Iusnaturalismo racionalista y nuevos derechos en la Revolución Norteamericana Aún a día de hoy, el proceso revolucionario culminado a finales del siglo XVIII en las trece colonias británicas de Norteamérica, sigue representando un reto teórico para los estudiosos de la política y el Derecho. Puede ser considerado como un antecedente de otros procesos posteriores, aspecto esta afirmación no está exenta de discrepancias, baste recordar el ya clásico debate entre G. Jellinek y E. Boutmy sobre la influencia de este proceso en la posterior Revolución Francesa1. Pero, además, existen diferentes posiciones sobre las fuentes teóricas que lo inspiran, y sobre los autores fundamentales para entender a los impulsores de este proceso revolucionario. Y es, precisamente, en referencia a este debate sobre lo que versará el presente escrito. Los extraordinarios sucesos que acontecieron en el periodo revolucionario, y que culminaron en la redacción constitucional, no sólo son parte fundamental de la historia del país que fundaron, sino que representan el instante fundacional de una nueva visión de la política y, por ende, del mundo. En este periodo, que abarca desde los años que anteceden a la adopción de la Declaración de Independencia y también los once años que transcurren desde la Declaración a la Constitución Federal, se debate si se abre la puerta y se da la bienvenida a la modernidad, tal y como hoy la conocemos, abandonando las estructuras, los principios y las formas, aunque no el vocabulario clásico republicano, o se rehabilitan y actualizan los principios políticos de la teoría republicana. Si hasta la segunda mitad del siglo XX se aceptaba que las fuentes de los ideólogos de la independencia eran los autores de la escuela iusnaturalista racionalista que, en Locke, dan inicio a la teoría liberal y, por tanto, estos eran considerados como autores de ideología moderna, hoy tal idea es enormemente discutida. 1 García de Enterría, Eduardo; “La lengua de los derechos. La formación del Derecho Público europeo tras la Revolución Francesa”; Editorial Aranzadi; tercera edición; Pamplona 2009; “El influjo de estas Declaraciones americanas sobre la Declaración Francesa de 1789 no es, desde luego, discutible. Recordemos que entre 1778 y 1783 se habían publicado cuatro ediciones de un volumen que recopilaba y traducía, por iniciativa de Franklin, las Constitutions des tríese États-Unir de l’Amérique, que está perfectamente probado que estuvo en las manos de los constituyentes más influyentes y que incluso fue citado con frecuencia durante el debate del que salió la Declaración de 1789. El problema es estimar el grado de esa influencia. A principios de este siglo el tema fue objeto de una célebre polémica transnacional [...] que protagonizaron George Jellinek y Émile Boutmy, el primero cabeza a la sazón de la prestigiosa escuela alemana de Derecho público, el segundo profesor en París y fundador de la Escuela de Ciencia Política.” Página 81. 1 Un nutrido grupo de historiadores han acometido la tarea de, lo que han acertado en llamar, un giro historiográfico, defendiendo que, al menos en la primera fase revolucionaria, las ideas imperantes entre los norteamericanos no estaban inspiradas en pensadores liberales, sino que sus influencias provenían de postulados clásicos republicanos. Entre los impulsores de esta nueva visión de la Revolución destacan Bernard Bailyn, que inicio la relectura del periodo revolucionario; Gordon. S. Wood, que rechazó toda influencia liberal; y J.G.A. Pocock, que ha terminado de popularizar esta postura. A lo largo del presente trabajo se ha pretendido ofrecer otra perspectiva. También en los años anteriores al proceso revolucionario, ya desde principios del siglo XVIII, se observa en las colonias británicas la llegada de la influencia de pensadores no republicanos, sino iusnaturalistas racionalistas, cuyos postulados fueron moldeando el discurso de los colonos hasta desembocar en la Declaración de Independencia. Se puede observar desde fechas muy tempranas la llegada del Barón Samuel von Pufendorf a través de John Wise, un párroco de la colonia de Massachusetts que es una figura especialmente interesante para el estudio de la época prerrevolucionaria. Del mismo modo, parece razonable pensar que, cuanto menos, algunas de las innovaciones operadas por los revolucionarios son difícilmente compatibles con los postulados de la teoría republicana del estado. Serviría como ejemplo citar el concepto moderno de representación política que aparece en la Constitución Federal, o la teoría de los derechos naturales y la igualdad de todos los hombres que se certifica en la Declaración de Independencia. Nos encontramos, en definitiva, ante una encrucijada, en la que el debate versa sobre si lo que acontece es la reformulación de los postulados imperantes en el siglo anterior en Inglaterra, o avanzamos montados en unas ideas radicalmente modernas que encuentran su origen en los pensadores clásicos. La posición republicana. La revisión republicana del proceso de independencia comienza, en palabras de J.G.A. Pocock, cuando “en la década de los sesenta del siglo XX se publicaron una serie de trabajos científicos que alteraron nuestra percepción del universo mental de la generación revolucionaria americana”2, continúa asegurando que “la Revolución americana, que para la vieja escuela de historiadores significaba una quiebra racionalista o naturalista con el viejo mundo y su historia, fue considerada a partir del momento de la revisión de un evento envuelto en una compleja relación tanto con la historia cultural del Renacimiento y de Inglaterra, como con una tradición de pensamiento que desde sus inicios se había preocupado por poner de manifiesto la confrontación del hombre político con su propia historia, y que en 2 Pocock, J. G. A.; “El momento maquiavélico. El pensamiento político florentino y la tradición republicana