09/06/2009 23:17 Cuerpo A Pagina 5 Cyan Magenta Amarillo Negro EDITORIALES | Mirador MIÉRCOLES 10 DE JUNIO DE 2009 Armando Fuentes Aguirre na de las mil galas de mi ciudad es el Palacio. El Cinema Palacio. No cine, si me perdona usted: cinema. Y con mayúscula. Construido en el más puro estilo Art Deco, el edificio se alza en la tradicional calle de Victoria. Nosotros no decimos “calle Victoria”; decimos “calle de Victoria”. En ella nos enamorábamos; noviábamos en ella, y por ella íbamos los domingos en la tarde a la función de estreno del Palacio. Desde la azotea del prestigioso Hotel Arizpe un joven pintor americano, desconocido entonces, trazó en un lienzo la imagen del Palacio, y en su pintura puso el aire de soledad y de misterio que todos sus cuadros tienen. Ese artista es hoy mundialmente conocido. Se llama Edward Hopper. En altas horas camino por la calle de Victoria, y veo el Palacio. Hay en la noche ese misterio y esa soledad que vio el artista. Los años pasan, pero el arte no. Tiene el Palacio la misma edad que tenía cuando Hopper lo pintó. ¡Hasta mañana!... U Y todo sin decir ¡aguas! Juan Francisco Arroyo Herrera ace dos semanas, quizá tres, la Procuraduría General de la República, con apoyo del Ejército Mexicano, aparentemente sin previo aviso a ninguna autoridad, realizó una razia en el estado de Michoacán y como resultado se efectuó la detención de una docena de presidentes municipales que conforme a las primeras diligencias estaban coludidos con el crimen, al brindarles toda la protección, si no del mundo, al menos de sus jurisdicciones, para llevar a cabo sus ilícitas actividades, lo que explica, según se dice, que por los caminos circulen a diestra y siniestra los delincuentes, y en ello radica el alto índice de violencia en esa entidad, que conforme a los antecedentes habidos fue donde se dieron los primeros casos sangrientos de ejecuciones y decapitados, junto con el estado de Guerrero, fenómeno que por desgracia se extendió luego a otras regiones del territorio nacional. Ante la irrupción de las fuerzas federales, en el suelo de “Tata Lázaro”, -para muchos el mejor presidente que haya tenido la sufrida patria-, de inmediato se alzaron en coro un cúmulo de voces que reprocharon a la PGR se haya hecho tan impactante operativo “sub mecatum”, al grado de que en los momentos en que se realizaba, el gobernador Leonel Godoy se encontraba en una reunión ejecutiva, donde fue informado de lo que pasaba, concretándose a deglutir una fuerte dosis de saliva y mostrar su asombro ante los interlocutores; en tanto que las cámaras de la prensa nacional tomaban las imágenes de uno, luego otro, otro y otro y muchos más ediles de diversas tallas, estaturas y complexiones, pero también de variados colores, (PRD, PAN y PRI); claro, legalmente son inocentes hasta en tanto en sentencia definitiva se resuelva lo contrario. El pueblo mexicano se distingue a nivel internacional por su humor, que llega a convertirse en negro. Se ríe de la muerte, de la tragedia, del dolor y de la infidelidad. El licenciado Juan Manuel Pérez Guajardo, hoy por hoy, uno de los mejores criminólogos y criminalistas de Durango (si no es que el mejor), además de la capacidad en su profesión, tiene un agudo ingenio y una facilidad para platicar chistes, anécdotas y chascarrillos. Cuenta que un tipo, con una bien ganada fama de holgazán, grita desesperadamente a su cónyuge: ¡Vieja, vieja!, ¿Tienes suero “antialacrán”?. ¿Qué, ya te picó uno?, -contesta ella. –No, pero… ¡ahí viene!. Respecto de la infidelidad, con esa festividad que lo caracteriza, recomienda que en esas ocasiones que se hace tarde, debe llegarse a la casa gritando, chiflando, pateando botes y dando portazos para hacer ruido, no sea que se ofenda y se incomode el “sancho”. Así en Michoacán. No es posible que las corporaciones participantes llegaran con sirenas, torretas, ruidos de helicóptero o bazucazos; el operativo debía ser sigiloso. Es cierto, el artículo 40 de la Constitución General de la República establece que: “es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una república representativa, democrática, federal, compuesta de estados libres y soberanos en todo lo concerniente a su régimen interior”; sin embargo, tal disposición es operante exclusivamente en el ámbito político; más aún, el segundo párrafo del artículo 108 de la Carta Magna claramente dispone que: “El Presidente de la República, durante el tiempo de su encargo, sólo podrá ser acusado por traición a la patria y delitos graves del orden común”, y