PREFACIO - Manual para la elaboración de trabajos académicos

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Prefacio. Santiago Koval, Manual para la elaboración de trabajos académicos
(Editorial Temas, 2011).
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PREFACIO
Me preparé para una multitud de fracasos; mis
operaciones podían frustrarse incesantemente y mi obra
quedar inconclusa: pero cuando consideré los avances
que se realizan diariamente en la ciencia […], cobré
valor pensando que mis ensayos de entonces por lo
menos sentarían las bases para un éxito futuro.
Mary Shelley
El proceso de la investigación científica
A finales del siglo XVII, el médico italiano Francesco Redi realizó un experimento para
refutar el antiguo principio de la generación espontánea. También conocido como
autogénesis o abiogénesis, este principio sostenía que la vida podía surgir de forma
espontánea a partir de la materia no viva. Se oponía, así, a la teoría de la biogénesis, hoy
en día universalmente aceptada, según la cual la vida se genera solo a partir de
organismos vivos. El concepto de la autogénesis, mencionado ya por Aristóteles, se
basaba en la observación de procesos como la putrefacción. Se había notado que podían
nacer gusanos del barro, moscas de la carne podrida y todo tipo de organismos a partir
de la humedad. Había, pues, para sus defensores, un mecanismo generador de vida en la
materia inorgánica.
Como Francesco Redi no creía en la existencia de este principio, realizó un
experimento para refutarlo. En 1668, dispuso en su laboratorio cuatro vasos que
contenían, respectivamente, trozos de serpiente, pescado, anguilas y carne de buey, y los
cerró de forma hermética, a fin de que no ingresara ni saliera nada de ellos. A
continuación, preparó otros cuatro recipientes, que llenó con los mismos materiales,
pero a estos últimos los dejó abiertos, permitiendo el ingreso de aire y de insectos. Al
poco tiempo, algunas moscas fueron atraídas por los alimentos dejados en los vasos
descubiertos y comenzaron a posarse sobre los trozos de carne y a dejar huevos, que
pronto se convirtieron en larvas. En los vasos que habían permanecido cerrados, no
pudieron ingresar; por consiguiente, no se generaron allí huevos o larvas, ni siquiera
luego de varios meses. Redi llegó a la conclusión de que las larvas no se originaban por
una generación espontánea surgida de la carne en descomposición, sino a partir de los
huevos de las moscas que ingresaban a los vasos.
Cuando el médico italiano presentó los resultados de la investigación, sus
afirmaciones fueron recibidas con enorme desconfianza. Los defensores de la
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autogénesis, una teoría que llevaba más de 2000 años de existencia, objetaron que en los
vasos cerrados había faltado la circulación de aire, principio activo de la generación de
vida. Entonces Redi, decidido a demostrar sus ideas, realizó un segundo experimento.
En esta oportunidad, cubrió los vasos con finas gasas, que dejaban entrar el aire pero no
a los insectos. Como las moscas no podían ingresar, no tuvo lugar la deposición de
huevos ni el nacimiento de larvas. De este modo, demostró que la vida no provenía de
un principio misterioso de la materia inerte, sino efectivamente de la presencia de otros
seres vivos. Este simple pero inteligente experimento le permitió defender la postura de
la biogénesis –reconocida en la actualidad por toda la comunidad científica– y refutar
una teoría falsa que contaba con casi dos milenios de aceptación.
El camino experimental que recorrió Francesco Redi para demostrar sus ideas se
conoce como un proceso de investigación. Éste se inicia cuando un investigador detecta
un problema en un objeto del mundo real y, para describirlo, formula una pregunta.
Para responderla, quien investiga propone una respuesta, expresada en tono afirmativo,
que se conoce como hipótesis.
En principio, la comunidad científica que recibe una nueva hipótesis considerará
que es eminentemente falsa, en tanto que no se ha demostrado su veracidad. Entonces,
el investigador, resuelto a defenderla, deberá ponerla a prueba. En este recorrido,
dispondrá de diversas alternativas no excluyentes entre sí: elaborar una reflexión
original en la forma de un artículo escrito, consultar textos de otros autores o teorías
validadas por las academias científicas, o experimentar con la realidad, tal como hizo el
médico italiano. En todos los casos, el esfuerzo estará orientado a demostrar que la
afirmación que se ha hecho acerca del objeto estudiado es correcta; y que, por ende, se
ha resuelto el problema que se había propuesto resolver.
