El último reparto de Polonia (III) - Ricardo Rodríguez ALEMANIA NO ESTÁ LISTA A pesar de las soflamas hitlerianas contra Polonia, los militares alemanes no las tenían todas consigo. Pensaban, con cierta razón no exenta de pesimismo, que era demasiado pronto para lanzarse a una guerra contra Polonia, a la que tanto ingleses como franceses habían dado garantías de protección en caso de ataque alemán. Sin embargo, Hitler, en una de sus geniales iluminaciones, convenció a sus generales de que ninguna de las dos potencias se iba a arriesgar por Polonia, como tampoco lo habían hecho con Checoslovaquia el año anterior. El miedo alemán a una guerra en dos frentes, como en 1914 era patente, máxime cuando muchos de los generales de 1939 habían combatido como oficiales en la Gran Guerra. Aunque les aliviaba el hecho de que la Unión Soviética fuese su circunstancial aliado y proveedor de materias primas. Militarmente hablando, los propios alemanes consideraban que su ejército no estaba del todo puesto a punto: muchas unidades se trasladaban a pie y usando tracción animal, los blindados ligeros y unidades motorizadas eran muy vulnerables, como se había podido comprobar en la Guerra Civil Española. La salvedad era la aviación, moderna, poderosa y controlada por el partido nazi. Sin embargo, las tácticas de coordinación con los blindados, la famosa blitzkrieg o “guerra relámpago” estaba aún en pañales. No obstante, veían al ejército polaco como un enemigo menor que podría ser puesto fuera de combate fácilmente con la ayuda de los rusos. LOS POLACOS DESCONFÍAN Alarmados por las peticiones territoriales alemanas, los polacos comenzaron a preparar una defensa del país frente a la más que posible guerra con Alemania. En ayuda de sus generales llegó desde Francia Maurice Gamelin, general jefe del Estado Mayor francés, en 1938. Gamelin observa unas maniobras del Ejército polaco Gamelin asesoró a las fuerzas armadas polacas y otro general francés, Maxime Weygand, les propuso un plan defensivo que consistía en renunciar a defender las fronteras con Alemania y replegar las tropas tras los grandes ríos que atraviesan Polonia: el Vístula, el Bug y el Pripiat, usándolos a modo de muralla. La carencia de sólidas fronteras naturales, como sistemas montañosos o ríos cercanos a las fronteras, invitaban a seguir este consejo. Lo malo es que abandonaba el tercio occidental del país al invasor alemán. Allí se encontraban importantes poblaciones e industrias. A modo de prevención, el Alto Mando polaco concentró en el sector occidental del país a las unidades militares compuestas en exclusiva por polacos, mientras que ubicaba a aquellas con abundantes reclutas bielorrusos y ucranianos en el este del país, para evitar actos de traición. Lo que no sabían era que los soviéticos también estaban en el ajo. LA HORA DE LAS MENTIRAS A fines de agosto de 1939, una flotilla encabezada por el anticuado acorazado Schleswig-Holstein, una antigualla de la Gran Guerra usada como buque-escuela, el Schlesien y un par de torpederos hizo su entrada en el puerto de Danzig, Polonia, en visita de “buena voluntad”. Sin embargo, el 31 de agosto, de madrugada, un destacamento de soldados alemanes destruyó una estación de radio alemana en Gleiwitz, una localidad fronteriza con Polonia. Iban vestidos con uniformes polacos y dejaron tras de sí unos cuantos cadáveres sacados de los campos de concentración, también vestidos con uniformes polacos. Hitler ya tenía el motivo para desatar la guerra con Polonia y evitar responsabilidades: responder a una agresión “alevosa” por parte de los polacos y defender a los alemanes de Silesia. Casi simultáneamente, una patrulla de bombarderos Stuka al mando de Bruno Dilley, sin declaración formal de guerra, se dirigió a desalojar a los defensores polacos del puente de Dirschau, con el objeto de que no lo volasen y poderlo aprovechar para atravesar el Corredor de Danzig. Fueron posiblemente los primeros soldados