atlántica”; Editorial Tecnos; traducción de Marta Vázquez-Pimentel y Eloy García; Madrid, 2008. Página 611 2 la época de la Revolución estaba siendo empleada para expresar una forma primitiva de la querella con la modernidad.” El sustrato de la Revolución no lo encuentra Pocock en la reclamación de los derechos naturales de los americanos, ni en la falta de representatividad, sino que según el autor neozelandés “la virtud y la integridad personal de cada americano se encontraban amenazadas por una corrupción que emanaba de una fuente ahora reputada de extranjera”3, “y cuanto mayor resultaba su aparente independencia, mayor era el sentimiento de que su virtud era suya; cuanto más activo fuera el gobierno en el que no participaban directamente, mayor era su sentimiento de que su independencia y su virtud estaban amenazadas por una fuerza que sólo podían llamar corrupción.”4 Nos encontramos, por tanto, ante una visión de la actividad política y del concepto de ciudadano muy cercana a la visión clásica de autores como Cicerón. En definitiva, para estos autores, las bases intelectuales del proceso revolucionario han de ser encontradas en la Inglaterra de Harrington y sus seguidores, en los autores griegos y romanos, en la historia cultural del renacimiento o, incluso, en Montesquieu quien, para John Pocock encarna a la perfección los ideales republicanos. Partiendo de esta base conceptual, Pocock sostiene que tras la Declaración se pretendió en las colonias crear un sistema de gobierno republicano en el que habrían de encontrar una especie de aristocracia natural no hereditaria para conseguir diseñarlo, pero esta búsqueda, y con ella la ilusión republicana, terminó por fracasar, en palabras de Pocock, por el cambio operado en el concepto de pueblo en un momento posterior al de la Declaración, que varía desde una idea de pueblo dividido en grupos diferenciables a una entidad monística en la que los individuos son sujetos indiferenciados e iguales en derechos5. Afirmación esta de la que discreparé más adelante cuando proceda al estudio detallado de la llegada de las ideas del Barón Pufendorf a las colonias, en la que la igualdad natural de los hombres así como la dignidad intrínseca en todos ellos son pilares fundamentales de su teoría. Y además de esta dificultad teórica Pocock se encuentra con otros obstáculos en su argumentación, como puede ser el hecho de la representación política que excluía el concepto de virtud, o la adopción de la separación de poderes como forma de organización del poder en lugar de una forma de gobierno mixto republicano. 3 Op. Cit.: Página 613 Op. Cit.: Página 614. 5 Op. Cit.: “El punto crucial de la revisión gravita sobre el concepto de pueblo. En vez de concebirlo como una realidad configurada en grupos diferenciados en razón a cualidades y funciones diversas, el pueblo era definido como una entidad tan monística que importaba poco las características que pudiera o no poseer, mientras las diferentes instancias del poder […] se entendía que no deberían ser atribuidas inmediatamente a grupos sociales en posesión de capacidades conectadas y vinculadas con cada función, sino mediatamente a individuos cuyo título de autoridad fuera actuar en calidad de representantes del pueblo.” Página 623. 4 3 En el problema de la representación, un concepto que, en principio, parece completamente ajeno a las concepciones republicanas, J.G.A. Pocock se detiene con amplitud. “Elegir un representante equivalía a una rendición, significaba transmitir a otro la plenitud del propio poder y de su persona, e incluso, de la misma individualidad. Dicho de otra forma, el humanismo republicano que se encontraba fundamentalmente preocupado por la afirmación de la personalidad moral en la acción cívica, tenía buenas razones para preguntarse si el concepto de representación no excluiría acaso el de virtud”.6 El autor neozelandés asume la imposibilidad de estimar la relación entre representante y representados como “una relación de virtud clásica”7, máxime cuando el control que los ciudadanos podían ejercer sobre su representante no era, en absoluto, ni directo ni suficiente como para asegurar que el representante era simplemente eso, un medio que transmitía los mandatos de sus electores8, sino todo lo contrario, el representante, en el diseño constitucional que se dieron las colonias, disfrutaba de un enorme grado de autonomía9. En este aspecto coincido plenamente con John Pocock, pero éste, posteriormente, une el hecho de la representación política a la innovación de la separación, funcional, de poderes asegurando que ésta es típicamente republicana, para afirmar que aquellos que participan de estos poderes que han sido elegidos por el pueblo, constituyen una especie de aristocracia natural, que se auto-controla para evitar caer en la corrupción. Aunque el pueblo siempre tendrá un papel relevante de control con la celebración de elecciones periódicas y en cortos intervalos de tiempo. 6 Op. Cit.: Página 625. Op. Cit.: “El acto de elegir una persona para actuar en mi nombre, a una persona con la que yo afirmo una identidad artificial, no puede ser nunca igual al acto de reconocer a una persona que actúa conmigo y con quien establezco un vínculo asociativo natural (nacido de mi natural condición asociativa). Es por ello por lo que resulta difícil entender la relación de representante representado como una relación de virtud clásica” Página 627. 8 Hamilton, Alexander; Madison, James; Jay, John; “El federalista”; Fondo de Cultura Económica; México DF, 2001. “el genio de la libertad republican parece exigir, por una parte, no sólo que todo el poder proceda del pueblo, sino que aquellos a los que se encomiende se hallen bajo la dependencia del pueblo, mediante la corta duración de los periodos para los que sean nombrados; y que inclusive durante esos breves términos, la confianza del pueblo no descanse en pocas sino en numerosas manos. Por el contrario, la estabilidad hace necesario que las manos que ejercen el poder lo conserven durante cierto tiempo. Las elecciones demasiado frecuentes producen un cambio continuo de hombres, y esta frecuente renovación de hombres trae consigo un constante cambio de disposiciones; mientras que la energía del gobierno requiere no sólo cierta duración del poder, sino que éste sea ejercido por una sola mano” Página 149. 