«El gran problema nuestro se llama endofobia», Quince Duncan. Por Jesús Bedoya Ureña jesusbedoyau@gmail.com Fotos Andrés Sánchez Quince Duncan es reconocido, tanto dentro como fuera de las fronteras de Costa Rica, como un notable escritor y activista por las causas de la población afrodescendiente. A través de su experiencia vital, su trayectoria literaria y compromiso político, ha sostenido la defensa y la reivindicación de los derechos de la población negra. Sobre esos tres ámbitos, imbricados e indivisibles, nos habló de forma extensa y detenida: éste es un recorrido por su infancia, sus primeros libros, su introducción al campo literario costarricense, la identidad nacional y la labor que desempeña actualmente como Comisionado de Asuntos de la Comunidad Afrocostarricense. Don Quince, qué le parece si para iniciar, recuperamos su infancia, en aquel caluroso y húmedo poblado de Estrada, en la Zona Atlántica del país ¿Cuáles fueron aquellos hechos que en esta época definieron su vocación literaria? Bueno, efectivamente, yo me crie en Estrada, en el cantón de Matina, provincia de Limón, en el Caribe costarricense, y digo deliberadamente Caribe y no Zona Atlántica porque me parece que hay un sesgo histórico, de cuando Costa Rica no quería mezclarse con esa “chusma” –porque aquí no llega el océano Atlántico, lo que llega es el mar Caribe– pero claro, el océano Atlántico es Europa, recordemos el anhelo de Costa Rica por ser Europa… por eso deliberadamente uso el término Caribe, que es lo que realmente somos, somos de la zona Caribe del país. »Ahora, sí, yo me críe en Estrada, de ahí soy, de ahí es mi familia. Nací en San José, pero fue por accidente, porque estaba dándole problemas a mi mamá, entonces tuvo que venir al hospital; pero soy de Estrada, y tal vez ahí, lo que me influyó para que terminara escribiendo, son quizás dos hechos fundamentales; uno es la influencia de mi abuelo que era un hombre lector muy grande, y en las escuelas de inglés nosotros teníamos que leer muchos de los clásicos ingleses, en sexto grado uno leía a Shakespeare, por ejemplo. Mi contacto con la lectura profusa, fue a escondidas, leyendo “El infierno de Dante”, y lo hacía a escondidas porque a esa edad no me hubieran dejado leerlo, pero yo lo leía en inglés, en mi casa, pasé leyendo este tipo de libros de mi abuelo; además de, por supuesto, la biblia: yo pertenecía a una estructura religiosa: a la iglesia anglicana, una iglesia episcopal, que es una religión de libros. »Ese contacto con la lectura fue muy importante desde niño; y el otro factor, fue una señora: Miss Rob, que siempre me contaba cuentos, y un día me dijo: “fíjese que acabo de recibir este libro nuevo, y tengo problemas con mis anteojos, yo quisiera ver si hacemos al revés, que usted se lleve el libro, lo lea, y cuando pase por aquí viene y me lo cuenta”. Yo tenía que pasar siempre por la casa de ella para ir a la escuela, agarré el libro y lo puse por ahí, pero un día la señora me llamó y me dijo: “vea, cuánto tiempo llevo yo de contarle a usted cuentos, y ahora que mis anteojos están mal le pido el favor, y usted no quiere”. Bueno, a mí me dio mucha vergüenza; entonces comencé a leer los cuentos y a contárselos; claro, años después reflexioné, ¡qué raro! Miss Rob, leía perfectamente con sus anteojos en la iglesia, entonces cómo era que estaban malos esos anteojos; al final lo que hizo fue un truco, a través del cual logró que yo leyera esos cuentos, eran cuentos orientales, “Las mil y una noches”, o los cuentos de Anansi, que terminaron por despertar esa imaginación literaria en mi persona; eso junto a la influencia de mi abuelo, su biblioteca y la escuela. Sus dos primeros libros “El pozo y una carta” (1969) y “Bronce” (1970) corresponden a colecciones de cuento, que en su momento fueron publicados en ediciones de autor, supongo