LITERATURA DEL SIGLO XVIII El siglo XVIII (conocido también como Siglo de las Luces) se caracteriza por un impulso renovador en todos los ámbitos sociales y por un gran desarrollo económico en Europa, principalmente en Inglaterra (Revolución Industrial). Por otro lado, el creciente poder económico de la burguesía contrasta con su falta de poder político (esta es una de las principales causas del estallido de la Revolución Francesa a finales del siglo XVIII). 1. LA ILUSTRACIÓN La Ilustración es la ideología innovadora del siglo XVIII: es un movimiento racionalista que supone una revisión crítica de las ideas y los valores imperantes hasta entonces. Se desarrolla en Europa, aunque principalmente en Francia; sus personajes más relevantes son los franceses Voltaire, Montesquieu y Rousseau (con obras como El contrato social y Emilio); y sus principales características pueden resumirse en estas tres: - RACIONALISMO: para los ilustrados, la razón es la única base del saber; esto provoca, por un lado, un desarrollo del pensamiento científico; y por otro, un menosprecio por los aspectos no racionales o emocionales de la personalidad (aunque frente a esto surge, a finales del XVIII, el Prerromanticismo, corriente artística en la que los sentimientos vuelven a adquirir importancia frente a la razón). - UTOPISMSO: creen que el uso de la razón permitirá un progreso constante e ilimitado; esto les hace crear el concepto de la felicidad terrenal (frente al concepto medieval de la felicidad celestial). Los ilustrados consideraban que el uso de la razón y las reformas, impuestas desde el poder mediante leyes o decretos, conducían al progreso y que ello comportaría la justicia y la felicidad de los pueblos. - REFORMISMO: para lograr estos progresos los reyes y los gobiernos absolutistas proponen reformas; esta forma de gobierno se conoce popularmente con el nombre de Despotismo ilustrado, cuyo lema es “todo para el pueblo pero sin el pueblo”; la función de los monarcas absolutos era proporcionar el bienestar a sus súbditos pero sin contar con ellos. El prototipo de rey ilustrado en Europa es Federico II de Prusia; y en España, Carlos III. Otras características son: el utilitarismo (todo debe ser útil a la sociedad, debe contribuir a su mejora y modernización); la tolerancia (actitud tolerante hacia todas las creencias); la filantropía o el humanitarismo, es decir, el amor al ser humano (en este sentido cabe destacar el desarrollo de las teorías sobre el bienestar social que aspiran a mejorar la organización social). Un excelente vehículo de difusión de las ideas ilustradas fue la Enciclopedia (D’Alembert y Diderot), en la que los ilustrados franceses recogieron todos los conocimientos de la época. En el siglo XVIII se da una colaboración muy estrecha entre reyes e ilustrados, rota cuando los ilustrados franceses optaron por la vía revolucionaria (Revolución Francesa) y se enfrentaron a la monarquía. 2. EL NEOCLASICISMO El neoclasicismo es la corriente estética del siglo XVIII, que supone una vuelta al modelo clásico greco-latino, de ahí que se revalorice el Renacimiento y se rechacen el Barroco y el medievalismo. Sus principales características son las siguientes: - Tendencia a expresar modelos genéricos, universales, y no temas personales o nacionales. - El arte y la literatura se ven sometidos a unas normas fijas controladas por instituciones del Estado como las Reales Academias; el artista y el escritor tienen poco margen para crear un estilo propio, original. Estas normas se recogen en libros como la Poética de Ignacio de Luzán (1737). - Propósito educativo: se pretende que la literatura sirva más para educar al público que para distraerlo. Las obras deben tener un sentido moralizante y una finalidad didáctica que sirva para reformar la sociedad de acuerdo con los ideales ilustrados; la literatura debe ser útil para la sociedad. El Neoclasicismo valora, en conjunto, la naturalidad, el equilibrio y la verosimilitud (es decir, el buen gusto), y rehúye el sentimentalismo y los excesos o contrastes. El predominio de lo racional sobre la imaginación otorga al arte neoclásico un cierto aire academicista y frío. La aplicación de estos principios repercutió en la evolución de los géneros literarios: escaso desarrollo de la novela de tipo recreativo y de la poesía subjetiva; auge extraordinario del ensayo, género en el que se exponían las ideas ilustradas; interés por el teatro, debido a sus repercusiones sociales. Por último, hay que apuntar que el Neoclasicismo no se dio a lo largo de todo el siglo XVIII, sino que, en las primeras décadas del siglo, en España sigue vigente el estilo posbarroco (no