12 de agosto MISION JULIO-SEPTIEMBRE, 2006 por Tabua Tuima Fiji Un joven que había pasado años evitando la iglesia, aprendió que no podía huir de Dios. [Pídale a un joven que presente este relato en primera persona.] Me hice un experto en esconderme. A veces me escondía debajo de mi cama. A veces en los arbustos de afuera. A veces me escondía en el clóset. Hacía cualquier cosa para no tener que ir a la iglesia el domingo por la mañana. Crecí en una de las pequeñas islas de Fiji, donde los misioneros protestantes establecieron su primera misión. Todos en la isla pertenecían a esa iglesia, y ahora la religión es parte de la cultura. La gente allí considera que el dejar la iglesia es peor que una herejía. Pero eso no me detuvo de querer escaparme de los servicios. Aceptaba las enseñanzas de mi iglesia, pero me fastidiaba sentir que me forzaran a asistir a los servicios de adoración. Por eso, cuando dejé mi casa y la isla para asistir a una escuela con internado del gobierno en la isla principal de Fiji, tenía la esperanza de que se había acabado lo de ir a la iglesia a la fuerza. Estaba equivocado. El reglamento de la escuela estipulaba que debía asistir a la iglesia todos los domingos. Me rebelé e hice todo lo posible por evitar obedecerlo. En ocasiones me descubrieron cuando me escapaba de la iglesia y me castigaron. Entonces por varias semanas me vigilaron cuidadosamente para asegurarse de que asistiera a la iglesia. El funeral que cambió mi vida Terminé la escuela preparatoria y sentí que por fin estaba libre de reglamen- Tabua Tuima Se esconde de Dios tos religiosos. Dos años más tarde me casé con una linda muchacha; era una joven adventista. No tomaba su religión demasiado en serio, y dejó de asistir a los cultos después que nos casamos. Secretamente estaba contento, porque no quería sentirme atado a la religión nuevamente. Entonces llegó el día cuando mi vida cambió para siempre. El abuelo de mi esposa murió. Él era un cristiano adventista dedicado, y su funeral lo reflejó. Fue un evento espiritual, y los que asistieron hablaban acerca de que lo volverían a ver en el cielo. Esa era la primera vez que había estado en una iglesia adventista. Me senté en la fila del frente con mi esposa y sus padres. El mensaje del pastor captó mi atención. Citó textos bíblicos que nunca antes había escuchado, como: “Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben” (Ecl. 9:5), y “Yo soy la resurrección y la vida” (Juan 11:25). En el cementerio el pastor leyó una promesa que me impresionó hondamente. No sabía que se encontraba en la Biblia. “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1Tes. 4: 16, 17). Estas palabras quedaron grabadas en mi mente. Le dije a mi esposa que estaba © Centro Internacional de la Escuela Sabática www.pmministries.com 12 de agosto MISION JULIO-SEPTIEMBRE, 2006 impresionado, y ella se sorprendió. Nunca antes me había visto interesado en la religión. No se lo mencioné, pero lo que me había asombrado era cómo estos adventistas conocían la Biblia. Una nueva educación Dos meses más tarde la iglesia que tuvo los servicios fúnebres del abuelo de mi esposa anunció que tendría una serie evangelística de la “Voz de la Juventud”. Alguien invitó a mi esposa, y ella me invitó a mí. Ella no había asistido a la iglesia durante mucho tiempo, así que los dos asistimos a las reuniones juntos. Me impresionó cuán cálidas y amistosas eran las personas. Me hicieron sentir como si perteneciera al grupo. Cuando el pastor se paró a predicar vi que era el mismo hombre que había predicado en el funeral. Me incliné hacia adelante para captar cada palabra que decía. Estaba listo para una fiesta espiritual, y el pastor no me defraudó. Durante tres semanas asistimos a cada reunión. Estaba ansioso de escuchar el mensaje cada noche, lo cual sorprendió a mi esposa. Pero ella estaba contenta con mi cambio de actitud hacia la religión. A medida que crecía mi comprensión de la Biblia, el interés de ella crecía también. Ella estaba viendo nuevamente verdades antiguas a través de mis ojos, y Dios nos estaba atrayendo hacia él. Comencé a sentirme como parte de una familia. Le entregué mi vida a Jesús y me preparé para el bautismo. Tenía que enfrentar otros asuntos cuando decidí unirme a la Iglesia Adventista. Era parte de una familia grande, en la cual todos estaban comprometidos con la iglesia donde habían crecido. Era difícil para ellos aceptar el hecho que yo estuviera dejando su iglesia por otra diferente. Mi tío, un pastor, me retó en cuanto a mi nueva fe. Le respondí con un desafío propio: —Si me puede comprobar con la Biblia que el domingo es el día de descanso de Dios y que el bautismo debe administrarse rociando la cabeza del creyente en vez de hacerlo por inmersión, entonces lo consideraré —le dije—. Hasta entonces, seré un adventista. De regreso a la escuela Cierto día mi pastor, quien también era mi mentor, me lanzó un nuevo desafío. ¿Estaría yo dispuesto a estudiar teología y prepararme para el ministerio? Esa era una decisión difícil de tomar. Tenía un buen trabajo con el gobierno, uno que me pagaba lo suficiente como para mantener tanto a mis padres como a mi esposa y mis hijos. Después de orar sobre el asunto, decidí que Dios me estaba llamando a servirle como un ministro. Sabía que no me podía esconder de Dios, y esta vez no quería hacerlo. Me inscribí en el Colegio de Fulton con sólo $12 dólares en mi bolsillo. Pero no podía trabajar lo suficiente para pagar mis estudios y mantener a mi familia. Durante 18 meses traté de ahorrar dinero para estudiar, pero no logré guardar suficiente como para pagar la colegiatura. Con el tiempo Dios mandó a una pareja anciana para que me apoyaran financieramente. Con el dinero que me pagaban para la colegiatura y con el dinero que ganaba trabajando de noche y los fines de semana, pude estudiar y alimentar a mi familia. Dios usó un funeral, unas reuniones de evangelismo para jóvenes, y miembros de familia que oraron para sacarme de mi escondite y llevarme a la luz de la verdad. Gracias por sus ofrendas para las misiones; ellas ayudaron para que pudiera hacer de este sueño una realidad. _________________________ Tabua Tuima es pastor de la iglesia adventista de inglés de Tamavúa, en Suva, Fiji. © Centro Internacional de la Escuela Sabática www.pmministries.com