con un tiraje muy limitado ¿Pero qué significan estos primero trabajos para usted hoy, mirándolos ya en perspectiva? Estos libros fueron esfuerzos por dar a conocer mi obra literaria. Había una señora, Blanquita le decíamos, que me ayudó a pasar a esténcil “Bronce”; después fue un esfuerzo personal que hice para “El pozo y una carta”, que era el otro folleto que salió. Para esa época no tenía todavía los medios para publicar, no me había confrontado con las editoriales, pero finalmente, después de esas dos publicaciones la Editorial Costa Rica publicó mi primer libro, “Una canción en la madrugada”, y a partir de ahí la pura verdad es que no tuve muchos problemas hasta que yo mismo decidí que quería otro ámbito de publicación. »Pero esos libros fueron eso: un esfuerzo precisamente por dar a conocer mi obra, inclusive yo recuerdo que en el caso de “El pozo y una carta” anduve yo mismo, con mis libritos, tratando de venderlos. Me fui a Estrada, y la gente me decía “¿Usted lo hizo, sí? –Regáleme una copia”, porque claro, no existía la cultura de pagar por un libro. Hasta que un día en que le dije a un amigo: “si usted es amigo mío, usted apoya mi obra, yo no regalo libros.” y de ahí en adelante esa fue mí política. Salvo excepciones, yo no regalo libros ¿Por qué voy a regalar? Acaso usted está dispuesto a darme doscientas cincuenta horas de su tiempo, que fue lo que me costó crear ese libro. Si usted quiere apoyarme, cómprelo, y si no, pues déjelo ahí. ¿Y desde el punto de vista literario, cómo “relee” esos cuentos ahora? Mirá, normalmente yo no leo a Quince Duncan. Muy pocas veces he releído las cosas que ya tengo escritas. Generalmente, cuando hay relecturas, es porque tengo algún compromiso de hablar de un libro específico; pero he escrito mucho, en el caso, por ejemplo, de “Contra el silencio” hay una reedición, entonces, bueno, hay que leerlo de nuevo, eso es con la parte de ensayo, pero la parte propiamente de cuento y novela, generalmente no los releo. Yo espero que haya habido una evolución, pero eso no lo sé… Cuénteme un poco más cómo fue su introducción a la Editorial Costa Rica Yo presenté a la Editorial Costa Rica una colección de cuentos, que terminó siendo el libro “Una canción en la madrugada” y pasaron los meses y no hubo ninguna respuesta, entonces me fui a retirar el libro. En ese tiempo era muy valioso, porque era una sola copia a máquina de escribir, entonces fui a recoger los originales, y me dice el administrador, don Víctor Julio Peralta “¿Para qué te lo vas a llevar?” y le digo: “pues cuántos meses tengo de estar esperando y no me han dicho nada”, y me dice él “¿y cómo te íbamos a decir, si no dejaste ninguna dirección para notificarte… hay una pequeña comisión que quiere conversar con vos sobre algunas cosas del libro, pero superando eso, se puede publicar.” »Esa comisión eran dos señores: don Beto Cañas y don Samuel Rovinski, ellos se sentaron conmigo, para hacerme algunas observaciones, y resultado de todo eso eliminé un par de cuentos e hice algunos cambios para darle un poco más de unidad al libro, que era el objetivo. Y además de Beto Cañas y Samuel Rovinski ¿Cómo fue esa introducción al mundo literario de aquel entonces? ¿Cuáles fueron aquellos escritores o figuras literarias con las cuáles usted logró coincidir y crear amistad? Bueno, creo que don Fabián Dobles, en primer lugar, porque yo tenía una gran admiración hacia él, me parecía que estaba interpretando magistralmente a un campesinado en extinción ya para entonces, ese campesinado de las “abras”, de cuando la posibilidad de hacerse con tierras en el centro del país comenzó a agotarse y fueron emigrando; mientras que yo a la vez quería representar la población afrocaribeña que pasaban por una situación parecida. Me gustó mucho ese enfoque de Don Fabián, pero además de este aspecto, él