el tercero del propio precepto añade: “los gobernadores de los estados, los diputados de las legislaturas locales, los Magistrados de los Tribunales Superiores de Justicia Locales… serán responsables, por violaciones a esta Constitución y a las leyes federales”. Por otra parte, el Código Federal de Procedimientos Penales en el capítulo de “formalidades” y específicamente en el segundo apartado del artículo 16, meridianamente establece que: “A las actuaciones de averiguación previa sólo podrán tener acceso el inculpado, su defensor y la víctima u ofendido y/o su representante legal, si los hubiere. Al servidor público que indebidamente quebrante la reserva de las actuaciones o proporcione copia de ellas o de los documentos que obren en la averiguación, se les sujetará al procedimiento de responsabilidad administrativa o penal, según corresponda”. Entonces, toda actuación de las autoridades ministeriales invariablemente se deriva de una averiguación previa y consecuentemente, a quien la integra le está vedado dar información, por aquello de la secrecía. Además, dentro de la escala de valores, (si es que tratándose de ilícitos puede hablarse de valores), ¿quién es más culpable, el delincuente que toma la determinación de salir del orden legal y se dedica a cometer delitos, con riesgo de su libertad y de su vida?; ¿o el funcionario, sea cual sea su cargo o nivel, que escudándose en su función recibe fuertes cantidades de dinero, por encubrir a los malhechores? Desde luego que las dos actitudes son deleznables, pero sin discusión es peor quien como autoridad se presta a solapar cualquier fechoría, porque desde ese momento es un miembro más de la delincuencia organizada. H | EL SIGLO DE DURANGO De Política y Cosas Peores ijo el sesudo magistrado en el curso de su conferencia: “El proceso debe ser oral y público”. “¡Eso es inaceptable! -clamó una magistrada con indignación-. ¡Es una inmoralidad, una incivilidad intolerable, una absoluta indignidad! ¡Me opongo terminantemente a semejante escándalo!”. El conferencista se azaró. “Perdone usted, colega -preguntó lleno de confusión-. ¿Por qué no acepta usted que el proceso sea oral y público?”. “Ah, el proceso -responde apenada la mujer-. Yo oí ‘el sexo’”... El ciudadano tiene derecho a abstenerse de votar. A lo que no tiene derecho es a incurrir en abstención. Me explicaré, como dijo el estrangulador de Boston cuando le regaló a su suegra una corbata. El ciudadano puede votar por cualquier partido, pero puede también no votar por ninguno. Este último derecho, sin embargo, tiene una obligación correlativa: ir a votar. Quiero decir que su negativa a votar debe ser expresa, manifestarse en el voto. De otro modo es simple abstencionismo, omisión que atenta contra la democracia. El acto de no votar puede tener un sentido profundamente democrático. En cambio el hecho de no ir a votar es antidemocrático. En México los ciudadanos estamos enfermos ya de politiquería. Los partidos, a fuerza de imponer en todos los medios -y por todos los medios- su presencia, nos tienen hartos ya. Sabemos además lo que nos cuestan los partidos, y el peso enorme que tiene en nuestra economía esa nueva industria sin chimeneas que a tantos vivales ha enriquecido y sigue enriqueciendo: la industria electoral. Por eso ha cobrado tanta fuerza el movimiento que incita a dar un voto blanco. Yo me inclinaría más bien a dar un voto nulo, en el cual conste expresamente la negativa del ciudadano a sufragar, pues un voto en blanco puede ser objeto de manipulación. Sin embargo, al anular el voto que nos corresponde hemos de hacernos una pregunta: ¿a quién D A Temas del Notariado Catón beneficiará esa anulación? Porque bien puede suceder que algún partido resulte beneficiario de mi acción, quizás aquél al que nunca daría yo mi voto. La decisión de entregar un voto en blanco, o anulado, debe ser entonces meditada con el mismo cuidado que se pone al decidir el candidato por quien se va a votar, pues muchas veces la omisión provoca mayores efectos que la acción... Esto último no me lo pude explicar, columnista. Y creo que tampoco se lo explicaría el Estagirita, o sea Aristóteles, si resucitara especialmente para eso. ¿Por qué te metes en berenjenales de política? Ahí tus pasos se enredan, o se pierden. Vuelve mejor a tu modesta artesanía, la de narrar cosas de humor lene que alivien la pesadumbre de “la hora actual con su vientre de coco” -es decir preñada de ominosos acontecimientos-, según frase del bardo de Jerez. Menciona, por ejemplo, el caso de Sury Panta, muchacha de tacón dorado. Fue a confesarse con cierto señor cura a quien le gustaba en exceso el zumo del Agave Weber Tequilana. Dijo Sury, con molestia “¡Ay, huele mucho a tequila”. Una y otra vez repitió la misma queja a lo largo de la confesión, hasta que le colmó al curita la paciencia. “¡Mira, caona! -exclamó el padre-. ¡Desde que entraste al confesionario yo sentí olor a p..., y no te he dicho nada!”