La participación electoral de la izquierda dominicana Conferencia dictada en la: “Jornada sobre Elecciones y Transformación Política”, organizada por la Fundación Juan Bosch. Octubre 12 del 2102 Franklin Franco A nuestra manera de ver las cosas, no hay mejor forma de explicar las causas de cualquier fenómeno social que tomar como punto de partida los orígenes del mismo, para luego seguir el derrotero de su desenvolvimiento. Por esa razón, al tratar de exponer mis ideas en torno a: “La participación electoral de la izquierda en la República Dominicana”, entiendo como una obligación el trazar siquiera una panorámica breve sobre los orígenes de esta corriente política, para entonces comenzar a transitar por el sendero de lo que ha sido su participación o de su visión el marco de los procesos electorales nacionales, donde ha podido estar presente. Hecha esta observación debemos además aclarar que cuando hablamos de las izquierdas, nuestra referencia estará dirigida a considerar en nuestro enfoque como tales, solo aquellas organizaciones definidas como partidarias del marxismo o del marxismo-leninismo, u otras tendencias afines como las que a partir del año 1959, mostraron cercanías ideológicas o simpatías con la revolución cubana. Aclarado nuestro campo de mira, nuestra perspectiva, debemos comenzar diciendo que la izquierda dominicana, o lo que es lo mismo, el marxismo, como tendencia política es sumamente joven. En América Latina nuestro país fue de los últimos en responder a la abrazadora influencia y simpatías que en todo el continente registró esta corriente política durante el siglo XX a partir de la revolución de octubre de 1917. En esos momentos, oportuno es precisarlo, nuestra nación recién comenzaba a vivir el suplicio de la 1ra. Intervención Norteamericana, que impuso una rigurosa censura de prensa 1 prohibiendo al mismo tiempo la difusión de todas las ideas e informaciones relacionadas con el comunismo, el socialismo y el anarquismo. El texto de la Orden Ejecutiva de los ocupantes norteamericanos que estableció esa censura, por su amplitud es ridícula, y dice así: “Quedan prohibido los discursos públicos y las publicación de artículos en revistas periódicas, folletos, diarios, carteles u otro órgano impreso o escrito, en cualquiera de los siguientes casos: A) Cuando el discurso o artículo contenga algo que favorezca, apoye o recomiende la anarquía o lo que se conoce con el nombre de Bolshevikismo”1. El primer texto publicado aquí que ofrece elementos, no de conocimientos, sino de simpatías con el marxismo-leninismo, o más bien con la revolución rusa, circuló después de la 1ra. Intervención Norteamericana, en 1930, escrito por Adalberto Chapuseaux, bajo el título de “El porqué del bolchevismo”. Ese pequeño libro delata la tremenda ignorancia que sobre el socialismo y el comunismo se registraba en el reducido mundo intelectual dominicano de la época. Con anterioridad sin embargo habían aparecido en 1912 algunos artículos sueltos sobre el socialismo en el periódico “Listín Diario” de la autoría de José Ramón López, quien propugnaba por un “socialismo gradual” con cierto acento cristiano. El ensayo de Chapuseaux es profuso en confusiones, pues allí se mezclan, lo que el autor entiende como conceptos claves del marxismo, pero envueltos bajo coberturas religiosas. Pero hay razones que pueden explicar esa ignorancia. No es el momento, ni tenemos el tiempo necesario para referirnos a ello, pero para que se tenga una idea les expresó que en 1930 la matrícula universitaria no superaba los 200 alumnos, en toda la nación solo habían dos escuelas secundarias, una en la capital y otra en Santiago y en Santo Domingo una sola biblioteca, cuyo fondo no superaba los 1000 libros. La población dominicana de entonces rondaba el millón doscientos mil habitantes, con un índice rural de aproximadamente de un 1 Franco, Franklin J. “Los orígenes del socialismo latinoamericano y dominicano”. Sociedad Edit. Dominicana, 2009. Pág. 97. 