fue editor en la Editorial Costa Rica, y hay un par de libros que yo escribí influenciado por él. Como te digo, fue de los que escritores que más admiré en este país; inclusive, su último libro, que es otra onda completamente diferente, “Los años pequeños días”, es una pequeña joyita. Don Quince, sigamos hablando de su obra: su primera novela “Hombres curtidos” (1971) aborda el tema de las múltiples tensiones presentes en la población negra de origen jamaiquino, en el momento en que buscan integrarse dentro de las costumbres y tradiciones costarricenses, pero siempre reivindicando su origen. Situada esta obra en el contexto de su publicación, cómo recuerda que fue recibida. Yo diría que hay dos cosas ahí. Creo que sólo dos de mis libros fueron rechazados por una editorial. “Hombres curtidos” fue rechazado por la Editorial Costa Rica, y lo rechazaron sobre la base más que todo de las técnicas que utilicé. Estamos hablando de los años en que apenas se comenzaba a hablar del “boom”, de esa nueva forma de plantear la novela… y eso no era de trato diario en Costa Rica, sino que la tendencia era el relato lineal; entonces, después de haber presentado el libro, una señora muy influyente en este país, que fue a la que le dieron a leer el libro, lo destrozó completamente. Entonces decidí publicarlo por mi cuenta, con tan mala suerte que, una excelente editora trabajó en las correcciones, pero finalmente la editorial no las tomó en cuenta. Ese libro se publicó plagado de dedazos y errores de ese tipo, pero aun así, esta novela posteriormente ha sido muy estudiada en el plano internacional –de hecho Dorothy Mosby lo está traduciendo al inglés– pero tal vez es la obra menos conocida de mi carrera, a pesar de ser el primero y plantear ese problema tan específico. ¿El rechazo entonces vino por plantearse como una obra experimental? Cuando uno presenta un libro, lo hace de manera anónima, para que el comité lo evalúe, y dio la casualidad que en esos días me nombraron suplente de la Junta Directiva de la Editorial Costa Rica, entonces yo estuve ahí, sentado a la par de la señora mientras daba el dictamen, y una vez que terminó, le dije: “bueno, la obra es mía”. »Pero todas las barbaridades que dijo, todo estaba apuntado a que “sólo falta no sé qué”, “sólo falta que nos hagan tal cosa…” pero todo eso que faltaba era en el sentido de que no entendía qué cosa era la obra. Porque claro, no era lineal en su registro temporal, aunque durante mucho tiempo, mi narrativa iba a ir por ahí. Creo que la última obra que va en esa línea, con la que esta señora se hubiera muerto, es “Kimbo”, donde hay un solo nombre en todo el libro, mientras que todos los personajes usted los identifica por su forma de hablar… pero bueno, esa fue la razón del rechazo, en eso consistió su dictamen. En 1972, usted junto a Carlos Meléndez, elaboran un texto para celebrar el primer centenario de la inmigración jamaiquina hacia Costa Rica. Este es un texto que todavía hoy circula a través de repetidas reediciones de la Editorial de Costa Rica. En su ensayo, usted señalaba que Costa Rica tenía como tarea pendiente integrar e incorporar a la población negra, y transformarse así en el proceso ¿Cree usted que está pendiente todavía esta transformación? Está pendiente, aunque hemos avanzado algo. Pero todavía está pendiente. Se acaba de reformar el artículo primero de la Constitución, declarándonos país multiétnico y pluricultural, que es un paso adelante, y me parece que muy importante, porque ésa ha sido nuestra realidad siempre, aunque nunca se ha querido reconocer. »Si uno revisa los textos escolares de la década de los ‘20 del siglo pasado y hasta la década de los ‘50, había gente muy prominente, como don Carlos Monge Alfaro –rector de la Universidad de Costa Rica– autor de uno de los libros para la enseñanza de los