aporta nada nuevo, ya que repite temas y formas del siglo anterior; su influencia alcanza todos los géneros, especialmente el teatro); y en las últimas décadas se abre paso una nueva sensibilidad, más sentimental y emotiva, que se conoce con el nombre de Prerromanticismo. Esta corriente reacciona contra la estética neoclásica y sus normas, y, por el contrario, reivindica la primacía del sentimiento sobre la razón, y la expresión de la intimidad en el arte. El Prerromanticismo español tiene su origen en el movimiento literario alemán, que floreció entre 1770 y 1780, denominado Sturm und Drang (Tormenta e impulso), y que cuenta, entre sus documentos más representativos, con la obra Werther, de Goethe. 3. CONTEXTO HISTÓRICO-SOCIO-CULTURAL DEL SIGLO XVIII EN ESPAÑA A comienzos del siglo XVIII se produce en España la sustitución de la dinastía de los Austrias por la de los Borbones franceses, que traen las ideas ilustradas y neoclásicas. No obstante, en España, las ideas ilustradas tienen un escaso desarrollo debido, principalmente, al atraso de la sociedad española y a su aislamiento del resto de Europa. En general, el pensamiento ilustrado encontró una clara oposición entre gran parte del clero, la nobleza y el pueblo, que veía en estas ideas el germen de la herejía religiosa, la descomposición política y también la imposición de una moda extranjerizante y uniformizadora. Se pueden distinguir tres periodos en el siglo XVIII español: a) de 1700 a 1758: reinados de Felipe V y Fernando VI. Se introducen las ideas ilustradas, que chocan con los gustos del público, fiel todavía al estilo posbarroco. Literariamente, la figura más destacada es Feijoo. b) de 1759 a 1788: reinado de Carlos III. Expansión de las ideas reformistas e ilustradas, impulsadas por el gobierno. Literariamente sobresalen Cadalso, Jovellanos y Meléndez Valdés. c) de 1789 a 1808: reinado de Carlos V. Retroceso de las reformas ilustradas por temor a la Revolución Francesa. El literato más destacado es Leandro Fernández de Moratín. En el siglo XVIII, en España, se produce un gran aumento demográfico debido a las mejoras de las condiciones económicas y sanitarias. Aunque la sociedad española sigue dividida en estamentos (nobleza; clero; artesanos y oficiales; campesinos), se produce una europeización de España. Consecuencia de este hecho son la modernización de la sociedad, la reforma de las costumbres, la creación de tertulias (Tertulia de la Fonda de San Sebastián), Academias (la RAE se funda en 1713) y Sociedades Económicas de Amigos del País. Estas últimas se crean para ilustrar al pueblo y hacer progresar a la sociedad; promueven la educación de los campesinos y un aprendizaje más moderno de antiguos oficios o de otros nuevos, además de fomentar el comercio, la agricultura, las artes y las ciencias. Como la mayoría de los escritores eran partidarios de las ideas ilustradas, la literatura de la época refleja intensamente el conflicto entre tradición y modernización, el enfrentamiento entre los partidarios de la tradición nacional, vinculada al estilo barroco, y los partidarios de las ideas ilustradas, que defendían el estilo neoclásico. Este enfrentamiento se plasma sobre todo en el teatro (el pueblo prefería el teatro posbarroco, mucho más divertido que el neoclásico). A partir de los últimos años del reinado de Carlos III, como reacción frente a la Revolución Francesa, el tradicionalismo nacionalista se fortalece y los ilustrados reciben frecuentes ataques (Jovellanos es un buen ejemplo de ello). Resultado de este tradicionalismo serán las apologías (defensas) de la cultura y la tradición española, entre las que destaca la Oración apologética por la España y su mérito literario (1786), de Juan Pablo Forner. 4. LOS GÉNEROS LITERARIOS EN EL SIGLO XVIII. 4.1. LA PROSA DEL SIGLO XVIII. Los géneros literarios en prosa que se cultivan son: la novela, poco; el ensayo, que es el género más importante; y la prensa, que va adquiriendo importancia a lo largo del siglo como vehículo de las nuevas ideas (El Censor, 1781-87). 4.1.a LA NOVELA. La novela no triunfa principalmente por tres razones: porque los géneros narrativos del XVII estaban agotados; por la preocupación didáctica del momento; y por las normas neoclásicas. Incluso en las preceptivas literarias del siglo XVIII la novela no figura como género literario (solo figuran el teatro y la poesía). No obstante, podemos destacar tres novelas escritas en este Siglo de las Luces: -Vida (1743-59), de Diego de Torres Villarroel: es una autobiografía novelada que recuerda la novela picaresca, en la línea de Quevedo. El autor, al narrar sus aventuras, presenta una sátira de la decadencia cultural y científica de rasgos tan exagerados que llega hasta la caricatura. Su estilo es un ejemplo de la perduración del estilo barroco en su vertiente conceptista. -Historia del famoso predicador Fray Gerundio de Campazas, alias Zotes (1758), del padre Isla: es una sátira o caricatura divertida sobre los malos predicadores (que debían ser bastante numerosos y que imitaban el estilo barroco) y contra las supersticiones. -Eusebio (1786), de Pedro Montengón: es una novela pedagógica. 