pesar de encontrarse en la cárcel, Carmen Serdán ofreció todo su apoyo a los organizadores de esta junta. Pues, aunque estaba imposibilitada para participar activamente o conseguir armas y municiones, su presencia a través de una firma en el acta constitutiva otorgaba legitimidad al organismo revolucionario y garantizaba el apoyo de muchos hombres y mujeres en haciendas, fábricas, pueblos y ciudades, para quienes el liderazgo de Carmen Serdán era garantía de honestidad y confiabilidad. ¡Tal era la fuerza moral y el prestigio de la heroína de Santa Clara! El Archivo General de la Nación conserva el acta de fundación de esta Junta Revolucionaria, que ostenta al final la firma con la leyenda: “Carmen Serdán, desde la cárcel”. Junta revolucionaria de Puebla En febrero de 1911, cuando el movimiento armado en contra del régimen de Porfirio Díaz cundió en el estado de Puebla, un grupo de promotores de la Revolución se propuso crear una nueva junta que uniera los esfuerzos, hasta entonces dispersos, de los revolucionarios. En esta ocasión los dirigentes de este nuevo organismo incluyeron a Carmen Serdán, en calidad de presidenta honoraria. A lo largo de cuatro meses esta junta revolucionaria, que tenía su sede en el domicilio del presidente, el doctor Antonio Sevada, en la calle De los Naturales, en plena ciudad de Puebla, desarrolló una febril actividad, enviando agentes revolucionarios que entraban en contacto con los cabecillas de cada grupo armado con armas, municiones y pertrechos que requerían para sostener la lucha. Como resultado de estas acciones, las fuerzas revolucionarias en Puebla lograron desestabilizar al gobernador porfirista Mucio Martínez, y evitaron con ello que las fuerzas militares del estado apoyaran al régimen de Díaz. Finalmente, el 21 de mayo de 1911, la revolución maderista triunfó al firmarse los Tratados de Ciudad Juárez, que establecían la renuncia definitiva del presidente Díaz y el establecimiento de un gobierno interino. Mujeres en libertad El triunfo de la Revolución trajo como consecuencia la liberación de Carmen, su madre y su cuñada Filomena. Contra lo que pudiera esperarse, tomando en cuenta los problemas de salud por los que atravesaba y de la estancia en 38 Carmen Serdan y las revolucionarias de Puebla la cárcel, al verse en libertad, Carmen se abocó a trabajar para consolidar la situación de los revolucionarios en esta nueva etapa, en la que tendrían que promover nuevamente la participación de los poblanos en las elecciones federales, en las que competiría el dirigente revolucionario Francisco I. Madero, quien, por cierto, pronto visitaría la ciudad de Puebla. Por aquellos días, Carmen acudió a un estudio fotográfico, elegantemente vestida de color negro, para retratarse junto con los integrantes de la Mesa Directiva de la Junta que había coordinado las acciones revolucionarias en su estado. Las fotografías resultantes formarían parte del álbum en que se consignaría la memoria de las acciones realizadas por esta junta revolucionaria, que sería entregado al dirigente Madero. Algunos días más tarde Francisco I. Madero y su esposa llegaron a la ciudad de Puebla y se hospedaron en la casa de la familia Serdán. En aquellos días, Carmen, su madre, Filomena y Natalia, fueron objeto de cálidos y emocionados reconocimientos del dirigente demócrata y su esposa, y de la sociedad poblana en general. Carmen ante una nueva Revolucion Unos meses más tarde, contando con el apoyo de todos los clubes antirreeleccionistas y los grupos de revolucionarios que se habían formado en todo el país desde 1909, Madero obtuvo una contundente victoria en las elecciones que se celebraron en noviembre de 1911, gracias a lo cual días después asumió el cargo de presidente de la República mexicana. En esta nueva etapa, en la que se esperaba diera inicio la construcción de las nuevas instituciones y prácticas democráticas revolucionarias, Carmen y su familia emprendieron el camino hacia la vida cotidiana, como cualquier ciudadano, eran una familia integrada por mujeres viudas que tenían que conseguir el sustento para ellas mismas y para los ocho niños, hijos de Natalia y Filomena. Sin embargo, la estabilidad política no perduraría: en febrero de 1913 el presidente Madero fue asesinado a raíz de un golpe militar, lo que trajo como consecuencia el inicio de un nuevo periodo de lucha armada. En esta nueva etapa, Carmen, integrada a la vida laboral y familiar, y haciéndose cargo de la crianza de sus sobrinos, los hijos de Aquiles, ante la precaria salud de su cuñada Filomena, no se incorporó más como la activista revolucionaria que había sido en los años previos. No obstante, participó organizando a un grupo 39 historias de la Historia de