El secreto Escrito por Jorge Garnica Watson Sábado, 04 de Julio de 2015 09:57 - Una versión madura de la vida, aquella que buscamos todos con el nombre de ‘felicidad’, implica fundamentalmente un equilibrio en sus componentes esenciales: placer y dolor. Porque esperar que ella, la vida, se dé de una manera diferente, unilateral, es una quimera. En nuestro comienzo háyanse también las semillas de nuestro fin. Es cuestión de estructura. He aquí también el secreto de la política. Por otra parte, no debemos olvidar que cada persona es una representante fiel de la humanidad entera; que cada uno de nosotros es responsable por la búsqueda de este terso equilibrio. Porque también, y de varias maneras, todos somos responsables, individual y colectivamente, por las circunstancias de nuestro entorno físico, emocional, intelectual y espiritual; somos responsables por el depósito del pasado, del presente y sobre todo del futuro. Así, la vida para muchos es una anquilosada trampa; desde la primera inhalación de oxígeno hasta el último suspiro. Para mí no es necesariamente siempre una trampa sino una serie de oportunidades y opciones (de las cuales hay que escoger la mejor, de acuerdo con las circunstancias y posibilidades de cada quien; de cada pueblo. Siempre. Porque, de lo contrario, es fácil comenzar a crear la perniciosa mentalidad del dependiente emocional que culpa a todo mundo por sus males y desventuras y dolores, ignorando de esta manera sus propios e irrebatibles responsabilidades). Asimismo, por extensión, la vida como ese inescapable movimiento biológico y psicológico es una eterna búsqueda de respuestas a nuestras constantes preguntas, ya sea que éstas fueron formuladas a las tres de la madrugada o en el pegajoso calor del mediodía; porque la vida en la exigencia de su propia dinámica exige respuestas, respuestas oportunas. Siempre. Porque ella 1/5 El secreto Escrito por Jorge Garnica Watson Sábado, 04 de Julio de 2015 09:57 - no nos espera. Continuará campantemente su ciclo y proceso diario, con cada amanecer, sea éste pletórico del dios sol, sea éste envuelto de algodonados, cenicientos copos, o con copiosas gotas del azul, con nuestra bendición o sin ella. El problema con esta exploración constante e inexorable, es que muchas veces no tenemos la claridad o la madurez requeridas; no estamos seguros del por qué estamos indagando, o qué debemos buscar, y para qué. Porque si no sabemos formular las intrigantes y necesarias preguntas siempre estaremos encontrando las respuestas equivocadas. Y estos errores nos extravían de la senda deseada. Pero a pesar de eso seguimos buscando, sin alternativa, obsesionados en nuestra beoda lucidez, adictos, ante los sempiternos interrogantes que nos lanza la vida, y los que nosotros, los angustiados y despistados mortales, le lanzamos a ella a la vez, a pesar nuestro, como si fuéramos títeres, movidos por invisibles hilos. ¡Ah, la interesante y complicada existencia! Es así que con mi compañera de toda una vida, y con el fin de mitigar aunque sea un tris las renuentes angustias existenciales, aquí; de mantener mente sana hasta donde sea posible en nuestro mundo más caótico que organizado, aquí; en cuerpo sano, a pesar de la barata calidad de la salud, aquí; a pesar de la carestía en todo el sentido de la palabra del diario vivir, aquí; a pesar de la incomprensible y contagiosa locura de nuestros muchos, aquí; a pesar de la indiferencia y constante amenaza de los malandrines, propios y ajenos, aquí; a pesar de las fallidas promesas políticas, aquí; y a pesar del incierto porvenir, aquí, caminamos con frecuencia por los alrededores del barrio de la niñez. Y caminar por los recovecos de la circunvalar, y a pesar de todo, sigue siendo todavía una delicia: ¡Ah, la mar! claro está, conscientemente tratamos de no sondear demasiado en la a veces oscura profundidad de la débil, feraz y prodigiosa memoria, aquélla de la espléndida niñez, y venerando ésta como si fuera una religión, legendaria como son todas las religiones, cuando las playas aún eran verdaderas orquídeas blancas, colgadas en el horizonte de su propio Olimpo marino insular; cuando eran un oasis de arenas níveas; cuando todo era nieve caribeña y variados corales con su increíble fauna; cuando en la naturaleza había suficiente belleza y cuando no era necesario poblar su fondo marino, y menos emperifollarla con esculturas mágicas, míticas, agrietadas, ajenas a su entorno. Y no, como ahora, con monumentales trozos ovalados de cemento y fusiformes piedras, como si fueran huevos paleolíticos; o incluso gigantescos peñascos, desafiantes de nuestras 2/5 El secreto Escrito por Jorge Garnica Watson Sábado, 04 de Julio de 2015 09:57 - insistentes crónicas, también confusas, y tímidas miradas, atiborradas de mala conciencia, traídos de lares ajenos, lejanos, a nuestra poética mar, con el propósito de resarcir, ya demasiado tarde, quizás, los daños que frescamente hemos ocasionado a nuestro medio marino y que aparentemente aún no hemos aprendido la terca lección –y todo a nombre y en pos del malentendido todopoderoso progreso, y corriendo detrás también del otro supremo: la plata, supuestamente generadora de aquél y que conste también, como lo he manifestado varias veces desde esta pluma, que no creo que “todo pasado fue mejor”. Porque, sin lugar a dudas, no “todo pasado fue mejor”. Pero también existe en nuestro pasado momentos y vivencias que siempre serán dignos de orgullo y de rescate: la honestidad