ILUSION EN LA HUMILDAD La escuela nueva, por fin, al alcance de nuestras manos. Han sido tantos años que hemos soñado con ella que, más que de ladrillo y cemento, está entretejida de esperanza y desilusiones. ¿Cuánta imaginación –y horas de esfuerzo- hemos tenido que volcar para poder sobrevivir en las antiguas y entrañables instalaciones? ¿Cuántas veces nuestra creatividad ha logrado subsanar la falta de medios materiales? Todo esto, parece empezar a quedarse atrás. Pronto, habremos olvidado estas viejas paredes que, queramos o no, se quedan con un trocito de nuestra propia vida. Nuestros alumnos podrán beneficiarse de unas mejores condiciones ambientales. Y nosotros, como educadores, dispondremos de adecuados medios para desarrollar nuestra labor vocacional. Pero, ¿no os surge un pequeño interrogante? ¿No os habéis parado a pensar que corremos un riesgo? ¿No teméis a la comodidad? Yo sí. Temo que el disponer de unos recursos ambientales mejores ahogue nuestra creatividad. Temo que olvidemos que nuestros alumnos (cualquiera de ellos) vale mucho más, infinitamente más que todas las estructuras e instalaciones juntas. Temo que nos alejemos de nuestra provisionalidad, como pequeños caminantes hacia un Mundo Nuevo. Y, también, temo que la comodidad nos lleve, poco a poco, a olvidarnos que, aunque sin buscarlo, nuestra vocación de educadores en F.P. se realiza entre los más “pobres”. Pobres porque muchos vienen frustrados de E.G.B., sin el más mínimo hábito de estudio e incluso careciendo de unos mínimos principios de comportamiento y relación en clase. Pobres porque así lo es su situación familiar: económicamente débil y con grandes problemas interno. Pobres porque algunos han crecido en unas condiciones sociales que no han fomentado el desarrollo personal. Insisto que nuestra vocación es con los más pobres no sólo por simple carácter “franciscano” sino porque hemos de tener presente que son los que realmente necesitan de auténticos educadores. El alumno que ya posee un método y voluntad para el estudio puede (no seamos ingenuos pensando en otra cosa) prescindir completamente de nosotros. Afrontemos el nuevo año y la escuela nueva con las esperanzas que se merecen pero con la cautela que da la simple y llana humildad. ¡Feliz Año Nuevo! ENRIQUE ASENSIO