El Antiguo Régimen: textos La sociedad estamental “[L]a sociedad está dividida en tres órdenes. Aparte del ya citado [el eclesiástico], la ley reconoce otras dos condiciones: el noble y el siervo, que no se rigen por la misma ley. Los nobles son los guerreros, los protectores de las iglesias. Defienden a todo el pueblo, a los grandes lo mismo que a los pequeños y al mismo tiempo se protegen a ellos mismos. La otra clase es la de los siervos. Esta raza de desgraciados no posee nada sin sufrimiento. Provisiones y vestidos son suministrados a todos por ellos, pues los hombres libres no pueden valerse sin ellos. Así pues, la ciudad de Dios, que es tenida como una, en realidad es triple. Unos rezan, otros luchan y otros trabajan. Los tres órdenes viven juntos y no sufrirían una separación. Los servicios de cada uno de estos órdenes permiten los trabajos de los otros dos. Y cada uno a su vez presta apoyo a los demás. Mientras esta ley ha estado en vigor el mundo ha estado en paz”. Del monje Adalberón en su obra Carmen ad Robertum regem francorum, año 998. El liberalismo de John Locke “Para mí, el Estado es una sociedad de hombres constituida únicamente con el fin de adquirir, conservar, y mejorar sus propios intereses civiles. Intereses civiles llamo a la vida, libertad, salud y prosperidad del cuerpo; y a la posesión de bienes externos, tales como dinero, tierra, casas, mobiliario y cosas semejantes. Es deber de los magistrados civiles, mediante la ejecución imparcial de leyes igualitarias, asegurar a todo el pueblo en general, y a cada uno de los individuos en particular, la posesión justa de tales cosas que pertenecen a esta vida. Si alguien tratara de violar las leyes de justicia y equidad públicas establecidas para la conservación de aquellas cosas, hay que frenar su osadía por el temor al castigo, consistente en la privación o disminución de aquellos intereses o bienes civiles de que normalmente puede y debe gozar. Pero considerando que ningún hombre accede voluntariamente a castigarse a sí mismo mediante la privación de parte de sus bienes, y mucho menos de su libertad de vida, por tanto, es el magistrado armado con la fuerza y apoyo de todos sus súbditos el que debe ejercer el castigo de quienes violan los derechos de cualquier hombre. J. Locke. “A letter concerning toleration”, 1689.