9 Ruiz Ruiz, Ramón; “La tradición republicana. Renacimiento y ocaso del republicanismo clásico”; Editorial Dykinson; Madrid, 2006. “los antifederalistas aún concebían la representación política como una relación en la que los ciudadanos controlaban el comportamiento de sus representantes, que habían de tener mandatos precisos para defender las opiniones e intereses de aquellos de quienes eran totalmente dependientes, Con el nuevo sistema, sin embargo, este contacto directo del ciudadano con el congresista, así como la posibilidad de pedirle cuentas, devenía imposible.” Página 286. 7 4 En este extremo del argumento del profesor neozelandés albergo ciertas reservas que me hacen discrepar. Mi desacuerdo fundamental consiste en que la separación, funcional, de poderes descrita por Montesquieu en su Espíritu de las Leyes, la descrita por Pufendorf y adoptada por Wise, o la descrita por John Locke, no guardan relación alguna ni en su fundamento, ni en su funcionamiento, con la concepción del gobierno mixto que proponen las teorías republicanas10. Para entender la aplicación en América de la teoría de Montesquieu hay que aceptar un hecho, que los americanos habían aceptado, que es la natural igualdad de todos los ciudadanos y la inexistencia de una aristocracia en la sociedad, de una élite virtuosa. Sólo así funciona este modelo en el que es el conjunto de la ciudadanía indiferenciado quien elige a todos sus representantes, y son todos los ciudadanos los que pueden concurrir a esos honores. La separación de poderes propuesta se asienta en la individualidad e igualdad de los ciudadanos y en la separación competencial de los poderes, elementos ambos extraños a la teoría republicana. La visión de los autores republicanos se ve, finalmente, limitada por el enfrentamiento entre los conceptos de corrupción y virtud a los cuales terminan refiriendo todos los debates surgidos antes, durante y después de la independencia. Considero que es una visión excesivamente restrictiva de un proceso político complejo que involucró muchos más pensadores, debates, ideas y teorías de las que estos autores están dispuestos a aceptar. Sirva como ejemplo de ello lo anteriormente expuesto y lo que ahora procederé a analizar, la llegada de las ideas del iusnaturalismo racionalista a América. La relación de Samuel von Pufendorf y John Wise El Barón Samuel Pufendorf es un antiguo conocido de la filosofía del derecho, debido, esencialmente, a su labor como profesor, en la que alumbró algunos de los más brillantes e influyentes escritos del siglo XVII. Así lo reconoce el profesor Joaquín Abellán al asegurar que “la influencia de la obra de Pufendorf fue enorme. En la segunda mitad del XVII y en la primera mitad del XVIII fue, junto a Grocio, la autoridad en el terreno del Derecho natural”11 El Barón Pufendorf desarrolla su actividad en la Europa luterana de la segunda mitad del siglo XVII, y es en este marco donde construye una teoría de Derecho natural con la que 10 Villaverde Rico, María José; “La ilusión republicana, ideales y mitos”; Editorial Tecnos, Madrid 2008; “la Constitución Federal de 1787 diseñada en parte para poner remedio a estos males (los problemas surgidos de las formas de gobierno de los Estados), introdujo una concepción de gobierno que no tenía precedentes en el pensamiento occidental. El nuevo texto constitucional coronaba, en lugar del régimen mixto, la teoría de la separación de poderes de Montesquieu”. Página 119. 11 Abellán, Joaquín; “El vínculo entre tradición y el mundo moderno”; publicado en Vallespín, Fernando; “Historia de la teoría política, 2”; Alianza Editorial; Madrid, 1995. Página 50. 5 abandona las ideas de la revelación divina como forma de conocimiento de este Derecho. Es, en definitiva, como aseguraba el profesor Peces Barba “junto con Thomasio, el modelo más representativo del iusnaturalismo racionalista”12. El mismo Pufendorf expone con meridiana claridad el racionalismo de sus sistema de Derecho natural cuando afirma que “está claro que los hombres obtienen el conocimiento sobre su deber y de lo que reputado de honesto hay que hacer en esta vida, de lo que hay que evitar por infame, por así decir, de tres fuentes: de la luz de la razón, de las leyes civiles y de la revelación especial de la Divinidad. [...]De ahí provienen también tres disciplinas distintas, de entre las cuales, la primera es la del Derecho natural, común a todas las gentes; la segunda es la del Derecho civil de cada uno de los Estados en los que se ha dispersado el género humano. La teología moral se considera tercera contrapuesta a aquella otra parte de la teología; se expone en ellas lo que se ha de creer.”13 Otro concepto imprescindible, además del racionalismo, de su teoría es el de la natural sociabilidad del hombre, observa el profesor Abellán acertadamente que Pufendorf identifica esta socialitas, esta sociabilidad necesaria, con “el principio fundante del Derecho Natural”. De este modo “Pufendorf eleva esta socialitas a principio máximo del Derecho natural y a concepto general de la existencia humana”14 Es este concepto de la sociabilidad, como centro del Derecho natural, el que nos permite observar en Pufendorf, como así lo hace el profesor Peces Barba, un paso más en la teoría del Derecho natural. Avanza hacia una dimensión “principalmente subjetivista e individualista del modelo”15, que terminará por cristalizar en las grandes declaraciones de derechos del siglo XVIII. Si la sociabilidad es el principio fundante del sistema de Pufendorf, según Hans Welzel encontramos que “los principios materiales sustentadores del Derecho natural de Pufendorf […] son la idea de la libertad y la idea de la igualdad de todos los hombres”16 Y estas dos ideas de igualdad y libertad están estrechamente ligadas a un principio capital de la teoría de Pufendorf, que no es otro que la idea de la dignidad humana. De este modo Pufendorf da paso a su última idea fundamental que es la idea del contractualismo dentro del sistema de Derecho natural, a través de la cual se protegen los derechos de igualdad y libertad de los hombres. Así pues podemos concluir que para 12 Peces Barba, Gregorio; “Introducción a la filosofía del derecho”; Editorial Debate; Madrid 1983. Página 225. 