Seducida por Dios - Dominicas de la Anunciata

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palabra pero también, y antes, es el santo del silencio. Y
es que la palabra no es nada sin el silencio. El silencio
viene a ser como su lecho y alumbramiento. La misma
oración se puede expresar como la alianza, las bodas,
del silencio y la Palabra. En la oración la persona pone
el silencio y Dios pone la Palabra. Es en la noche donde
luce la estrella, y es en el silencio donde es vista la Palabra. Un silencio que surge al poner fin a las voces de las
zonas más superficiales. En el silencio -decía- todo se
puede desbloquear para que emerja la Presencia de
Dios que nos habita, para que aparezca la luz.
Cuando decimos que predicamos los frutos de nuestra
contemplación, afirma A. Nolan, OP, nos referimos no
sólo al contenido de nuestra predicación sino también a
lo que comunicamos a través de lo que somos. El señala
algunos de estos frutos: paz interior, libertad y valentía,
amor a los demás, humildad auténtica, un espíritu de
esperanza, gratitud y alegría y un profundo sentido del
misterio. Vivir en la presencia del fascinante misterio de
Dios encarnado en Jesucristo, nos permite hablar de El
desde la experiencia de la propia existencia.
Rosa, la mujer contemplativa que busca el silencio y la
oración, destaca por sus obras de misericordia con los
necesitados y oprimidos. La caridad hacia los pobres y
enfermos, con quienes estaba siempre muy próxima hacía temer a su madre, quien la reprendía: “Debes mirar
por ti”. A lo que respondía segura: Mirando por los pobres, miro por mí, pues miro por Dios que está en el pobre y tengo yo en mi corazón a Dios… Bella expresión de
la contemplación en el espíritu de Santo Domingo, y de
tantos hombres y mujeres que la vivieron, desde una
espiritualidad de encarnación. El silencio, la soledad, la
búsqueda continua de Dios encendían vivamente el amor
y la ternura por los pequeños, presentes en su contemplación. En un mismo movimiento contemplaba a Dios en
el prójimo y al prójimo en Dios.
Para la reflexión personal:
Texto: Os. 2, 16-25
 Me pregunto por mi vida de oración. Por có-
mo busco cada día el encuentro personal con
Dios. Lo que significa para mi la celebración
de la Eucaristía. La conexión en mi vida entre
oración-misericordia. Cómo crecer en la dimensión orante de mi vocación dominicana.
Para la reflexión comunitaria
 ¿Somos comunidad orante y misionera?
Textos: NL 57, 60-61, 68, Verbum Domini
66, 93; Caminar desde Cristo 23, 26. Otras
lecturas en: Web/ est. Cong..
Seducida por Dios
Isabel Flores de Oliva, que por su belleza recibió popularmente el nombre de "Rosa" al que ella añadió "de Santa
María", nació en Lima en 1586. La sociedad de su época,
propia de un periodo colonial, está orientada en varios
aspectos por el ideal de tener más. Hay allí familias pudientes, otras de pequeños propietarios y la gran mayoría
de campesinos, negros y mulatos, que son tratados como
esclavos. La familia de Rosa es de pequeños propietarios.
Los padres de Rosa se esfuerzan en darle una seria educación humana además de proporcionarle una sólida formación en la fe.
Lima tiene una comunidad pionera en la evangelización: el
convento de Santo Domingo. Allí los seglares pueden participar en la liturgia, reunirse a meditar la Palabra de Dios y
colaborar temporalmente en los puestos misionales o
"doctrinas".
Dotada de brillantes cualidades y dotes de ingenio, ya desde niña Rosa se consagra al Señor con voto de virginidad.
En su interior vive un dilema: por un lado siente vocación
de religiosa contemplativa y, por otro, percibe la imperiosa
llamada a realizar esta vocación en el interior de su familia,
trabajando por el Reino de Dios desde fuera del convento.
A sus 20 años encuentra el camino: ser pobre por la fraternidad universal ingresando en la Orden de Predicadores,
en su movimiento seglar.
Como dominica seglar da clases a los niños, incluyendo
aprendizaje de instrumentos musicales (guitarra, arpa,
cítara), cultiva el huerto de casa o trabaja en costura. De
esta forma aporta al sostenimiento de su familia amenazada con estrecheces económicas. En aquel hogar la vida es
sencilla, pero lo necesario nunca falta.
Participa en la Eucaristía en el Convento de Santo Domingo. Al fondo de su casa construye una cabaña con el fin de
asimilar más el Evangelio en la oración; allí entra en comunión con Dios, con los hombres y con la naturaleza. Sólo
Dios la va retribuyendo y ella se va forjando como mujer
de "contemplación en lo secreto". A esto une una serie de
mortificaciones. Explica en sus escritos que la mortifica-
ción es necesaria para ser saciados por el Espíritu de
Dios, para vivir orientados por el Espíritu Santo, para
renovar la faz de la tierra a partir de uno mismo. Frente
a sus prójimos es una mujer comprensiva: disculpa los
errores de los demás, hace retornar al buen camino a
los pecadores, socorre a los enfermos. Se esfuerza en
la misericordia y la compasión.
