SILENCIO, CONFESIÓN Y GUÍA (Salmo 32) INTRODUCCIÓN.Este salmo nos habla de la experiencia de alguien que es considerado dichoso. 1 Dichoso aquel a quien se le perdonan sus transgresiones, a quien se le borran sus pecados. 2Dichoso aquel a quien el SEÑOR no toma en cuenta su maldad y en cuyo espíritu no hay engaño. Pero también se habla de una persona que es justa, que es recto de corazón (v.11) ¡Alegraos, vosotros los justos; regocijaos en el SEÑOR! ¡Cantad todos vosotros, los rectos de corazón! Y también en el v. 2 que hemos leído antes se dice que no hay engaño en su espíritu. Quizá la impresión que nos puede dar esto a primera vista es que se está hablando aquí de personas intachables. Rectos, justos, sin engaño. Pero fijaos bien que son rectos ‘en su corazón’. No tiene engaño ‘en su espíritu’. Y justo, aunque no se le añade ningún calificativo, desde luego no puede tratarse de alguien que todo lo hace bien. Porque en v. 1 dice que esta persona hace transgresiones y tiene pecados; y en el v. 2 dice que tiene maldad. Así que su justicia no puede proceder del hombre mismo, sino como sabemos por el N.T. se trata de la justicia de Cristo que se le ha adjudicado a él. Así que este hombre es dichoso, bienaventurado, bendecido o como parece que se ha traducido al gallego ‘qué bien vive’. Realmente este salmo trata de lo que es ser una persona bendecida; de eso trata. Y la bendición no es debida, como hemos dicho, a que el hombre lo haga todo bien y, por tanto, se lo merezca; no. Sino porque increíblemente le son perdonadas sus transgresiones, borrados sus pecados y no tomada en cuenta su maldad. Si fuera justo y recto en él mismo, sencillamente se lo merecería y Dios estaría obligado a dárselo, porque él lo habría ganado. Pero lo que implica la verdadera dicha o bendición aquí es que transgrediendo, se le perdona; haciendo pecados, se le borran; teniendo maldad, no se le toma en cuenta. Por esto el hombre es verdaderamente dichoso. Porque es por pura gracia; porque Cristo lo ha ganada y se lo regala a este hombre. A partir de aquí, en la estructura del salmo vemos tres partes bien diferenciadas. Podríamos resumir o titular cada una de estas partes con la siguiente palabra: Silencio, confesión y guía. SILENCIO.Los versículos 3 y 4 nos hablan de esta primera palabra y de sus consecuencias. 3 Mientras guardé silencio, mis huesos se fueron consumiendo por mi gemir de todo el 1 día. 4Mi fuerza se fue debilitando como al calor del verano, porque día y noche tu mano pesaba sobre mí. Selah Mientras guardé silencio. ¿Sobre qué guardó silencio? Por el contexto se ve que lo guardó acerca de sus transgresiones, pecados y maldad, que aparecen en los dos primeros versículos. Y este es un asunto serio. La tendencia de los seres humanos, la profunda tendencia del corazón humano es esconder nuestras flaquezas y debilidades. Desde la caída, cuando el pecado entró en el ser humano, tenemos la tendencia de ignorar, de esconder nuestra flaqueza. Tal vez lo hemos negado tanto, que muchos ya piensan que no la tienen. Podríamos hablar mucho de que variedad de formas procuramos cubrir nuestras flaquezas a Dios y a los hombres, pero nos faltaría tiempo si nos metiéramos en ello. El hecho es que hay mil y una formas en que silenciamos a Dios nuestras flaquezas. Pero el resultado lo expresa el salmista diciendo que mis huesos se fueron consumiendo por mi gemir de todo el día. Mi fuerza se fue debilitando como al calor del verano. Realmente el no reconocimiento ante Dios de nuestras transgresiones, pecados y maldad, no solo tiene consecuencias espirituales, sino también físicas, como vemos en este texto. Nuestras transgresiones, pecados y maldad no son el problema, porque por la muerte y resurrección de Cristo han sido resueltas. El problema está en no tener la sensibilidad la franqueza de reconocerlas en nuestro corazón y de confesárselas con nuestra boca; ese es el problema. Eso consume nuestros huesos y debilita nuestra fuerza. El término Selah, que parece que tiene el sentido de ‘hacer una pausa y pensar’, está muy a propósito puesto detrás del v. 4. La segunda palabra es Confesión. CONFESIÓN.Confesar es sencillamente reconocer. Alguien te dice tienes una mancha en la chaqueta y tu miras y dices es verdad, la tengo. Eso es confesar. Es lo contrario del silencio porque la confesión se expresa con la boca. Y la confesión fundamentalmente no es a los hombres sino primero a Dios. Después también lo haremos a quien hayamos ofendido o dañado. Esto es lo que dice el v. 5 Pero te confesé mi pecado, y no te oculté mi maldad. Me dije: «Voy a confesar mis transgresiones al SEÑOR», y tú perdonaste mi maldad y mi pecado. Selah Y como vemos en el texto se confiesa lo que antes se silenció: mi pecado, mis transgresiones, mi maldad. Y uno puede pensar esto no cuesta nada es muy sencillo. Y ciertamente para ti y para mí es eso, la confesión, el reconocimiento; y no es gran 2 