Tradición y cultura en el mundo animal Alicia García Bergua* ¿Se puede hablar de una tradición y de una cultura en el mundo animal no humano? Biólogos y antropólogos en su necesidad de estudiarnos como parte del mundo animal insisten en hacer que categorías consideradas únicamente humanas como la tradición y la cultura abarquen también las prácticas de primates y monos cuyo comportamiento social es muy cercano al nuestro. De estos temas suelen tratar las reuniones de especialistas en antropología y etología. En una reciente reunión llevada a cabo en Londres se presentó un trabajo sobre ciertos comportamientos sociales de los monos machos capuchinos observados por la antropóloga de la Universidad de California Susan Perry, desde 1990, en Costa Rica. Estos comportamientos surgieron recientemente y consisten en juegos de alto riesgo entre los monos en los que se pican repetidamente los ojos como en una especie de ritual. Hay quienes piensan que esto se puede deber al hecho de que los monos prueban así la fortaleza o el aguante de posibles aliados, como en los ritos de iniciación de ciertas sectas o grupos. También hay monos y primates que asumen por temporadas modos de romper nueces o frutos. ¿Se pueden considerar estos comportamientos tradiciones en el sentido humano? Quizá no, porque las tradiciones humanas se sostienen gracias a una evolución cultural que como el conocimiento, se va acumulando en la medida en que es transmitida de una generación a otra, y estos comportamientos surgen como modas entre los monos y primates y desaparecen rápidamente. El aprendizaje humano, no se da, por ejemplo, de la misma manera en los chimpancés, los primates más próximos genéticamente a nosotros. Hay un famoso experimento realizado con chimpancés jóvenes y niños pequeños de 3 a 5 años, donde se les enseña a ambos la tarea de sacar una recompensa de una caja transparente haciendo pasos superfluos o inútiles, como por ejemplo tocar una pluma sobre la caja antes de abrir una compuerta. Los chimpancés enseguida entienden que se pueden ahorrar los pasos inútiles para acceder a la recompensa; en cambio los niños imitan al adulto en todo. Dereck Lyons, el psicólogo del desarrollo de la Universidad de California que diseñó hace ya tiempo este experimento, piensa que la complejidad en la transmisión de ideas y costumbres que implica la cultura humana tiene que ver con esta fidelidad en la imitación de los procedimientos de un adulto que hacen los pequeños para aprender, en la que incluso repiten las acciones innecesarias para lograr algo. La única manera de evitar en los niños esta sobreimitación, es convencerlos de que ciertos actos inútiles no son a propósito y esto además refuta la idea de que los niños lo hacen por complacer a sus padres. Esto nos lleva a pensar que el pensamiento independiente no es natural en el ser humano sino que tiene que ser producto de mucha más educación, y quizá de ahí provenga que ciertas creencias inverosímiles que se transmiten entre los humanos sobre los hechos son muy difíciles de abandonar. En ese sentido podríamos pensar que en lo relativo a la relación con el medio ambiente la mente del chimpancé es más independiente, pues no depende tanto de sus semejantes para entender la parte de la realidad que le compete de manera inmediata. No obstante, el chimpancé y todos los animales sociales dependen muchísimo para sobrevivir de su orden social, aunque permanezcan solos mucho tiempo como los orangutanes. Pero el conocimiento de su ambiente que manejan los chimpancés no es desinteresado y es limitado. El conocimiento humano maneja una gran memoria de los hechos no necesariamente inmediatos, con una mente simbólica que los proyecta en el tiempo y que desarrolla operaciones lógicas complejísimas para correlacionarlos con el lenguaje y el cálculo. Recordemos también que la mente del hombre se proyecta mucho más en el tiempo y puede visualizar sus actos a mucho más largo plazo. Lyons piensa que esta sobreimitación es clave en la creación y la transmisión de la cultura. Tenemos un tipo de mente, y por lo tanto de cerebro, que necesita conocer antes el proceder de su semejante para saber cómo actuar y en consecuencia cómo relacionarse con el ambiente. Para el desarrollo de la cultura humana en todo el planeta ha sido necesario que los seres humanos se conozcan entre sí pese a los conflictos, y aprendan unos de otros. La manera en que emprendemos las tareas cognitivas es en realidad colectiva desde el principio de nuestras vidas y gracias al lenguaje las memorias se hacen duraderas. Lo curioso es que las mentes más creativas e independientes, tanto en la ciencia como en el arte, son las que se atreven también a romper con las tradiciones mecánicamente aprendidas y observan de nuevo con frescura los hechos y las formas de expresión. El experimento de Dereck Lyons se ha repetido infinidad de veces con niños de todas partes, incluso hay un programa de televisión en el canal Discovery donde se ve la aplicación de este experimento a un grupo de niños y chimpancés, y se ha comprobado que la sobreimitación es universal. Esta sobreimitación implica además que los pequeños tienen completa confianza en que el adulto que les enseña sabe cómo hacer las cosas. Lo que demuestra también que esta debilidad en relación con otros animales que hemos convertido en fuerza cultural, puede también coadyuvar con el conservadurismo, el autoritarismo y el empeño en ignorar la realidad, si no maduramos como individuos y aprendemos a pensar con independencia. -----------------------------------------------------------------* Alicia García Bergua, es escritora y divulgadora de la ciencia. Email: aligarcia@gmail.com Bibliografía *Science, News of the Week, julio, 2010. Imagen del icono tomada de http://www.educarm.es/admin/historicoSeccionWebPublica.php?web=6 &sec=68& ar=12&aplicacion=NATURA&paginacion_list=14&zona=PROFESORES& menuSeleccionado=439