ORTAJE LUNES 14 de Marzo de 2016 facebook: medios obson twitter: @mediosobson Cd. Obregón, Son., Méx. IPLANO O SE VISTE DE AZUL médicos!, porque en ocasiones el cocinero se volvía oftalmólogo o la cocinera se volvía enfermera. O al de la lavandería lo veías de jurídico, o al de jurídico de sicólogo, o a la sicóloga de trabajadora social o de maestra”. Librado Carmona, quien era director técnico del penal cuando se fugó El Chapo, meses antes fue acusado ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos de extorsionar a los reos. El testigo afirma que no le constan las extorsiones, pero dice que Carmona era el responsable de conceder los cambios de estancia a los internos y quien tomaba otras decisiones importantes. En ocasiones, agrega, ordenaba a los oficiales que dieran golpizas a los internos. “Salía al pasillo y se escuchaba cuando le decía al oficial: ‘¡Rómpele su madre!’”, señala. Carmona fue llamado a declarar por la fuga de Guzmán Loera pero fue puesto en libertad. En la cárcel federal la comida es pésima pero empeoró en el sexenio de Felipe Calderón, cuando se contrató a la empresa Cosmopolitana para preparar los alimentos de los internos. Los alimentos frecuentemente están echados a perder y hay intoxicaciones masivas. Esa fue una de las razones de la huelga masiva de hambre organizada en julio de 2014 (Proceso 1968). Lejos de sancionar a ese proveedor por la mala calidad del servicio, “ahora se encarga de todo: lavandería, limpieza” y hasta del mantenimiento, según declaró el exdirector, Valentín Cárdenas, tras la fuga de Guzmán Loera el año pasado. Todo en venta Pese a todos los supuestos controles de seguridad, cámaras de vigilancia y micrófonos, los custodios pueden meter y vender toda clase de mercancía en el penal “de máxima seguridad”. Estos funcionarios, que actúan con total impunidad, dependen del Órgano Administrati- vo Desconcentrado de Prevención y Readaptación Social de la Secretaría de Gobernación. “Cuando yo ingresé allí –señala el ex interno–, ellos pasaban y decían: ‘¿Qué ocupas? Un espejo, una aguja, una pastilla, un viagra, un toque de mota, una piedra, un gramo de perico… ¿qué ocupas? Danos un número, hablamos para que nos depositen y te la traemos’”, indica. En ese mercado negro, un espejo pequeño puede costar de 2 mil 500 a 10 mil pesos; un uniforme de reo en buenas condiciones, mil pesos. Unos pants, mil pesos; tenis, 500 pesos. Un gramo de cocaína puede costar entre mil 500 y 3 mil pesos. “Un viagra (para la visita conyugal a la que tienen derecho los presos) vale de mil a 2 mil pesos, depende el área donde estés y quién seas”. “Hay una cocinera a quien se le daban 10 mil pesos semanales para que te echara una cucharada de arroz de más. Y no iba diario, sino cada 72 horas, o sea cada tres días.” –¿Y había quienes pagaban esa cucharada de arroz adicional? –¡Sí! A mí me daba risa. Yo decía: siquiera trajera algo de comer distinto, pero solamente está echando más arroz. Sí lo hacen. Los custodios entregan las drogas, las medicinas y el viagra en la mano de los presos. Fingen acercarse a la celda como si el interno reportara algo durante los pases de lista o cuando son llevados a juzgados o locutorios. “Ellos siempre traen hojas de papel y una pluma, hacen como si estuvieran anotando algo y ahí la sueltan. Cómo la ingresan, solamente ellos lo saben porque conocen el movimiento de ahí”, explica el exinterno. Afirma que dentro de la prisión llegó a ver teléfonos celulares que se vendían a un precio de entre 150 mil y 200 mil pesos. –Según el gobierno, no hay señal para teléfonos celulares. –Sí sirven. Si no, nadie los compraría, es como tirar el dinero. Sirven. Sólo que, aclara, el dinero de la corrupción no circula dentro, sino afuera del penal: “Todo es a través de depósitos, ya sea giros telegráficos, por Elektra, por bancos”. –¿Usted piensa que un director, cualquiera que haya estado en El Altiplano recientemente, puede ignorar la corrupción que existe en el centro penitenciario y en su personal? –Yo creo que sí saben. No tienen mucho