Santa Rosa de Lima arde en amor a Jesús en la Eucaristía y en honda piedad para con su Madre, cuyo rosario propaga con infatigable celo, estimando que todo
cristiano "debe predicarlo con la palabra y tenerlo grabado en el corazón".
Ella misma querrá salir de Lima como misionera pero
diversas circunstancias se lo impiden. Murió a los treinta
y un años en Lima el 24 de agosto de 1617. Sta. Rosa
de Lima fue celebrada como la primera flor de santidad
de América, insigne por la fragancia de su penitencia y
oración. Su cuerpo se venera en la Basílica dominicana
de Santo Domingo en Lima. Fue canonizada por Clemente X el 12 de abril de 1671. Desde ese año Toda
América Latina y Filipinas la veneran como patrona. (De
web dominicos.org)
Un único amor
Santa Rosa de Lima nos da otra oportunidad de detenernos en la dimensión contemplativa de la vida dominicana, a la que todas estamos llamadas. Muy amante de
Santa Catalina, a quien conscientemente quería seguir
al consagrarse como miembro de la Tercera Orden de
Santo Domingo, podemos encontrar una gran sintonía
con su espiritualidad. Como ella, es vehemente en el
amor a Cristo, apasionada por vivir en la intimidad de su
Amor que, lejos de huida del mundo se traduce en frutos sabrosos de compasión y caridad hacia los más
necesitados y en un insaciable espíritu misionero.
Amante de la soledad dedica gran parte del tiempo a la
contemplación deseando también introducir a otros en
los arcanos de la "oración secreta", divulgando para ello
libros espirituales. Anima a los sacerdotes para que
atraigan a todos al amor a la oración. Recluida frecuentemente en la pequeña ermita que se hizo en el huerto
de sus padres, abrirá su alma a la obra misionera de la
Iglesia con celo ardiente por la salvación de los pecadores y de los "indios", por ellos desea dar su vida para
ganarlos a Cristo.
No faltaron para Sta. Rosa las oscuridades. Durante
quince años soportará gran aridez espiritual como crisol
purificador. Perdía el gusto de la oración y el sentimiento de la presencia divina; Dios parecía ausentarse de su
alma. Volvía luego la luz y aparecía de nuevo para ella
su Rostro, la experiencia de su amor.
Al Dr. Juan del Castillo se le había confiado pronunciarse sobre la autenticidad de su vida mística, junto con
otros teólogos examinadores. Afirmaba ella en el interrogatorio que no había aprendido de los libros el arte
de la unión con Dios: “porque el alma misma es luz divina, y cuando entra en comunión con el principio de su
luz, se verifica esa unión que es la sabiduría y el amor,
la visión o la atracción de la unidad. El alma humana es
el mejor libro, cuando conserva y desarrolla la vitalidad
que encierra. Ella es la medida, la noción, la iluminación, y la medida de su amor es hacer desaparecer toda
medida”.
Es conocida la experiencia espiritual que vive Rosa en
sus “desposorios” con el Señor, en esto también identificada con Catalina. Se narra en su historia que oyó en
su interior la voz del Señor que la llamaba, y que la
creía digna de ser su esposa y ella simbolizó tan grande
recompensa con un anillo, hecho por su hermano, donde grabó estas palabras: “Rosa de mi corazón, tú has
de ser mi esposa”. La Santa respondió llena de alegría
y de humildad con palabras semejantes a las que Maria
pronuncio en el momento de la Anunciación: He aquí...
En Estudio sobre la vida de Santa Rosa de Lima, Francisco Bilbao dedica un capítulo al espíritu de santidad,
al que define como el “holocausto permanente del
egoísmo en aras del amor divino”. Reconoce el autor
que todos recibimos ese llamamiento a la unión con
Dios, ese soplo de vida, movimiento expansivo hacia la
caridad universal. La diferencia que más caracteriza a
las personas, es el mayor o menor grado de atención,
de interés, de amor, que prestamos a esa llamada primitiva. La luz vive en todos pero se la puede dejar apagar. Rosa de Santa Maria, señala, vio esa luz y su alma
se encendió. No olvidó, atendió, escuchó en silencio,
fecundizó en la soledad la palabra de fuego de su Dios.
La energía para pensar, para resistir al dolor, para seguir su vocación, su belleza misma, fueron manifestaciones de que había recibido y guardado “la visitación
del Espíritu de Dios”.
En el silencio Dios despliega el misterio de su Presencia, señala Fr. Bruno Cardoré, en contemplación nuestro ser queda prendado por el misterio de este amor
que actúa en el mundo y viene a habitar en nosotros.
El P. José Moratiel, OP, fundador de la “escuela del
silencio” (www.dominicos.org/espiritualidad/escuela del
silencio) decía en uno de sus libros que se le había
interrogado cómo siendo dominico ponía el acento en el
silencio y no en la palabra que caracteriza al predicador. Afirmaba él que Santo Domingo es el santo de la
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