la paternidad ausente, participativa y corresponsable. reflexiones

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LA PATERNIDAD AUSENTE, PARTICIPATIVA Y CORRESPONSABLE.
REFLEXIONES PARA UNA POLITICA PUBLICA QUE INCLUYA A LOS
HOMBRES.
Dra. María del Rosario flores Navidad
Secretaria Ejecutiva del Consejo Estatal para la Prevención y Atención de la Violencia
Intrafamiliar en el Estado de Sinaloa
Ser padre es difícil, pero más difícil es la soledad cuando tod@s en tu familia,
desconfían y te temen.
En varios países de América Latina, la concepción y la crianza de los(as) hijos(as) son,
aún, experiencias atribuidas a las mujeres, que incluyen muy discretamente al padre.
Se les cuestiona poco a los hombres jóvenes sobre su participación, responsabilidad y
deseo en el proceso de reproducción. Por otro lado, recientemente, muchos estudios
vienen mostrando la importancia y la necesidad de la participación masculina en el
cuidado infantil, además del propio deseo de algunos hombres de participar de las
decisiones y dividir las tareas de la casa.
Partimos de la idea de que la masculinidad es una construcción de género, o sea, lo
que es definido como masculino en nuestra sociedad está íntimamente relacionado a
una forma de ver el mundo, donde el mirar sobre la diferencia y sobre la desigualdad,
orienta nuestras prácticas y nuestro lenguaje.
Así, hombres (y mujeres) son educados, desde temprano, para responder a modelos
predeterminados (y mutuamente excluyentes) de lo que es ser hombre y mujer. Esos
modelos varían, por cierto, a lo largo del tiempo, así como de cultura a cultura. Sin
embargo, por lo general, se percibe que los procesos de socialización tienden a
orientarse por el "mirar" de la diferencia (¡ser hombre es diferente a ser mujer!) y por
la perspectiva de la desigualdad (¡ser hombre es mejor que ser mujer!).
En México aun se observa que la imagen del padre tiene una connotación de santidad
que rebasa la realidad. En nuestra sociedad el padre es una imagen de poder,
supremacía y sabiduría a la que se “debe” admirar y respetar a cualquier costo. Sin
importar su conducta, se le venera y admira como un ser mítico que da “todo” por su
familia.
El padre es el protector y el que toma decisiones; por lo tanto, sabe más que el resto
de la familia. Es el personaje al que se tiene que amar, pues si no se le ama es atentar
contra uno mismo.
A la vez, es un ser desconocido que pasa poco tiempo en el hogar y tiene poca
interacción con los hijos. Es el que sale a buscar el dinero para cubrir las necesidades
de manutención; pero, sobre todo, es el que define la dinámica familiar.
Los costos de una paternidad ausente son altos, con consecuencias dolorosas para
toda la sociedad y su familia.
Explicare un poco este proceso El padre trasmite preceptos históricos de generación a
generación, que los demás adquieren como inmutables. Para lograrlo, tiene que ser
percibido como invencible y omnisciente. Esta imagen la construye al llevar a cabo
acciones que nadie en la familia entiende. Su relación con todos los miembros de la
familia es superficial y unidireccional, en el sentido de que su relación con otras
personas y sus actividades están siempre ocultas y generalmente no incluye a los
demás miembros, ya sea porque son muy jóvenes o porque son mujeres.
Esta superficialidad de su relación con los demás miembros de la familia le permite ser
tratado como alguien que no participa en la cotidianidad del hogar, como una visita,
mientras el resto de la familia esconde su ausencia real del hogar. El no se esfuerza por
relacionarse de manera más cercana con sus familiares, pues esto lo colocaría en una
posición común, real y por lo tanto vulnerable.
Para “madurar”, el hijo necesita tener toda la libertad del mundo, pues de otra
forma se casaría muy pronto sin tener suficiente experiencia y esto es peligroso, pues
el hombre-padre tiene que “enseñar a su pareja los secretos de la vida”. El padre se
mantiene alejado, supuestamente, para trasmitirle su sabiduría al hijo cuando este
preparado. Pero una vez que llegue ese momento, se da cuenta de que sus ideas ya no
se ajustan a las necesidades del hijo. Entonces el padre empieza a perder su posición
de director y se aleja para aparentar que él es quien esta decidiendo la distancia. Se da
cuenta que su posición como director no le sirvió y (en realidad siempre fue así) por lo
tanto él sobra porque la familia tuvo que sobrevivir sin su participación social y
emocional.