... Este cuentecillo final es pelandusco. Las personas que no gusten de leer cuentecillos finales pelanduscos deben saltarse en la lectura hasta donde dice FIN... En una cantina del Salvaje Oeste aquel vaquero arrojó una moneda al aire, sacó su pistola, le disparó y le hizo un agujero. Tras soplar el cañón de su revólver dijo el cowboy, orgulloso: “Bill. Buffalo Bill”. Poco después el vaquero fue al pipisrúm, y vio ahí con asombro a un sujeto que tenía dos donde él sólo tenía una, y cuatro donde él tenía solamente dos. El sujeto advirtió la sorpresa de Buffalo Bill, y le dijo con tranquilidad: “Byl... Chernobyl”... FIN. Muerte del más antiguo tirano(saurio) africano migos, buen día: Ayer se dio la noticia de la muerte, en un hospital de Barcelona, de Omar Bongo, presidente de la República de Gabón, país petrolero situado en el centro de África. Era el último espécimen de una generación que depredó y saqueó sin descanso a ese continente: la de aquellos que, habiéndole dado la independencia a sus países, liquidaron las infantes democracias y se quedaron con el poder para aprovecharlo en beneficio de su enriquecimiento personal, el de su familia y sus allegados. Cuando murió, Bongo llevaba 42 años como presidente. Gabón es un país pobre. La fortuna que deja Bongo es inmensa. La de Bongo es una historia que, como decíamos, se va a repetir una y otra vez en el Continente Negro… lo que explica el porqué del atraso de tantos países africanos. Cuando las potencias europeas le dieron la independencia a sus colonias, con frecuencia éstas quedaron en manos de camarillas que se perpetuaron en el poder, acallando a la oposición y usando el tesoro público como su propiedad personal. En algunos casos, las celebradas en 1960 o 1961 han sido las únicas elecciones dignas de ese nombre. Cuando Gabón obtuvo su independencia de Francia, en 1960, quedó como presidente un viejo líder tribal llamado Léon M’Ba. Éste hizo vicepresidente a Bongo en 1967, y luego procedió a morirse. Con ello, Bongo heredó el poder y no lo soltó hasta que un ataque cardiaco acabó con su vida en Barcelona. La permanencia en el poder de Bongo se debe, en parte, a que supo presentar un rostro benigno. En lugar de asesinar a la oposición, como solía ocurrir en Áfri- 5 Francisco Amparán ca, Bongo la cooptaba o compraba, gracias a los ingresos obtenidos del petróleo. Permitió concesiones a petroleras francesas y de otros países europeos para congraciarse con los antiguos amos. Especialmente Francia estaba encantada con Bongo, ya que no sólo propiciaba la operación de las petroleras francesas; sino que era muy buen comprador de todo lo galo. Se calcula que Bongo tenía en Francia 39 propiedades de lujo, 70 cuentas de banco y al menos 9 automóviles de colección. Sólo estos últimos se tasan en dos millones de dólares. El palacio presidencial de Gabón costó 500 millones de dólares. La señora de Bongo compró un departamento parisino en el año 2005 por la modesta cantidad de 3 millones de euros (arriba de 55 millones de pesos): el típico listado de los cleptócratas de África, que viven entre lujos ridículos mientras sus pueblos se debaten en la miseria más abyecta. Esa ostentación hizo que algunas ONG’s francesas demandaran a Bongo por saqueo del patrimonio de su país. Como según él Francia no hizo lo suficiente para defenderlo, Bongo optó por curarse en España del mal que lo llevó a la tumba. En teoría, los juicios abiertos en Francia por corrupción continuarán. Pero quién heredará la presidencia (¡y las propiedades!) todavía está en veremos. Lo que es indudable es la herencia de saqueo y rapacidad del último déspota de la primera generación de los mismos, responsables en gran medida del lamentable estado del continente africano. Éste, amigos, éste es nuestro mundo. Que tengan un buen día. Eduardo Campos Rodríguez “Continente y contenido del documento notarial” l documento aparece en la antigüedad, y se utilizó para hacer perdurar algún hecho o acto. Se deriva de “docere” que significa enseñar. El documento tiene similitud y puede considerarse como sinónimo de instrumento. Estos dos vocablos tienen semejanza con la palabra monumento, que se utiliza para dejar huella o constancia, en tercera dimensión, de un hecho o cuestión importante. El autor Carlos A. Pelosi en su obra “El Documento Notarial” señala que hay cuatro clases de documentos: Documentos gráficos.