Nomás no me quiten lo poquito que traigo – Eduardo

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Nomás no me quiten lo poquito que traigo – Eduardo Antonio Parra
Narrador tercera persona
Estrella / policía / sargento - viejito
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Reprimió los escrúpulos, y pensó en cualquier cosa para no imaginar cómo se vería
con sus senos siliconeados y su verga infantil, igual a un gusano amoratado colgando
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de su cuerpo,
y su miembro muerto se cimbra un par de veces como si estuviera a punto de
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levantarse.
Nunca se ha sentido más mujer que cuando se encuentra desnudo dentro de un auto,
con una macho a cada lado, recibiendo caricias y aferrada a dos vergas endurecidas.
—Ya se soltó el putito, mi sargento —dice el policía en tono socarrón—. Como que ya quiere lo que le vamos a
dar.
—Soy putita... —murmura Estrella con los ojos cerrados mientras termina de desabrochársele el cinturón al
sargento.
—¿Qué dijiste?
—No soy putito —suspira—. Díganme puta.
—Sí mi reina, como no. Eres la más grande de todas
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desciende por sus senos, se demora un instante en su miembro de niño,
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Son para mi operación... —balbucea Estrella en una reacción tardía
_—A chingá, ¿pos a poco estás enferma? —se burla el chofer.
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—¿Usted qué dice, mi sargento? —pregunta el policía con voz muy ronca—. ¿Le entramos?
—Mejor vámonos.
—¡No! -ruega Estrella—. Si quieren llévense el dinero, pero... ¡No me pueden dejar así! ¿Entonces para
qué me trajeron hasta acá? No se vayan...
—¿Cómo ves, pareja? —dice el sargento—. Estos putito no tienen llenadera.
—Deberíamos encerrarlo por degenerado.
—No, mejor lo dejamos aquí. Con eso tiene. Y nosotros vámonos con unas viejas de a deveras. Yo
invito. Al fin que traigo con qué.
La tía Nela
Efrén/Fuensanta - Tïa Nela – Gustavo
Narrador primera persona visto desde la tia nela
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Efrén, te voy a llamar por tu nombre de antes, porque el de ahora me repugna, mira,
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hijito, si querías hacerme sufrir con tus desiguros
Dios ha obrado el milagro de enderezarlo. Pero qué va: Dios no cumple antojos ni
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endereza jorobados.
Efrén quiere que le den, Efrén cacha granizo, Efrén se la come doblada. Como tus
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modales de señorita escandalizaban al vecindario,
Confíésalo; en realidad no eras tan amanerado, de lo contrario no habrías conseguido
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trabajo, más bien te afeminabas adrede para hacerme sufrir.
Tomado de la oreja te llevé al baño y de un tirón te bajé los pantalones. Eres un macho,
mírate al espejo, ¿no ves ese badajo que te cuelga en la ingle? ¡Pues un día de estos te
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lo voy a cortar si te sigues comportando como una mujer!
Me cambié de banqueta para eludirlos y entonces te descubrí: llevabas una peluca
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rubia con rayos, botas altas hasta las rodillas y minifalda de cuero. Tenías las piernas
tan bien depiladas que cualquiera te hubiera tomado por una mujer de verdad
Un buen día se te hizo fácil venir a casa vestido de mujer y en el colmo del cinismo
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quisiste que te llamara Fuensanta, como te dicen todos tus compañeros de oicio.
Si hubieras seguido despeñándote en el vicio sin cambiar de naturaleza, quizá tendrías
aún posibilidades de salvación. Pero ¿quién te mandó someterte a esa costosa cirugía
para cambiarte los órganos genitales? Antes de esa horrible mutilación eras sólo un
alma extraviada: ahora ya no perteneces al género humano, eres un espantajo, una
morbosa atracción de feria, como la mujer serpiente y el niño con dos cabezas.
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