en entrar en combate en la II Guerra Mundial. El Schleswig-Holstein se ceba bombardeando las posiciones polacas en Westerplatte desde el interior del puerto Poco antes de las 5 de la mañana del 1 de septiembre de 1939, el renqueante Schleswig-Holstein se deslizó al interior del puerto de Danzig y enfiló las defensas polacas de Westerplatte. Comenzó a bombardearlas a poca distancia, cogiendo desprevenidas a las dotaciones polacas. Del interior del barco habían desembarcado efectivos de la infantería de marina alemana, ocultos hasta entonces, con el objetivo de dominar el puerto tras el bombardeo. Esta acción, conocida como la “Batalla de Westerplatte” constituyó una de las grandes hazañas de la marina alemana de superficie: el bombardeo a traición del puerto de un país con el que existía un tratado de no agresión. Tras resistir contra pronóstico una semana, los defensores polacos de Westerplatte se rindieron, faltos de munición y víveres. Los polacos no tardaron en movilizar a su ejército, dirigido por el mariscal Edward Smidgly-Rydz. Se atuvieron al plan de retirarse detrás de los grandes ríos, volando los puentes, en lugar de intentar defender directamente la frontera alemana. Esperaban, sin duda, resistir lo suficiente para que Francia, que sobre el papel tenía el ejército más imponente del continente, acudiese en su ayuda. PLANES ALEMANES, PLANES POLACOS Los alemanes planeaban un triple avance, dirigidos por el general Franz Halder: un poderoso avance central, dirigido directamente a Varsovia, otro por el sur, para evitar maniobras de los polacos y un tercero desde el norte, partiendo de Prusia Oriental.Los planes polacos eran simples: resistir a cualquier precio hasta que Gran Bretaña, y sobre todo, Francia, les echasen una mano, atacando a Alemania en dos frentes. Estaban dispuestos incluso a refugiar al ejército, en caso extremo, en las zonas pantanosas del Vístula y el Pripiat. Asimismo habían dispersado poco antes su fuerza aérea en aeródromos camuflados, para evitar su destrucción en tierra. Lo que no esperaban los polacos es que Gamelin los abandonase a su propia suerte, como hizo y que en dos semanas fuesen ellos los que se batiesen a la defensiva en dos frentes y no los alemanes. Franz Halder, cuyo rostro inspira tranquilidad y confianza Sobre el papel, la fuerza de ambos contendientes era muy desigual: los alemanes alineaban a cerca de millón y medio de hombres, bien provistos de material y con abundantes vehículos, sobre todo motocicletas, automóviles de campaña, camiones y blindados ligeros. Los más pesados Panzer III, que superaban ampliamente a los tanques Vickers polacos, eran aún escasos en número, aunque por sí solos constituían un elemento formidable para la época. A ellos, los polacos oponían un total de poco menos de un millón de hombres, contando las unidades desplegadas en la zona oriental. Estaban relativamente bien equipados en cuanto a la infantería, aunque su grado de mecanización era escaso y su parque blindado se limitaba a unas obsoletas tanquetas y unos pocos tanques de fabricación local, los 7 tp, basados en el modelo Vickers inglés, que aun así eran capaces de destruir a los carros ligeros alemanes. Por el contrario, la élite del ejército la componían numerosas unidades de caballería, bien entrenadas y equipadas. Sin embargo, anticuadas en una guerra de motores, fueron empleadas como infantería en multitud de enfrentamientos. Lo mismo ocurrió con la aviación polaca: superada tecnológicamente, sus pilotos lucharon con notable valentía hasta que, superados en número y carentes de aviones, dejaron los cielos a la Luftwaffe. LA GUERRA DE LAS SORPRESAS Muchachas alemanas de Silesia ofrecen comida a un grupo de soldados alemanes Los alemanes de Silesia, bajo dominio polaco, colaboraron de grado con el invasor. No tardaron en llevar a cabo sabotajes y emisiones de órdenes falsas en polaco a través de la radio, con el objetivo de confundir a las tropas