Si el investigador logra contrastar su hipótesis, es decir, si consigue demostrar su
carácter de verdad por medio de criterios válidos y fiables, no tardarán en llegar otros
investigadores, de igual modo interesados en indagar en su objeto de estudio. Así, se
formularán nuevos problemas que, bien conducidos, desencadenarán nuevas respuestas.
Cuando se hayan planteado suficientes preguntas y se hayan podido responder con
hipótesis
contrastadas
en
numerosas
investigaciones,
podrá
ensayarse
una
generalización del conocimiento. Las hipótesis ya no aplicarán únicamente al objeto
analizado, sino a una clase más general de objetos.
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Conforme se logre generalizar el conjunto de problemas y soluciones, se
propondrán teorías, leyes, principios y paradigmas. En esta sumatoria escalonada de
esfuerzos, la ciencia podrá avanzar, lo mismo que el conocimiento humano acerca del
mundo. En la segunda mitad del siglo XIX, a casi dos siglos de las observaciones de
Redi acerca de la biogénesis, Luis Pasteur realizó una serie de experimentos similares,
usando en lugar de vasos unos matraces con cuello de cisne. Sus experiencias
demostraron que los microbios se originan también a partir de otros microorganismos –
observación que dio lugar a sus estudios de pasteurización– y desterraron para siempre
del imaginario científico la antigua teoría de la autogénesis.
Salvando las distancias, un estudiante que elabora un trabajo de investigación en
el curso de su formación universitaria correrá la misma suerte que Francesco Redi.
Puede ocurrir que su esfuerzo no derive en principios generales o que no logre refutar
teorías con cientos de años de validez. Sin embargo, al proponer un trabajo científico,
estará presentando sus ideas ante una audiencia académica. Sus afirmaciones, por
consiguiente, serán puestas en duda desde un comienzo, y su actividad estará atada de
pies y manos hasta tanto no demuestre la veracidad de sus hipótesis por medio de un
método científico de comprobación.
El estudiante, inmerso en su ejercicio de investigación, caerá rápidamente en la
cuenta de que sus opiniones, que habían sido hasta ese momento la punta de lanza de
sus pensamientos, no tienen ahora peso alguno. Allí donde había subjetividad, deberá
haber objetividad; allí donde se planteaban ideas desordenadas, deberá existir un orden
de exposición. El alumno, entonces, tomará conciencia de que su trabajo no solo tendrá
que ser capaz de detectar problemas relevantes; tampoco será suficiente con que
formule unas respuestas inteligentes para su solución. Su esfuerzo, más bien, deberá
concentrarse en demostrar, a un tiempo, que sus hipótesis gozan de cierto nivel de
verdad y que los procedimientos que ha usado para demostrarlas han sido, en todas sus
etapas, válidos y fiables. Para ello, el estudiante deberá vestirse de investigador. Si hasta
el momento no se había exigido en él una postura científica, será ahora, con el trabajo
de investigación, la oportunidad para hacerlo.
La elaboración de trabajos científicos en la formación universitaria
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Para un joven que inicia su carrera en la universidad, la realización de un trabajo
científico es un largo camino lleno de dudas e interrogantes. Antes que nada, debe
enfrentarse a una actividad que desconoce por completo y a un esfuerzo que nunca se ha
exigido de él en su formación secundaria o de pregrado. A su vez, debe aceptar una
responsabilidad a mediano o largo plazo consigo mismo, un compromiso que le
demandará días, semanas e incluso meses de labor diaria. Tiene, por último, que aplicar
un método científico de trabajo, cuyas reglas desconoce.
Investigar y escribir son actividades del pensamiento que requieren de largos
períodos de maduración. Para redactar un trabajo extenso y complejo, debe antes
escribirse uno breve y sencillo. El proceso gradual de aprendizaje para la elaboración de
textos atraviesa toda la formación de grado y de posgrado. El estudiante que debe iniciar
una tesis al finalizar sus estudios no podrá alcanzar un resultado significativo si no
presentó antes un ensayo, una monografía o un simple informe en el curso de las
asignaturas iniciales de su licenciatura.
