RESEÑA La empresa FATE y una historia de vanguardia tecnológica En el libro “Autonomía tecnológica. La audacia tecnológica de FATE”, Bruno Pedro De Alto analiza la aventura en la que se embarcó la empresa argentina en los años 60, cuando decidió crear una división electrónica para la fabricación de calculadoras de escritorio. FICHA “Autonomía tecnológica. La audacia de la División Electrónica de Fate” Autor Bruno Pedro De Alto Editorial Ciccus, Buenos Aires, 2013. 272 Pags. “Argentina ha estado en diferentes momentos de la historia haciendo cosas de vanguardia porque convergían diferentes factores: personal capacitado, mercado demandante y activador, empresas que apostaban y medidas del gobierno audaces. Si esta convergencia ocurre podemos hacer cosas interesantes, porque el desarrollo industrial no es azaroso, es fruto de esta afinidad, de decisiones políticas sistemáticas y capacidades puestas en línea”. Así define Bruno Pedro De Alto una de las enseñanzas de su investigación en la que analiza el caso de la división electrónica de la emblemática empresa de neumáticos. La empresa FATE (Fábrica Argentina de Telas Engomadas) decidió, a fines de los años 60, emprender el desarrollo de su división electrónica para elaborar un plan que “requiera una tecnología muy sofisticada, pero que haya argentinos capaces de hacerlo, que resulte en un proyecto cuya venta no sea menor del 10% de la facturación y que sea un producto que se pueda desarrollar en forma independiente”. Esta empresa de capitales nacionales comenzaba a dar un gran paso hacia la producción escalonada de calculadoras de escritorio y de mano, sistemas y una computadora nacional, la Cifra 1000. En todos estos productos, debía incrementarse progresivamente la incorporación de elementos nacionales. Fue tal el éxito de las calculadoras electrónicas que en cinco años llegó a desplazar en gran parte del mercado nacional a las famosas calculadoras Olivetti de origen italiano. Para contar el auge y caída de un invento argentino hay que retrotraerse al desarrollo de la propia empresa FATE, que comenzó como fábrica familiar en 1932 y por su posterior expansión hacia la fabricación de cubiertas para neumáticos a partir de 1945. El éxito empresarial impulsó a la familia Madanes, con una buena percepción del desarrollo tecnológico de la época, a embarcarse en un nuevo proyecto. Los contactos personales de Manuel y Adolfo Madanes con los científicos Manuel Sadosky y Humberto Ciancaglini fructificaron en una apuesta fuerte y atrevida: la creación de una división electrónica autónoma con capitales argentinos. Hacía muy poco que la Noche de los Bastones Largos (1966) había interrumpido de la forma más brutal el desarrollo de la computación en la Universidad de Buenos Aires. El autor recuerda las palabras del epistemólogo Gregorio Klimovsky, cuando afirmaba que ese episodio “fue el fin de un impulso tecnológico y su reemplazo por la producción primaria y el sector financiero”. Sin embargo, muchos exiliados del 66 recibieron apoyo y refugio en FATE donde encontraron la posibilidad de involucrarse en un ambicioso objetivo: crear un producto de alta tecnología, competitivo y diseñado exclusivamente con técnicos argentinos. Carlos Varsavsky, primo de Oscar Varsavsky, y prestigioso científico de la UBA tuvo a cargo el departamento de Investigación y Desarrollo con más de 100 ingenieros y científicos a cargo. En solo cinco años la producción de calculadoras alcanzó las 45.600 unidades y llegó a ocupar el 50% del mercado previamente dominado por máquinas de origen extranjero. Se habían superado todas las expectativas y ahora solo quedaba emprender el camino para la computadora Cifra 1000, que desdichadamente nunca vería la luz. Aquel año fue el último en el que se realizaron operaciones “normales”; a fines de 1975 se suprimieron todos los desarrollos. Con el golpe de marzo de 1976 llegaría el ajuste estructural que pegaría en el corazón del desarrollo de la autonomía tecnológica a favor del capital financiero. “Entre 1976 y 1979 se encararon –forzados por las circunstancias– algunos ensambles de componentes del exterior y, finalmente, se importaron productos. Todo terminó en 1982 con el cierre definitivo de la división. ¿Qué lecciones deja la audacia de la división electrónica de FATE? Que la sustitución de importaciones fue posible y el capital humano estaba a la altura de los mejores del mundo. Un empresario y unos pocos científicos y técnicos demostraron que la autonomía tecnológica era posible. Por ello, a juzgar por el autor, para aprender de lo sucedido es necesario complejizar los ámbitos donde se desarrolla tecnología local; es imprescindible promover y facilitar la tarea de los actores en red e incrementar la formación en habilidades científico-tecnológicas. En tal sentido, el libro también rescata el modelo de política científico-tecnológica conocido como el “Triángulo de Sábato”, que postula que el Estado, el sistema científico-tecnológico y las empresas actúan coordinadamente para impulsar el proceso de innovación. Aquel sueño tecnológico fue posible gracias a la decisión de unos pocos, que se propusieron alcanzar la cima de la autonomía tecnológica en nuestro país, que tal como define el autor: “no se trata de hacer de todo, sino de tener la capacidad de decidir qué hacer y qué no”. Sobre el autor Bruno Pedro de Alto es licenciado en Organización Industrial recibido en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) y especialista en Gestión de la Tecnología y la Innovación por la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Es docente de la Facultad Regional General Pacheco de la UTN y trabaja en el Centro INTI-Micro y Nanoelectrónica. Más información: Entrevista al autor en el programa radial del INTI “Tecnología para Todos” Nº 5 y 6 de 2014. http://www.inti.gob.ar/tecnologia_todos/ Contacto: sabercomo@inti.gob.ar