Estudios Sociales, textos donde se representa a Costa Rica como una nación blanca, caucásica y pura: las cifras que presentaban afirmaban que había un 95% de población caucásica. Todos eran blancos. Por eso es que no resulta tan fácil para un costarricense del valle central comenzar a comprender que es un mestizo. »Hace poco en una exhibición de Lucas Iturriza, en el Museo Nacional, había una gran cantidad de imágenes sobre costarricenses, había de todo, y mientras usted iba viendo toda esa diversidad, de repente, se encontraba frente a un espejo. Esto resultó ser una práctica increíblemente efectiva: es confrontarse frente a tu propio rostro, que es producto de todo lo anterior. Cuesta mucho, que el costarricense del valle central se mire en ese espejo. Tengo una novela que se llama “Los cuatro espejos” en el que el personaje, que es un hombre negro, se ve en el espejo pero no encuentra su rostro, yo creo que al tico en general le pasa mucho eso, pero ha habido pasos importantes hacia adelante. La tarea consiste en que se acepte y reivindique el mestizaje, porque muchas veces, cuando se hace referencia a este mestizaje lo que se dice es: “bueno sí, hay algún antepasado indígena en mi familia, pero de eso hace mucho, yo ahora soy blanco…” En América Latina padecemos de tres problemas, nuestro racismo es eurocentrismo –o basado en la eurofilia, como le lo llamo yo– que corresponde a una enajenación total por la cultura europea; según nosotros esa es la cultura. »Alberdi en Argentina decía que en América Latina lo que no es europeo es bárbaro, eso nos lleva a la etnofobia, el rechazo a esa diversidad de culturas, y si tenemos algún reconocimiento sobre la cultura nativa es del pasado, y es para equipararnos con los europeos: ustedes tienen griegos, tienen romanos, nosotros tenemos incas y tenemos mayas, aunque en la actualidad todo se considere “indio.” Ahí está presente la etnofobia, el rechazo a esa diversidad cultural, y eso nos lleva al gran problema nuestro, que yo le llamo endofobia, es decir, el rechazo a uno mismo, porque si yo creo que solo lo europeo es lo bueno, y creo que todo lo que está aquí alrededor mío no sirve para nada, mientras yo soy producto de eso, me estoy rechazando a mí mismo. Es difícil, todo esto es parte de un adoctrinamiento, es parte de una programación social. Es muy difícil superarlo, pero creo que hay pasos: yo me pongo a ver la situación con la que me encontré en San José en los años ‘50, y lo comparo con lo que hay ahora y, sin duda, es otra cosa. Entonces, aun y con todas las tareas pendientes, creo que vamos hacia adelante. Don Quince, quisiera saber cómo se insertan –si así fuera– sus vivencias personales del año 1948, siendo usted niño en aquel entonces, dentro de su novela “Final de Calle” (1979), en donde se cuestionan los supuestos ideales que estuvieron en juego durante la Guerra Civil. Bueno, lo que pasa es que las vivencias de niño fueron muy pasajeras, yo no tenía ni consciencia, ni conocimiento suficiente. No estaba insertado en esa sociedad que estaba en guerra civil, estábamos al margen completamente. Mi participación se limitó a dos cosas: uno, ver pasar el famoso avión, que casi mata a la señora que vendía pudín, al disparar hacia sus pies. Esa señora hubiera dado un paso hacia adelante y la hubieran fulminado, y no sé por qué, la señora solamente iba con sus pudines en la cabeza… fueron tres cosas, más bien: ver empotrado en el tanque de agua del tren de vapor, unas ametralladoras que disparaban contra ese avión, un avión que volaba muy bajo, disparándole a la gente… y por otra parte, la dolorosa situación de mi abuelita: que tenía apendicitis –aunque nosotros en ese momento no sabíamos qué era– pero como estaban disparándole al tren, mi abuelo le dijo “no, usted no se va”, entonces hasta que Liberación logró controlar todo