Escribir un trabajo de grandes dimensiones, como una tesina o una tesis, por lo
pronto, requiere de encierro y de aislamiento, de soledad y de monólogos internos.
Implica permanecer sentado durante extensos períodos, alejado de la vida social o del
ocio. Para su redacción, se necesita de tiempo libre, pero de un tiempo con calidad
conceptual: debe disponerse de una mente fresca y de un espíritu curioso y despierto.
Demanda, a su vez, largas horas de lectura de textos de otros autores, un diálogo
constante y silencioso con interlocutores no presentes.
Pues bien, elaborar un trabajo científico supone un enorme esfuerzo individual,
al que el estudiante debe acostumbrarse de forma paulatina. Por lo común, en las
licenciaturas no se presta atención a este aspecto de la educación; hay que reconocer, sin
embargo, la importancia de producir trabajos científicos a lo largo de toda la carrera de
grado, incluso desde el primer año. No solo porque ayudan a ordenar el pensamiento,
sino porque llevan al alumno a entender su formación universitaria como un proceso
activo de desarrollo intelectual, que se orienta a la formulación de problemas y a la
elaboración de argumentos para su correcta solución. Se trata de un aliciente
fundamental de la educación formal, mucho más fuerte, se podría decir, que la lectura
pasiva de bibliografía o la asistencia a las clases teóricas tradicionales.
Por estas falencias en las propuestas académicas de muchas universidades, gran
parte de los estudiantes no entrega su trabajo de promoción y pierde por ello la
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posibilidad de graduarse. Incluso muchos abandonan la actividad en sus inicios, en el
momento en que asumen conciencia del dilatado trayecto que deben recorrer. Cuando el
alumno se enfrenta a su trabajo integrador final, a su tesina o tesis, se ve obligado a
realizar en unos pocos meses un proceso madurativo que insume años de crecimiento
personal. Y es en esa instancia en que reconoce, en la mayoría de los casos, que no es
capaz de formular por sí mismo un trabajo sólido y coherente para defender sus ideas.
Objetivos del libro
Este libro se plantea, en parte, como una propuesta de solución a todas estas falencias.
Se trata de un texto introductorio al proceso de producción de conocimientos en el
ámbito universitario. Un manual operativo de fundamentos teóricos y metodológicos,
destinado a estudiantes que buscan introducirse en la elaboración de trabajos científicos
y que precisan, para ello, de una guía de pautas claras y ordenadas acerca de sus etapas,
procesos y modos de enunciación.
El libro procura abarcar el proceso completo de las tareas de investigación y
redacción científicas, desde la definición del objeto de estudio, la detección de un
problema y la formulación de una hipótesis, al desarrollo de un diseño metodológico
destinado a comprobarlas, y la presentación de resultados y conclusiones finales. En
este sentido, puede servir tanto a tesistas que deban realizar su trabajo final, su tesina de
grado o su tesis de posgrado, como a estudiantes de diversas disciplinas que tengan que
elaborar trabajos escritos a lo largo de su carrera. Asimismo, puede ser útil para aquellos
investigadores o becarios que se inician en la investigación y que desean mejorar sus
habilidades metodológicas de trabajo o sus destrezas retóricas de redacción científica.
Aunque esté orientado a las ciencias sociales y a las humanidades en particular, algunos
de sus métodos, fórmulas y definiciones pueden aplicarse, más ampliamente, a otras
áreas de la ciencia.
Este trabajo combina la descripción de las etapas principales de todo proceso de
investigación y la definición de las reglas formales y temáticas de la elaboración del
texto escrito que debe resultar de dicho proceso. Uno de los principios rectores de este
manual radica, precisamente, en la noción de que investigación y redacción componen
una unidad procedimental, dialéctica e indisoluble, y en la idea de que el producto
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textual ha de entenderse como el correlato inseparable de un proceso de investigación
subyacente.
Limitaciones del libro
No se busca ensayar aquí una definición general, y menos una clasificación exhaustiva,
del concepto de ciencia o de sus métodos de obtención de verdades. No es un libro de
metodología per se; no aspira a ser una reflexión sobre el conocimiento científico, como
tampoco una descripción de las disciplinas filosóficas que indagan acerca de sus
condiciones de producción. No se plantea, tampoco, como una revisión profunda de la
historia de la ciencia ni de la evolución de sus técnicas de aproximación. Del mismo
modo, no se intenta dar cuenta de las diferencias teóricas y epistemológicas que existen
entre las diversas clases de conocimiento.