13 Von Pufendorf, Samuel; “De los deberes del hombre y del ciudadano según la ley natural, en dos libros”; Centro de Estudios Políticos y Constitucionales; traducción de María Asunción Sánchez Manzano y Salvador Rus Rufino; Madrid, 2002. Página 5. 14 Op. Cit.: Abellán, Joaquín. Página 45. 15 Op. Cit.: Peces Barba, Gregorio. Página 229. 16 Welzel, Hans; “introducción a la filosofía del derecho. Derecho natural y justicia material”; Biblioteca Jurídica Aguilar; traducción de Felipe González Vicén; Madrid, 1979. Página 145. 6 Pufendorf el hombre es un ser racional, moral, libre e igual, imbuido de una dignidad propia, y naturalmente sociable. Siendo la consecuencia de estos atributos el diseño contractual de creación de las sociedades que desarrolla. Por su parte, quizá la mejor caracterización que se puede encontrar de John Wise sea la que La Enciclopedia Británica le dedica señalándole en su entrada como un ministro Congregacionalista americano, teólogo y folletista a favor de la iglesia liberal y del gobierno civil17. Wise nace el quince de agosto de 1652 en Roxbury, Massachusetts, y fallece el ocho de abril de 1725 en Ipswich, en la misma Colonia. Es en éste último lugar donde desarrolló el grueso de su tarea como pastor de la iglesia congregacionalista, desde 1680 hasta 1725. Fue durante el ejercicio de su labor pastoral cuando se reveló como una figura imprescindible tanto de la lucha entre congregacionalistas y presbiterianos, como, lo que es más importante, de la introducción de las ideas de Samuel Von Pufendorf sobre el gobierno civil. De este modo, emerge su figura como un firme opositor a las políticas de la metrópoli. Sirva como ejemplo el hecho de que éste joven graduado en Harvard se opusiera a las medidas que adoptaba Londres en el año 1688, liderando una protesta social contra la imposición de tasas a la Colonia, que terminó con el propio Wise encarcelado por orden del Gobernador Andros.18 El enfrentamiento en el seno de la iglesia americana del siglo XVIII es el que lleva a John Wise a publicar sus dos obras. La lucha entre diferentes órdenes religiosas había sido la causa de la migración de muchos colonos hacia las tierras coloniales, donde existía una mayor tolerancia con las minorías religiosas al no haber una iglesia oficial fuerte19. Aún así 17 Enciclopedia Británica; Entrada: “John Wise”; traducción propia. “colonial American Congregational minister, theologian, and pamphleteer in support of liberal church and civil government” 18 Parrington, Vernon Louise; “Main current in American thought, Volumen 1”; 1927; “In the days when Sir Edmund Andros was seeking to fasten upon Massachusetts Bay the principles and practice of Stuart prerogative, an event occurred that greatly stirred New England. Taxes having been arbitrarily assessed in Council, the several towns were bidden appoint commissioners to collect them. When the order reached Ipswich, John Wise, minister of the second church, gathered the chief members of his flock together, and it was agreed by them to choose no such commissioner at the town meeting-"We have a good God, and a good king, and shall do well to stand for our privileges," the minister is reported to have argued. Soon thereafter John Wise was summoned before a starchamber court on the charge of sedition. Upon his plea of colonial privilege, the president of the court, Dudley, is said to have retorted, "You shall have no more privileges left you than not to be sold for slaves." "Do you believe," demanded Andros, "Joe and Tom may tell the King what money he may have?" "Do not think," put in another judge, "the laws of England follow you to the ends of the earth." Thereupon with five others, John Wise was thrown into Boston jail, where he lay one and twenty days, and whence he was released only after payment of fifty pounds, giving bond in a thousand pounds for good behaviour, and suffering suspension from the ministry. "The evidence in the case," he remarked afterward, "as to the substance of it, was that we too boldly endeavoured to persuade ourselves we were Englishmen, and under privileges.”. Página 118. 19 Bailyn, Bernard; “Los orígenes ideológicos de la Revolución Norteamericana”; Editorial Tecnos; traducción de Alberto Vanasco; Madrid, 2012. Sirvan como ejemplo Massachusetts dónde “la misma intensidad de las motivaciones religiosas y el anhelo de especificar e imponer una correcta ortodoxia dieron lugar a disensiones cismáticas frente a la oficialización de una religión”. También en Nueva York 7 las tierras americanas no estuvieron ajenas a los conflictos religiosos, como el caso de Maryland, fundada por colonos católicos que huían de la intransigencia de Inglaterra y de la de los colonos de Virginia20, o Connecticut, fundada por colonos emigrados desde Massachusetts para proteger su libertad de conciencia frente a la intromisión del poder civil21. El enfrentamiento entre presbiterianos y congregacionalistas no es una lucha, exclusivamente, por ejercer el poder eclesial, sino por la forma de ese ejercicio, por cómo ha de conducirse la iglesia en su organización. Los líderes Congregacionalistas no aceptaban que sobre sus iglesias, sobre sus congregaciones de