El alcance de algunas soluciones de la Ley de Inclusión Financiera N° 19.210 La gratuidad de los servicios financieros. 1. Introducción Nadie duda de que la Ley N° 19.210 sobre inclusión financiera (la “LIF) ha tenido, tiene y tendrá un impacto relevante en la vida económica nacional. A un año ya de su entrada en vigencia y, ante las evaluaciones y anuncios que se realizan sobre su aplicación y consecuencias en la sociedad, creemos importante hacer algunas puntualizaciones sobre el alcance de sus disposiciones. En ésta primera instancia, entendemos oportuno analizar el alcance de la gratuidad consagrada legalmente en la ley y su impacto en las actividades económicas. Resumidamente, podemos describir como ejes centrales de regulación de la LIF los siguientes: a) La obligatoriedad de ciertos pagos y servicios mediante los instrumentos de dinero electrónico u otro medio de pago electrónico similar. b) La regulación del acceso y otorgamiento del crédito al consumo. c) La regulación sobre cierta forma de ahorro para vivienda. d) Le implementación de una serie de medidas de carácter fiscal para incentivar el uso de medios de pago electrónico. e) Incorpora normas de carácter general con rango legal en materia de tutela del consumidor financiero, regulación de la operativa de pagos por medio de débito, y la posibilidad de fijar tarifas a las entidades financieras en las operaciones de transferencias de fondos. 2. Pautas interpretativas de la LIF. Las categorías anteriores se enmarcan dentro de una ley catalogada como de “orden público” por lo que, las disposiciones de la misma están dotadas de una fortaleza que impide a las personas, de común acuerdo y para su caso particular, fijar reglas diferentes a las previstas en la propia LIF. Es decir, aquellas personas que se encuentren comprendidas en alguna de las situaciones previstas en la LIF, necesariamente deberán adecuar su conducta a lo prevista en ella. La consecuencia de no hacerlo será, de acuerdo con lo previsto en el artículo 8 del Código Civil, la nulidad, salvo que la propia ley prohibitiva “… no se dispone lo contrario…”. Por consiguiente, en la medida que la propia LIF no contenga consecuencias específicas por el apartamiento de sus disposiciones, será la nulidad de lo actuado la mayor consecuencia que tendrá para el negocio jurídico en cuestión el apartamiento de sus disposiciones. La LIF no deroga el resto del ordenamiento jurídico sino que se integra con él y por tanto, debe convivir con otras normas y principios como el de la autonomía de la voluntad, libertad de comercio e industria, etc.. Todos estos principios tienen tanta fuerza de ley o consagración constitucional expresa y por tanto son normas vinculantes en nuestro Derecho. Siendo la LIF una norma que delimita el actuar de las personas en las actividades reguladas por ella y que no admite su pacto en contrario califica como una norma prohibitiva. En tal carácter, es una norma cuyas disposiciones deben interpretarse en forma estricta, no siendo admisible al intérprete o a su aplicador, expandir el ámbito o las soluciones allí previstas a situaciones no contempladas expresamente. Por último, la LIF no ha derogado expresamente otras normas jurídicas vigentes y válidas en Uruguay. En especial, no ha derogado el régimen general y especial en materia de contratos, tanto civiles como comerciales, ni otras normas tan importantes para el ordenamiento jurídico nacional como las que regulan el sistema financiero y fijan las finalidades y principios que rigen al mismo, normas en materia de prevención de uso de las entidades para el lavado de activos y financiamiento del terrorismo, entre otras tantas. En función de ello, los principios o reglas obligatorias que la LIF impone (gratuidad, universalidad, etc..) deben integrarse con el resto de las normas y principios que rigen nuestro ordenamiento jurídico y aplicarse dentro de su integración al ordenamiento jurídico en general. Desde esta perspectiva, alguna de sus disposiciones podrán ser exceptuados de aplicación cuando violenten o pongan en riesgo otros intereses jurídicos expresamente tutelados en el ordenamiento jurídico local. No hacerlo, implicará dotar a la LIF de una jerarquía que contradice el propio ordenamiento jurídico y la inhabilita por inconstitucional. 3. Algunas consideraciones sobre el alcance de la gratuidad. Los artículos 24, 25 y 26 de la LIF fijan un régimen de acceso universal y gratuidad relacionado con ciertas actividades y servicios contemplados en ella. DE acuerdo a lo previsto en el artículo 24, las entidades que ofrezcan los servicios descritos en el Título III a los trabajadores, pasivos y beneficiarios que así lo soliciten deberán ofrecer como mínimo las condiciones básicas establecidas en el artículo 25 siguiente y no podrán cobrar cargo alguno por la prestación de dichos servicios. Términos y conceptos similares se replican luego en el artículo 26 de la LIF. El Título III de la LIF es el que refiere específicamente a la obligatoriedad del pago de salarios, pasividades beneficios sociales y honorarios profesionales mediante acreditación en cuenta o por medio de dinero electrónico. Por tanto, la gratuidad estatuida en la LIF recae expresamente sobre tales transacciones y servicios expresamente comprendidos y no otros. En el caso de las empresas categorizadas como monotribustistas y contribuyentes incluidos en el literal E) del artículo 52 del Título 4 del