Estas empresas del pensamiento han sido llevadas a cabo por diversos autores,
desde las reflexiones de Platón y Aristóteles hasta las propuestas minuciosas de nuestros
pensadores contemporáneos; el lector podrá encontrar documentadas sus referencias en
la sección dedicada a la bibliografía y, en caso de que desee expandir su comprensión
acerca del conocimiento científico, podrá acudir a sus valiosas fuentes de información.
No hace mayor sentido, pues, repetir cosas ya dichas por los grandes filósofos de la
ciencia. En el acervo documentado de nuestra historia científica, se encuentran
cuantiosos volúmenes con mayor calibre conceptual del que jamás pudiera conseguirse
en una sola vida humana.
Organización del texto
Este manual podrá ser leído, naturalmente, como una obra completa, de inicio a fin.
Pero he pensado su estructura de forma modular, procurando generar bloques de
información relativamente independientes entre sí, que podrán ser abordados de manera
individual por un lector interesado en conocer aspectos precisos de la producción del
conocimiento. En el índice podrá encontrarse, al respecto, la referencia ordenada a cada
una de sus partes y divisiones.
Se trata de un libro activo, que reconoce la concurrencia motivada de un
estudiante interesado en construir su propio camino de formación. En tanto, sus
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propuestas metodológicas no son definitivas ni universales, sino que deben asumir una
forma particular cuando se aplican al molde de cada objeto de estudio. El trabajo del
lector radicará, de esta forma, en reconocer cuáles aspectos son esenciales y cuáles
accesorios o directamente innecesarios para su tarea puntual de investigación.
Desde un punto de vista conceptual, el libro se divide en dos grandes partes. La
primera (Capítulo 1 y Capítulo 2) está destinada a presentar una introducción al
método, la investigación y la redacción científicas. Se ensayan allí definiciones de cada
uno de estos términos y se realizan algunas aclaraciones que aplican por igual a todo
trabajo científico. A su vez, se presenta una tipología, en aras de definir la estructura y
lógica de organización textual de los tipos de trabajos más frecuentes en el entorno
universitario (tesis, monografías, ensayos, investigaciones por encuestas, papers, entre
otros). Se incluye, en esta clasificación, un capítulo escrito por Pablo Provera, que
recorre en detalle los pasos de elaboración de los trabajos aplicados a los negocios.
La segunda parte (Capítulo 3 y Capítulo 4) es más específica. En ella, se
propone una descripción exhaustiva de las etapas teórico-metodológicas de todo proceso
científico de investigación y redacción; en particular, orientada a esfuerzos de especial
extensión y complejidad, como los trabajos de integración final, las tesinas, las tesis o
los proyectos de investigación. En esta revisión, se hace hincapié en la definición de los
componentes lógicos de una investigación científica y en su paso posterior a la
estructura secuencial de un texto escrito.
Espero que este manual sea útil como guía metodológica a lo largo de la carrera
del estudiante de grado y de posgrado, desde sus primeros pasos de formación hasta sus
últimas etapas de presentación y defensa de tesis. He cuidado especialmente el uso del
lenguaje, a fin de encontrar un punto medio entre la precisión terminológica y los
modos libres e informales de la expresión cotidiana. Esta motivación se orienta a
facilitar su lectura y reconocimiento por los diversos niveles de la educación formal.
Por último, debo aclarar que algunas de las reglas recomendadas para la
elaboración de trabajos científicos no se cumplen a rajatabla en este libro. Esto no debe
entenderse como una contradicción. Como se explicará más adelante, cada texto debe
ajustarse a regulaciones editoriales y a un marco institucional de legitimación, que
imponen desde arriba un orden expositivo a su forma y contenido. Uno de los corolarios
que pueden extraerse de este escrito, precisamente, es que un trabajo científico no es
otra cosa que un esfuerzo intelectual destinado a adecuar ideas propias a moldes ajenos.
Prefacio. Santiago Koval, Manual para la elaboración de trabajos académicos
(Editorial Temas, 2011).
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Santiago Koval,
Buenos Aires, 2011.
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