fieles, rigiera ningún tipo de jerarquía que no fuera la decisión de la propia congregación. Se oponían a la jerarquía obispal de la iglesia anglicana, y a las formas presbiterianas que imperaban en Escocia. Wise deducía este método de organización de la lectura del nuevo testamento. Sólo el método congregacionalista se ajustaba al diseño de la iglesia primitiva que defendía el derecho de los miembros de cada rebaño a elegir sus propios pastores y a regular sus relaciones de forma autónoma, diseñando así un método de organización democrático22. En palabras de Perry Miller es Wise quien hábilmente traslada la lectura que los congregacionalistas hacen de las Escrituras, al plano de la razón23. Se convierte así, la razón, en la base en la que sostiene sus ideas sobre la forma de gobierno, acercando inexorablemente a los Estados Unidos la teoría de Pufendorf. Ahora bien, Wise da un paso más allá del propio Pufendorf que resulta fundamental. Defiende, sin ambages, la superioridad de la democracia como forma de gobierno24. dónde “la gran variedad de credos religiosos entre la población hizo problemática la oficialización de cualquier confesión en particular.” Páginas 247-248. 20 Aparisi Miralles, Ángela; “La Revolución Norteamericana. Aproximación a sus orígenes ideológicos”; Boletín Oficial del Estado; Madrid, 1995. “Cecilius Calvert quiso hacer de Maryland un refugio para los ingleses católicos. Intentaba aliviar la situación que padecían en Inglaterra que, en aquella época, era realmente difícil: se les multaba por no asistir a los servicios de la Iglesia anglicana, se les reducía a prisión, se les confiscaban las propiedades y se les podía ofender impunemente. Pero Calvert no deseaba fundar una colonia exclusivamente católica. Entre sus aspiraciones se hallaba la de crear un establecimiento cuyas condiciones lo hicieran especialmente atractivo para los inmigrantes de cualquier religión, de tal modo que en Maryland pudieran llegar a convivir, en buena amistad, católicos y protestantes.” Página 38. 21 Op. Cit.: “Algunos otros descontentos, llegados también de Massachusetts, fundaron la colonia de Connecticut. […] Entendían que la base de la autoridad se hallaba en el libre consentimiento del pueblo y rechazaban cualquier intromisión del poder civil en la conciencia individual.” Página 43. 22 Podría afirmarse que John Wise traslada a la vida de las congregaciones los principios ordenadores de la teoría contractualista de Pufendorf. 23 Wise, John; “A Vindication of the Government of New England Churches”; Harvard University; Scholars Facsimiles and Reprints; Gainsville, Florida, 1958. “This minister of the gospel was striving, en every sentence of the Vindication, to transfer the whole Congregational position from Biblical authority to the sanction of pure reason”. Página XIV. 24 Op. Cit.: “And his blanket assertion of the superiorities of democracy over both monarchy and aristocracy is not Pufendorf’s; it is pure Wise.” Página XV. 8 Para John Wise, como para Samuel Pufendorf, el concepto de la dignidad humana es la roca sobre la que se edifican las siguientes estructuras. Si de la misma noción del hombre no emanara la dignidad de la que está imbuido, sería imposible asegurar que todos somos naturalmente iguales. De hecho, se podría seguir afirmando la teoría aristotélica de los esclavos por naturaleza, algo que ya Pufendorf rechaza completamente. En tanto que de la idea de hombre emana esa dignidad de la que hablan los dos autores, los hombres, independientemente de su origen, alcurnia, riqueza o habilidades son por naturaleza iguales, y tienen idéntica dignidad. Esto es así, sin perjuicio de la posición social que posteriormente ocupen en función de las habilidades que desarrollen. La igualdad en Pufendorf o en Wise es una igualdad en origen, es, como acabamos de decir, una igualdad en dignidad. Según Wise, podemos encontrar numerosas y plausibles razones para justificar y para ilustrar esta igualdad, como el hecho de que todos procedamos del mismo tronco, del mismo padre común de la raza humana25, que no es otro que Dios. Esta es una justificación, en parte, igual a la que aporta Pufendorf al decir que “no faltan razones populares que ilustran esa igualdad; por ejemplo, que todos descendemos de una misma estirpe y nacemos del mismo modo, nos nutrimos, morimos, y que Dios no garantiza a nadie una fortuna estable y sin contratiempos.”26 De esta forma de entender la igualdad, no se puede extraer otra conclusión que no sea la de que es contrario a la Ley Natural todo ejercicio de sumisión que no sea voluntariamente aceptado. Es decir que, en palabras de John Wise, el que alguien quiera ser superior y regir por encima de todos los hombres, no puede llevarnos a concluir que todos los hombres deseen ser sus esclavos27. En definitiva, esta idea de la igualdad en origen está unida a una consecuencia directa e inevitable, que no es otra que considerar la libertad del hombre como un derecho de la ley natural, pues, si como sanciona Wise, “el más noble mortal, en su entrada al escenario de la vida, no se distingue ni por la pompa ni por su carrera del más pobre de la humanidad”28, ¿en qué justa causa podría fundarse el defender que, siendo todos los hombres iguales, haya algunos que ostenten el derecho natural a ser libres y otros que no lo puedan disfrutar? La libertad para los autores tiene dos vertientes, una libertad ética29 y una libertad externa. Los autores definen esta libertad externa como no sujeción a la autoridad no justificada de otro hombre, unido esto a la concepción, explicada con anterioridad, de la igualdad natural del hombre, determinará la conclusión última que alcanzan, que es una 25 Op. Cit.: “There be many popular, or plausible reasons that greatly illustrate this equality, that we all derive our being from one stock, the same common father of humane race”. Página 40. 26 Op. Cit.: Von Pufendorf, Samuel. Página 59. 