el camino, fue que ella pudo venir a San José, pero ya era demasiado tarde, la apendicitis se había convertido en peritonitis y ella murió. Esos son los tres hechos que yo recuerdo en ese contexto. »Pero, resulta que cuando ya uno comienza a criarse y a meterse en estas cosas, yo me encuentro de repente, con una suerte increíble, por ser el “primer escritor negro de Costa Rica”, eso quiere decir, el primer escritor afrocaribeño de Costa Rica que escribe en español, porque hay escritores negros anteriores a mí, pero escribían en inglés y publicaban en los periódicos de Limón. Además de esta situación, en ese momento se dio una política nacional de integración de la gente negra, entonces fui muy celebrado, y muy acogido: de repente, el hijo de mi madre andaba con don Fernando Volio, con Beto Cañas, con don Lalo Gámez, hasta con Figueres o el padre Núñez, y siendo chiquillo, me encontraba dentro de esas “monstruosidades”, porque era gente realmente de una capacidad intelectual increíble; pero, metido yo en ese grupo, comienzo a notar los quiebres y las protestas: doña Carmen Naranjo, por ejemplo, que incluso renuncia como ministra de cultura. »El ideal liberacionista en el cual nos habían criado –porque yo recuerdo a mi maestra en la escuela, metiéndonos socialdemocracia hasta por debajo de la lengua– comienza a transformarse en corrupción y cosas de ese estilo, y en ese contexto aparece una literatura de protesta, una literatura de desencanto, como la llamaban los teóricos de aquel entonces. Dentro de esa “literatura de desencanto” es que hay que situar “Final de Calle”. Yo me había formado en esa escuela doctrinaria, incluso había llevado cursos a cargo de Luis Alberto Monge, que dirigía un instituto de formación de ese tipo, pero de repente, comencé a notar la crisis: cosas que le hacen a uno pensar “¿cómo es esto?”, por eso el título “Final de Calle”, la pregunta era: para dónde agarramos, ya el ideal se agotó, el proyecto estaba muriendo. »Pero también en esas andanzas había entrado en contacto con el otro lado, o más bien, con los otros lados: el lado comunista y el lado de los “mariachis”, fue ahí cuando me dije: “no, aquí hay que hacer un trabajo en el que se escuchen todas las partes”. La voz de los vencidos, de las múltiples tendencias, del conflicto y el resquebrajamiento de las lealtades. »Entonces yo diría que ese libro es el fruto de ese acercamiento mío con todas estas personas, y mi propia experiencia vital, experiencia que me permitió incluso ser testigo de conversaciones inéditas para mí; de cosas que yo dije “¿pero cómo es esto?” ver y escuchar a oponentes absolutos –por los que yo estaba dispuesto a enfrentarme de forma violenta– sentarse y ponerse de acuerdo, mientras que yo ahí, de testigo, pensaba: “¿así es la cosa?”. Ese libro fue producto de esa experiencia, más que de la niñez. En 1972, usted se encarga de compilar y prologar una antología “El negro en la literatura costarricense”, con la particularidad de que dentro de la reunión de autores de este trabajo, usted era el único escritor negro limonense. En el panorama actual ¿Cómo evalúa usted el desarrollo de la literatura costarricense que trata el tema del Caribe y de la población negra? Ese es el único libro en mi trayectoria del cual me he arrepentido. Eso fue influencia de don Fabián Dobles, que me propuso realizarlo como una continuación de “El negro en Costa Rica”. Hay dos problemas serios en ese libro: el primero, es que yo tenía la definición muy tica de qué es racismo, y aunque alguna insinuación haya ahí, la verdad es que yo pasé por alto muchos contenidos racistas de la obra que yo mismo propuse. Estaba muy claro en el primer cuentito, que fue recomendación de don Carlos Meléndez, sobre la negra en Matina –pero es que ese es muy obvio– pero habían otros textos que tienen sus cosas, más