4.1.b EL ENSAYO. Género de longitud y estructura variada en el que se presentan desde una perspectiva personal y sin carga erudita temas científicos o de pensamiento. Se convirtió en el medio más eficaz para difundir la nueva actitud ante la ciencia y los cambios políticos, sociales y morales de la Ilustración. El ensayo se escribe con un lenguaje claro, conciso y sencillo (huyendo de las complicaciones barrocas); es una prosa directa y precisa, a medio camino entre la disertación científica y la conversación, reflejo de la lengua culta y animada utilizada en las tertulias. Los escritores más destacados del siglo XVIII que cultivan el ensayo son Feijoo, Jovellanos y Cadalso. FEIJOO Fray Benito Jerónimo Feijoo (1680-1768). Propone la crítica basada en la razón y la experiencia aplicadas a todas las cuestiones (filosóficas, científicas, relativas a las costumbres, etc.; solo se detiene ante lo sobrenatural, en lo que se atiene al dogma católico). Su importancia radica en ser un divulgador de las novedades científicas y de pensamiento europeas (no es ni un innovador ni un investigador). Con él sale de la esfera elitista de los ilustrados el espíritu de la Ilustración. Es autor de numerosos ensayos didácticos de tipo enciclopédico entre los que destacan: -Teatro crítico universal (1727-39): son ocho tomos de ensayos largos dirigidos a un receptor anónimo. -Cartas eruditas y curiosas: son ensayos más breves y dirigidos a un receptor concreto (que es el autor, real o fingido, de una carta que Feijoo contesta). Los temas tratados en ambas obras son variadísimos: física, matemáticas, historia, agricultura, costumbres, la moda… Su prosa es clara y directa (lejos del estilo abarrocado que aún perduraba), adecuada para un público amplio, circunstancia necesaria para cumplir la finalidad educativa que se había propuesto (Feijoo comienza su tarea educadora a los cincuenta años, sobre 1725). JOVELLANOS Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811). Durante el reinado de Carlos III desarrolló una intensa actividad social e intelectual, participando en diversas iniciativas reformistas. La subida al trono de Carlos IV, inicios de la Revolución Francesa, supuso la postergación de Jovellanos, que fue desterrado a su ciudad natal, Gijón, entre 1790 y 1797, donde fundó un instituto en el que puso en práctica sus avanzadas ideas pedagógicas. Fue después encarcelado en Mallorca. Liberado al producirse la invasión napoleónica (1808), rechazó los cargos que le ofrecía el rey José Bonaparte y se integró en la Junta Central, especie de gobierno provisional que dirigía la lucha contra los franceses. Fue el mayor representante de la ilustración española. Su honradez personal y sus ideas reformistas chocaron una y otra vez con la incomprensión y la intolerancia de los sectores más tradicionalistas. En cuanto a su prosa, cabe decir que la mayor parte no es propiamente literaria, sino que consiste en ensayos dedicados a la reforma de diversos aspectos de la sociedad: agricultura, educación, espectáculos públicos,… Sus ensayos más destacados son tres: -Informe sobre la ley agraria (1794): estudia las causas del atraso de la agricultura española y propone una serie de medidas para superarlo: regadíos, transportes, sistemas de cultivo, educación de los campesinos, la desamortización (supresión de las leyes que impedían vender las propiedades de los ayuntamientos, de la Iglesia y de la nobleza), liberalismo económico, ley de la oferta y la demanda. -Memoria sobre espectáculos y diversiones públicas (1796): estudia la historia de diversos juegos y espectáculos y propone una serie de reformas. Destaca su crítica de los toros, “diversión sangrienta y bárbara” (que ya había sido prohibida en el reinado de Carlos III). Le preocupa el teatro, ya que considera que su finalidad principal es la educación del público. -Memoria sobre educación pública (1802): ensayos en los que expone unas ideas pedagógicas muy avanzadas. Para él, la educación es la base de la prosperidad económica y de la felicidad individual; por eso hay que extenderla a todos los sectores de la sociedad. Propone también una enseñanza en la que se integren