cosa. Porque para nosotros es un regalo, es de gracia. Pero para el que lo ganó para nosotros el precio fue indecible como se ve en los evangelios. Su agonía fue tal, que sudaba gotas de sangre antes, incluso, de ser arrestado. Pero por eso el Evangelio, que es esto que estamos diciendo, transforma la vida de quienes son alumbrados con él. Por eso crea en quienes lo reciben, es decir, en quienes lo creen, una gratitud al Señor Jesucristo que es transformadora. Finalmente la última palabra es Guía. GUÍA Y PROTECCIÓN.Pero la dicha, la bendición no es solo el perdón recibido en Cristo sino la guía y cuidado del Señor en las diversas situaciones de la vida, incluyendo las crisis de cualquier tipo. En los v. 6 a 9 leemos: 6Por eso los fieles te invocan en momentos de angustia; caudalosas aguas podrán desbordarse, pero a ellos no los alcanzarán. 7 Tú eres mi refugio; tú me protegerás del peligro y me rodearás con cánticos de liberación. 8 El SEÑOR dice: «Yo te instruiré, yo te mostraré el camino que debes seguir; yo te daré consejos y velaré por ti. 9 No seas como el mulo o el caballo, que no tienen discernimiento, y cuyo brío hay que domar con brida y freno, para acercarlos a ti.» La cuestión que nos planteamos es ¿cómo pasaremos, quienes creemos en Dios por aún por situaciones de crisis? ¿Hay recursos en Dios para recibir alguna forma de protección en estos momentos? Si la respuesta es sí, ¿supone eso, que no vamos a tener el más mínimo problema y que todo irá sobre ruedas? ¿Cómo seremos guiados aun en tiempos de crisis? El v.6 nos habla de que habrá momentos de angustia. Lo ilustra como si fueran caudalosas aguas que se desbordan. Esto es crisis. Situaciones que están ahí y que tienen la aparente posibilidad de inundarnos. Como una gran corriente de agua que nos arrastraría y ahogaría. Y esto lo normal es que nos produzca angustia. La salida para el creyente es invocar al Señor, es decir, orar a Él, pedirle, hablarle a quien tiene el control de todo, a quien conocemos ya porque le hemos confesado y nos ha perdonado. En ese contexto de oración –v.7– el creyente encuentra en el Señor un refugio. Una protección del peligro. Una liberación que consiste en una salida. A veces, esta salida puede suponer que aún estando en la crisis, la pasaré con fortaleza, sin temor, aunque puede que la angustia esté ahí. En otros momentos esta salida o liberación significará abrirnos caminos y así minimizar la crisis. En todo caso, en estas situaciones hay una promesa fundamental del Señor hacia el creyente fiel, como se dice en el v.6. Esta promesa es la que vemos en el v.8 y tiene 3 grandes implicaciones para nosotros. 8El SEÑOR dice: Yo te instruiré, yo te mostraré el camino que debes seguir; yo te daré consejos y velaré por ti. Lo que hemos de destacar es que todas las iniciativas parten del Señor mismo. Es Él, quien interesado en nosotros, toma la iniciativa para ‘instruirnos’, ‘señalarnos el camino por donde debemos andar’, ‘darnos consejos’ oportunos y ‘velar’ por quien en Él confía. Instruirnos significa que va a subir a nuestra cabeza, a nuestro entendimiento, ideas, conceptos, verdades que nos harán entender la situación, los porqués, y su salida. Y nos comunicará así su voluntad, es decir, el camino a seguir, lo que debemos hacer. Nos dará consejos, que son verdades concretas aplicadas a nuestra situación. La idea de velar por ti nos comunica que Él no se duerme, sino que está alerta, despierto y ve por tanto el futuro y nos dará la salida necesaria. La idea no es que va a mantener, necesariamente, nuestro estatus actual. Por ejemplo, si tenemos una empresa con x personas y que factura tanto, que eso no vaya a cambiar. No, la idea no es esa, sino que habrá una guía y cuidado precisos, que podrá llevar a cambios o no, porque el camino por el que te conduce es dinámico; unas veces pasará por un sitio y otras por otro. Es un error pensar que siempre van a ser las cosas como hoy. No, pueden cambiar. La promesa es que Dios nos guiará para bien en esos cambios. Y que se encargará de hacernos entender y guiarnos así. El v. 9 nos baja la euforia con un toque de atención de prudencia. Nos advierte que podemos ser como alguien que no discierne bien esos consejos, esa instrucción, esa guía del Señor. Entonces necesitaremos –como le pasa al mulo o al caballo– pegarnos un tirón, mediante circunstancias dolorosas, para así hacer que vayamos a Él, que seamos encaminados, aunque sea a la fuerza. La brida y freno del caballo le hacen moverse por el dolor. Y así nos pasa a nosotros con frecuencia. Aunque entiendo que el deseo del Señor es guiarnos mediante la instrucción. Pero si no es así lo hará con el freno. CONCLUIMOS.El deseo del Señor para nosotros es la dicha. Y esta dicha pasa por no disimular nuestra condición caída, por no guardar silencio sino por confesarla y de esta manera ser perdonados, guiado y protegido a lo largo de toda nuestra vida, que es eterna. 4