Texto Ordenado 1996, la LIF establece que la apertura de la cuenta simplificada regulada en el artículo 26 aplicabpoara “… los pagos previstos en la presente Ley”, y por tanto las condiciones básicas establecidas en el artículo 25 aplican no solo para los pagos de salarios, jubilaciones u otras prestaciones, sino también a aquellos pagos que resultan regulados en la LIF, especialmente aquellos contemplados en los artículos 35 y siguientes. En base al alcance de la regulación anterior, los fondos acreditados en cuenta o incluidos en dinero electrónico y proveniente del pago de salarios, pasividades u otras prestaciones de seguridad social son los que podrán beneficiarse de la gratuidad de naturaleza legal. Si en la misma cuenta se reciben otros pagos, además del salario, arrendamientos, rentas por inversiones, enajenaciones de bienes, etc..sobre tales pagos no existirá obligación de la entidad financiera para prestar el servicio en forma gratuita. Ello a nuestro entender es así básicamente, por dos razones: i) ii) porque todos estos contratos sobre los cuales la LIF regula parcialmente condiciones del servicio, son en esencia onerosos y, por tanto, la entidad financiera que brinda el servicio tiene derecho a cobrar por el mismo. porque la LIF expresamente refiere a pagos que tienen como origen únicamente los conceptos ya detallados y, por consiguiente, por tratarse de una norma de carácter prohibitivo estrictamente limitados a los que se consagra expresamente la gratuidad y no a otros. Mientras no exista una ley que por razones de interés general limite la contraprestación a recibir por la entidad financiera, resultan de aplicaciones las reglas generales en materia de contratos comerciales, y especialmente la libertad de comercio de quienes brindan un servicio de esencia oneroso. Al respecto, conviene aclarar que, del análisis de la LIF y los artículos antes mencionados, aquellos clientes de entidades financieras que reciban pagos provenientes de servicios en su carácter de profesionales universitarios no estarán amparados en las reglas de gratuidad establecidas. Ello en la medida que el artículo 24 y 25 de la LIF expresamente refieren a los trabajadores, jubilados y beneficiarios sin mencionar a los profesionales universitarios. Del mismo modo, tampoco quedan comprendidas dentro de las reglas de gratuidad establecidas para las empresas, aquellas que no ingresen en las categorías previstas en el artículo 26, anteriormente mencionadas. Sobre dichas personas, las entidades financieras podrán cobrar por la prestación de sus servicios en el marco de una actividad que tiene como regla la onerosidad, por tratarse de un servicio comercial, catalogado así por nuestras normas de derecho comercial. Para finalizar, conviene puntualizar también que, no se encuentran amparados dentro del régimen de gratuidad del servicio lo previsto en los artículos 35 a 44 de la LIF, conocidos como otros pagos regulados. En ellos, y con la salvedad establecida anteriormente en materia de pagos realizados con ingresos provenientes de salarios, pasividades o prestaciones sociales, la LIF no ha establecido régimen de gratuidad alguno y por tanto estarán sujetos a las tarifas y condiciones de servicio que las partes acuerden. Por esta razón, entendemos que el reciente Decreto N° 180/2015 dictado por el Poder Ejecutivo el pasado 6 de julio de 2015, excede en una de sus disposiciones el alcance de la LIF. En efecto, el mencionado Decreto regula los pagos a proveedores del Estado establecido en el artículo 42 de la LIF. El último párrafo del Decreto citado establece que “… las instituciones de intermediación financiera locales no podrán cobrar cargo alguno por las transferencias recibidas como pago por el suministro de bienes o servicios amparados en la disposición que se reglamenta...”. La LIF no facultó al Poder Ejecutivo a extender la gratuidad de las actividades reguladas a otros servicios que no fueron expresamente contemplados en ella. Si bien el artículo 79 de la LIF facultó al poder ejecutivo a regular los precios de las transferencias domésticas de fondos realizadas entre cuentas realizadas en las instituciones de intermediación financiera, la misma no lo habilitó a fijar la gratuidad total o parcial del servicio. Por el contrario, expresamente la norma refiere a regular los “precios de transferencia”, lo que da la pauta de que debe existir una contraprestación a la entidad que lo brinda, y no lisa y llanamente su imposibilidad de cobrarlo, tal como lo dispone el artículo … del decreto anteriormente referido. Pero en forma clara, no surge de la disposición prevista en el artículo 42 de la LIF que el Poder Ejecutivo pueda establecer las condiciones económicas en las cuales deba pagarse por el Estado a sus proveedores y menos aún las condiciones de servicio que estos últimos deban tener con las entidades financieras que elijan. Ello no ha sido objeto de regulación y en consecuencia queda en el ámbito de la libertad de comercio entre las partes interesadas. En virtud de ello, entendemos que en el caso anteriormente referido, estamos ante una noma que expande la potestad establecida en la LIF al Poder Ejecutivo para regular o reglamentar el alcance de la gratuidad. Lo que dispone el Decreto bajo análisis no se encuentra dentro de las hipótesis de regulación dadas por la LIF y por tanto es violatorio de las potestades reglamentarias dadas al Poder Ejecutivo en la materia.