SOCIEDAD COLOMBIANA DE ANESTESIOLOGIA Y REANIMACION - SCARE EL MORIR, COMO EJERCICIO FINAL DEL DERECHO A UNA VIDA DIGNA Jaime Escobar Triana MD, Rector de la Universidad del Bosque Magister en Bioética Este Archivo se suministra para fines informativos y académicos, y se encuentra acogido a leyes de Propiedad Intelectual, NO se autoriza su reproducción total o parcial, salvo Autorización por Escrito de la Sociedad Colombiana de Anestesiología o Reanimación - SCARE EL MORIR, COMO EJERCICIO FINAL DEL DERECHO A UNA VIDA DIGNA La cultura tecnológica y científica que vivimos abarca la totalidad de las capas de la población y constituye la forma común para el dominio de la realidad, con deslumbrantes éxitos de las ciencias naturales modernas y de las modernas comunicaciones. Esto ha llevado a la desmitificación de la muerte; y a su medicalización, y por tanto, al alejamiento público y del entorno del moribundo, de sus parientes y amigos y del ambiente doméstico y familiar. Con los avanzados procedimientos tecnológicos médicos se diluye o desvanece el final de la vida, desapareciendo la propia experiencia de la muerte y las vivencias propias del yo. Se pueden mantener artificialmente las funciones vegetativas y la muerte pasa a ser una decisión del médico. En este trabajo el objetivo es hacer una aproximación crítica a los conceptos de muerte y su evolución en la historia humana, hasta las más recientes situaciones planteadas por la biomedicina y estudiadas por la bioética. Se hace revisión bibliográfica desde 1935, cuando se creó en Londres la Voluntary Euthanasia Society, hasta el año 1996, cuando se hacen los intentos de legalización de la eutanasia en algunos países del mundo, con debates que surgen alrededor de la muerte digna, los derechos humanos y con posiciones muy diversas y algunas extremas. El progreso biomédico de los últimos cincuenta años ha permitido la modificación artificial y la prolongación de la vida o la agonía. Los aportes tecnológicos proporcionan nuevos elementos y crean circunstancias que hacen necesario revisar y precisar los conceptos de persona, muerte, el morir, calidad y dignidad de la vida y de la muerte. La muerte y el proceso de morir, han sido una constante preocupación a través de la historia humana. Sin embargo, hoy por el imperativo tecnológico, un proceso que amenace la vida puede retrasarse o adelantarse a voluntad de las personas encargadas del enfermo --médico y personal de salud- sin que el propio moribundo pueda intervenir; esto plantea cuestiones éticas, sociales y del manejo de la salud ya que la mayoría de las personas mueren en los hospitales hoy, en contraste con lo que sucedía en siglos anteriores. El modelo médico actual, biologista y mecanicista, se presenta de una manera exclusivamente ligado a los sistemas y funciones orgánicas del paciente dejando por fuera las otras dimensiones ontológicas que constituyen como subjetividad al ser humano, por ejemplo en su corporeidad e historicidad que requieren. por tanto, una asistencia integral en el proceso de morir y dentro del cual se debe prioritariamente contar con la decisión competente de la propia persona. Según Philipe Aries, la medicalización de la muerte se presenta o se inicia con la obra literaria, Muerte de Iván Illich Tolstoi, en los años 1880, cuando entramos en el mundo en vía de medicalización y culmina con la verdadera medicalización, o medicalización completa de la muerte a partir de 1945. Los problemas biomédicos convierten al hospital en un lugar de la muerte solitaria, aséptica y a veces inconsciente; es la negación y el enmascaramiento técnico de la muerte en la sociedad actual, es el tabú de la muerte en el siglo XX, sustituyendo al sexo como tema prohibido. En 1948, se promulgó el código de Nuremberg, primer protocolo sobre ética de investigación en humanos, en el cual se exige el consentimiento voluntario de los sujetos de experimentación; también se relaciona con la autonomía de la persona y con el derecho a la muerte digna. Posteriormente se sucedieron otra serie de