LA PALMA. 55 у hombre de provecho. Acuérdese V., se-; Es por demás querer pintar la confufiora, de las mascasadas que inventava, dei sión de Elisa al concluir la lectura de 1ач danzas que discurría, de las músicas y^ este inaudito documento. Si no hubiecanciones que preparaba, yfinalmentede las; ra sido por las últimas aventuras, hubiecabriolas que legia, solo para llegar á afec-i ra creído esta producción parlo del despetar su corazón y merecer, sino su amor, al cho de Narciso, por el plantón de mas de menos su agradccimientoy compasión. Acuér-I dos horas que llevó de su cuenta; pero las dése V., señora, como arrebató la vida á aquel ultimas circunstancias, de ella solo conocipobre mentecato, una pulmonía cogida en das, al menos á su parecer, la llenaban de unaserenalaal piede su casa, en el mes deene- asombro y perpleiidad. ro. Yo eia señora aquel desgraciado imbécil, J. A . para quien fué V. tan cruel enaquella ocasión. Poco tiempo después de haber dejado aquel miserable cuerpo, me encontré embutido en este que llevo de mono, triscando y Ruina de Tolemaida.^ saltando en las colinas de Etiopia, donde viví algún tiempo en esta grotescafigura,hasla que fui cogido por un dependiente de (Conclusión.) una factoría inglesa. De alli fui conducido á Oran, después á Gibraltar y á XB A presencia del sultán Chabil habia duCadiz, y no es necesario referir como lle- plicado el ardor de las tropas musulmanas gué á su poder de Y., porque esta parle de y desde los primeros dias, se habia estremi historia le es bien conocida. Ya vé V. chado el asedio con vigor indecible. Las señora, que no es esta la vez primera que máquinas de guerra lanzaban piedras y enorhe estado cautivo en sus cadenas. ¡Feliz cau- mes maderos, que en su caida, quebrantatividad, pues que me proporciona los besos ban los palacios y las casas de la ciudad; y caricias que V. me prodiga: Caricias, que una nube de dardos, venablos, frascos de en otro tiempo, cuando era hombre, hubie- fuego y balas de plomo, llovían sin cesar ••a comprado á precio del mundo entero. sobre las murallas y las torres En los priYo espero, señora, que esta revelación no meros ataques rechazaron con denodado valor redundará en mi daño, y que V. me man- los cristianos á los infieles y haciendo tendrá en su gracia, dispensándome sus acos- varias salidas, penetraron sembrando ruitumbrados favores. nas hasta las tiendas de los sarracenos. El Concluiré suplicando á V. aconseje á Lo- peligro habia reunido á todos los ciudadaver que evite mi presencia, y no se ponga nos y animados de unos mismos sentimiená mi alcance; porque mirándolo como mi ma- tos, nada igualaba á su ardor en los priyor rival, todavía mas temible que el ami- meros combates, alimentados con la espego D. Narciso, puede suceder, sí se me ofre- ranza de recibir socorros de occidente; pece ocasión, que haga con él tal monada que ro á medidaque estos recursos no llegaban, . iba decayendo su celo; los que defendían los no le quede memoria. Soy, señora, con el mayor respeto, de muros vcian disminuirse su número, al paso que el puerto estaba lleno de cristianos que Y. el mas amante y humilde esclavo, huían, llevando consigo sus riquezas.. El, Q.B.S.P. egemplo do los que tan cobarderaen'e abanMadrid 10 de Mayo. Cupido