CULTURALES SEPTIEMBRE 2014 > viernes 5 Una banda sonora para Julio Cortázar Pedro de la Hoz A cada gran escritor lo acompaña una música de fondo. Nicolás Guillén con claves de trova y son; Alejo Carpentier, sumergido en las aguas vanguardistas de Caturla, Roldán, Stravinski y Varese; Gabriel García Márquez con sus vallenatos; Borges con una triste milonga en la bruma. Julio Cortázar es jazz, puro jazz. De manera recurrente y explícita, tanto en su obra como en la propia vida. Respetaba el tango como se respeta a la lengua materna, podía discurrir sobre las novedades de la vanguardia europea de la medianía del siglo, dígase Stockhausen o Boulez; sintió curiosidad por lo que comenzó a llamarse hacia el final de su existencia músicas del mundo; y destinaba una parte de su discoteca a grabaciones del clasicismo. Escribió incluso en Un tal Lucas el deseo de morir escuchando el último quinteto de Mozart. Pero a ese mismo pasaje añadió: “… y el solo de piano de I ain’t got nobody en los dedos de Earl Fatha Jones”. El jazz entra y sale una y otra vez en la obra de Cortázar. Suelen citarse tres momentos paradigmáticos de esa entrañable relación con el complejo musical fraguado en el seno de las comunidades afronorteamericanas en el cruce de los siglos XIX y XX y luego, hasta nuestros días, desarrollado con suficiente aliento como para ser considerado una de las fuentes sonoras de mayor irradiación universal. Esos momentos se localizan en el relato El perseguidor, publicado en el volumen de cuentos Las armas secretas en 1959; el capítulo 17 de la monumental novela Rayuela, que vio la luz en 1963; y la crónica LavueltaalpianodeThelonius Monk, que refleja la experiencia de escuchar al innovador maestro norteamericano en un concierto ofrecido en Ginebra en 1966. Esta última quizá sea una de las páginas más iluminadoras sobre el género que se hayan escrito, no solo por la fuerza evocativa de la narración sino por subrayar algo que escapa muchas veces a la crítica: la libertad como una utopía en los dominios del jazz. En Rayuela, el conocedor se revela en las reuniones del Club de la Serpiente. Las voces cruzadas de los personajes en el capítulo 17 y los temas que seescuchan, al igual que las canciones que irrumpen en el capítulo 106, ofrecen una galería jazzística que ilustra las filias del escritor. No Michel Hernández Es el 16 de agosto de 1974. Una intratable pandilla de jóvenes melenudos, delgados y casi deshechos trepan al escenario del mítico club neoyorkino CBGB. Con la desgarbada naturalidad de quien no tiene nada que perder, comienzan a escupir canciones con un sonido áspero, salvaje y extremadamente rápido que al principio solo podían descifrar ellos mismos. El concierto fue un desastre que duró apenas 25 minutos. Tocaban mal los instrumentos, paraban en casi todos los temas, y los miembros de la alineación, para comunicarse, lanzaban alaridos entre sí. Pero el propietario del club percibió “algo” en la banda que la diferenciaba de todos los grupos existentes hasta el momento. “No le van a gustar a nadie, pero los espero de vuelta”, dijo, Hilly Kystal a los Ramones antes de programarlos durante 17 actuaciones más. La decisión permitió que estos cuatro tipos ceñidos en camisas negras de cuero que cantaban sobre los sórdidos ambientes de Nueva York dieran los primeros pasos para impulsar la revolución punk que revolucionaría el rock and roll. Julio Cortázar fue un ferviente aficionado al jazz. FOTO: ARCHIVO FUNDACIÓN JUAN MARCH hay que hacer caso de la ortodoxia defensa que hace Oliveira de los tangos de la vieja guardia ni de su rechazo a la revolución del bebop. Jerry Roll Morton, Louis Armstrong, Lester Young, Thelonius Monk, Bessie Smith, Eddie Lang, Oscar Petersen y Bix Beiderbecker campean por la narración en un recorrido que va desde los orígenes en Nueva Orleans hasta los efluvios del free jazz. Al Cortázar jazzista más raigal, sin embargo, hay que buscarlo