2 70% y urbano de un 30%, con una barrera de analfabetismo que sobrepasaba el 60% de los dominicanos. Por esos días apareció otro texto que su autor definió de orientación marxista, pero no leninista. Nos referimos al ensayo de Enrique Jiménez, “La economía social latinoamericana”, que por cierto trae un prólogo de Manuel Arturo Peña Batlle, donde este se declara partidario de las ideas socialistas democráticas. Peña Batlle fue a partir de los años cuarenta el principal ideólogo del trujillato y después de fallecido y hasta nuestros días, fuente nutriente de la extrema derecha racista dominicana. Este libro de Jiménez puede ser considerado el primer ensayo de clara orientación socialdemócrata escrito en nuestro país, pues si bien su autor se define como partidario del marxismo, siguiendo a Berstein y otros clásicos de la socialdemocracia alemana y europea, rechaza la existencia de la lucha de clase como propulsora del desarrollo histórico y también la dictadura del proletariado. Para los momentos en que estos dos libros inician su circulación, ya en casi todos los países de América Latina se habían fundado organizaciones marxistas leninistas, en algunos bajo el nombre de Partido Comunista, en otros como Partido Socialista. Y lo que es más importante, en algunos de ellos, como en Cuba, México, Brasil, Chile, se habían registrado conatos de insurrecciones con presencia de los comunistas en alianzas con otras fuerzas, dirigidas a la toma del poder. Naturalmente todas fracasadas y en Argentina y Chile por esos años los socialistas alcanzaron representantes ante el Congreso. La izquierda marxista como corriente política surge en nuestro suelo muy tardíamente y en el marco de la dictadura de Trujillo, casi a mediados de la década de los años cuarenta. No apareció antes en razón de que fue durante este período cuando se comienza a registrar –al amparo de la bonanza económica que originó en toda América Latina la 2da. Guerra Mundial- cierto crecimiento económico en el plano industrial –industria azucarera, sustitutiva, etc.- y se originaron también lo que podemos denominar los primeros esfuerzos organizativos de la clase obrera, base de apoyo fundamental de los partidos socialistas y comunistas. Con anterioridad el antecedente más cercano dirigido 3 a la organización de la clase trabajadora fueron los de Eugenio Kunhart y sus compañeros durante la ocupación norteamericana. Pero este primer esfuerzo no cuajó por dos razones. Primero porque Kunhardt afilió su pequeña organización que solo reunía a trabajadores de los muelles de Puerto Plata y Santo Domingo, choferes, etc., a una poderosa entidad sindical de Estados Unidos lo que le restó credibilidad, pero también por el reducido número de obreros existentes en nuestro país, una buena parte de los cuales extranjeros que no dominaban nuestra lengua, es decir, haitianos y cocolos, como llaman aquí a los inmigrantes de procedentes de las pequeñas colonias antillanas inglesas. Durante muchos años, digamos entre 1900 y 1940, casi todas las llamadas organizaciones obreras eran más bien entidades gremialistas o de ayuda mutua y sus actividades políticas eran prácticamente nulas. Las primeras actividades de los comunistas y socialistas dominicanos que en principio no pasaban de una docena, dirigidas a crear una organización con cobertura nacional, surgieron en 1944 con la fundación primero, del Partido Revolucionario Democrático Dominicano, más tarde, Partido Socialista Popular (bajo el clima de democratización que vivió el mundo a raíz de la derrota del fascismo), que se definió como marxista, leninista y stalinista, y la Juventud Democrática, creada bajo el aliento y la orientación de los dirigentes del primero. Sin embargo ambos proyectos sucumbieron bajo la terrible represión de la dictadura de Trujillo, inmediatamente después de los inicios de la guerra fría en 1947, con el costo de varias docenas de mártires, centenares de militantes y simpatizantes presos durante años y el exilio del resto de la dirigencia que logró sobrevivir. La trayectoria de estas dos entidades estuvo fundamentalmente dirigida, primero, a forzar a la dictadura a una verdadera apertura política, a impedir la reelección de Trujillo, no así a tratar de participar en las elecciones que se aproximaban en 1946. Como se conoce, durante los treinta y un años de la dictadura de Trujillo no fue posible la celebración de elecciones democráticas. Ese régimen implantó 4 un sistema de gobierno unipartidista que impidió todo ejercicio político ajeno a la dominación de la dictadura, instaurando al mismo tiempo un control casi absoluto sobre el sistema educativo y los medios de comunicación, envolviendo a la nación bajo un riguroso sistema de censura que le permitió controlar, incluso, la circulación de todo tipo de literatura, no solo marxista, prohibida mediante ley, sino también las de orientación liberal o democrática. La juventud dominicana de estos días no puede tener una idea sobre la situación de absoluta cerrazón cultural, para mejor decir, de asfixie, en que vivieron los dominicanos bajo aquel régimen de terror, entre otras cosas porque aquella terrible experiencia que duró treinta años por su complejidad y perfección, sobrepasaba la capacidad de descripción del mejor y más enjundioso de los