los conocimientos teóricos con los prácticos y con la formación profesional. Estas ideas las aplicó con gran éxito en el instituto que él mismo había fundado en Gijón. Aunque no pertenezcan a este apartado, vamos a hacer referencia también a las obras teatrales y poéticas más importantes de Jovellanos. De su teatro hay que citar dos obras: -Pelayo: es una tragedia. -El delincuente honrado (1774): está en prosa. Se trata de un drama sentimental que no sigue fielmente la regla de las tres unidades. Su intención es defender una aplicación benévola de la justicia, de acuerdo con las ideas del gran jurista italiano Cesare Beccaria. De su poesía destacan sus sátiras y epístolas, en especial la Sátira a Arnesto, en la que critica las costumbres de la época. CADALSO José Cadalso y Vázquez (Cádiz, 1741-Gibraltar, 1782) Recibió una esmerada educación; fue alumno de los jesuitas en Cádiz y Madrid y completó su formación viajando por Europa, lo que le permitió conocer directamente la literatura francesa e inglesa de la época. Tras su vuelta a España, siguió la carrera militar alcanzando el grado de coronel poco antes de su muerte, ocurrida en el sitio de Gibraltar. Tuvo amores con la actriz María Ignacia Ibáñez, cuya prematura muerte en 1771 dio lugar a una leyenda de tono romántico que quiso ver en los macabros sucesos recreados en las Noches lúgubres una confesión autobiográfica. En Madrid frecuentó la tertulia de la fonda de San Sebastián y en Salamanca, donde estuvo destinado, trabó amistad con Meléndez Valdés y ejerció una gran influencia sobre los poetas del “grupo salmantino”. Antes de entrar a comentar su obra en prosa, vamos a citar sus principales obras poéticas y teatrales. De su poesía cabe destacar su obra titulada Ocios de juventud (1773): colección de sonetos, poemas satíricos y anacreónticas. Por lo que respecta al género teatral, escribió dos tragedias: Solaya o Los Circasianos, que no llegó a ser estrenada; y Don Sancho García, drama donde sigue las reglas neoclásicas pero en el que trata un tema de la Edad Media española, muy del gusto de los posteriores dramas románticos. Pero, sin duda, la obra más importante de Cadalso está escrita en prosa, en forma ensayística. Son las Cartas marruecas (obra narrativa más representativa de la Ilustración): escritas entre 1768 y 1774, y publicadas en 1793, suponen una interpretación crítica de España. La obra es un conjunto de epístolas que se intercambian tres corresponsales: Gazel, joven marroquí que realiza un viaje por España; Ben Beley, su preceptor y destinatario de sus cartas; y Nuño, español que sirve de guía y amigo a Gazel. De esta forma, la realidad es observada desde ángulos diferentes, de modo que España es vista también desde perspectivas distintas. La estructura sigue el modelo de otras obras epistolares en boga por entonces, como las Cartas persas de Montesquieu. En ellas se retrata el propio país, Francia, a través de la mirada sorprendida de un turista extranjero, recurso que permite ofrecer una visión crítica de las costumbres, las ideas y la sociedad nacionales. La crítica de la nación se centra en la historia de España y en la sociedad española del siglo XVIII; se repasan y critican las costumbres, las ideas y la organización social hispánica. Para remediar la decadencia española, causada por el orgullo, la falta de afición al trabajo, el espíritu rutinario y las continuas guerras, el autor propone emprender un proyecto de reformas inspirado en las ideas ilustradas y en el ejemplo de las naciones consideradas más avanzadas. Pero Cadalso, en realidad, se debate entre el deseo de conservar la tradición y la apertura a las corrientes europeizantes. En la obra se evita toda sistematización de pensamiento, que Cadalso no podía ofrecer, dividido como estaba entre la lealtad intelectual a las ideas ilustradas y su amor a lo que él consideraba la esencia de España. En la introducción, Cadalso afirma que no es más que “un hombre de bien” que hace “la crítica de su nación”. Se trata del ideal humano que acuña el siglo XVIII, que ya no se identifica con la nobleza, sino con el mérito personal y ciudadano. Este ideal se resume en el epitafio que quisiera merecer Ben Beley: “Buen padre, buen esposo, buen amigo, buen ciudadano”. En cuanto a su estilo, las Cartas marruecas están escritas con un carácter conversacional, debido, principalmente, a tres factores: su diversidad temática, su variedad de puntos de vista y el estilo llano en el que están redactadas. Todavía habría que hablar de dos obras más en prosa escritas por Cadalso: Los eruditos a la violeta: es una sátira contra los falsos sabios, los pedantes y engreídos que, sin