sutiles, y yo no me percaté de eso; fue meses después, que fui invitado a una actividad, en Suiza, donde escuché una conferencia del autor Sivanandan, que era británico de origen indio, y yo ahí sentado me decía “¿Eso es racismo? ¡Qué barbaridad! Pero si lo tengo alrededor mío y no me he dado cuenta.” Porque aquí, la definición de racismo es que nos encontremos con un rótulo que diga “Aquí no entran negros”, pero como no están los rótulos, pues entonces no hay racismo. A partir de ahí me dije que ese libro no lo iba a reeditar, porque hubiera tenido que cambiarlo completamente. La otra cosa es que me limité a obras publicadas en español, y hasta ese momento yo era el único –aunque digan lo contrario, yo era el único afrocaribeño que escribía en español, sería mucho después que vendrían otros– pero yo creo de debí haber incluido por lo menos un artículo sobre toda la literatura anterior escrita en inglés, y no lo hice, y todavía es una deuda que tengo pendiente. He estado viendo si algún estudiante lo hace, pero creo que lo voy a hacer yo. Entonces, por esas dos razones yo dije: “bueno, hasta aquí, este libro que se quede ahí” no puedo hacer nada, y no vale arrepentirse de lo que uno ha hecho porque con eso no se hace nada, pero si acepto que para mí hay un enfoque erróneo en ese libro. Y sobre los autores más recientes que abordan el tema del Caribe y la población negra costarricense ¿cuál es su opinión? Por ejemplo, Abel Pacheco, dio un enfoque diferente; él se crió entre gente negra, entonces, no es una literatura del tipo de la de Joaquín Gutiérrez, que está viendo desde afuera y haciendo caricatura. Abel es un hombre que realmente crea personajes. Cuando hablo de Joaquín Gutiérrez, me refiero específicamente a Cocorí, porque no es en toda su obra, pero Cocorí está construido sobre el racismo doctrinario, eso es muy obvio; aunque del todo, lo malo no es Cocorí como obra, sino el uso social que se le ha dado a este libro; porque en ninguna parte se dice que es Limón, pero sin embargo, eso es lo que nos enseñan en la escuela que significa Limón. Luego, bueno, están los autores que son gente negra: está Eulalia Bernard, y de los jóvenes Shirley Campbell y Delia McDonald, que son muy buenos. Hay otros, pero que todavía no han destacado a nivel suficiente. Por otra parte, el trabajo y el enfoque de Anacristina Rossi es interesante, porque muchas veces se equipara Limón con gente negra, y eso nunca ha sido así, ahora menos, pero nunca ha sido así, por eso el absurdo de que Cocorí no haya visto antes una persona blanca. Yo tengo un libro que se llama “Toda la verdad sobre Cocorí” que espero que salga de aquí a un mes, y una de las cosas que muestro ahí, es una lista de autoridades y empresarios de Limón: son todos gente blanca: ¿Quién era el médico del puerto? Dr. Stiegel, alemán; ¿Quiénes eran los comerciantes? los Jurado, los Del Barco, muchos de ellos colombianos, los Pardo. Ahí están, son limonenses, sus hijos y nietos son limonenses. Muchas de esas familias todavía están ahí, otros ya están en otras partes del país, pero esa es la idea: Limón fue y es hoy, una ciudad y una cultura diversa ¿Qué la mayoría en algún momento fue negra? Sí, en algún momento, pero tampoco duró mucho. Hoy somos francamente minoría absoluta en la provincia; es más, la mayor cantidad de afrodescendientes en Costa Rica, viven en Desamparados y Alajuelita, más que en el cantón central de Limón. Eso te da una idea del cambio. Ahora, yo no estoy consciente de otros autores que estén tratando estos temas, más que los que te mencioné, pero en estos, definitivamente hay un cambio en el enfoque. Revisando su bibliografía, noté que sus publicaciones literarias aparecieron con cierta frecuencia y mucho protagonismo durante de la década de 1970, y hubo que esperar alrededor de casi diez años para ver