escritores. Tres importantes intelectuales de aquella época, Juan Isidro Jimenes Grullón, en su obra: “Una Gestapo en América”, publicada en La Habana, en 1944, Bosch, en “Trujillo: Una Tiranía sin Ejemplo” (1959) y el español Jesús de Galíndez, con su texto: “La Era de Trujillo” en 1957, se acercaron bastante a la realidad, pero no lograron plasmar por completo en sus obras aquel ambiente tenebroso de represión, de permanente espanto demoníaco en que vivía nuestra sociedad. Tenemos que poner énfasis en explicar que esa censura casi absoluta impuesta a la población dominicana mediante los métodos represivos y de espionaje que la hicieron posible y como hemos advertido, junto con los controles del sistema educativo y medios informativos, radio, prensa y a partir de 1952, la televisión, donde se filtraban como por un colador las noticias que la dictadura entendía según su conveniencia que podían circular, mantuvo a la ciudadanía en una especie de limbo, es decir, casi de absoluta ignorancia sobre lo que ocurría en el mundo, pero sobre todo en el plano de las luchas y los avances de las fuerzas políticas democráticas, progresistas y comunistas de América Latina. 5 * Sin embargo en 1959 un acontecimiento externo, inesperado, sorpresivo y explosivo, por su repercusión inmediata en todo nuestro continente y muy particularmente en nuestro país (y no sería exagerado en sostener que también en gran parte del mundo) trastocó todo el ordenamiento de la política nacional e internacional y muy particularmente de los Estados Unidos, fuerza de apoyo fundamental de la dictadura de Trujillo. Nos referimos al triunfo de las fuerzas revolucionarias cubanas bajo la bandera del movimiento revolucionario del 26 de julio dirigido por Fidel Castro Ruz. No sería exagerado expresar que la extraordinaria ola de simpatía que levantó en nuestro suelo el triunfo de Fidel por el derrocamiento de Batista, por los demás aliado de Trujillo, comenzó a agrietar el ambiente de temor, terror y de censura en que vivía el pueblo dominicano. Poco después, en esos días varios hechos derivados del impacto de la revolución cubana, transformaron completamente el panorama político nacional: 1ro. La expedición del 14 de junio de ese último año, organizada en el territorio de Cuba y bajo el influjo y solidaridad de su revolución, que si bien militarmente no fue exitosa, su repercusión en la conciencia de los dominicanos fue determinante para influir en la creación del ambiente que condujo a la desaparición de la dictadura. 2do. La decisión de Estados Unidos, temerosos de que aquí se repitiera otra Cuba, de retirarle el apoyo a la dictadura de Trujillo, y la creación de parte del Presidente Kennedy de la famosa “Alianza para el Progreso”, programa diseñado como elemento estratégico clave para fortalecer o más bien revivir la llamada “Democracia Representativa” en gran parte del continente, y lo que fue peor para el tirano dominicano, la creación de un bloqueo económico y diplomático continental contra su régimen decretado por la OEA, casi inmediatamente después del atentado organizado contra Rómulo Betancourt. 6 3ro. La derrota de las fuerzas invasoras batistianas organizada por la CIA norteamericana en Bahía de Cochino y la respuesta cubana a esa criminal agresión: la inmediata transformación de la revolución cubana en revolución socialista, en abril de 1961. Esto dos últimos hechos estimularon como jamás había ocurrido aquí la difusión de las ideas socialistas y comunistas y las simpatías hacia las organizaciones de la izquierda. Todo lo anterior, unido al crecimiento de la resistencia surgida en nuestro país inspirada en el ejemplo cubano y el de los mártires de la expedición del 14 de junio, y la propia demencial campaña represiva desatada por la tiranía contra la oposición en ese momento encabezada por los jóvenes que habían fundado en enero de 1960 la Agrupación Patriótica 14 de Junio, encabezada por Manuel Aurelio Tavárez Justo y Minerva Mirabal, y el posterior asesinato de esta extraordinaria mujer junto a sus hermanas, Patria, María Teresa, y su chofer, Rufino de la Cruz, fueron factores decisivos que influyeron para originar la valiente acción del 30 de mayo de ese último año que terminó con la vida del tirano. La desaparición física del tirano, la salida de su hijo Ramfis y otros familiares de Trujillo en noviembre de 1961 y la de Balaguer en enero de 1962, y la crisis política que se generó a causa de la lucha por el poder entre la oligarquía dominicana que inmediatamente se organizó en la Unión Cívica Nacional para entrar en la competencia con los remanentes del trujillato que permanecieron en el