27 Op. Cit.: Wise, John; “What! Because you desire to be masters of all men, does it follow therefore that all men should be desire to be your slaves, for that it is a command of natures.” Página 42. 28 Op. Cit.: “the noblest mortal in his entrance on to the stage of life, is not distinguished by any pomp or of passage from the lowest of mankind”. Traducción propia. Página 41. 29 Proyección de la teoría de los entia moralia y los entia physica de Pufendorf. 9 formulación del principio contractualista como medio de regular y ordenar la necesidad de sociabilidad del hombre. Será a través del pacto como se creen las sociedades civiles, los gobiernos que las regirán y, también mediante el pacto, se regularán las relaciones que surgen entre sus miembros en las que su libertad queda limitada en algunos aspectos para conseguir alcanzar objetivos comunes al conjunto de la sociedad. Nos encontramos ante una defensa sin ambages de la teoría contractualista. En palabras de Wise “ningún poder soberano se puede establecer sin una acción humana sin un acuerdo previo.”30 Se puede decir que en Wise, como autor que está definido por las ideas del iusnaturalismo racionalista, “el contrato social será tanto pactum unionis como pactum subjectionis, es decir, será explicación al origen de la sociedad –pactum unionis- y al origen y límites del poder –pactum subjectionis-.”31 Ahora bien, si es cierto que hemos podido observar importantes coincidencias entre los dos autores, puesto que Wise adopta las ideas de dignidad, igualdad, libertad y sociabilidad natural de Pufendorf, así como la teoría contractualista expuesta por este, en la que el individuo es el centro de todo, a la hora de llegar a definir, en base a lo anterior, cuál es la forma óptima de gobierno, las conclusiones de ambos autores difieren significativamente. Si Pufendorf diseña un sistema que puede enmarcarse en un absolutismo moderado, pues entiende que “la monarquía tiene una ventaja” sobre el resto de formas de gobierno, Wise concluirá afirmando que la democracia es la forma más valiosa de gobierno y la más justa con los derechos naturales del hombre. 30 Op. Cit.: Wise, John; “That it would the greatest absurdity to believe, that Nature actually invests the wise with a sovereignty over the weak; or with a right of forcing them against their wills; for that no sovereignty can be established, unless some humane deed, or covenant precede.” Página 42. También Op. Cit.: Von Pufendorf, Samuel; “Pues quien no sabe alegar ninguna razón por la que quiere presentarme una obligación contra mi voluntad, aparte de sus recursos por sí solos, el me puede atemorizar de modo que considere que más me vale obedecerle un poco para evitar un mal mayor. Pero dejando a un lado ese temor no hay ninguna otra causa que me impida actual según mi criterio antes que según el suyo; por el contrario, aunque tiene razones por las que yo debo obedecer, como carece de los recursos por los que me puede ocasionar algún mal, puedo descuidarme impunemente de obedecer sus mandatos, a menos que alguien más poderoso vaya a reafirmar la autoridad de éste, que yo he despreciado. Sin embargo, las razones por las que alguien puede requerir que otro le obedezca son: que se hayan recibido de él ciertos beneficios notables, que éste haya tenido certeza de que desea un bien para él y de que puede mirar por él mejor que él mismo, que al mismo tiempo él reclame del otro que le dirija y, finalmente, que alguien se someta a otro voluntariamente y consienta en que le dirija.” Página 28. 31 Peces-Barba Martínez, Gregorio; “Tránsito a la Modernidad y Derechos Fundamentales”; en “Historia de los Derechos Fundamentales. Tomo I”; Editorial Dykinson; Madrid, 1998. Página 193. Sobre esta visión del contractualismo Matteucci, Nicola; “El Estado Moderno. Léxico y Exploraciones”; Unión Editorial; traducción de Juan Marcos de la Fuente; Madrid, 2010; “muchos contractualistas distinguían entre un pacto de unión y un pacto de sujeción: el primero sirve para formar la sociedad y presupone la igualdad de las partes; el segundo, al instaurar el gobierno, establece la desigualdad entre los gobernantes y los gobernados”. Página 255. 10 La democracia es la forma de gobierno típica de la iglesia primitiva así como el procedimiento utilizado en la creación de los Estado y, para Wise es la forma de gobierno que mejor encarna, que mejor defiende, las finalidades de los buenos gobiernos, que son el cultivo de la humanidad, la promoción de la felicidad de todos, y asegurar el disfrute de cada hombre de todos sus derechos, su vida, su libertad, su propiedad y su honor, a salvo de las ofensas o los abusos de otros.32 Su teoría sobre la forma de gobierno se pude resumir en su siguiente frase: “La democracia en la iglesia o en el Estado es una forma de gobierno regular y honorable de acuerdo a los dictados de la razón”33. Su democracia es una democracia moderna, en la que se contempla la representatividad, la igualdad del voto o el control de los representantes. Hacia la Declaración de Independencia. La profesora Lorente recuerda que los colonos americanos tenían la firme convicción de que con sus reclamaciones, principalmente en materia impositiva, “no estaban creando nuevos derechos o nuevos principios, sino manteniendo sus viejos privilegios, los tradicionales derechos y principios de todo englishman”34. Los colonos se veían a sí mismos, en un primer momento, como los guardianes y los defensores de la tradicional constitución británica La discusión teórico-jurídica que se entabló desde las colonias con Londres traía causa en el hecho de que, las colonias americanas, no tenían representación en el Parlamento Británico, y éstas rechazaban la tesis de una especie de representación indirecta, virtual, por lo que rechazaban toda medida que se adoptara por parte del Parlamento y que no hubieran, previamente, aprobado sus propias cámaras legislativas35. En este punto queda al descubierto la importancia de las tesis sobre el consentimiento, y la ausencia del mismo por parte de los 32 Op. Cit.: Wise, John; “The end of all good government is to cultivate humanity, and promote the happiness of all, and the good of every man, in all his rights, his life, liberty, estate, hour, without injury or abuse done to any”. Página 61. 