- libros, folletos, revistas, hojas sueltas, manuscritos e impresos. Documentos iconográficos.- Retratos, diseños, fotografías, mapas geográficos, planos y figuras de toda especie. Documentos plásticos.- Monedas, medallas, sellos y toda clase de objetos originados en relieve metálico. Documentos fónicos o auditivos.- Discos, cintas magnéticas y difusiones de sonido. Documentos visuales como filme, microfilme, videos, diapositivas y otros similares. Pelosi afirma que el verdadero autor del documento no es quien lo hace o lo escribe, sino quien lo redacta. Sobre este aspecto el autor Carnelutti expresa que por formación del documento no se entiende tanto el acto material, como el acto jurídico de su formación, o más claramente, por formador o autor del documento no se indica tanto a quien materialmente lo forma, sino aquel a quien el orden jurídico atribuye su formación, es decir, respecto del cual se verifica los efectos de la formación misma. El documento notarial es de gran utilidad, porque brinda estabilidad y seguridad jurídica. El notario mexicano que participa de las características del notario latino tiene que realizar una función muy importante, compleja y especializada, para que los particulares que tienen posibilidad de acudir ante él en busca de consejo y asesoramiento queden satisfechos y complacidos con su actuación. El notario, dice Jorge Ríos Hellig, no es un servidor público sino que es un particular especialista en materia jurídica que colabora con el Estado en una función importante en un sistema de derecho. Por tanto el notario, en la creación y perfecta redacción del instrumento notarial, brinda un asesoramiento adecuado y completo encaminado a evitar contiendas, en cuyo asesoramiento se protegen los intereses públicos y privados, sin excluir los intereses que per- E sigue el Estado como garante de la certeza jurídica. Es conveniente que, al hablar de documento, se haga mención a la palabra o vocablo denominado “título” el cual tiene diversas acepciones; las más comunes son las siguientes: a) título significa el nombre de una obra científica; otras veces título se emplea para designar la rama científica elegida par culminar determinados estudios que terminan con la aprobación de un examen profesional que permite al sustentante graduarse, por ejemplo, de médico cirujano, de licenciado en derecho, de ingeniero químico, de licenciado en sistemas de cómputo, y otras muchas que en la actualidad resultan muy diversas, sin dejar por último de mencionar que en varias ocasiones se emplea la palabra título para referirse al titular de un derecho, y así suele decirse el título de propiedad que lo ampara determina escritura, o título derivado de una sentencia dictada en un juicio que resolvió una controversia. También considero mencionar que la palabra “forma” en ocasiones se refiere al continente del acto jurídico, o sea como elemento extraño a él, otras veces como elemento de existencia o de validez. Aristóteles consideró que el ser constaba de dos elementos: la materia y la forma. La primera es de lo que consta o de lo que se compone algo; en tanto que la segunda pertenece al campo de la geometría y se refiere al contorno o al perfil. Para Aristóteles la forma es determinante para que la materia se organice, de tal manera que no puede existir la materia sin la forma. En el campo jurídico “la materia” es el acto de la voluntad interna del sujeto y la “forma” es la expresión externa. En síntesis, no hay acto o contrato que no tenga forma. Al respecto el autor Manuel Albaladejo menciona que la forma no es un elemento más del negocio, sino que es la vestidura exterior de estos elementos, o los ritos o solemnidades que se han de observar para darles vida; por ejemplo, las palabras pronunciadas no son otro elemento del contrato, sino que son la fisonomía (forma) del elemento declaración de voluntad. Así como la presencia del juez del Registro Civil y de los testigos no es un elemento más del matrimonio, sino que es la forma en la que debe necesariamente tener lugar la emisión de las declaraciones de los contrayentes ante el juez y los testigos, y bajo esta consideración la forma es el continente y el acto jurídico es el contenido, por lo que puede considerarse que no hay acto jurídico sin forma.