en El perseguidor. El protagonista es Johnny Carter, un saxofonista norteamericano que encarna en la ficción la realidad de ese monstruo sagrado que se llamó Charlie (Bird) Parker. Cortázar dedica el relato a la memoria de este y en una entrevista explicó el origen del texto: “Yo acababa de descubrirlo como músico, había ido comprando sus discos, lo escuchaba con un infinito amor, pero nunca lo conocí personalmente. Me perseguía la idea de ese cuento y al principio con la típica deformación profesional, me dije: ‘Bueno, el personaje tendría que ser un escritor, un escritor es un tipo problemático’. Pero no me decidía (...) Y en ese momento murió Charlie Parker. Yo leí en un diario una pequeña biografía suya en la que se daba una serie de detalles que yo no conocía. Por ejemplo, los periodos de locura que había tenido, cómo había estado internado en Estados Unidos, sus problemas de familia, la muerte de su hija, todo eso. Fue una iluminación. Terminé de leer ese artículo y al otro día o ese mismo día, no me acuerdo, empecé a escribir el cuento. Porque de inmediato sentí que el personaje era él; porque su forma de ser, las anécdotas que yo conocía de él, su música, su inocencia, su ignorancia, toda la complejidad del personaje, era lo que yo había estado buscando”. En el relato, Bruno, el crítico de jazz y biógrafo de Carter-Parker, es el alter ego de Cortázar y trata de explicarse lo inexplicable; la naturaleza y el alcance de la creación de un músico fuera de serie. La clave está en el pasaje donde se desencuentran el protagonista y el también genial Miles Davis durante una sesión de estudio. El saxofonista interrumpe la grabación y grita: “Esto lo toqué mañana”. Otra historia también merece ser contada: la relación del escritor con el jazz lo llevó a admirar a una intérprete cubana del género, Maggie Prior, a quien conoció y escuchó en La Habana. La investigadora Rosa Marquetti ha dicho de ella: “Nadie puede confirmar las fechas de su nacimiento (en Santiago de Cuba, al parecer en enero de 1942) y muerte. No abundan fotos suyas y las cintas con su voz, transidas de tanto olvido, decidieron desaparecer. Sin embargo, su nombre está irremediablemente ligado a la historia de ese género en Cuba y también a momentos relevantes de otros no menos importantes. Leonardo Acosta afirma que fue ‘Maggie Prior, la única cantante además de Delia Bravo que se mantuvo durante más de treinta años dedicada al jazz’. El jazz es su seña identitaria”. En el 2009, al cumplirse 25 años de la muerte de Cortázar, Aurora Bernárdez, su primera esposa y albacea, dio a conocer una serie de textos del escritor rescatados del olvido bajo el título Papeles inesperados. Entre estos, un poema resulta elocuente, Blues for Maggie: “Ya ves / nada es serio ni digno de que se tome en cuenta / nos hicimos jugando todo el mal necesario / ya ves, no es una carta esto / nos dimos esa miel de las noches, los bares / el placer boca abajo, los cigarrillos turbios / cuando el cielo raso tiembla la luz del alba / ya ves / yo sigo pensando en ti / no te escribo, de pronto miro el cielo, esa nube que pasa / y tú quizás en tu malecón mirarás una nube / y eso es mi carta, algo que corre indescifrable y lluvia. / Nos hicimos jugando todo el mal necesario, / el tiempo pone el resto, los oseznos / duermen junto a una ardilla deshojada”. Ramones en la avanzada del punk Ramones. FOTO: ROBERTA BAYLEY El sonido furioso y rompedor de los Ramones era como una bomba de tiempo. Sus canciones apenas duraban dos minutos y funcionaban como un retrato bastante fiel de la decadencia social y las bajas pasiones humanas. Fundada por John William Cummings, Jeffrey Ross Hyman, Thomas Erdelyi y Douglas Glenn Colvin, la banda conoció las primeras luces de la popularidad en un festival en el propio club CBGB en 1975 donde compartieron cartel con Talking Heads y Blondie, entre otros. A partir de ahí su nombre cruzó el Atlántico