6 de junio de 2011 1 [Vivir en el Espíritu] Siempre se ha contrapuesto el espíritu a la materia, lo espiritual a lo real. Como si los espirituales fuera gente que vive fuera de la realidad. Y, sin embargo, no hay nada más real que lo espiritual. Porque se trata de ver las cosas desde dentro, en su verdadera dimensión. Cuando miramos una cosa, ¿qué es más real?, ¿mirarla al microscopio o mirarla desde una panorámica en la que podemos ver el contexto?, ¿qué nos dice más de su realidad? El Espíritu no nos arrebata de la realidad, sino que nos lleva a entender el auténtico sentido de las cosas. La vida es un enorme despliegue de mecanismos biológicos, químicos, sociales, culturales. Pero eso no nos basta. No es a eso a lo que nos aferramos cuando nos acecha la muerte. Lo que tememos perder es la vida que nos da sentido. Y no hay mayor dador de sentido que el Espíritu. El Espíritu está en nosotros cosquilleando el alma: despertando la modorra de la comodidad, excitando al compromiso, provocando la esperanza, encendiendo la chispa del buen humor, acarreando la paciencia, disimulando el dolor, vertiendo la compasión… Es la parte de Dios en directo contacto con nosotros. Y su definición por excelencia es el “dador”, “el que actúa”, “energía”, “inspirador”. Vivir en el Espíritu es dejar que sus inspiraciones guíen nuestra vida, la acomoden a la voluntad del Dios Amor. Por eso al Espíritu solo se le puede orar así: “Ven Espíritu”. ¡Ven! Porque una vez que viene y le dejamos entrar, el resto ya lo hace Él. Cantamos Ven Espíritu de Dios, sobre mí. sim LA RE VEN ESPÍRITU DE DIOS SOBRE MÍ, mim sim ME ABRO A TU PRESENCIA, SOL RE LA FA# sim LA sim Toca mi debilidad, toma todo lo que soy. SOL FA# RE MI SOL LA Pongo mi vida en tus manos y mi fe. Sim LA mim sim Poco a poco llegarás a inundarme de tu luz. SOL FA# RE MI SOL LA FA# Tú cambiarás mi pasado. Cantaré. CAMBIARÁS MI CORAZÓN (bis). RE LA FA# Quiero ser signo de paz, quiero compartir mi ser. Yo necesito tu fuerza, tu valor. Quiero proclamarte a Ti, ser testigo de tu amor. Entra y trasforma mi vida ¡Ven a mí! 1 6 de junio de 2011 Oramos ¡Llama de amor viva, que tiernamente hieres de mi alma en el más profundo centro! pues ya no eres esquiva, acaba ya, si quieres; rompe la tela de este dulce encuentro. ¡Oh lámparas de fuego, en cuyos resplandores las profundas cavernas del sentido que estaba obscuro y ciego con extraños primores calor y luz dan junto a su querido! ¡Oh cauterio suave! ¡Oh regalada llaga! ¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado, que a vida eterna sabe y toda deuda paga!, matando muerte en vida la has trocado. ¡Cuán manso y amoroso recuerdas en mi seno donde secretamente solo moras y en tu aspirar sabroso de bien y gloria lleno Cuán delicadamente me enamoras! [espacio de la Palabra] De la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (12,3b-7.12-13): Nadie puede decir: «Jesús es Señor», si no es bajo la acción del Espíritu Santo. Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Porque lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. [espacio de la escucha] El mismo, pero diferente para cada uno De San Cirilo de Jerusalén, obispo (315-386), “Catequesis” El agua que yo le dé se convertirá en él en manantial de agua viva, que brota para comunicar vida eterna. Se nos habla aquí de un nuevo género de agua, un agua viva y que brota; pero que brota sólo sobre los que son dignos de ella. Mas, ¿por qué el Señor da el nombre de agua a la gracia del Espíritu? Porque el agua es condición necesaria para la pervivencia de todas las cosas, porque el agua es el origen de las plantas y de los seres vivos, porque el agua de la lluvia baja del cielo, porque, deslizándose en un curso siempre igual, produce efectos diferentes. 2 2 6 de junio de 2011 Diversa es, en efecto, su virtualidad en una palmera o en una vid, aunque en todos es ella quien lo hace todo; ella es siempre la misma, en cualquiera de sus manifestaciones, pues la lluvia, aunque cae siempre del mismo modo, se acomoda a la estructura de los seres que la reciben, dando a cada uno de ellos lo que necesitan. De manera semejante, el Espíritu Santo, siendo uno solo y siempre el mismo e indivisible, reparte a cada uno sus gracias según su beneplácito. Y, del mismo modo que el árbol seco, al recibir el agua, germina, así también el alma pecadora, al recibir del Espíritu Santo el don del arrepentimiento, produce frutos de justicia. Siendo él, pues, siempre igual y el mismo, produce diversos efectos, según el beneplácito de Dios y en el nombre de Cristo. En efecto, se sirve de la lengua de uno para comunicar la sabiduría; a otro le ilumina la mente con el don de profecía; a éste le da el poder de ahuyentar los demonios; a aquél le concede el don de interpretar las Escrituras. A uno lo confirma en la templanza; a otro lo instruye en la misericordia; a éste le enseña a ayunar y a soportar el esfuerzo de la vida; a aquél a despreciar las cosas corporales; a otros los hace aptos para el martirio. Así, se manifiesta diverso en cada uno, permaneciendo él siempre igual en sí mismo, tal como está escrito: A cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad. Llega mansa y suavemente, se le experimenta como finísima fragancia, su yugo no puede ser más ligero. Su venida va precedida de los rayos brillantes de su luz y de su ciencia. Se acerca con los sentimientos entrañables de un auténtico protector: pues viene a salvar, a curar, a enseñar, a aconsejar, a fortalecer, a consolar, a iluminar, en primer lugar, la mente del que lo recibe y, después, por las obras de éste, la mente de los demás. Y, del mismo modo que el que se hallaba en tinieblas, al salir el sol, recibe su luz en los ojos del cuerpo y contempla con toda claridad lo que antes no veía, así también al que es hallado digno del don del Espíritu Santo se le ilumina el alma y, levantado por encima de su razón natural, ve lo que antes ignoraba. [espacio del compartir] Cada uno puede hacer una invocación al Espíritu encabezada por “VEN ESPÍRITU SANTO! Canto mi si DO la SI mi DO la SI Ven, Espíritu de Dios, y de tu amor enciende la llama. mi la RE SOL DO la mi SI mi Ven, Espíritu de amor, ven Espíritu de amor. Oración Final Te pedimos, Dios de poder y misericordia, que envíes tu Espíritu Santo, para que, haciendo morada en nosotros, nos convierta en templos de su gloria. Por nuestro Señor Jesucristo que contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén 3 3