entender, hablan con autoridad de cultos en los salones y tertulias. Noches lúgubres: elegía en prosa que se enmarca en la literatura sepulcral del prerromanticismo. La obra recoge, en forma de diálogo, la historia de Tediato, quien, tras la muerte de su amada, quiere desenterrarla y quemarse junto a ella. Publicadas entre 1789-90, tras la muerte del autor, alcanzaron una gran popularidad, que se incrementó durante el período romántico. La obra, dividida en tres Noches, es un diálogo en el que se narra cómo Tediato, loco de amor por su amada muerta, quiere desenterrar su cadáver para llevárselo a casa y morir junto a él prendiendo fuego a la vivienda. La base autobiográfica de las Noches (muerte de María Ibáñez) parece ser mucho menor de lo que había sostenido la crítica. Se trata, en realidad, de una manifestación de la corriente literaria de los temas lúgubres de la noche y los sepulcros como base de una reflexión melancólica y desesperanzada sobre la condición humana. La referencia a los Pensamientos nocturnos (Night Thoughts), de Edward Young, que figura al comienzo de las Noches no es más que una forma de declarar su pertenencia a la citada corriente, de ambientación tenebrosa. Las Noches es un preludio importante del Romanticismo español por estas tres razones: por la visión desolada del mundo de Tediato; por la exaltación del yo, a través de cuya sensibilidad se percibe el mundo exterior; y por el tono sentimental y declamatorio de la obra. 4.2. EL TEATRO DEL SIGLO XVIII. El teatro vivió una época convulsa en el siglo XVIII, ya que se produjeron frecuentes y virulentas polémicas entre los defensores del teatro posbarroco, continuista y popular, y los partidarios del teatro ilustrado. Los ilustrados defendían un teatro didáctico y verosímil, mientras que el público aplaudía enfervorizado las obras barrocas y posbarrocas. Los enfrentamientos entre partidarios de uno u otro tipo de teatro alcanzaron a intelectuales, dramaturgos y espectadores con una pasión inusitada. Los ilustrados y neoclásicos rechazaban el teatro barroco de Lope y Calderón, pero sobre todo el de sus imitadores. Su censura se refería tanto a la forma como al contenido. Respecto a la forma, reprochaban que no se respetara la regla de las tres unidades (lugar, tiempo y acción) que aporta realismo a la obra. En cuanto al contenido, denunciaban la falta de didactismo de las comedias y la violencia e inmoralidad de sus temas, ya que abundan las muertes, los raptos, las violaciones y los duelos. Asimismo, consideraban que los populares autos sacramentales habían derivado en obras irreverentes y de mal gusto. En medio de estas apasionadas polémicas, en 1765 Carlos III prohibió la representación de los autos, lo que provocó reacciones airadas. Como en los otros géneros, también en el teatro del XVIII se pueden distinguir las tres corrientes: la posbarroca, la neoclásica y la prerromántica. 4.2.a EL TEATRO POSBARROCO. La comedia posbarroca, que es capaz de satisfacer el gusto popular por lo asombroso, lo extraordinario y lo aparatoso, triunfa durante la primera mitad de siglo en los escenarios y en las imprentas. Se representan diferentes tipos de comedias: -Comedias de capa y espada: son comedias puramente continuistas del teatro barroco, repetición del modelo de Lope y Calderón pero sin ingenio, habilidad ni originalidad. -Comedias de magia: tienen mucho éxito, sobre todo entre el pueblo, ya que en ellas predomina lo sorprendente y su única finalidad era entretener y divertir por medio de encantamientos, monstruos, lances inesperados, apariciones y desapariciones repentinas, espectaculares efectos escénicos y prodigiosas transformaciones. -Comedias heroicas: enrevesadas intrigas, frecuentes cambios de decorado y de lugar de acción, personajes tumultuosos, ruidos ensordecedores, etc. También triunfaron los autos sacramentales y los sainetes, herencia del teatro popular barroco. El sainete es una pieza teatral breve de carácter cómico sobre la vida y costumbres de la época. Su máximo representante es Ramón de la Cruz, quien en sus sainetes costumbristas retrata especialmente el comportamiento de la clase media (Las tertulias de Madrid), los barrios bajos (Las castañeras picadas, La cesta del barquillero) o la vida callejera madrileña (El Retiro por la mañana, La Plaza Mayor). También cultivó Ramón el sainete satírico, donde critica a las hijas insolentes, los padres abusivos o sin autoridad, los hipócritas, las mujeres gastadoras, etc. 4.2.b. EL TEATRO NEOCLÁSICO. Como ya se ha comentado anteriormente, los neoclásicos se oponen al teatro popular posbarroco porque este no respetaba las más elementales reglas de