país, los sectores progresistas representados por el 14 de Junio y otros grupos democráticos, como el recién llegado Partido Revolucionario Dominicano, condujeron como solución a la crisis, acorde con los lineamientos de la “Alianza para el Progreso”, la organización de elecciones que fueron fijadas para diciembre de ese último año por el Consejo de Estado, recién creado por los representantes de Washington. En esos momentos la principal preocupación de los norteamericanos era evitar que la crisis política dominicana no se desbordara y se saliera de su cauce, tomando el sendero de la lucha armada entre los grupos militares que al interior de las fuerzas armadas bregaban por posiciones de mandos y 7 prebendas, o de parte de las fuerzas políticas progresistas recién surgidas a la palestra pública, simpatizantes de la revolución cubana, algunos de cuyos grupos postulaba como solución la vía armada. Dentro de los planes estratégicos de dominación eran prioridades para la política imperial de Estados Unidos, en aquel momento: 1ro. La consolidación de su recién creado Consejo de Estado, presidido por Rafael F. Bonnelly, ex ministro y Embajador de Trujillo, y otros miembros, casi todos vinculados a la oligarquía dominicana y a su organización política, la Unión Cívica Nacional. 2do. Acorde con su “doctrina de seguridad nacional” aplicada a nuestro país, evitar confrontaciones que pudieran dividir el ejército heredado de la dictadura, muy bien adiestrado en el crimen y todo género de violencia contra la población, como principal garantía del “orden y la paz” y para el mantenimiento del Consejo de Estado que ellos mismos habían creado. 3ro. La superación de la crisis que mantenía divididas las fuerzas políticas nacionales, mediante la celebración de elecciones que permitieran el establecimiento de un nuevo régimen con credibilidad suficiente frente a la población. Dentro de las directrices de Washington para el nuevo gobierno que surgiría de esas elecciones, además, los altos mandos de las fuerzas armadas eran intocables, como en efecto ocurrió. Como todo el mundo conoce esas elecciones fueron efectuadas el 20 de diciembre de 1962, y si bien participaron en ellas ocho partidos, la competencia giró en torno a la Unión Cívica Nacional y el Partido Revolucionario Dominicano, que tenían como candidatos, respectivamente, los cívicos al destacado médico y prestigioso líder del antitrujillismo conservador, el Dr. Viriato Fiallo, y los perredeistas, al brillante escritor y político, profesor Juan Bosch. Es importante que recordemos que en el proceso electoral de 1962 la intensidad de la campaña sucia orientada por la extrema derecha vinculada a la Unión Cívica y a la Iglesia Católica contra la candidatura de Bosch, estuvo centrada fundamentalmente en el esfuerzo dirigido a vincularlo con el comunismo y con Cuba. Esa campaña sucia que culminó con el debate entre el 8 jesuita Lautico García y el candidato, a quien el cura acusaba de comunista, terminó con una victoria de Bosch. El sacerdote se vio obligado a rectificar su falso testimonio. Los resultados de esos comicios son harto conocidos: por una abrumadora mayoría que superó el 60%, resultó ganador el profesor Bosch. Dos partidos de la izquierda dominicana, en aquel entonces el Partido Socialista Popular y el Movimiento Popular Dominicano, por dos razones fundamentales no participaron de esos comicios. Primero, por la vigencia de una legislación anticomunista procedente de la dictadura de Trujillo que lo prohibía, y en segundo lugar, esos grupos carecían de recursos económicos y humanos suficientes para jugar un papel de importancia en esos comicios. En cuando a la Agrupación Política 14 de Junio, que era en aquel momento una organización poderosa, fruto de una visión alucinada del proceso revolucionario cubano, que alcanzó el poder mediante la vía armada, es decir, atrapada su dirección por una febril inclinación radical, declinó participar en aquellos comicios. Sin embargo, sus militantes y simpatizantes decidieron votar de manera abrumadora por el profesor Bosch, candidato del PRD. El régimen de Bosch apenas duró siete meses. La alianza de la oligarquía dominicana organizada en la Unión Cívica Nacional con la cúpula de la Iglesia Católica, la representación militar de los Estados Unidos, en palabras de Bosch, “El Pentagonismo” y los altos mandos militares dominicanos que Bosch no quiso remover, a nuestro entender, para no entrar en conflicto con Estados Unidos que seguramente demandó su permanencia, derrocaron el 25 de septiembre de 1963 el primer ensayo de gobierno verdaderamente democrático y honesto que habían conocido los dominicanos durante el siglo XX. En respuesta a ese golpe militar, la principal organización de la izquierda abrazada a concepciones radicales guerrilleras se levantó en armas contra el régimen golpista, acción en la que murieron su fundador y presidente, Dr. Manuel Aurelio Tavárez Justo, y cerca de 30 de sus mejores hombres. Fue una perdida fatal para el movimiento progresista dominicano. 