21. Parecer de Joaquín Mosquera y Figueroa sobre la diputación supletoria de individuos de América y Asia para las Cortes generales y extraordinarias, 1808 Joaquín Mosquera y Figueroa Mosquera y Figueroa, Joaquín. (1808, 7 de septiembre). “Parecer de Joaquín Mosquera y Figueroa sobre la diputación supletoria de individuos de América y Asia para las Cortes generales y extraordinarias”. En Bentura, Benjamín. (1971). El hidalgo payanés don Joaquín Mosquera y Figueroa (pp. 202-205). Madrid: Ediciones Cultura Hispánica. Pese a su destacada figuración como magistrado del Consejo de Indias y presidente del Consejo de Regencia de España, entidad encargada de reemplazar al Rey Fernando VII durante su reclusión en el castillo francés de Valençay, Joaquín Mosquera y Figueroa es un personaje prácticamente ignorado por la historiografía colombiana. Miembro de una de las más ilustres y acomodadas familias de Popayán, nació en esta ciudad en enero de 1748. Se graduó como bachiller en humanidades en el Real Colegio Seminario de Popayán y estudió Derecho en el Colegio Mayor del Rosario. En 1772 fue nombrado Promotor Fiscal de la Curia Eclesiástica de Santafé, y recibido como abogado de la Real Audiencia dos años más tarde. En 1774 ocupó el cargo de Teniente Asesor de la Gobernación de Popayán, y en 1778 lo fue de la Gobernación de Cartagena. En 1784 fue designado Oidor de la Audiencia de Santafé, y poco tiempo más tarde contrajo matrimonio con María Josefa García de Toledo y Madariaga, hermana del prócer y mártir de la independencia cartagenera José María García de Toledo. En 1794, en desempeño de su función como oidor le correspondió, en compañía del oidor Hernández de Alba, adelantar la sonada investigación contra Antonio Nariño por la publicación de los Derechos del Hombre y el 87 Fuente 21 Juntas e independencias en el Nuevo Reino de Granada Ciudadano; y contra el grupo de jóvenes estudiantes implicados en la denominada “conspiración de los pasquines”. En 1795 fue promovido al cargo de Alcalde del Crimen de la Real Audiencia de México, y en 1803 fue nombrado oidor de la Audiencia de México. A mediados de 1804 se le designó como Visitador de la Audiencia de Caracas, a donde llegó a Caracas el 4 de febrero de 1805, donde permaneció hasta 1809. En mayo de 1809, fue elegido vocal a la Junta Central Suprema y Gubernativa de España e Indias por la provincia de Barinas. Desembarcó en Cádiz en julio del mismo año, pero a comienzos de 1810 se decidió la anulación de su elección como vocal de la Junta Central pero, a cambio de ello, en febrero de 1810 fue nombrado Ministro Togado del Consejo de Indias. En enero de 1812 fue designado miembro del Consejo de Regencia, cargo que ostentó hasta el mes de marzo de 1813. Una vez restablecido el absolutismo en España, en 1814, Mosquera hizo parte de la “Comisión de causas del Estado”, establecida por Fernando VII para procesar a quienes habían ocupado altos cargos durante el régimen liberal establecido por las Cortes. Durante el Trienio Liberal fue desterrado a Valencia, pero una vez restablecido el régimen fernandino volvió a Madrid, donde murió el 25 de mayo de 1830. Relacionados con este ilustre realista neogranadino se incluyen en esta selección documental. Este documento refleja el la opinión de Mosquera sobre el mecanismo adoptado por la Junta Central española para la elección de los diputados suplentes por las provincias de ultramar. Parecer de Joaquín Mosquera y Figueroa sobre la diputación supletoria de individuos de América y Asia para las Cortes generales y extraordinarias. Señor don Manuel Abella En oficio de 2 del corriente, que recibí el 5, me dice V. S. que no pudiendo verificarse por falta de tiempo que a las próximas Cortes concurran diputados de América y Asia, nombrados por sus provincias; ha acordado la Comisión de Cortes que yo proponga con la mayor brevedad aquel medio supletorio que mejor me pareciere, para elegir, entre las personas naturales de aquellos dominios, residentes en España, el número que tuviere yo por conveniente para asistir a las Cortes como diputados y representantes de América y Asia. He meditado con la debida reflexión que de suyo pide la importancia y gravedad del asunto, y la trascendencia de sus consecuencias, sobre los dos extremos relativos al medio por el que deba suplirse la elección de los diputados que deban asistir las próximas Cortes y al número de ellos. 