[2] —Progreso inmenso fue el conseguir fijar las imágenes obtenidas en la cámara oscura, pero no es menos cierto que el hombre no se ha manifestado satisfecho con todos los adelantos realizados por la fotografía. Cerca de medio siglo hace que se está buscando con empeño el conseguir fijar también los colores, o sea obtener las imágenes con su coloración propia. Este gran invento, repetidas veces anunciado como conseguido, pero nunca realizado, parece al fin resuelto por un procedimiento ideado por MM. Cross y Carpentier, quienes acaban de presentar a la Academia de Ciencias de París fotografías de una acuarela, en las que se notan exactamente reproducidos los detalles y colores del original. En fotografías se han sacado por medio de tres clichés para cada objeto; clichés obtenidos respectivamente a través de tres diafragmas líquidos, uno anaranjado, otro verde y otro violeta. La opacidad y la trasparencia varían de un cliché a otro en las porciones homólogas de la imagen, a fin de distribuir las cantidades relativas de rojo, amarillo y azul (que son los colores simples que forman todos los de la naturaleza), de manera que compongan y reproduzcan todos los matices del modelo. La capa de colodión sensible fijada sobre el papel o sobre el vidrio, para obtener las pruebas negativas, se empapa en bicromato de amoniaco y después se seca a la estufa. Entonces se aplica sobre la placa así sensibilizada un positivo por trasparencia y se expone durante algunos minutos a la luz difusa; después se lava y se sumerge en un baño colorante. Bajo la acción de la luz el bricromato hace sufrir a la albúmina, ya coagulada, una nueva contracción, de modo que no la deja embeber más, ni teñirse por nuevas sustancias colorantes. Pero en las porciones protegidas por la opacidad del positivo, la materia colorante penetra y se fija. Por este medio es fácil obtener imágenes fotográficas de toda clase de colores. Para ello es necesario repetir tres veces la operación sobre un mismo vidrio, empleando para la imagen obtenida a través del diafragma verde un baño colorante rojo: para la imagen del diafragma anaranjado un baño verde, y por último, para la del diafragma violeta, baño amarillo. Será verdaderamente mágico conseguir fotografías, en que a la exacta copia de la naturaleza en cuanto a las líneas, se consiga unir la viveza y animación del colorido. —De los ministros que tomaron parte en el último célebre Congreso de Berlín, han muerto cinco, cuatro de ellos en el desempeño de sus funciones. El primero fue Mehemet-Alí, representante de Turquía; el segundo el conde de Bulow que lo fue de Prusia; el tercero lord Beaconsfield, de Inglaterra; el cuarto el príncipe Gorchakov, y el quinto el barón de Haymerle, de Austria-Hungría. Lord Beaconsfield es el único que no ha muerto siendo ministro. —Importantes datos sobre el origen de la mina de diamantes de Kimberley, situada en la colonia del Cabo de Buena Esperanza, al sur del continente africano. Atribúyese esta mina a la acción de las erupciones volcánicas al través de las rocas sedimentarias, arenosas y arcillosas, alternadas con extracto de hulla, de poco espesor, que probablemente existirían en tiempos remotos en el lecho de los mares de gran profundidad. Presúmese que puede haber sido un hidrocarbonato, derivado de la destilación de la hulla, la materia que por su descomposición facilitó al carbono puro las condiciones para su cristalización. La existencia de estas minas fue descubierta por un viajero llamado O’Reilly que en cierta ocasión observó que unos niños estaban jugando con una piedra cuya apariencia de diamante lo indujo a adquirirla, obteniéndola por una friolera y vendiéndola después en el Cabo por 15 000 francos. Animado dicho viajero por el lucro que acababa de realizar, dedicose a la adquisición de aquellos minerales, obteniendo con la venta de un solo ejemplar la cantidad de 18 000 francos. Este hecho, una vez conocido, estimuló a otros individuos a dedicarse a la misma especulación, descubriéndose de este modo varias minas de diamantes situadas en la misma región. La más importante de ellas es la que está próxima a Kimberley, población de diez mil almas, que tiene cinco iglesias, dos teatros, varias fondas y establecimientos industriales de distintas clases. La mayor parte de los trabajadores que se ocupan en la explotación de las minas, son naturales del país y están dirigidos y vigilados por blancos, los cuales difícilmente pueden evitar los robos que aquellos cometen ocultando diamantes que venden después por su cuenta, no contentándose con el jornal de 25 francos semanales además de la comida de carne de buey y del tabaco con que son retribuidos. Los diamantes hállanse incrustados en un conglomerado existente en el fondo de los pozos, y las galerías de exploración se encuentran a una profundidad de 200 pies, y tienen una longitud de 100 pies por término medio. La Opinión Nacional. Caracas, 2 de diciembre de 1881 [Mf. en CEM]