En la Casa de Postas - Archivo de la Ciudad de Arganda del Rey

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EN LA CASA DE POSTAS
RELAC IÓN DE LO SUCEDIDO A UN CORREO
NAPOLITANO EN UNA FUNCIÓN
DE NOVILLOS
Ahora que nos encontramos en plena era de
las telecomun icaciones, donde no hay noticia o
suceso de los que, a los pocos segundos de
producirse, no tengamos imágenes, crónicas y
opiniones de sus protagonistas, no está de más
recordar lo diferente que era todo no hace tantos años, y casi de ciencia ficción hace un par
de siglos.
El único medio de comu nicación , con todos
los inconvenientes que es fácil suponer , eran
los correos a caballo , y de un modo regulado a
partir del 7 de diciembre de 1716, fecha en que
se establece oficialmente el correo de postas
entre las principales ciudades del reino. Las
casas de postas eran lugares «apostados" en
los camino s, genera lmente a una distancia de
tres o cuatros leguas , preparados con caball erías que serv ían de refresco a los correos y di-
lqencias.
En Arganda , desde bastante tiempo atrás
ecisti a una parada de postas. En estos años es
. .ancisco de Bias quien ostenta el nombramiento de maes tro de postas de la villa de
Arganda , y por lo que atestiguan los documenos conservados en el Archivo Municipal, no se
encontraban en muy buen estado, «por lo mal
surtida que está de caballos , origina una pe rju dicial detención de los correos de la carrera de
Valencia". En concreto eran cinco caballos ,
que, según el reconocimiento del maestro herrador y albeitar (veterinario) «están estropeados y asidos de brazos, por lo que no están hábiles para el servicio a la carrera hasta que no
se fortalezcan" .
Parece ser que entonces Arganda era el
punto negro de este antecedente de la autov ía
de Valencia. La carrera desde Madrid a la ciudad del Turia tenía un total de 10 postas o cambios de caballer ías a lo largo de sus 54 leguas:
Arganda , Villa rejo de Salvanés , Tarancón ,
Saelices , Villar de Cañas , Bonache de Alarcón ,
Campillo de Altobu ey, Vent a de Contre ras,
Requena , Chiva y, por fin, Valencia.
Las casas de postas, como ahora podrían
ser las estaciones ferroviarias o de autobuses,
eran lugares de encuentro de todo tipo de gentes camino de algún sitio, y no sólo servían para la mudanza de caballos, era frecuente que
también fueran posadas. Eso sí, como señalan
las normas de gobierno, «debían dar albergue
a gentes distintas, a personas y a bestias, por lo
que es grave inconveniente que no se aparten
Cor rida de toros en honor de Felipe I el Hermoso, en Benavente (1506). Biblioteca Real. Bruselas.
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los brutos de los racionales, y que se junten los
hombres viles, destrozados y mendigos con los
ilus tres y visibles. Por cuyo motivo conviene
que estas casas se dividan en dos partes, y
que en su frente haya dos puertas distintas para dar entrada la una a los bagajes y criados inferiores y demás gente baja y la otra a las pe rsonas decentes y distinguidas».
Con mayor o menor distinción, y después
de esta some ra aproximació n al mundo de las
casas de postas, vamos a dar cuenta de uno
de los muchos sucesos que a diario se vivían
entre viajeros, procedentes de cualquier parte
del globo, y los hijos de la tierra , los argandeños .
Nos encontramos en los primeros días del
mes de julio de 1779: para situarnos . al año siguiente de quedar te rminad a la Pue rta de
Alcalá y a poco de inaugurarse la celebérrima
fuente de la Cibe les, por tanto, como es fácil
imaginar, en el apogeo del reinado de Carlos 111 ,
un Barbón que había sido rey de Nápoles entre
1734 y 1759. Precisamente de Nápoles, desde
el sur de Italia, ha viajado nuestro protagonista .
Genaro Barlese, correo al servicio de su majestad qu e , después de atravesar medi a
Europa, realiza sus últimas paradas de posta
en Loeches y Argand a.
Era costumbre que entre posta y posta un
mozo que rec ibe el nombre de " postillón»
acompañara al correo , con su propio caballo,
El empleo de la bayoneta como medio complementario de defensa era frecuente ent re la s
tr o pas de infanter ía en el siglo XVIII.
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que se situaba a la cabeza guiando y avisando
de su llegada . Así se hace en este caso, y desde Lo eches a Arganda es el postillón José
, Rodríguez quien conduce al correo procedente
de Nápoles . Llegan a Arganda sin mayor novedad, con la sorpresa que se encuentran con el
pueblo en fiestas (las fechas de celebración nada tienen que ver con las actuales ), a la espera
que diese comienz o una función de novillos , y
con la casa de postas atestada de gente.
Genaro Barle se no puede evitar unirse a la
fies ta ; después de tan largo viaje y ya tan cer ca de su destino, decide tomar un descanso
entre posta y posta . Después de dejar su caballería en la cuadra, descarga la montura de
los elementos que lleva: la silla de montar.
una maleta de cuero donde guarda la correspondencia y una bayoneta que por comodidad
no lleva calada en el fusil. Todos estos pertrechos los entre ga al post illón del p uesto,
Sebast ián López, con el encarg o que, tras el
descanso, los vuelva a situa r en su nueva cabalgadura.
Es fácil imaginar que entre novillo y novillo, y
acompañando la fiesta con vasos del buen vino
de Arganda, el italiano lograría superar sus dificultades con el idioma , pero una desagradable sorpresa le aguardaba a la hora de reiniciar
su viaje. El caballo estaba preparado, con todos sus pertrechos excepto uno: ha desapa recid o la bayon eta . Enojado, llama a gri tos a
Sebast ián López, que afirma no saber nada , y
el mismo resultado obtie ne cuando pregunt a
en su deficiente castellano a la nutrida concurrencia. Su enfado tiene explicación , la bayoneta es parte del equipam iento militar y tendrá
que responder de ello a su llegada a Madrid.
La bayoneta era una pieza con cierto grado de
singularidad, su uso no se había gene ralizado
hasta finales del siglo XVII, proced ente de la vecina Francia (de ahí su denominación , originaria de la ciudad de Bayona), y algún lugareño
aficiona do a las ar mas de fuego no pudo resistir la tentación de distraerla aprovechando el
tumulto.
Cuando el correo llega a la corte informa a
sus superiores del hurto y el escarnio que había sufrido en Arganda y se ordena de inmediato una investigación que esclare zca un hecho que consideran grave, ya que afecta a un
correo de su majestad. No se consigue nada ,
impera la ley del silencio , la bayoneta no apa rece y mucho menos el autor del robo. Ahí con cluyen las indagaciones y la historia de este
napolitano que, procedente de allende los mares, no esperaba tropezar a las puertas de
Madrid con una Arganda tan festiva y desi nhibida.
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