Ópera en Europa Riccardo Muti dirigió a Julia Kleiter, Ildar Abdrazakov y Saimir Pirgu en la Misa Solemne de Berlioz Foto: Silvia Lelli Ópera en Austria por Lorena Jiménez Matinée en Salzburgo Agosto 15, 2012. La crisis económica que padece buena parte de Europa no pareció afectar al Festival salzburgués. Las mejores orquestas, las mejores voces de la lírica internacional y los mejores directores aterrizaron en Salzburgo. Los conciertos, la ópera, los recitales volvieron a llenar las salas de la ciudad. Acudir a Salzburgo sigue siendo un signo de distinción social. A Salzburgo se va a ver y a ser visto, pero también a disfrutar de un espectáculo que es referente mundial de la música clásica. El plato fuerte del Festival es la ópera. Die Zauberflöte, con dirección escénica de Jens-Daniel Herzog y dirección musical de Nikolaus Harnoncourt; Das Labyrinth, con puesta en escena de Alexandra Liedtke; La bohème con Anna Netrebko; Ariadna auf Naxos en versión escénica de Sven-Eric Bechtolf; Die Soldaten con Ingo Metzmacher en el foso orquestal; la Carmen de Bizet con Magdalena Kožená y Jonas Kaufmann; y Giulio Cesare in Egitto con Il Giardino Armonico, Cecilia Bartoli, Andreas Scholl, Anne Sofie von Otter y Philippe Jaroussky, entre otras estrellas internacionales, completaron el lujoso programa del 2012. La Orquesta Filarmónica de Viena, otro de los pilares del Festival, actuó bajo la batuta de cuatro de los directores más importantes de nuestro tiempo; Valery Gergiev, Mariss Jansons, Bernard Haitink y el veterano Riccardo Muti (presente desde hace 42 años en el Festival de Salzburgo, y miembro de honor de los filarmónicos vieneses). El director napolitano —que ha decidido tomarse los veranos para descansar y no volverá a dirigir ópera, pero sí conciertos— eligió un singular programa para la Matinée del 15 de agosto. Von der Wiege bis zum Grabe (De la cuna a la enero-febrero 2013 tumba), el último y el menos conocido de los 13 poemas sinfónicos de Franz Liszt, inspirado en un tríptico del también húngaro Michäly Zichy, inauguró un concierto de escaso atractivo en el programa, pero de magníficos resultados, gracias a la experta y cuidadosa dirección orquestal. Que la batuta esté en manos de Muti es siempre garantía de que vamos a disfrutar de la extraordinaria técnica y del sonido especial de la Orquesta Filarmónica de Viena (desafortunadamente, a veces, decepcionante con otros directores). La orquesta estuvo magnífica en todas sus secciones. La interpretación del tercero y más famoso de los poemas sinfónicos (Les Préludes), resultó intensa, bien construida y de enorme fuerza dramática; emotiva en las partes líricas y con cierto toque wagneriano en los momentos épicos. Tras la pausa; la Misa Solemne, que el propio Hector Berlioz dijo haber destruido, descubierta casualmente por un organista de Amberes en los años noventa del pasado siglo. Berlioz sólo tenía 21 años cuando compuso esta obra, muy alejada de la tradición musical de su tiempo y llena de pasajes que el compositor francés desarrollará más tarde. Excelente también, la labor del Coro de la Sociedad de Conciertos de la Ópera de Viena, ensayados por Ernst Raffelsberger. Poco dispuesto a seguir las modas mediáticas, a Muti le gusta rodearse de jóvenes valores en alza. No obstante, a excepción de la soprano Julia Kleiter, que destacó por su musicalidad y la limpieza cristalina de su agudo, el concierto quedó algo deslucido por los solistas, correctos pero poco brillantes. Uno se pregunta si un elenco vocal que dejó bastante que desear es lo que debe de exigirse a un festival que figura entre los eventos de música clásica más prestigiosos del mundo. Vocalmente discreto y con alguna tirantez en el agudo, el tenor albanés Saimir Pirgu. Muy aplaudido por su creciente legión de fans, al bajo ruso Ildar Abdrazakov le faltó rotundidad y consistencia en los graves y le costó imponerse a la orquesta, que le tapó en varias ocasiones. o pro ópera