compsición, realismo y moralidad. Ya las primeras críticas aparecen en Luzán (1702-54), quien en su Poética expone los defectos de esas obras (mezcla de trágico y cómico, falta de decoro, inverosimilitud) y propone una vuelta a la preceptiva clásica de Aristóteles y Horacio. Si el teatro de la primera mitad es entretenido y espectacular, el del último tercio del siglo es didáctico. Los neoclásicos abogan por la renovación del drama español en los aspectos formales y morales. Es un teatro que pretende ser estructuralmente perfecto y de contenido educativo. El teatro neoclásico no tuvo éxito, a excepción de la tragedia Raquel (1778), de Vicente García de la Huerta, y de las comedias de Leandro Fernández de Moratín. LEANDRO FERNÁNDEZ DE MORATÍN (Madrid, 1760 – París, 1828) Es el dramaturgo más sobresaliente del teatro neoclásico, creador de una comedia de forma clásica y finalidad didáctica, que plantea una suave crítica de las costumbres de la época. Moratín fue educado en un ambiente familiar culto e ilustrado y viajó por Francia, Italia e Inglaterra. En 1779 fue nombrado director de la Junta de Reformas de los Teatros y , desde este cargo, promovió la difusión del nuevo teatro. Al producirse la invasión napoleónica y la guerra de la Independencia, se alineó con los afrancesados y ejerció algún cargo público. Tras la derrota francesa, tuvo que exiliarse y, después de varias peripecias, murió en París. Antes de adentrarnos en su teatro, vamos a repasar primero su obra poética y narrativa. - Obra lírica: compuso epístolas, odas, sonetos, romances burlescos y satíricos y poemas diversos como la “Silva a don Francisco de Goya” y la célebre “Elegía a las musas”. - Obra en prosa: inspirada en Cervantes y en la República literaria de Saavedra Fajardo, compuso La derrota de los pedantes (1789), sátira en prosa donde vapulea a los malos escritores. También preparó, en 1821, la edición de las obras de su padre, Nicolás Fernández de Moratín, y escribió Apuntaciones sueltas de Inglaterra y Viaje de Italia, resultado de su estancia en Europa, y Orígenes del teatro español, publicado póstumamente. De gran valor son su Diario, que inició en 1780, y su epistolario íntimo. -OBRA DRAMÁTICA En la comedia Moratín supo aunar la estricta ideología neoclásica con el éxito popular. Para él la comedia debe perseguir por encima de todo una finalidad didáctica y ha de ridiculizar los comportamientos que nacen de la barbarie, la ignorancia y las malas costumbres. Su producción dramática se limita a cinco comedias, que satirizan los matrimonios concertados (El viejo y la niña, El barón y El sí de las niñas), la educación de los jóvenes (La mojigata) y las comedias populacheras de la época (La comedia nueva o el café). Esta última es un ataque encubierto al teatro de Comella, representado en la obra por la figura de don Eleuterio. El sí de las niñas es una clara muestra de comedia neoclásica: siguiendo la preceptiva dramática respeta las unidades de tiempo (comienza a las 7 de la tarde y acaba a las 5 de la mañana), de lugar (una posada de Alcalá de Henares) y de acción (un solo conflicto escénico). Denuncia los matrimonios de conveniencia, la mala educación de los jóvenes y el abuso de autoridad. Su comedia más importante, El sí de las niñas (1801), presenta a una pareja de enamorados, don Carlos y doña Paquita, obligados a ocultar su amor, porque doña Irene, madre de Paquita, ha prometido a su hija en matrimonio a don Diego, rico caballero de su propia edad, que resolvería con la boda los problemas económicos de doña Irene. Don Diego descubre por una carta amorosa que recoge del suelo, el amor de los jóvenes y, al descubrir la verdad, sensatamente, cambia su papel de pretendiente por el de padrino de boda, no sin dejar de advertir al auditorio los perjuicios que causa en las jóvenes una equivocada educación. 4.2.c. El TEATRO PRERROMÁNTICO. En las últimas décadas del siglo XVIII, el sentimentalismo prerromántico aparece en autores que se habían iniciado en el neoclasicismo. Ejemplo de ello es Jovellanos, autor de la comedia prerromántica escrita en prosa titulada El delincuente honrado (1774). Torcuato, el protagonista, se confiesa culpable de haber matado en duelo a un hombre (sin haberlo hecho) para salvar a un amigo suyo injustamente acusado. Condenado a muerte por su padre, que ignora que está juzgando a su hijo, se salva en el último momento por un indulto del rey. Además del contenido filosófico, Jovellanos envuelve la obra en una sensibilidad emotiva procedente de Rousseau y refleja una clara filantropía que permiten considerarla como la primera obra dramática romántica de la escena española. 