de nuestros ancestrales; el valor de sus palabras; el casi sagrado respeto por el medio físico y social, porque, como se afirma en otras rincones de nuestro planeta azul, la naturaleza viva no necesita de nosotros, que es todo lo contrario, porque ella puede perfectamente vivir sin nosotros (es más, incluso es posible que estaría mejor sin nosotros, los creados del séptimo día); las disciplinas que se auto imponían, es decir, nuestros tatarabuelos y abuelas; las disciplinas y pautas de sus dietas; el respeto a lo ajeno; una administración estatal tolerante, aceptable (fíjese, no dije perfecto) de la “cosa” pública. Porque había orden, presencia de autoridad, y se respetaba, justamente, a quienes intentaran imponerla—no había barrios a los cuales las autoridades debidamente establecidas no podían ingresar (situación totalmente inimaginable), a no ser de correr el indecible riesgo de ser apedreadas, lapidadas, a veces por su propia culpa, por su actitud asincrónica con los tiempos, y las actitudes ajenas a sus sagrados fines; y por no saber manejar su autoridad con los necesarios ritmos y cadencias de cada caso. Así y a veces, también, esta indecisa autoridad, por tener que arrostrar a cardúmenes de incivilizados, de desadaptados biológicos y socialmente ineptos, los ajenos y los propios de la Ínsula, más de los ajenos, y quienes están convencidos de que los problemas y conflictos humanos siempre se manejan con la violencia o que taxativamente preferirían la anarquía, esgrimiendo para este fin el primer pretexto que se les presente y estos fogosos violentos, a veces, con armas blancas, negras, amarillas, o qué sé yo. Y que además para mis ancestros la religión tampoco era un negocio de cada barrio, y de cada esquina de cada barrio. La religión para mis ancestros representaba su alma, su ser. Su sagrada convicción. Se admiraba la divina coherencia entre sus palabras y sus acciones; la verdadera solidaridad y el consuetudinario mutuo respeto, en toda la gama y extensión del término ‘mutuo’ entre amigos, vecinos y cuasi indiferentes; etc. 3/5 El secreto Escrito por Jorge Garnica Watson Sábado, 04 de Julio de 2015 09:57 - ¿Y en lo que no debemos preocuparnos por rescatar? En todo lo que sea contrario a lo anterior. Es decir, precisamos materializar estrategias públicas sólidas, capaces de fraguar una cultura decente; precisamos buscar avenidas y caminos para rescatar, y preservar no sólo infraestructuras, sino también el buen sentido del comportamiento social de la actual y pujante chabacanería, de propios y ajenos, desconocida en nuestras deliciosas crónicas; precisamos encontrar estrategias eficientes y efectivas para proyectarnos, lingüísticamente, hacia lo funcional, hacia lo universal, donde hallaremos también dignidad, trabajo y saber, y no encerrarnos como ostras en el mezquino tribalismo, en la soberana artificialidad gráfica, artificialmente cultural, de un lenguaje estrictamente oral y que manteniéndolo en su propia perspectiva y dimensión no desprecia ni desvalora de ninguna manera la indispensable identidad; buscar maneras de desechar de lo público y privado la rampante indisciplina populachera y vulgar; propugnar por una visión y misión coherentes y consensuadas, con propios y ajenos, en armonía con los tiempos. Y esto también es política. No olvidarnos tampoco, jamás, de ese sabio instrumento que nos proyecta siempre hacia el futuro, con su inherente cuántico valor. Pues sí, y la educación, esta otra dimensión y profesión, la segunda más vieja dicen, como la de la política, acaso ésta la tercera cuando realmente es la primera (y para confirmar esta teoría solamente tendríamos que someternos a la leyenda y preguntarle a Caín por qué asesinó a su hermano Abel). Pero asimismo paranuestro triste infortunio no todo mundo desea saber en qué consiste y para qué sirve, es decir, me refiero a la educación, y con qué conocimientos de causa y su respectivo crucial efecto sobre la salud integral de los pueblos y las naciones, y así no obstante el acto delusorio de que todos tenemos el derecho pleno de hablar con propiedad de ella, de la educación (aunque quizás tengamos toda la razón porque, como en la medicina, uno no tiene que ser médico ni siquiatra para saber dónde le duele el alma o el cuerpo); en fin y etc. Pero, ¿por qué andar por esas ramas y sendas pedregadas, éstas que irritan y aprietan los zapatos e incomodan el andar ligero pero firme, y que dejan protuberantes callos, no solamente en el cuerpo sino también en el alma, como goznes y tornillos oxidados, mal acicalados? ¿Será acaso porque en el lento, paciente, y complicado proceso de buscar el secreto de la vida uno siempre tropieza con peñones, malezas y piedritas en el camino, listos para distraer y despistar a uno—o como mínimo para enredar más la vida, desviarla otra vez de la senda trazada? ¿Sólo porque sí, y porque le da la santa y real gana? Bueno, bajo esta premisa y este casi eterno sol del Dios en que yo creo, con las manos y las patitas juntitas, todo es posible, incluso lo imposible con tal de elongar el dolor, como un verdadero masoquista. “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar…” Y esto y todo lo demás, también es política. 4/5 El secreto Escrito por Jorge Garnica Watson Sábado, 04 de Julio de 2015 09:57 - ¿Y cuándo se hará algo, en serio, en cuando a la insustentable, insoportable e insostenible inmigración hacia la Ínsula—pasado y futuro? ¿Comentarios? al: jotagee7@hotmail.com 5/5