para influir radicalmente a alineaciones como Sex Pistol y The Clash, que le dieron una nueva vuelta de tuerca a ese estilo crudo y salvaje que era el punk rock. En 1975 los integrantes de los Ramones, rebautizados como Johnny, Joey, Tommy y Dee Dee Ramones eran los nuevos héroes del underground. Su música era bastante simple. Lo de estos punkies callejeros era expresar sus deseos de la manera más primitiva posible. Su primer álbum descolocó a una parte de la crítica y atrajo los primeros fans para la causa Ramones en el circuito underground. Grabado con el mismo nombre de la banda, contiene algunosde sus temas más famosos como Blitzkrieg bop, Judy is a punk y I wanna be your boyfriend. Con todo y sus títulos de pioneros del punk los Ramones se quedaron fuera de la fiesta. Lo cierto es que los Sex Pistols, tras sus provocadoras declaraciones en un programa estelar de la televisión británica, fueron tomados después como el emblema del punk, un movimiento contracultural asumido por los jóvenes de la década del setenta como una vía para demostrar su frustración ante la hipocresía del orden imperante. En la primera ola de esta corriente aparecieron bandas como The Clash, The Damned o The Buzzcocks, que hicieron suyas tendencias políticas como el anarquismo, el nihilismo y el socialismo. Con la explosión del punk en Inglaterra, los Ramones fueron ninguneados y sus canciones nunca llegaron a escalar a las listas de éxito. En el 2002 se hizo justicia con la banda, desintegrada en 1996, cuando fue incluida en el Salón de la Fama del Rock and Roll, y más tarde su álbum debut, fue certificado como disco de oro. Los cuatro integrantes originales de los Ramones ya murieron, pero sin el legado de este grupo no habrían existido varios de los monstruos del rock que todavía hoy campean por su respeto. 13 estrenos del ICAIC Próximamente, en el circuito de estrenos del país, se exhibirá el documental cubano Reembarque, de la realizadora Gloria Rolando Casamayor, mientras continúa en cartelera la cinta de ficción Omega 3, con guion y dirección de Eduardo del Llano. Para esta semana los cines Yara, sala 1 del Multicine Infanta, Acapulco, Lido, Carral, Regla, Cojímar, Miramar, Oasis, Cinecito y los principales de las capitales provinciales, estrenan Gran Hotel Budapest, comedia estadounidense dirigida por Wes Anderson y la actuación de Ralph Fiennes, Edward Norton y Jude Law. La trama se centra en la relación entre el conserje de un famoso hotel y un joven empleado al que convierte en su protegido. Juntos se adentran en una increíble historia revelada mucho después. Apta para mayores de 12 años. El cine 23 y 12 propone Final de partida, cinta japonesa de Yojiro Takita, hasta el día 9, para el 10 ser sede de la premiere del documental Reembarque. Por su parte la sala 2 del Multicine Infanta proyectará el filme Flor del desierto, una coproducción entre Reino Unido, Austria y Alemania, dirigida por Sherry Román. En el elenco de la película aparecen Liya Kebede, Sally Hawkins y Craig Parkinson. La historia cuenta la vida de una joven africana que emigra a Europa y se convierte en top model internacional y embajadora especial de las Naciones Unidas en África, donde lucha por erradicar uno de los más crueles y atroces rituales que allí se ejecutan. Apta para mayores de 12 años. Mientras la sala 3 tiene en cartelera Aires de esperanza, drama de Estados Unidos, bajo la dirección de Jason Reitman, y con las apariciones de Kate Winslet, Josh Brolin, Gattlin Griffith y Tobey Maguire. La cinta cuenta como un niño de 13 debe cuidar a su madre afectada por un reciente divorcio. Apta para mayores de 12 años. En el Riviera se mantiene Omega 3, la más reciente película de Eduardo del Llano, protagonizada por Carlos Gonzalvo, Dailenys Fuentes y Héctor Noas. Este filme se desarrolla a cien años del presente, en medio de un conflicto que involucra a todo el planeta. Apta para mayores de 16 años.