4.3. LA POESÍA DEL SIGLO XVIII. La lírica del siglo XVIII no es emotiva ni original, ya que el clima de la época, racionalista y utilitario, no es propicio para este género. Marcada por el sentimiento de la naturaleza y la exaltación del erotismo, es una poesía anacreóntica y bucólica 1. Se cultivan las tres tendencias, propias también de los otros géneros literarios: posbarroca, neoclásica (fábulas, epístolas, odas…) y prerromántica. El poeta más completo del momento es Juan Meléndez Valdés. 4.3.a. POESÍA POSBARROCA Abarca desde finales del siglo XVII hasta aproximadamente 1.750, año en el que Ignacio de Luzán publica su Poética. Los poetas de esta corriente son seguidores de la tradición barroca, pero no simples imitadores: destacan Torres Villarroel (poesía satírica en la línea de Quevedo), Eugenio Gerardo Lobo y Antonio Porcel y Salablanca. Los tres tienden a usar una lengua literaria más clara que en los poetas anteriores. Es una poesía de circunstancias en la que predomina el ingenio. 1 Anacreóntica = poesía que exalta los placeres sensuales, procurados por el goce estético de la Naturaleza, la degustación de la comida y la bebida (vino) y la vivencia del amor. Iniciada por Anacreonte, poeta griego; asimilada por el latino Catulo y posteriormente por algunos poetas del Renacimiento. En el s XVIII, la cultivaron los españoles, Cadalso, Juan Pablo Forner, Nicolás y Leandro Fernández de Moratín y Meléndez Valdés. Bucólica = Poesía cultivada por el griego Teócrito y por el latino Virgilio, en la que se recrea una naturaleza idealizada, en cuyo marco, unos pastores también idealizados, viven una experiencia amorosa, haciendo partícipes de sus gozos y desventuras a los elementos de esta naturaleza (aves, ríos…) Tuvo apogeo en la literatura italiana del Renacimiento, decae en el s XVII y resurge en el XVIII. Cultivada por los poetas de la escuela salmantina: Juan Menéndez Valdés. Siguiendo a Quevedo y a Góngora y su culteranismo, se proponen renovar la poesía tradicional barroca (era ésta una poesía aristocrática por estar dirigida a un grupo minoritario de intelectuales y aristócratas). Los procedimientos culteranos empleados son: hipérbatos, versos de estructura bimembre, trimembre…metáforas, epítetos y antítesis. 4.3.b POESÍA ROCOCÓ (Puede considerarse como un tipo dentro de la poesía neoclásica) Abarca desde 1750 hasta 1770. Supone un enfrentamiento con el estilo barroco y la vuelta a los modelos grecolatinos y del siglo XVI español, al que consideraban el “Siglo de Oro”. Luzán, en su Poética (1.737), censuró la poesía barroca y apostó por una poesía más clara y ordenada. Censura la oscuridad de pensamiento, la acumulación de metáforas e imágenes, el abuso de figuras retóricas…La poesía ha de ser útil y deleitable, ajustada a las normas del “buen gusto”. Concibe Feijoo la poesía como imitación de la Naturaleza y esto lo busca en Garcilaso y Fray Luis. La poesía rococó es una poesía de tono menor, refinada, y de léxico cortesano. Los temas más recurrentes son el amor y la belleza femenina. Y las principales características son: el empleo de diminutivos, de exclamaciones emotivas y de vocablos arcaicos; dulzura y exquisitez; estrofas breves y versos cortos; ambiente pastoril y tono alegre, intrascendente; sensaciones visuales, auditivas y olfativas; metáforas tradicionales y mitológicas. Dentro de la tendencia rococó está la poesía anacreóntica: se traduce en la necesidad de los poetas de buscar en la naturaleza un reposo placentero (no es nuevo, ya Garcilaso y Fray Luis lo emplearon). Esto se enfoca en la nueva visión y concepción del XVIII: los científicos pretendían conquistar la Naturaleza, el paisaje natural, de ahí la presencia de lo bucólico, como uno de los temas principales del rococó poético (también en las demás artes). Los antecedentes de esta poesía anacreóntica los encontramos en los poetas clásicos griegos y latinos (Anacreonte, Virgilio y Horacio) y en los españoles (Lope y Garcilaso). Los temas que se tratan son el amor, el goce de la vida, el vino, la alabanza de la vida retirada… 4.3.c POESÍA NEOCLÁSICA Este tipo de poesía recoge los temas más gratos a los ilustrados: la amistad, la solidaridad, el bien común, las reformas sociales, etc. Abarca desde 1770 a 1790. Pueden diferenciarse dos vertientes: -Poesía filosófica y utilitaria: “enseñar deleitando”. Los poetas neoclásicos también eran ilustrados e hicieron suya la máxima horaciana de enseñar divirtiendo; utilizan el verso para la transmisión deleitable de las nuevas ideas. Así, se escriben odas dedicadas a la imprenta o a los descubrimientos médicos o geográficos. Una muestra extrema de esta poesía utilitaria y