contacto con la población, pero yo pienso que sí lo saben. Es de dominio público, o sea, todos saben quién se corrompe, quién te vende y quién no te vende. Quién te puede hacer un favor, quién no te lo puede hacer. Entre grupos de presos también se han extorsionado y propinado golpizas que el personal del penal tolera, también por corrupción. El regreso del “Chapo” En febrero de 2014, tras 13 años prófugo, fue encarcelado en El Altiplano Joaquín Guzmán Loera, líder del Cártel de Sinaloa. Cuando llegó, tenían contacto con él los oficiales de mayor rango, quienes tenían las claves Z1 y Z5 y se encargaban de su seguridad cuando lo trasladaban a otras áreas de la prisión, igual que personal de la Policía Federal y del Cisen, que lo vigilaba las 24 horas con cámaras de videovigilancia. El testigo describe a Guzmán Loera como un hombre “normal, amable, gente de respeto, de mucho respeto”. Asegura que siempre lo vio tranquilo, característica que también señaló su esposa Emma Coronel en la entrevista realizada por esta reportera en febrero pasado. “Sonriente. A la mayoría de las personas se les ve así, pero cada quien carga su infierno adentro, ¿no? La sonrisa a la mejor es de dientes para afuera y por dentro uno es un infierno. Cuando él llegó nada cambió”, señala. Fue esa corrupción la que propició la fuga de Guzmán Loera en 2015. La noche del 11 de julio, cuando PÁG. 13 Guzmán Loera se escapó del Cefereso 1, no se pasó lista a las 10, sino hasta pasadas las 11. “Fue algo curioso, porque se veía que estaban caminando por los cinturones, por los ductos de agua, pero no decían nada. Lo único que se escuchó esa noche fue que él había muerto”. El rumor pasó de grito en grito a través de los pasillos que hacían eco. “Pero al otro día en la mañana sale en las noticias que él se había fugado. Y obviamente se les empieza a decir: ‘¿Qué, ya se les fue?’ Unos no contestaban. Algunos decían: “Pues sí, ya se les fue. ¡Pobres de los que lo estaban cuidando porque se van a ir a chingar! “‘¿Dónde está tu máxima seguridad?’ –retaban los internos–, ¿tus filtros? ¿No que aquí no pasa nada? ¿No que había placas abajo del piso para que no se escarbara?’” Tras la fuga les quitaron a los internos los televisores tipo tablet que el Consejo Técnico les había dado como incentivo a todos, incluido Guzmán Loera, para que ya no se burlaran del personal. “Llegaba el rumor de que por culpa de este güey (Guzmán Loera) nos quitaron la tele. Hubo internos que le decían a la autoridad: ‘Yo no tengo culpa de nada, ¿por qué me quitaste la tele?’” La corrupción continuó cuando los funcionarios acusados de involucrarse en la fuga se convirtieron en prisioneros. “Les dieron la visita, la llamada, todo en cinco días. Los sacaban al patio, les daban actividades, servicio médico y todo”. No era normal. “De hecho los trasladaron porque la población les empezó a gritar que les iban a poner en la madre”. A finales de 2015 llegó el nuevo director, Almonte, y les devolvió las televisiones. Por medio de ellas se enteraron el 8 de enero pasado del arresto del único capo dos veces evadido de penales de máxima seguridad. Hubo sorpresa, pero fue más el morbo: “Eso de que quería hacer una película era de lo que más se hablaba, no tanto de que regresara a la cárcel. Se decía: “¿Cómo ves que quiere hacer una película? ¡Qué loco este bato!’ Ahí la regó. Por eso lo agarraron”. No hubo mayor revuelo: “Como todos los internos son de diferentes cárteles, no te interesa si regresa o se va. Al final de cuentas no dependes de él ni él de ti”. La corrupción y abusos en esa prisión federal ya existían antes de febrero de 2014, cuando fue recapturado e internado Joaquín Guzmán Loera, El Chapo. En los pasillos todo es electrónico, no hay nada manual y todo se controla desde los diamantes. Son 23 horas al día encerrado y una hora en el patio. El gobierno federal sigue encarcelando ahí a los principales líderes de los cárteles de la droga, como El Chapo; Miguel Ángel Treviño Morales, El Z-40; y Servando Gómez, La Tuta, de Los Caballeros Templarios.