9 No es tema de esta conferencia el examinar lo ocurrido después del derrocamiento de Bosch ni ahondar en la extraordinaria guerra de resistencia de los dominicanos encabezados por el coronel Caamaño contra la 2da. Intervención Militar Norteamericana de 1965 a nuestra patria, pero no puedo dejar de subrayar, que la importante participación de todos los grupos de la izquierda en aquella memorable jornada patriótica, los fortaleció. Como todos debemos de recordar el Gobierno Provisional de García Godoy surgido de los compromisos alcanzados por el gobierno del Presidente Caamaño con la OEA, para mejor decir, con los representantes de Washington, condujeron a la celebración de nuevos comicios efectuados a mediados de 1966, en el que participaron como figuras centrales, el Dr. Joaquín Balaguer, por su recién creado Partido Reformista, introducido en el país en plena guerra por las fuerzas militares interventoras extranjeras para situarlo en la presidencia de la República, y el Profesor Juan Bosch, candidato del Partido Revolucionario Dominicano. Las circunstancias en que fueron efectuadas esas elecciones, trascurridas bajo la presencia de las tropas de Estados Unidos y del ejército dominicano que descaradamente salían a las calles vociferantes en apoyo a Balaguer y el ambiente de inseguridad en que permanentemente vivía en aquellos días el profesor Bosch, quien no pudo efectuar una sola concentración de sus partidarios, más las acciones fraudulentas y descaradas que se implementaron, convirtieron esos comicios, como el propio afamado escritor lo calificó: “en un matadero electoral”. Paradoja de la historia dominica. En esas elecciones de 1966 a pesar de que su dirección política mantenía un criterio favorable a la lucha armada, participó la Agrupación Política 14 de Junio, pero solo parcialmente. Llevó en su boleta al dirigente obrero Julio de Peña Valdez, como aspirante a Senador por el Distrito Nacional y por esa misma circunscripción a José Espaillat, como candidato a Sindico; Rafael (Fafa) Taveras, fue candidato a diputado. En total el 14 de Junio recibió 4,834 sin poder lograr un solo de los cargos que aspiró. Fue esta la primera actuación de la izquierda en unas elecciones. 10 Como muy bien registran casi todos los textos de historia, durante los llamados doce años de gobierno del Dr. Joaquín Balaguer, es decir, entre 1966 y 1978, nuestra sociedad vivió en un ambiente de verdadero terrorismo de Estado, cuyo balance en víctimas, según los datos de la prensa de aquellos días y las estadísticas del Museo Memorial de la Resistencia, superaron los 3,000 muertos, en su mayor parte, dirigentes, militantes, colaboradores o simpatizantes de los movimientos de la izquierda o del Partido Revolucionario Dominicano. Durante ese período fueron efectuadas elecciones en 1970, 1974 y 1978. El terrorismo de Estado y el reeleccionismo impuesto por la fuerza, obligó a la abstención electoral de las fuerzas políticas liberales opuestas a su régimen, el PRD, y el PLD, fundado por Bosch en 1973, en los dos primeros de esos comicios. Oportuno es que subrayemos aquí que el terrorismo de Estado impuesto por Balaguer, con el apoyo de Estados Unidos, favoreció el florecimiento del radicalismo como corriente política. Los teóricos de la izquierda dominicana encontraron en la violencia contra la oposición, pero sobre todo contra los movimientos progresistas, la justificación de sus concepciones extremistas. Varios factores de suma importancia, además del terrorismo de Estado balaguerista, contribuyeron a fortalecer las corrientes radicales en la izquierda dominicana, a saber: 1ro. Los escasos conocimientos sobre el marxismo de sus dirigentes en su mayor parte además, con una formación educativa y cultural sumamente endebles; no pocos de ellos ni siquiera habían cursado lo que aquí se conoce como el bachillerato. No se sorprendan si expreso que esa escasez rondaba los linderos del desconocimiento de detalles elementales de la propia historia nacional. Esa orfandad en el plano de la formación cultural en general, y del marxismo como ciencia, en particular, era realmente pavorosa. Por ejemplo: A pesar de que todos los grupos de esa izquierda se planteaban la toma del poder por la vía armada