El hijo sin embargo, al ver que el padre aun tiene libertad, lo admira
incondicionalmente por esto y espera a llegar a tener él mismo esa libertad. La
promesa de ser padre conlleva la garantía de no tener que asumir ninguna
responsabilidad por sus actos y le permite mantenerse como un espectador y director
de la vida propia y de los demás. Desde pequeño, el niño espera ver cumplida la
promesa de ser el que manda, el que es servido y el que protege. Mientras es
pequeño, se ajusta a las reglas que el padre le impone, que la madre acepta y que él
mismo tiene que aceptar. Su padre le manda mensajes contradictorios y confusos,
pues en ocasiones se muestra muy cariñoso con el niño, pero la mayoría de las veces
apenas se relaciona con él.
Los efectos de este estilo de ser hombre, de ser padre:
El riesgo no es algo para ser evitado o prevenido, sino enfrentado y superado
cotidianamente. La noción nula de autocuidado da lugar a un estilo de vida
autodestructivo, a una vida, en diversos sentidos, arriesgada.
Reconocer problemas de salud y a buscar auxilio.
Los hombres han ocupado, a lo largo de los años, el infeliz primer lugar en diferentes y
diversas estadísticas: primer lugar en números de homicidios, las mayores tasas de
tentativas de suicidios, de muerte por accidente (principalmente de vehículos
automotores), de uso excesivo de bebidas alcohólicas y de drogas psicotrópicas ilícitas,
mayores practicantes de robos y de asaltos y por consecuencia, formando la mayor
población de presidiarios, además de ser los grandes protagonistas de agresiones
contra mujeres y niños en el ámbito doméstico y/o público.
Esas estadísticas obedecen a una constante historia: la menor expectativa de vida de
los hombres con relación a las mujeres, desde que nacen y en edades superiores.
Además de eso, analizando el diferencial de mortalidad según sexo y edad, se observa
nítidamente una sobremortalidad masculina por causas externas, en todos los grupos
de edad pero principalmente en los más jóvenes.
Por tanto ante esta situación preguntémonos ¿los hombres quieren y pueden
aprender a cuidar?
Muchas veces, no percibimos que el cuidado es también una habilidad y que se
aprende a lo largo de la vida. Desde la infancia, las mujeres practican el cuidado
infantil. Ellas, desde muy temprano, son estimuladas, por ejemplo, a jugar con
muñecas ejercitando lo que supuestamente les espera: la vida doméstica. Cuando un
niño resuelve incluir entre sus juegos, piezas o juegos relacionados con la casa,
generalmente eso es recibido con censura y castigos. A las niñas les enseñamos que el
cuidado de la salud es muy importante y que una "buena niña" anda siempre bonita y
arreglada, no necesariamente para sí (en general, nunca es para sí) sino para los otros.
A los niños les enseñamos que es muy importante ser fuerte y viril, que no deben llorar
y que deben estar preparados para superar los obstáculos y enfrentar los riesgos.
Un hombre contó que en una ocasión su papá, jugando con él, lo colocó dentro de una
caja vacía cerrando la tapa para que se esforzara en salir. Cuando al final, consiguió
abrir la referida tapa, el muchacho estaba solo en el techo de la casa. El padre lo había
colocado encima y desde abajo le gritaba: "¡Ahora baja, ¿Tú no eres hombre?!".
Sabemos de muchos casos en que, cuando el niño se involucra en "juegos de niñas",
los padres le dan de regalo armas y juegos de guerra, tratándoles de una forma más
ruda y fugaz, bajo el argumento de que "¡eso es para que aprenda a ser hombre!".
Resumiendo, de la misma forma que los hombres aprenden a no cuidarse y a no cuidar
de los otros, ellos pueden aprender a revertir esa expectativa social.
¿Si los hombres cuidasen más de los hijos, la situación sería diferente? Efectivamente,
la socialización también se procesa a partir de la imitación, y a un nivel de elaboración
mayor, a partir de la identificación con los pares y con los adultos. Así, es importante
considerar que los niños interactuando con hombres y adultos (padres, tíos, amigos de
la familia etc.) en situación de cuidado infantil, probablemente perciban con mayor
naturalidad la posibilidad de desempeñar esta tarea en el futuro. También, serán
estimulados a cuestionar o deconstruir la desigualdad de género en el espacio
doméstico.