una nueva novela suya: “Kimbo” (1989) ¿Responde esto a asuntos editoriales o hay algo más allá de eso? Si, efectivamente en los setenta yo sacaba prácticamente una publicación al año, después entré en un periodo quizás de crisis personal, que me duró hasta “Kimbo”, y ahí comencé otra vez a publicar, pero ya más espaciado… yo creo que también es que uno va ocupándose de otras cosas, y metiéndose en otras cosas: por ejemplo el trabajo como profesor, que le resta a uno tiempo para la creatividad. He tenido varios momentos donde yo dije, bueno, en esta línea ya dije lo que tenía que decir, aquí ya no tengo nada qué hacer, y pasan unos años y de repente estoy de nuevo sobre eso ¡Como ahora! Ahora tengo, no sé, como cinco proyectos de novela ya comenzadas, que andan por ahí, aunque no necesariamente en la línea que he venido trabajando, pero que son proyectos que están con apuntes, esperando algún momento en que pueda sentarme a desarrollar alguno de ellos; porque esas cosas vienen por inspiración: pero no inspiración en el sentido de unas musas místicas que llegan, pero sí de repentinos impulsos que no sabe uno de dónde vienen, son impulsos que te llevan a considerar que hay algo qué decir: porque yo no creo mucho en eso de la literatura por la literatura, yo pienso que uno escribe porque tiene algo qué decir. Hay escritores que me dicen “yo escribo, pero no aspiro a que alguien me lea” y yo me pregunto “¿entonces para qué escriben?”, porque esto es un proceso de comunicación, no puede uno decirse escritor, sino da a conocer lo que hace. En algún momento yo le recomendé a unos escritores, cuando me preguntaban “¿qué hacemos?”, les dije: lean todos los días, escriban todos los días, aunque rompa lo que escriba, pero hágalo, porque es flexibilizar la máquina, y en algún momento te llega la inspiración, porque eso si es un mecanismo que yo no lo he podido explicar: vienen los personajes, hacen lo que les da la gana, uno tiene trazado conscientemente el rumbo, y el personaje agarra por otra parte, se va por donde quiere… esos son los mecanismos de creación literaria que yo no he podido explicar, porque no entiendo cómo se dan; tal vez por eso no releo mucho mis obras, porque entonces digo “así no era”, pero bueno… ahora tengo muchos proyectos, puedo tener como seis libros, pero también fue que me dediqué por mucho tiempo a escribir también trabajos académicos: ensayos, textos escolares, y eso distrae la otra parte. ¿Podría comentarnos algo sobre estos proyectos literarios actuales? Bueno, sobre dos de esas obras que comenté anteriormente, una de ellas es una novela sobre un personaje cubano, que se llama Esteban Estenoz, situado en la Cuba del contexto de la lucha por la independencia, que fue encabezada en gran medida por la afrodescendencia –los “mandi”–. Resulta que una vez conquistada la independencia, la población negra entró en razón de que la cosa era igual o peor que con los españoles, porque si bien se eliminó la esclavitud, no contaban con participación política. Debido a ello, organizaron un partido político propio, que no era un partido excluyente, pero si era un partido dirigido por gente negra para acceder y participar. Resulta entonces, que el gobierno decide hacer ilegal este nuevo partido, porque estaba tomando tal fuerza, que parecía que iba a ganar las elecciones. Es ahí cuando esta gente comete el “error” táctico de coger sus armas e ir a desfilar, diciendo: “si nos hacen eso, somos capaces de irnos otra vez a la montaña”, situación que el gobierno aprovechó para “barrerlos”: tres mil muertos en una semana. Sobre eso va la novela que estoy trabajando: comienza con Cádiz y todos los esfuerzos libertarios que se hicieron en este lugar, y posteriormente, lo que sucede en Cuba hasta que matan a Estenoz. Hay otro proyecto, totalmente diferente a todo lo que he hecho