polacas y ocultar los movimientos alemanes. Éstos se empeñaron con el ejército polaco en la llamada “Batalla de las Fronteras”, en la que, conforme a su plan, los polacos combatían retirándose ordenadamente, apoyándose en los grandes ríos. En estos momentos iniciales, la euforia alemana, debido a los avances constantes, estuvo a punto de costarles cara: en las proximidades del rio Brda (de impronunciable nombre), una unidad de infantería alemana fue sorprendida por una unidad de caballería polaca, al mando del coronel Mastelarz, que ordenó una carga al sable contra los estupefactos alemanes. Éstos fueron arrollados, hasta que la presencia de auto-ametralladores (camionetas armadas con ametralladoras) puso en fuga a los polacos, matándoles numerosos caballos. El coronel Mastelarz, que encontró la muerte al frente de sus hombres Enfrentamientos semejantes se sucedieron durante todo el conflicto, siendo especialmente relevantes los enfrentamientos de Krojanty y Mokra.Al día siguiente, unos corresponsales italianos fueron acompañados al lugar y contemplaron los cadáveres de los jinetes y monturas. Les dijeron que los polacos, atrasados como buenos eslavos, habían cargado con lanzas contra una brigada de carros de combate. Los italianos publicaron la noticia falsa, que se convirtió con los años en uno de los mitos más románticos de la II Guerra Mundial. Incluso los polacos lo aceptaron con patriotismo, a pesar de que su caballería había eliminado la lanza de la panoplia en 1934 y sólo la conservaba para hacer la instrucción. Tanque alemán destruido por los polacos en Mokra En éste último, la caballería polaca, usando los caballos para desplazarse y combatiendo pie a tierra, logró detener momentáneamente el avance de una columna de infantería y blindados Panzer I (el popular “Negrillo” de la Guerra Civil Española, un carro con blindaje endeble) y Panzer II, con la ayuda de un tren blindado. Éste éxito momentáneo sería una de las pocas victorias polacas de la campaña. En medio del fragor del combate, un grupo de jinetes polacos, cabalgando cegados por el polvo y el humo, se encontraron de pronto en medio de una columna de tanques alemanes, escapando de milagro y añadiendo más mito al asunto de la carga contra los tanques. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos polacos, los alemanes avanzaban inexorablemente hacia sus objetivos. Algunas unidades avanzaron tan de prisa que rebasaron la línea de control establecida con los soviéticos y se adentraron en el tercio oriental de Polonia. Juliusz Rómmel dirigió la defensa de Varsovia El 8 de septiembre, las tropas del general Blaskowitz se aproximaron a los suburbios de Varsovia y comenzaron el asedio. La responsabilidad de defender la capital recayó en el controvertido general Juliusz Rómmel, curiosamente pariente lejano del afamado “Zorro del Desierto” Erwin Rommel. Los polacos, luchando a vida o muerte, resistieron veinte días antes de capitular, protegiendo la retirada de sus camaradas, que, empujados por los alemanes, se retiraron hacia el este del Vístula, con el objeto de reorganizarse. BZURA, ATAQUE A LA DESESPERADA. Los polacos, carentes ya de planes efectivos, desorganizados y en retirada en todos los frentes, iban, no obstante, a dar una última y desagradable sorpresa al ejército teutón, aprovechando su acelerado avance. La caballería polaca en el Bzura Smidgly-Rydz autorizó al general Tadeusz Kutrzeba a organizar una contraofensiva apoyándose en las riveras del rio Bzura, con el objetivo de permitir a las fuerzas en retirada desde el oeste replegarse con más seguridad, al tiempo que disminuiría la presión del asedio a Varsovia. El ataque polaco cogió a los alemanes a contrapié y aislados de las unidades más cercanas, ya que habían avanzado más de la cuenta. Tras furiosos combates, las unidades alemanas se retiraron, pero, reforzadas por elementos trasladados a toda prisa desde Varsovia, recuperaron la iniciativa y barrieron