33 Op. Cit.: “That democracy in Church or State, is a very honourable and regular government according to the dictates of right reason”. Página 67. 34 Lorente, Marta; “Reflexiones sobre la revolución”; en Vallespín, Fernando, “Historia de la teoría política, 3” Alianza Editorial; Madrid 2002. También en Hernández Sánchez-Barbar, Mario; “Historia de los Estados Unidos de América. De la República burguesa al Poder presidencial”; Marcial Pons; Madrid, 1997; “Los colonos se creyeron herederos de las libertades inglesas alcanzadas en la Revolución del siglo XVII (derecho de propiedad, seguridad de las personas, libertad de expresión, libertades de petición, reunión y elección, equilibrio de poderes).” Página 120. 35 Op. Cit.: Lorente, Marta; “La causa inmediata que forzó el desencadenamiento de una disputa que terminará en la independencia fue la política del primer ministro inglés, G. Grenville, respecto de las colonias. Éstas, a su modo de ver, debían ayudar a sufragar los gastos de la guerra, pero los americanos consideraron a su vez que, al no haber aprobado ellos la creación de nuevas tasas, éstas no podían imponerse a las colonias.” Página 221. 11 americanos al Parlamento, que alcanzarán su máxima expresión en la redacción de la Declaración de Independencia, y los textos que la siguen. El enfrentamiento tuvo sus puntos álgidos con la aprobación de la Ley del Azúcar en 1763 seguida dos años después de la Ley del Timbre. Derogadas éstas, en 1767 el Canciller Townshend dicta nuevas normas impositivas y, en el mismo año, se ordena la disolución de la Asamblea del Estado de Nueva York por incumplir a Quartering Act. Los impuestos fueron derogados con posterioridad manteniéndose sólo el del té lo que llevó a la masacre de Boston, que no es conveniente confundir con el Motín de Boston que sucede tres años después como respuesta a la concesión de un monopolio para comerciar té con las colonias a la Compañía de las Indias Orientales. Sin embargo, autores como Gordon Wood consideran que no existieron verdaderas afrentas que justificaran la revolución36. En sentido contrario la Profesora Aparisi observa que en el campo de las libertades civiles, los ataques fueron realmente evidentes. [...] Cuando Jefferson, en la Declaración de Independencia, muestra a la humanidad las causas que condujeron a las colonias a renegar de su madre patria, no carecía de fundamentos: la existencia de toda una serie de impuestos inconstitucionales, la proliferación desmedida de nuevos funcionarios instrumentos de la metrópoli, el debilitamiento del poder judicial, haciendo depender de la sola voluntad del soberano la permanencia de los jueces en sus cargos, así como el monto y el pago de sus salarios, el envío de tropas militares a las colonias, las absurdas restricciones al libre comercio, toda a serie de disoluciones de las Cámaras legislativas, etc.”37 Pero la discusión realmente interesante radica en el fundamento de estas quejas, mientras que como afirma Ramón Ruiz “autores como Jones, Pocock, Higonnet o el mismo Wood afirman que el verdadero origen del movimiento independentista americano radicaba en la creencia de los colonos en que sus libertades estaban en peligro inminente como consecuencia de la corrupción que afectaba a las instituciones políticas británicas”38. Considero que, como hace la profesora Lorente, “puede afirmarse que fue la necesidad de abordar el problema de la representación lo que lanzó a los americanos a sentar las bases de un discurso revolucionario. A pesar de que aceptaran la suficiencia de la Constitución británica para la defensa de sus derechos, no podían en absoluto asumir sus fundamentos representativos.” 39 Esto es, en definitiva, una proyección de las ideas de que los americanos tenían unos derechos naturales, y entre esos derechos estaba el de no ver sometida su 36 Op. Cit.: Ruiz Ruiz, Ramón; “considera (la Revolución) un tanto peculiar, pues si lo normal es que éstas se produzcan en situaciones de opresión en las que <<la espada es desenvainada por el brazo de la libertad ofendida>>, no era el caso, ni mucho menos, de las colonias americanas, que de ninguna manera podían considerarse oprimidas ni <<tenían férreos grilletes imperiales de los que liberarse>>”. Pagina241. 37 Aparisi Miralles, M. A.; “La Declaración de Independencia americana de 1776 y los Derechos del Hombre”; Revista de Estudios Políticos (Nueva Época); número 70; octubre-diciembre 1990. Página 223. 38 Op. Cit.: Ruiz Ruiz, Ramón Página 242. 39 Op. Cit.: Lorente, Marta. Página 216. 12 voluntad por un poder al que no han prestado su consentimiento, por más que este poder pudiera obligarles por la fuerza. Así, se puede afirmar con Nicola Matteucci que “entre 1761 y 1776 se asiste a un cambio de objetivos o a un maduración del pensamiento constitucionalista: se pasa de la confianza en las Cartas, consideradas idóneas para garantizar los derechos de los colonos, a la reivindicación (hacia 1765) del derecho que los americanos tenían, como ciudadanos ingleses, de consentir los impuestos; para llegar después (hacia 1768) a la más elaborada teoría constitucional del Imperio, según la cual las colonias tenían completa autonomía legislativa y estaban obligadas a prestar fidelidad únicamente al rey; para concluir, en fin, en la apelación revolucionaria en nombre de los derechos inalienables del hombre y del derecho del pueblo a modificar el gobierno, en caso de que violara estos derechos.”40 Esta afirmación de Matteucci, y en general las tesis que sostienen que la principal influencia de