hechos, sentencias, juicios, publicaciones, códigos y doctrinas de tribunales acerca del derecho al respeto a la autonomía y los derechos del paciente en estado terminal, ante el casi ilimitado crecimiento de la tecnología médica y a su capacidad de mantener con vida artificialmente personas que de otra manera habrían muerto mucho antes. Se crearon también los comités de ética hospitalaria y los testamentos vitales o directrices previas. II. Concepción y definición de muerte Hay situaciones antagónicas en la definición y declaración de muerte del ser humano; de una parte, se considera como muerte la cesación de la vida biológica, y de otra, la centrada en la cesación de la vida de la persona, como es el caso de la muerte cerebral total, con ausencia de conciencia que le da sentido y significado, en contraste con las estructuras mecánicas, químicas y biológicas. Persona: Teniendo en cuenta que «la vida consciente es un bien imprescindible para materializar la mayor parte de los proyectos e ideales, aún cuando estos incluyan la perspectiva de arriesgar o quitar de la misma vida», para definir persona se recogen los conceptos de la fundamentación de los derechos humanos, esto es, que un ser humano como persona posee valor, y es un fin en sí mismo (Kant), por tanto, con capacidad para decidir sobre sí mismo, que actúa como agente moral para alabar o realizar actos propios y ajenos y reconocer como necesario al respecto de esta capacidad para decidir tanto para sí, como para el otro. También se puede entender con Malherbe, la concepción del ser humano como «un ser recíproco, heredero de un cuerpo tridimensional... en las tres dimensiones de la palabra: la dimensión del código (simbólico o lenguaje), la dimensión psíquica (de la comunicación) y la dimensión orgánica (del cuerpo). Es, así, un ser recíproco». Aquí se da el conflicto de la medicina; su aporía, frente al cuerpo que poseo y el cuerpo que soy. Pretende sanar al cuerpo que somos olvidando que sus competencias miran únicamente al cuerpo que tenemos. Para Lain Entralgo, la persona se define por la capacidad de ensimismarse: Yo sé lo que soy y yo sé quien soy. Para Engelhardt, la única fuente moral de autoridad universal es el consenso, o sea la autoridad del acuerdo y del consentimiento, el respeto mutuo y el reconocimiento plural del otro en su diferencia. Es el «principio de permiso» que articula Engelhardt con el «principio de beneficencia» que da contenido a esa bioética universal. Las controversias morales se resuelven por el consentimiento mutuo. De esta manera, la muerte de una persona se definirá con fundamento en los principios de dignidad, autonomía e inviolabilidad de una parte, y de otra, con los de permiso y beneficencia. Lo anterior, basado en el concepto de persona que encarna ese ser humano: capacidad de decidir sobre sí mismo, el respeto mutuo de esa capacidad al que nos obliga una bioética universal, la autoridad moral que otorga el acuerdo mutuo de no usar la fuerza y la exigencia de no hacer daño (no maleficencia-beneficencia). LA MUERTE COMO HECHO FACTUAL -NIVEL DESCRIPTIVO La muerte es un inevitable hecho biológico en el cual cesa toda actividad vital, y todo lo que nace muere aunque la muerte es del individuo y perdura la especie. La muerte, como el nacimiento, son una experiencia individual, y ambos marcan dos límites inexperimentables e incognoscibles por sí mismos. Son experiencias que captamos a través del otro. La muerte definitiva de ser humano se da por la total inactividad del cerebro. NIVELES O ÁMBITOS DEL MORIR La muerte es una reincorporación al cosmos, y a una especie de inmortalidad del ser humano, al reincorporarse; es un proceso de homogeneización de la energía, y como parte del cosmos y dentro de él actuamos en los procesos del vivir y del morir. La muerte biológica: La muerte es la certidumbre suprema de lo biológico; tiene carácter impersonal y metafísico, pero deja un cadáver actual y real. Los signos de la muerte: Dos son los signos clínicos de la muerte, detenimiento de la respiración y del