revolucionaria, ninguno pudo elaborar una plataforma 11 programática donde se explicara al pueblo las transformaciones económicas, sociales y políticas que llevarían a efecto tan pronto tomaran el poder y constituyeran su gobierno revolucionario. De lo anterior se desprendió otra realidad posiblemente más costosa. Tampoco grupo alguno elaboró una táctica y estrategia cimentada en el conocimiento científico del arte de la guerra revolucionaria que postulaban como necesaria, contienda que se escenificaría en este pequeño territorio isleño enclavado en el Caribe; como escribió Bosch, en la frontera imperial convertido en aquellos días en pieza clave dentro de la geopolítica guerrerista del imperialismo norteamericano que vivía sus momentos más agresivos, a causa del espanto que originó en su seno la revolución cubana, y también por aquella otra gran revolución en marcha que se desarrollaba en Indochina, es decir, en Vietnam, donde salieron vergonzosamente derrotados los imperialistas en 1976. Y como cuando no se recapacita, no se reflexiona porque lo impide la ausencia de formación científica, de un error se desprenden otros. De esa orfandad también surgió la inclinación de todos los grupos de la izquierda dominicana en la adopción de modelos estratégicos militares y revolucionarios, diseñados por dirigentes políticos de otras naciones. Esa conducta fue aislando a la izquierda dominicana de las masas populares, de la clase obrera, de la que todos deseaban convertirse en vanguardia, de los grandes núcleos de la clase media baja empobrecida, principales puntales en todos los procesos revolucionarios del mundo. A todo lo anterior y para tener un panorama más claro debemos agregar, que en aquellos días, los pequeños partidos revolucionarios nacionales, sin conocimientos de fondo sobre los conflictos teóricos e ideológicos que se desataron y dividieron el campo socialista, tomaron partido en esas disputas, escenificadas, primero entre chinos y soviéticos, luego entre albaneses y soviéticos, más tarde entre albaneses y chinos, posteriormente entre cubanos y chinos. Naturalmente, a causa de la embriaguez de radicalismo que padecían, casi todos los grupos de la izquierda dominicana, se alinearon del lado de la 12 China de Mao Tse Tung, quien recién había proclamado aquella famosa frase que consideraba al imperialismo como “un tigre de papel”; también autor de la tesis de la guerra popular campesina y contrario a la política soviética de la coexistencia pacífica entre el capitalismo y socialismo. No tengo tiempo para dedicarle el espacio necesario a este penoso capítulo de la historia de los grupos revolucionarios, que originó, incluso, choques violentos entre “maoístas y revisionistas” como llamaban a los prosoviéticos, pero no debo dejar de señalar que en estos menesteres infructuosos gasto la izquierda dominicana más de diez años. Por esos días, y en el marco de esos debates, apareció una tesis novedosa y apasionante para los neófitos en las teorías de Marx. Fue su autor el ensayista francés, Regis Debray, en aquel momento radicado en Cuba, considerado como el más fiel intérprete de las concepciones teóricas de la revolución cubana. Fue publicada bajo el título de “¿Revolución en la revolución?” La tesis de Debray, elaborada supuestamente sobre la experiencia revolucionaria cubana era simple, convincente y atractiva, hecha a la medida del fervor y las simpatías que levantaban las cuestiones relacionadas con el triunfo de Fidel Castro y sus barbudos en Cuba. Dicha tesis sostenía, resumiendo en extremo, que era posible la realización de la revolución armada (sin las condiciones subjetivas), mediante la creación de varios focos guerrilleros bien entrenados y bien armados ideológicamente, aún sin el apoyo de un partido fuerte. Como había ocurrido en Cuba. Acorde con esas ilusorias concepciones, la Agrupación 14 de Junio, pese a que había perdido a sus mejores hombres y a su fundador, el líder de mayor arraigo popular en nuestro país, Manolo Tavárez Justo en el fracasado levantamiento guerrillero de noviembre de 1963, enfrascada en la tarea de convertirse en el verdadero partido del proletariado, envió a sus más valiosos militantes al campo a crear las bases de apoyo para otro levantamiento guerrillero. Según explicaron en un documento, actuaban así porque “en 13 nuestro país existen las condiciones políticas y materiales para desarrollar la guerra del pueblo a nuestros enemigos de dentro y de fuera”2. En esa aventura perdió ese agrupamiento otro importante núcleo de valiosos jóvenes, verdaderas promesas que debieron vivir para encauzar sus valiosos esfuerzos por mejores causas, entre