didáctica es la de los fabulistas, entre los que destacan Tomás de Iriarte (1750-91) y Félix María de Samaniego (1745-1801). La fábula es un género neoclásico didáctico consistente en una breve historia en verso protagonizada por animales y que suele acabar con una enseñanza moral (moraleja). -Poesía que ahonda en los sentimientos: se manifiesta en las epístolas en verso –en tercetos y endecasílabos sueltos- que se dirigen los poetas –amigos. Existieron tres grupos poéticos o escuelas: -La madrileña, que busca el equilibrio entre lo antiguo y lo nuevo. Se formó en torno al café de San Sebastián, en Madrid: Cadalso, Moratín e Iriarte son algunos de sus componentes. -La salmantina, orientada y fundada por Cadalso (en su exilio en Salamanca): Fray Diego Tadeo González, Juan Pablo Forner y Meléndez Valdés. Vuelven la vista a poetas del XVI como Garcilaso y Fray Luis. -La sevillana, formada por sacerdotes poetas como Alberto Lista, Félix Reinoso, José María Blanco, etc. Vuelven la vista a poetas como Fernando de Herrera. Las diferencias entre estos tres grupos son escasas, se limitan a los modelos frecuentados. 4.3.d POESÍA PRERROMÁNTICA Abarca desde 1790 hasta 1820.Este tipo de poesía plantea temas metafísicos, pedagógicos o sociales con un tono de intensa emotividad. El tono sentimental, que ya era muy marcado en la fase anterior, se hace más violento y se sirven de recursos estilísticos que preludian lo que será la retórica romántica. Muy característica es la poesía patriótica o civil. Los principales representantes son Nicasio Álvarez Cienfuegos, Manuel José Quintana, Alberto Lista y Juan Meléndez Valdés. En las dos últimas décadas, la escuela salmantina cambia su rumbo poético. El causante fue Jovellanos, que propone a sus amigos salmantinos que dejen la poesía amable y refinada que cultivaban para componer poemas de mayor alcance ideológico y social, que sirvan a la patria. Son poemas morales y filosóficos. Es la poesía ilustrada que tiene su origen en la escuela de Salamanca y es cultivada por los mejores poetas de fines del XVIII y principios del XIX. Está basada en la exaltación del sentimiento filantrópico y el nuevo tratamiento del paisaje, que los acercará al Romanticismo posterior. El autor más importante de la poesía del siglo XVIII es Juan de Meléndez Valdés. Su excelente formación clásica y moderna, su formación humana y literaria al lado de Cadalso y Jovellanos, y unas dotes líricas poco comunes hicieron de Meléndez el mejor poeta español de su tiempo. Extremeño afincado en Salamanca, es el poeta de mayor calidad literaria de este siglo. Compagina su actividad literaria con la de magistrado y profesor universitario. Funda junto a Fray Diego Tadeo (salmantino), Juan Pablo Forner, y guiado por su gran amigo Cadalso, la escuela salmantina. Según la moda pastoril del momento, adoptan pseudónimos (nombres de pastores): Delio, Aminta y Batilo, respectivamente. Batilo (hermoso joven griego, amigo de Anacreonte) en homenaje a Cadalso, que era Dalmiro. Sus poemas están constituidos por ciclos amorosos dedicados a Dorila, Filis, Galatea… Su obra sintetiza las corrientes poéticas del momento: la neoclásica anacreóntica, sensual, fácil y juguetona; y la prerromántica, que recoge las preocupaciones humanitaristas. Temas en la poesía de Valdés: Los de la poesía rococó y anacreóntica: el amor, los placeres del campo, el goce de la vida y además un elemento muy importante en él: el tema de la amistad (muy sentido por muchos ilustrados). Tono pesimista y melancólico. Fue él quien difundió la oda anacreóntica (poema en el que se exaltan los placeres sensuales procurados por el goce estético de la Naturaleza, la degustación de la comida y la bebida –vino- y la vivencia del amor. También fue él quien inició la moda del romance descriptivo e histórico-legendario y de la canción patriótica. Épocas en su poesía: 1ª) Poesía juguetona y exquisita: temas y ambientes pastoriles. 2ª) Poemas cívicos y filosóficos: dos últimas décadas del XVIII. Cambió de actitud poética y vital: se ocupó activamente de los problemas universitarios con un afán de colaborar con la reforma promovida por Jovellanos y otros ilustrados. Pensó que el gobierno de José Bonaparte, abriría España a Europa. Esto le ocasionó su destierro a Burdeos, donde moriría. Son poemas en los que sigue presente el sentimiento de la naturaleza, pero su visión idílica del campo de la primera etapa se convierte en una visión realista (anuncio del Romanticismo). Temas: la patria o el progreso. En prosa compuso la comedia Las bodas de Camacho el Rico y una colección de Discursos forenses, muy interesantes por sus avanzadas ideas ilustradas.