corazón. A estos se agregan todos los datos medibles por instrumentos o aparatos y los signos de ausencia de vida. Sin embargo, hoy pueden modificarse los signos y las funciones fisiológicas pueden mantenerse artificialmente, y portante, la definición del momento de la muerte no es tan puntual. Muerte cerebral: Las funciones cerebrales cuando se pierden, no se pueden recuperar como sí se logra en casos de pérdida de las funciones cardíacas. La muerte cerebral es la cesación e irreversibilidad de todas las funciones cerebrales incluido el tallo cerebral. Artificialmente se pueden mantener las funciones circulatorias del corazón, pulmonares y viscerales, planteando el dilema de un cerebro muerto en un cuerpo viviente (transplantes). Existe todo un procedimiento para la determinación de la muerte cerebral adoptado internacionalmente, como la no respuesta a estímulos extemos visuales, táctiles, auditivos y la incapacidad de comunicarse. A esto se agregan otros signos y mediciones de electroencefalografía, pruebas de apnea, ausencia de circulación cerebral, etc. Criterios de diagnóstico cuyo comienzo es que exista un hecho neurológico capaz de producir muerte cerebral. Estado vegetativo persistente: Se define como la pérdida total de la función cerebral cortical con funcionamiento del tallo cerebral. Se caracteriza por coma con sueño que va de pocos días a pocas semanas, con ciclos de sueño y vigilia, y cuyo diagnóstico es clínico. Estos pacientes plantean problemas de decisión ética relacionados con la administración de líquidos y de nutrición. Con los criterios de la muerte cerebral se plantean también las decisiones de hasta donde se pueden llevar las llamadas «medidas de asistencia extraordinarias» y la superación de la obsolescencia del criterio tradicional de muerte en lo que concierne a los transplantes de órganos. La muerte como proceso: Los estudios sobre la muerte y los moribundos de E. Kübler-Ross pusieron de manifiesto los mecanismos de reacción que entran en funcionamiento durante una enfermedad terminal y ante la muerte inminente; describe cinco fases que no necesariamente deben tomar orden y pueden variar con el tiempo de acuerdo con la gravedad mayor o con la aceleración del proceso de morir; son las fases de negación y aislamiento, fase de ira y agresividad, fase de pacto y regateo, fase de depresión y fase de aceptación. Es de gran importancia su conocimiento y comprensión por parte del personal de salud y de quienes rodean al moribundo. La dignidad humana frente a la muerte: La actitud del médico hacia el paciente moribundo ha venido cambiando en los últimos decenios, y en cambio de negarle la verdad y decirle mentiras piadosas, se busca la comunicación con el paciente, quien reclama el derecho a la verdad, y se le habla de su enfermedad, su pronóstico, de las posibilidades de supervivencia, de las intervenciones de que podrá ser objeto, y la calidad de vida de la supervivencia y de la muerte. Al estudiar la muerte y entender el proceso de morir, se busca devolverle al moribundo la dignidad de esta parte final de la vida, como un acontecimiento esencial que no se debe escamotear. Aquí surge el planteamiento sobre la persona humana y su dignidad y lleva a la medicina científica a hacer crisis en relación con el sujeto mismo de su práctica, el paciente como sujeto moral, es decir, como persona humana. Su capacidad de decidir sobre sí mismo, el respeto mutuo de esa capacidad a la que nos obliga una bioética universal, la autoridad moral que otorga el acuerdo mutuo de no usar la fuerza y la exigencia de no hacer daño (nomaleficencia - beneficencia), pero teniendo en cuenta el acuerdo y el respeto mutuos. El paciente con una enfermedad terminal, con estado de conciencia, dispone del derecho a controlar su destino y pedir al médico que no tome medidas desproporcionadas o extraordinarias para prolongar la vida, sin calidad desde su punto de vista, y tener derecho a una muerte digna. Si la muerte es parte de la vida y la vida por derecho debe ser digna, la muerte también lo debe ser.