0809-c.qxd 08/11/06 8 07:19 p.m. Page 1 La Plata, jueves 9 de noviembre de 2006 Interés General EN VISPERAS DEL 25º ANIVERSARIO DE LA SANGRIENTA GUERRA El contingente más numeroso de Gabriel Sagastume, Oscar Ibarguren, Luis Poncetta y Raúl Pavoni sobrevivieron a los cruentos días de 1982. Durante más de dos décadas, dijeron que jamás se emitieron por TV los hicieron cambiar de opinión. Con dinero de su bolsillo, el sábado llegarán al emblemático archipiélago vía Chile. Lo primero que El dato La Plaza repleta y la llegada de la democracia “No hay que perder dimensión de que cuando Galtieri (foto) arengó desde Plaza de Mayo, había una multitud. Y no eran jóvenes como nosotros, que no teníamos consciencia de lo que pasaba. Tampoco hay que olvidar que la democracia vino porque nosotros fuimos a Malvinas y porque murieron cientos de compañeros. Nuestra sociedad debe aprender de hechos como éste”, opina el ex combatiente Gabriel Sagastume con una mirada madura del conflicto de 1982. Para 2007, cuando se cumplan los 25 años de la guerra, ya se anuncian diferentes desfiles en Londres a los efectos de celebrar la victoria de la corona británica en ese punto recóndito de mapa que, por diferentes argumentos -geográficos e históricos-, le corresponde a la Argentina. Para Sagastume, “siempre y cuando se recuerde lo que pasó en Malvinas para que no se vuelva a repetir, es bueno”. Ni este ex combatiente, ni sus compañeros Raúl Pavoni, Oscar Ibarguren y Luis Poncetta, sienten rencor con los británicos. “Quizás es porque el tiempo también aplaca las sensaciones”, aseguran. Por Esteban M. Trebucq De la Redacción de Hoy ‘62 ya había sido dada de baja, pero algo imprevisto pasó. Pavoni, Ibarguren y Sagastume vieron y escucharon desde su casas, con tupida barba, jeans gastados y zapatillas de ocasión, el grave vociferar de Leopoldo Fortunato Galtieri en una Plaza de Mayo repleta de gente. “Si quieren venir que vengan, le presentaremos batalla”, exclamó, con su voz corroída por la desenfrenada pasión al whisky. “Nadie dimensionó lo que pasaba, éramos muy pibes y ya nos considerábamos civiles de nuevo. Estábamos contentos porque la colimba había terminado, pero de golpe y porrazo llegó la notificación de que debíamos reincorporárnos”, recuerda Pavoni, que en ese entonces estaba en Mercedes. “Sin ánimo de reproche, hoy me pregunto por qué mi viejo no me escondió”, dice este hombre que cayó como prisionero de guerra. Gabriel Sagastume es fiscal penal bonaerense, está casado y tiene una hija, Pilar. Oscar Ibarguren también trabaja en el Poder Judicial; fruto de su matrimonio, nació Gonzalo. Sofía, de 17 años, es la hija de Raúl Pavoni, otro empleado estatal. Los tres, junto a Luis Poncetta, también tienen un pasado en común: sobrevivieron a la guerra de Malvinas. A ese lugar volverán, 24 años más tarde, cuando el próximo sábado toquen el helado suelo del archipiélago. El viaje será especial; el primero de un contingente tan numeroso de ex combatientes platenses a ese emblemático sitio, hoy en manos de la corona británica, con otra novedad: cada uno de ellos acarrea los gastos completos de pasaje y alojamiento. Sagastume e Ibarguren compartieron el mismo pozo (en realidad, una endeble carpa) en Wireless Ridge Aunque todos construyeron sus vidas tras los cruentos días de 1982, cuando todavía no tenían 20 años, hay hechos que nunca podrán borrar de la memoria. Como los dos meses que sufrieron condiciones infrahumanas Sagastume e Ibarguren, en una endeble carpa, con un frío que calaba los huesos y sin alimentos, al lado de la trinchera en su posición de Wireless Ridge, a metros de Monte Longdon, con la Compañía A del Regimiento 7 de nuestra ciudad. Pasaron hambre, sufrieron la tortura física y psíquica y volvieron al continente heridos, pero con vida. Pavoni, radicado en La Plata, fue a Malvinas con el 6 de Mercedes. Nadie le avisó que la guerra había terminado Postales. La costa y el cementerio. Muchas cruces no tienen nombre A Pavoni todos los días se le presenta la imagen de los soldados británicos marchando por el pueblo en la tarde del 14 de junio. No sabía qué pasaba, nadie le había avisado que la sangrienta guerra había terminado. Los cuatro coinciden en un punto: “Si hace cinco años nos decían si queríamos volver, la respuesta era contundente: no. Pero la película (Iluminados por el fuego, de Tristán Bauer) y los diferentes documentales que se emitieron por TV, nos hicieron cambiar de opinión. Hoy queremos cerrar ese duelo que abrió la guerra”, describe Sagastume, que ya tiene lista una HP digital para retratar las imágenes que se le abrirán a cada paso en el gélido archipiélago. ¿Civiles? Carrera, mar... Corría marzo de 1982; la clase “Mi vieja quería que me fuera a Salta para que no me encontraran”, aporta Sagastume, pero “yo tenía una juvenil inconsciencia. Me quedé, y en cuestión de horas estaba nuevamente con los borceguíes”, agrega. “Fue como ingresar de nuevo a la colimba. ¿Civiles? Vamoooos, carrera, mar..., nos reprimieron cuando nos reincorporaron. Inmediatamente nos afeitaron, nos dieron esa misma pilcha vieja y las ar- Hoy, en la isla, la guerra no es un tema central Si bien el recuerdo de la guerra está presente en el archipiélago, para la población de unos 2 mil habitantes en la actualidad no es algo central. “Los isleños más grandes y conservadores se quejan de los argentinos, pero quedan muy pocos. Allá la gente no habla de la guerra; ya pasaron casi 25 años y hay nuevas generaciones que aprendieron a convivir con el idioma español, a raíz de la gran cantidad de chilenos que trabajan en el lugar”, describió Ernesto Alonso, un ex combatiente platense, casado y padre de dos hijas, que en junio último estuvo en Malvinas. Ninguno siente rencor con los británicos. Quieren que se sepa la verdad completa sobre lo que pasó en 1982 Son alrededor de 300 los chilenos que cumplen funciones en los tres bares que existen, en los dos hoteles o en el único supermercado que está abierto todo el año. También hay argentinos, pero muchos menos: dos o tres, según Alonso. Hoy, además, los kelpers (malvinenses para nosotros) alcanzaron la autosuficiencia económica y gozan del segundo PBI per cápita más alto del continente americano (U$S 32.000), apenas superado por los Estados Unidos (U$S 41.000). Sólo dependen de Gran Bretaña para su defensa y por primera vez tienen una economía no basada exclusivamente en la cría de ovejas. Todas las familias tienen más de una camioneta 4x4; y gran parte, un avión privado. Hoy existen unos 200 barcos operando en la zona. Estas licencias suman unos 40 millones de dólares por año, según cifras oficiales del Gobierno de las islas. Es el 75% de la totalidad de sus ingresos, con lo que se mantienen el sistema de salud, la educación, la Policía y la asistencia social, entre otras cosas. Para tener una noción de la magnitud de su nivel económico, compare con estos datos: Canadá tiene un PBI per cápita de U$S 28.390 anuales; México, de 6.770 dólares; Chile, de 4.910; Costa Rica, de 4.670; Uruguay, de 3.950, la Argentina, de 3.720; y Brasil, de 3.090. Monte Longdon