En otras palabras, una mayor participación de los hombres en los cuidados con los
hijos podrá dinamizar las relaciones de género, en la medida en que los niños podrán
observar el comportamiento de sus padres en estas actividades, posibilitando así una
ampliación de los significados sobre lo que es masculino y femenino.
¿Qué podemos hacer para cambiar este panorama?
Es fundamental implementar políticas públicas con perspectiva de género con un
enfoque de “responsabilidad” masculina.
En el CEPAVI tenemos algunas experiencias en el trabajo con hombres, en el caso de la
Violencia Intrafamiliar masculina, la experiencia más que éxitos, sigue representando
retos. Los hombres que asisten al programa representan un perfil, el del hombre que
ha cometido distintas formas de violencia y sobre todo denunciado y por tanto
referido por distintas instituciones. Hablar de paternidad en el caso de ellos has sido
fundamental puesto que reconocen la falta que tuvieron, y observan la importancia de
recuperar ese espacio con sus hijos que sus propios padres les negaron.
En la prevención tenemos ya tres años implementando campañas de sensibilización
con el sector laboral acudiendo a los espacios laborales con los hombres, el efecto ha
sido positivo ya que todos manifiestan su preocupación y su deseo de seguir
recibiendo este tipo de conferencias.
En el contexto educativo, hemos generado experiencias inéditas ya que han asistido
los papas (hombres) en horarios que son considerados difíciles y hasta números nunca
antes vistos.
Por tanto es necesario reconocer que no todo padre está ausente y es irresponsable, y
a pesar que el embarazo suceda en el cuerpo de la mujer, la responsabilidad y el placer
por la gestación, el parto y el cuidado del hijo, es un derecho de la pareja.
Es importante destacar que siguen los sesgos por parte de l@s polític@s y de l@s
operador@s de políticas públicas, argumentando, que los hombres son principalmente
proveedores y auto-centrados y no están interesados en el bienestar de sus familias,
que las mujeres son las cuidadoras y que contribuyen mas para la familia que los
hombres, que los hombres no cambian o no van a cambiar, que son violentos o tienen
el potencial de ser violentos, que los hombres son una categoría monolítica.
Las generalizaciones deben ser evitadas no todo hombre reproduce literalmente el
modelo de masculinidad hegemónica (culturalmente más valorizado). Es importante
que las personas en general, los educadores, y operador@s en especial, estén atentos
para identificar en el diario acontecer y en el discurso de esos hombres jóvenes,
relatos de experiencias que contradigan la norma.
Algunas políticas públicas claves:
Empleo y conciliación trabajo/ familia.
Paternidades y cuidado.
Hombres y salud.
Violencia, delito y castigo.
Es necesario pensar con perspectiva de genero para el diseño de programas y
proyectos donde trastoquemos las estructuras que sostienen de fondo estas prácticas
que generan estos estilos de vida, la carga de los patrones culturales vigentes del
concepto de masculinidad sigue siendo muy fuerte, ya es un primer paso que hay
varones modernos quienes aspiran 'ayudar' a sus parejas en el cuidado de las hijas y
los hijos, así como los quehaceres de la casa".
Sin embargo, falta mucho para que estos cambios de la nueva generación de varones
se conviertan en transformaciones reales del concepto de una paternidad y
maternidad compartidas, lo que implica que los padres asuman una plena
responsabilidad, en vez de pensar que 'ayudan' en las 'tareas femeninas.
Por último quiero compartir una experiencia exitosa que después de algunos años se
pueden ver resultados:
Las experiencias
1986-2006.
de
20
años
de
políticas
públicas
en
Noruega:
• Mayor participación de hombres en la vida de los hijos.
• Reducción de violencia en la familia.
• Al mismo tiempo los hombres todavía ganan más; hombres valorizan empleos
bien-remunerados, mujeres valorizan empleos que favorecen ayudar al otro; empleo
sigue segregado por género.
• Al mismo tiempo, tanto hombres y mujeres valorizan lugares de trabajo con balance
de género.
• Cercanía del trabajo doméstico entre hombres y mujeres: 80% de las mujeres
satisfechas, 70% de los hombres satisfechos.
• Las parejas con más cercanía/igualdad en el trabajo doméstico relataron más
satisfacción con su pareja, menos deseo o intento de dejar la relación y mejores
relaciones sexuales.
“ … el papel del padre como autor del castigo/violencia física está
desapareciendo de los hogares noruegos”
Esta es una visión esperanzadora, sigamos trabajando por la equidad.
¡¡MUCHAS GRACIAS!!
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