88 Juntas e independencias en el Nuevo Reino de Granada En orden al primero, parece que lo que inmediatamente se presenta al examen, es saber los que en España podrían suplir por las provincias de América, para verificar la elección. Los americanos que aquí existen componen un número tan reducido, que no pueden subrogarse en lugar de las provincias para el efecto expresado, pues faltan los necesarios para que entre ellos se repartiesen los votos activos y pasivos de electores y elegidos, y aun es dudoso si los que hay podrán llenar cumplidamente los que se estimen precisos en la clase de los últimos. Por la misma razón, parece queda excluida entre ellos cualquier especie de sorteo, a que sólo puede y aun debe recurrirse cuando se prevén diferencias que es necesario cortar para la tranquilidad y satisfacción de diversos competidores, que suelen regularmente presentarse en semejantes actos. En estas circunstancias, parece cosa llana aplicar en el presente conflicto las reglas y disposiciones que quiere el Derecho se observen cuando se trata de los particulares ausentes, para preservar los que le corresponden, sin exponerlos a las consecuencias que trae consigo la falta de audiencia e intervención en los negocios. Estas se reducen a nombrarles persona que los defienda y haga sus veces; causa tan privilegiada que las Leyes han admitido a cualquiera que espontáneamente tenga a bien tomar en sí la gestión y cuidado de las cosas de los impedidos y ausentes, induciendo para facilitar estos actos de humanidad, las obligaciones que entre ambos pudiera causar un verdadero contrato con todos sus efectos, de modo que quede sujeto uno y otro a la responsabilidad respectiva, conforme a la índole y naturaleza de semejantes convenciones. Que la elección y nombramiento de los diputados debe hacerse por la persona en quien concurra mayor número de relaciones con las mismas provincias y sus habitantes, las cuales aseguren en los mismos la mayor confianza, reconocimiento y satisfacción, no es cosa que necesite probarse, y con sólo anunciarse queda facilitado el asenso. En la sagrada persona de Su Majestad se halla este complejo de relaciones. Respecto de todos aquellos vasallos a quienes en el día, más que nunca, caracteriza su antigua fidelidad, es su tutor, su padre, su señor y su Rey; toca, pues, a su soberanía en ejercicio de las mismas nombrar a sus pupilos, a sus hijos, y a sus súbditos y vasallos ausentes en las mismas provincias, diputados que los representen y concurran a las próximas Cortes, eligiendo al intento, entre las personas 89 naturales de los dominios de América y Asia, residentes en la Península, las que fueren de su soberano agrado, al fin que va expuesto. De este modo, lo que así se haga surtirá los mismos efectos que obraría si los diputados nombrados por las provincias asisten a las Cortes, pues se procede de un modo legal, y muy conocido en el Derecho, aun en casos de menor presura y conflicto; circunstancias que por sí solas bastarían a facilitar y suplir mayores cosas, exigiéndolo y pidiéndolo así la necesidad y salud pública, que es la mayor y más poderosa de todas las leyes. Por lo que mira al segundo extremo, sobre el número de diputados, he reflexionado que la Real Orden de 22 de enero último fijó el número de 10, para que lo fueran de los cuatro virreinatos y seis capitanías generales independientes de los expresados dominios, haciendo al mismo tiempo de vocales de la Suprema Junta Gubernativa del Reino. Este número, comparado con el de los señores vocales de España, es algo menor que su tercera parte. Así, para poder graduar con aquel género de proporción de que son susceptibles estos asuntos el que debería fijarse, sería necesario saber el número de diputados de la Península que ha de concurrir a las Cortes, para que, según el que fuera, se pudiese hacer la correspondiente regulación respectiva a los dominios ultramarinos de que se trata. Pero no teniendo yo de esto el debido conocimiento, y suponiendo sí que el de los diputados de estos reinos concurrentes a las próximas Cortes, debe ser considerablemente mayor el número de señores vocales de Junta Suprema; parece que este punto debe quedar reservado al soberano arbitrio de Su Majestad para fijar el que pareciere correspondiente, con proporción al que resulte de diputados de la Península, habida consideración a la regulación ya hecha, para concurrir como diputados de las mismas provincias de América e islas Filipinas, a la Suprema Junta en el concepto de vocales de ella. Es cuanto me ha parecido exponer en el asunto, ciñéndome a los puntos de que he sido preguntado, según lo acordado por la Diputación de Cortes, que pido a V. S. se sirva trasladar a su noticia. Dios guarde a V. S. muchos años. Sevilla, 7 de diciembre de 1809 Joaquín de Mosquera y Figueroa 90