antes, cercano más bien a la ciencia ficción y la fantasía –una locura de ese tipo– un proyecto sobre el que he adelantado algún trabajo por lo menos a nivel esquemático. Finalmente, Don Quince, usted ha sido nombrado por el actual gobierno como Comisionado de Asuntos de la Comunidad Afrocostarricense ¿Podría hacernos una breve reseña de su labor desde esta oficina? Bueno, esto viene de que, durante la campaña, las organizaciones negras, decidieron ponerse de acuerdo y citar a todos los candidatos presidenciales para solicitar una serie de reivindicaciones. Todos los que tenían posibilidades de ganar, excepto el PUSC, firmaron el documento; y el presidente actual, fue uno de los firmantes, así que cuando él llegó, dijo que deseaba cumplir con esto. Esta es una petición porque hay tareas pendientes, cosas muy específicas que tienen que ver con los afrodescendientes, por ejemplo, si uno toma en cuenta el último censo, se entera de cosas sorprendentes: cómo que hay una desventaja muy grande de la población negra en términos de economía, de educación, y un largo etcétera, con el agravante, de que no fue siempre así. En el censo de 1927 –si mi memoria no me falla– el 92% de los hombres y creo que el 93% de los mujeres, sabían leer y escribir, contra el 67% que era el promedio nacional. Nosotros, todos, íbamos a las escuelas de inglés, escuelas británicas, la gente leía y escribía en inglés, además de que era una población muy circulante, y muchos países pedían, para darte la visa, que supieras leer y escribir, entonces ¿qué ha pasado ahora? »Si usted va a Limón, aunque como dije, la mayoría de esta población negra ya no está, resulta que tienen un promedio de educación inferior al promedio nacional. Las mujeres negras, por ejemplo, desde el punto de vista de los diferentes grupos étnicos, el grupo que tiene la educación más alta, son las mujeres negras urbanas, pero no consiguen trabajo, entonces, tienen una educación por encima del promedio de las mujeres a nivel nacional, pero a la hora de acceder a un trabajo, las encontrás trabajando en cualquier otra cosa menos en aquello para lo que están capacitadas. »Otra situación, es que hay algunas enfermedades específicas, que son enfermedades recurrentes en la población afro, y que igualmente, requieren de una atención específica; por ejemplo, la drepanositosis. También está la situación cultural, de ciertas prácticas de dieta, por ejemplo, que estimula cierto tipo de enfermedades en la población negra, o la negativa de algunas de las señoras mayores, a que las vea un médico blanco y que las toque en ciertas partes de su cuerpo. Por ello se requiere una política y unos protocolos muy específicos de atención para esta población. Desde ahí es que se planteó este plan de Reconocimiento, Justicia y Desarrollo. A través del reconocimiento, se debe promover y aceptar el aporte de la cultura afro, tanto colonial –la marimba, el quijongo, la virgen de los ángeles– como la población afrocaribeña que se incorpora después –el calypso, el trabajo, la construcción del ferrocarril, que permitió el desarrollo de este país, la construcción y manejo de los muelles, etc–. Después, está la justicia, en la que estamos trabajando de manera muy seria con el Poder Judicial, específicamente con el problema de perfilamiento racial, por ejemplo: dos personas corren en la calle, una es blanca y la otra es negra, el blanco es un atleta, y el negro es un ladrón que quién sabe qué se robó. La policía ha venido actuando así, con esa mentalidad. Es inexplicable, si somos el 7,8% de la población, que la sobrepoblación de jóvenes negros en las cárceles, sea la mayoría, incluso con sentencias más largas comparativamente. Esto, entre tantas cosas más, son parte de mi trabajo aquí, desarrollar planes para lograr que poco a poco se vaya superando todas esas tareas.