a los polacos, que exhaustos y desorientados se dirigieron a toda prisa hacia la frontera rumana, para evitar caer prisioneros de los alemanes. Era el 22 de septiembre. ¡QUE VIENEN LOS RUSOS! Cinco días antes, el 17, los soviéticos invadieron por sorpresa la parte oriental de Polonia. Lo hicieron supuestamente para “proteger a sus hermanos ucranianos y bielorrusos”, empleando el mismo cinismo diplomático que los alemanes. Sin embargo, la invasión soviética iba a ser muy diferente de la alemana. Alemanes y soviéticos confraternizan al encontrarse en Polonia En primer lugar, los polacos sólo tenían en el este unas unidades pobremente armadas de patrulla de fronteras, rellenas con reclutas precisamente ucranianos y bielorrusos. Por otro lado, el Ejército Rojo, privado de sus mejores generales por las “purgas” de Stalin, se movilizó torpemente, ya que su material estaba en malas condiciones y la comunicación entre las unidades y los Estados Mayores eran muy deficientes. Además, las mejores unidades se habían desplazado al este, a combatir en la frontera mongola (absténganse de chistes fáciles) en una guerra sucia y no declarada con Japón (a quien tenían ganas desde 1905) por el control de Mongolia, que acabó con la victoria soviética en la Batalla de Jalkin-Gol. También Stalin, informado de que los alemanes avanzaban a gran velocidad, se asustó, creyendo que le iban a arrebatar su parte del pastel, así que las tropas fueron movilizadas apresuradamente. En poco tiempo acabaron con la resistencia polaca, muy desorganizada, ya que desde la fracasada intervención del Bzura se produjeron rendiciones masivas, para evitar una sangría mayor. A pesar de ciertos encontronazos con los alemanes, como los producidos en torno a la ciudad de Lvov, las relaciones entre ambos invasores fueron cordiales y se atuvieron a lo pactado en el Tratado Molotov-Ribbentropp. Entre el 2 y el 5 de octubre se produjo la última batalla de la campaña, la Batalla de Kock, tras la que las últimas fuerzas polacas fueron rendidas a los alemanes por su jefe, Franciszek Kleeberg. EPÍLOGO Varios miles de soldados polacos huyeron a través de las repúblicas bálticas y Rumanía para seguir combatiendo, primero en Francia y Noruega y luego encuadrados y equipados en el ejército británico. Se batieron en los frentes del Norte de África, Italia, Próximo Oriente y Europa. Recuperaron el honor y se tomaron cumplida venganza de los alemanes. Fueron los primeros en ocupar Monte Cassino y llegaron a movilizar más soldados que el ejército de los EE. UU. Los alemanes incorporaron Silesia y Pomerania al Reich y en el resto de “su” Polonia formaron el Gobierno General de Polonia, dirigido por Hans Frank, abogado y asesor legal de Hitler. Su política se encaminó a preparar una colonización de la zona por alemanes, exterminando o deportando a los polacos de clase alta e intelectuales y catequizando al resto, que sería empleado como mano de obra barata. Aspecto de una de las fosas de Katyn Los soviéticos hicieron lo propio en su zona. Ejecutaron a varios miles de oficiales del ejército polaco y funcionarios civiles que tenían prisioneros y enterraron sus cuerpos en las famosas “Fosas de Katyn”, que serían descubiertas por los alemanes al invadir la URSS. Fueron aireadas a todo trapo para mostrar el “salvajismo oriental” del bolchevismo. En un acto de cinismo aún mayor, cuando la ocasión lo requirió, los soviéticos catequizaron en el comunismo a los polacos que mantenían deportados en su territorio, formaron con ellos una fuerza polaca propia dentro del Ejército Rojo, llamada Ejército Popular Polaco, cuyos números fueron completados con ruso-polacos, bielorrusos y ucranianos. Sería este ejército el que acabaría por regir los destinos de Polonia, convertida en dictadura comunista en 1948. El recuerdo de la invasión soviética de 1939 desapareció, incluso entre los Aliados occidentales, ya que era mucho lo que debían a la URSS. Ricardo Rodríguez