este proceso fue la escuela iusnaturalista racionalista, encuentra sustento en el segundo párrafo de la Declaración de Independencia de las trece colonias, en el que se tocan todos los puntos fundamentales de esta escuela de pensamiento. En él se declara que: “Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho a reformarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios, y a organizar sus poderes en la forma que a su juicio ofrecerá las mayores probabilidades de alcanzar su seguridad y felicidad.” El proceso de la independencia es un proceso complejo en el que intervienen una gran cantidad de autores e influencias distintas, pero de la Declaración se extrae con suma claridad la determinante influencia ejercida por autores como Samuel Pufendorf y John Locke en materia de derechos naturales, contractualismo y derecho de resistencia. Esta influencia representa una separación de todo lo anterior, un avance definitivo. La Declaración es, como asegura Passerin D’Entreves “el más vivo ejemplo del enfrentamiento irreconciliable entre el racionalismo que la inspira y el historicismo que abole definitivamente”41 Pero la Declaración de Independencia no es el único texto de este periodo, de la lectura de otros anteriores y posteriores a la misma, como son las Declaraciones y 40 Matteucci, Nicola; “Organización del poder y libertad. Historia del constitucionalismo moderno”; Editorial Trotta; traducción de Francisco Javier Ansuátegui Roig y Manuel Martínez Neira; Madrid, 1998. Página 163. 41 Passerin D’Entrèves, A.; “Derecho Natural”; Editorial Aguilar, traducción de M. Hurtado Bautista; Madrid 1972. “Racionalismo significa aquí, en realidad, el mero sinónimo de antihistoricismo, La evidencia de la historia no puede conmover la validez absoluta del Derecho natural”. Página 67. 13 Resoluciones del Primer Congreso Colonial, o las Declaraciones de Derechos de Virginia y Massachusetts, se puede asegurar que la influencia de la escuela iusnaturalista racionalista no sólo se observa, de manera aislada, en la Declaración de Independencia, sino que se mantiene en otros textos coloniales. Sin embargo, aunque en todos ellos se pueda observar la pervivencia del lenguaje republicano, la realidad es que las alusiones a la tradición inglesa del common law, y a las formas republicanas van desapareciendo paulatinamente, a favor de los derechos naturales de los individuos y las formas liberales de gobierno, hecho este mucho más evidente en la discusión sobre la Constitución de 1787. La profesora Villaverde Rico apunta en este sentido que “aunque la retórica republicana perduró, los principios se fueron paulatinamente impregnando de contenido liberal. A diferencia de lo que sostiene John Pocock, el discurso liberal no fue la pátina que recubrió tanto el republicanismo inglés como el americano, sino el vencedor en un enfrentamiento en el que el vocabulario republicano persistió durante largo tiempo, y no así sus valores.”42 Y siguiendo a Richard Cox se puede sostener que el Iusnaturalismo Racionalista tiene una importancia capital en el proceso de la independencia, de hecho, afirma que “Grocio Pufendorf, Vatel y muchos otros fueron considerados autoridades por estadistas y abogados, incluyendo a los padres fundadores de los Estados Unidos”.43 Conclusiones 1. El proceso de la Revolución de las trece colonias es extremadamente complejo, y en él se encuentran intrincadas diferentes escuelas de pensamiento que fueron influyendo en la creación de la conciencia revolucionaria y en la redacción de los textos de la época. Pero de entre estas influencias destaca sobre el resto, y también sobre la escuela republicana, el iusnaturalismo racionalista, del que se pueden encontrar evidencias diseminadas por todos los textos de la época. 2. Los derechos naturales, la representación política, la justificación contractual de la sociedad y el derecho de resistencia contra los malos gobiernos constituyen la base argumental de los revolucionarios. 3. Ahora bien, el leguaje republicano perduró largo tiempo en los recién creados Estados, pero la base intelectual sobre la que se constituyeron y que fue imperando paulatinamente en todos los debates que surgieron tras 1776 fue una incipiente teoría liberal. 4. Si bien es cierto que John Locke es una figura capital en el corolario ideológico de los padres fundadores, la figura de Samuel Von Pufendorf se descubre imprescindible para la 42 Op. Cit.: Villaverde Rico, María José. Página 122. Cox, Richard H.; “Hugo Grocio”; en Strauss, Leo y Cropsey, Joseph; “Historia de la filosofía política”; Fondo de Cultura Económica de México; traducción de Leticia García Uriza, Diana Luz Sánchez y Juan José Utrilla; México, 1993; Página 368. 43 14 fundamentación de las reclamaciones de este proceso, especialmente en materia de derechos naturales y del origen contractual de la sociedad y del gobierno. 5. John Wise, que introdujo en las colonias las ideas de Samuel Von Pufendorf, en el marco de la diatriba sostenida por los congregacionalistas con los presbiterianos, es uno de los primeros y mejores exponentes de las reclamaciones democráticas en las colonias Era un defensor de la democracia en la Iglesia y en el Estado, es, en definitiva, una figura de estudio inexcusable para el mejor entendimiento del proceso de creación de las reclamaciones de derechos y de representación de los habitantes de las colonias y, también, de la misma Declaración de Independencia. 15 Bibliografía Abellán, Joaquín; “El vínculo entre tradición y el mundo moderno”; publicado en Vallespín, Fernando; “Historia de la teoría política, 2”; Alianza Editorial; Madrid, 1995. Aparisi Miralles, M. A.; “La Declaración de Independencia americana de 1776 y los Derechos del Hombre”; Revista de Estudios Políticos (Nueva Época); número 70; octubrediciembre 1990. Aparisi Miralles, Ángela; “La Revolución Norteamericana. 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