los que debo recordar, y en homenaje, a Luis de Peña Pichardo y Orlando Mazara. * Por esos días (1973), imbuido en gran medida por los postulados radicales maoístas y debraistas, también perdió la vida, y la nación una gran esperanza, el coronel Caamaño Deño, poco después de desembarcar por Playa Caracoles con su pequeño grupo guerrillero, compuesto por ocho hombres. Resulta oportuno destacar aquí, que tanto el Dr. José Francisco Peña Gómez como el Profesor Juan Bosch, realizaron notables esfuerzos para impedir que el Coronel de Abril abandonara sus propósitos guerrilleros y en cambio se participara como candidato en la boleta del Partido Revolucionario Dominicano. En esa misma dirección actuó también el gobierno revolucionario cubano, pero todos esos esfuerzos resultaron inútiles. * Me inclino a pensar que el doloroso fracaso del ensayo guerrillero del coronel Caamaño y la desaparición un año antes (1972) de su pequeño núcleo de apoyo denominado como “Los Palmeros”, que encabezó Amaury Germán Aristy, impactaron de manera profunda en la mente de la mayor parte de los dirigentes de los pequeños grupos de la izquierda dominicana, contribuyendo a modificar sus posiciones extremas y su tradicional rechazo a la participación electoral, o dicho en su lenguaje, al uso de las vías pacíficas. 2 Despradel, Fidelio. “Operación verdad”. Editora Alfa y Omega, 1990. Pág. 192. 14 Mantengo ese punto de vista porque a partir de mediados de la década de los años setenta comenzó a registrarse en la izquierda de nuestro país, la aparición de una visión diferente sobre la cuestión de la participación de esa tendencia política en los procesos electorales nacionales. Naturalmente este no fue el único factor que influyó en este cambio. Por tanto debemos mencionar otros elementos que influyeron en la política nacional, incluso externos, por ejemplo: En el seno del imperio norteamericano aparecieron signos claros que ponían en evidencia modificaciones importantes en su política internacional a raíz de su fracaso en Vietnam, de la derrota del candidato del Partido Republicano, Gerard Ford en noviembre de 1976 y la llegada a la presidencia de esa nación del activista evangelista, Jimmy Carter. Respecto a América Latina, los cambios más significativos registrados en la política norteamericana fueron: la revisión del Tratado de Panamá que otorgaba a esa nación su control perpetuo y la firma del nuevo tratado, denominado Torrijo-Carter, mediante el cual la nación panameña recuperaría la propiedad de su canal, y la implantación de una política de vigilancia sobre las violaciones a los derechos humanos. La llegada de Carter al poder en los Estados Unidos causó estupor dentro del régimen terrorista del Dr. Joaquín Balaguer, quien a partir de entonces, personalmente, en varios de sus discursos, y en declaraciones a la prensa, se presentaba como un sacrosanto defensor de los derechos humanos. A decir verdad, la represión no se detuvo completamente y en el plano de la violencia gubernamental contra las actividades públicas de la izquierda, amainó. Para mejor decir, se abrió un respiradero. Tal fue la conjuntura nacional e internacional que permitió a la izquierda dominicana, por primera vez, su participación electoral a nivel nacional. El primer esfuerzo en esa dirección fue la fundación en octubre de 1977 de un frente de varias organizaciones procedentes de la clandestinidad, encabezado por la Línea Roja del 14 de Junio, dirigido a participar en los comicios de 1978, para la cual fue creada una entidad que llevó el nombre de Unión Patriótica, que tuve la honra de presidir y que después de la recogida 15 de miles de firmas de adherentes de todo el país, alcanzó no sin dificultades, su reconocimiento electoral. De paso les comento que en ese entonces se hicieron todos los esfuerzos necesarios para tratar de reunir a todas las organizaciones de la izquierda dominicana en ese frente, sin resultado alguno. Al final la Unión Patriótica solo pudo aglutinar a tres, entre las 8 que componían ese sector. En las elecciones de ese último año también participó el Partido Comunista Dominicano. Pero a diferencia de la Unión Patriótica que tuvo que trabajar durante meses para reunir las firmas necesarias que la ley exigía para obtener su reconocimiento, el PCD, para sorpresa de todo el mundo, fue reconocido como entidad política legal con derechos electorales, mediante decreto del Poder Ejecutivo, cuyo primer considerando puso por las nubes la capacidad y la integridad de los intelectuales que dirigían esa organización. Debemos aclarar que la Unión Patriótica, consciente de que Balaguer se preparaba para