enfermeras voluntarias para el Ejército de Oriente. Y continuó colaborando para un periódico, escribiendo a favor de la Revolución con el seudónimo de Marcos Serrato. Tomando en cuenta el prestigio que había adquirido en la lucha revolucionaria, en 1914, Carmen recibió una encomienda del primer jefe del Ejército Constitucionalista, el general Venustiano Carranza, quien le pidió que entregara, en propia mano, una carta dirigida a Emiliano Zapata, con la que Carranza esperaba establecer condiciones de colaboración con el dirigente agrarista suriano. Caminando sola a través de bosques y valles, y con el riesgo de ser atacada por bandoleros o soldados que se encontraran en el trayecto, Carmen llegó hasta el campamento agrarista y fue recibida por Zapata, en el momento en que el rompimiento entre ambos dirigentes se había recrudecido. Al concluir la fase armada de la Revolución, Carmen había cambiado ya su residencia a la ciudad de México, vivía en el barrio de Tacubaya, en donde trabajó como encargada del museo de la Escuela Nacional de Maestros, y se dedicó a criar a los hijos de Aquiles, tras la muerte por enfermedad de Filomena. Su vida transcurrió entre el cuidado de sus sobrinos y las responsabilidades en el museo, alejada de la vida política y de los reflectores, aunque sin eludir su imprescindible presencia en las ceremonias cívicas que se celebraban, año con año, en honor de los revolucionarios de la República Mexicana, y de los de Puebla, en general. Murió en agosto de 1948, es decir, casi 38 años después de los sucesos de la calle de Santa Clara. A cien años de lo acontecido en Puebla, el relato de participación de Carmen Serdán, esta valiente y amorosa mujer, y la de otras tantas mujeres menos conocidas en la gestación de una revolución social, continúa provocando encendidas emociones y constituyendo una fuente de inspiración para quienes, en la discreción de la vida ciudadana, buscamos contribuir en la construcción de un país en el que prevalezcan los ideales por los que lucharon estas heroínas. 40 INDICE DE IMAGENES Páginas 4 y 5 En 1900, los hermanos Ricardo y Jesús Flores Magón publicaron Regeneración, periódico en que realizaron fuertes críticas al régimen político. En 1909, salió La sucesión presidencial en 1910, libro escrito por Francisco I. Madero, quien se propuso como candidato a la presidencia. En Puebla surgieron poderosos activistas antirreeleccionistas como Paulina Maraver y los hermanos Serdán. Página 11 A partir de 1881, la ciudad de Puebla contó con el moderno Tranvía de Mulitas. Página 12 Los niños Serdán disfrutaron de las presentaciones del circo Orrin, con Ricardo Bell como artista principal. Página 23 En abril de 1910, el dirigente demócrata Francisco I. Madero visitó la casa de la familia Serdán, en la ciudad de Puebla, y habló de la relevancia de las mujeres en la transformación de la sociedad mexicana. Páginas 24 y 25 Luego del fraude electoral de 1910, Madero publicó el Plan de San Luis, en el que convocaba al pueblo mexicano a rebelarse en contra del régimen dictatorial de Porfirio Díaz. Página 29 Paulina Maraver, activista que promovió el pensamiento de Madero, fue una reconocida profesora de la Escuela Normal de Puebla. Página 31 En la ferretería El Candado, las hermanas Serdán compraban rifles, pistolas y pólvora que trasladaban bajo el abrigo o en canastas de verduras. Página 33 Natalia Serdán escondió las armas tras el espejo del tocador y permaneció peinándose frente a él para evitar que los gendarmes las detectaran. INDICE Página 36 Luego de que los policías atacaron la casa de los Serdán, entre los muebles destrozados había una veintena de cadáveres. Páginas 42 y 43 Durante el ataque a la casa de los Serdán, ocurrido el 18 de noviembre de 1910, Máximo y Aquiles fueron asesinados, y a Carmen, a su madre y a su cuñada Filomena las aprehendieron. Al triunfar la Revolución, en 1911, las mujeres fueron liberadas y Carmen dedicó su vida al cuidado de sus sobrinos. 7 8 9 10 11 14 14 16 17 17 19 21 22 23 27 28 29 29 30 31 33 34 35 37 37 38 38 39 40 CARMEN SERDAN y la s revoluc i onar i a s de P uebla Se terminó de imprimir en la ciudad de México, en los talleres de Servicios y Publicaciones Grande, ubicados en Calzada de los Misterios núm. 192, col. Vallejo, deleg. Gustavo A. Madero, CP 07870, México, DF. El tiraje consta de 2000 ejemplares. La edición se realizó en la Coordinación Nacional de Difusión del INAH: Benito Taibo, coordinador; Martha Ramírez, directora de Divulgación; Catalina Miranda, subdirectora de Programas de Divulgación; Karla Cano Sámano, jefa del Departamento de Impresos; Karina Rosas Zambrano, diseño. Se utilizaron los tipos Helvetica en 10 y 11 puntos y Conrad Veidt en 13, 18 y 36.