permanecer en el poder mediante la realización, como era su costumbre, de un nuevo fraude, decidió 48 horas antes de las elecciones retirar sus candidatos para apoyar al Partido Revolucionario Dominicano. El fraude sin embargo se puso en práctica, esta vez de manera violenta. La misma noche del 16 de mayo de 1978, fuerzas militares asaltaron la Junta Central Electoral e interrumpieron el conteo de los votos. Más tarde con la complicidad de la Junta Central Electoral, los reformistas le robaron varios diputados y senadores al partido ganador, el PRD, para así obtener una mayoría en el Congreso, y de paso, el control de la justicia, a fin de conseguir la impunidad por los crímenes y los desfalcos cometidos durante aquellos terribles doce años. Como no pocos de los que están presentes conocen, esa acción delincuencial, típicamente gansteril balaguerista en los comicios de 1978, condujo a la rápida intervención de varios organismos internacionales y la del propio presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter. Abrigo el criterio que esas intervenciones, ocurridas debido a los temores de que aquí se desatara una guerra civil, evitaron la materialización de las 16 ambiciones desenfrenadas de los reformistas, dirigidas a lograr la permanencia de Balaguer como Presidente de la República. En el conteo de las boletas de las elecciones de 1978, los candidatos del PCD, encabezados por Narciso Isa Conde, aspirante a la Presidencia de la República, recibieron 9,828 votos, pero más importante que el número de votos alcanzados, es que recordemos, lo siguiente: Esa agrupación política en el mismo escenario del fraude, se mostró partidaria de negar el triunfo alcanzado por el PRD en esos comicios, declarándose inclinada a la conformación de un régimen de supuesta unidad nacional. Tales declaraciones están registradas en la prensa nacional. En las elecciones nacionales siguientes efectuadas en nuestro país en 1982, la izquierda dominicana registró una mayor amplitud de mira, y ofreció muestras más claras de que venía superando su esquemático rechazo a los procesos electorales, pues cuatro de sus agrupamientos decidieron participar. Sin embargo las diferencias ideológicas existentes impidieron una actuación unitaria. En esos comicios la izquierda participó dividida en dos boletas, de la manera siguiente: El Partido Comunista Dominicano logró el apoyo para su boleta del Movimiento por el Socialismo, mientras la Unión Patriótica, que mantuvo su reconocimiento electoral, alcanzó un acuerdo con el denominado Bloque Socialista. El PCD y el Movimiento por el Socialismo lograron reunir 18,481 votos, mientras la Unión Patriótica y el Bloque Socialista, alcanzaron 15,250 votos. En total ambas boletas reunieron 33,731 votos. Con esos resultados ninguno de los dos pudo conseguir siquiera un diputado. No es mi intención seguir elecciones tras elecciones, ofreciendo cifras sobre los votos alcanzados por los grupos de nuestra izquierda. Solo me limito a expresar lo que ha sido una realidad: En todos los procesos efectuados hasta la fecha a partir de su primera experiencia electoral en 1962, los resultados han sido verdaderamente penosos, muy a pesar de las ufanas declaraciones de mi querido amigo Guillermo Moreno, candidato en los últimos comicios efectuados 17 en nuestro país en mayo de este año por los grupos reunidos en el denominado “Alianza País”, que alcanzó la suma de 62 mil votos. El otro grupo de la izquierda, bajo el nombre de Frente Amplio, que también participó en ese evento, recibió una cantidad cercana a los 6 mil doscientos votos. Por tanto, me limitaré a concluir mi intervención de este día, aportando solo dos sugerencias, que a nuestro humilde entender, pueden contribuir a superar algunas de las causas que han originado tales resultados. 1ro. La izquierda de nuestro país tiene que efectuar un gran evento, asamblea o congreso con la participación de todos los grupos que la componen sin discriminación alguna, con el propósito de examinar honestamente su experiencia política de los últimos 50 años. La necesidad de este evento, a nuestra manera de ver, se desprende de los propios resultados obtenidos hasta hoy: el fracaso le ha acompañado tanto en sus acciones dirigidas a la lucha armada, como en su participación electoral. 2do. En ese evento o congreso que estoy sugiriendo, los participantes deben contemplar la posibilidad de crear una sola organización que aglutine a todos los grupos y si esto no es posible, al menos establecer las bases programáticas y reglas claras para conseguir una participación unitaria en los próximos comicios. 12 de octubre del año 2012 18