La decisión de Elsa Restaura en mí la alegría de tu salvación y haz que esté dispuesto a obedecerte. Salmo 51:12, NTV E lsa y su amiga Olivia fueron a un campamento con los niños de su iglesia. Pasaron el fin de semana en el campo, en un lugar muy hermoso situado entre montañas. La vegetación era abundante, y a pocos metros de los dormitorios corría un río de aguas cristalinas. –¡Vamos, pues, Elsa! ¡No seas tonta! –dijo Olivia, insistiéndole a su amiga a que la acompañara al río a bañarse–. Todos están en la clase cantando. Nadie se dará cuenta de nuestra ausencia, y el agua es tan linda... ¡Vamos! Elsa dudó por un instante; pero luego decidió quedarse. –¡No iré! –le dijo con firmeza a su amiga–. Voy al estudio bíblico aunque tú no quieras ir. De inmediato fue corriendo al salón de clase. Llegó agitada, en el momento que una de las consejeras salió en busca de las dos niñas tardonas. Avergonzada entró al salón. Momentos después la consejera entró con Olivia. RECIBIR O RECHAZAR Era el segundo día del campamento y los niños gozaban de los juegos y el compañerismo, aunque para algunos era un poco difícil obedecer lo dispuesto en el programa. El estudio bíblico del día era acerca de Jesús, cuando predicó en la sinagoga de Nazaret. –Algunos recibieron su palabra con admiración y gozo –dijo el maestro–. Otros se enojaron y lo echaron del pueblo. Elsa pensó en los que rechazaron a Jesús. Ella no quería hacer eso. –Cada uno de ustedes tiene que tomar su propia decisión –siguió diciendo el maestro–. A ustedes les toca decidir si van a recibir a Jesús o rechazarlo. UNA DECISIÓN PERSONAL Al terminar el estudio bíblico hicieron trabajos por grupos, con preguntas acerca de Jesús y su prédica en Nazaret. Lee la historia en Lucas 4:16-30. El grupo al cual pertenecían Elsa y Olivia se reunió a la sombra de un enorme árbol, junto al río en el cual quería bañarse Olivia. Aunque ella sabía que sólo faltaba una hora hasta que todos pudieran bajar al río, no podía dejar de pensar en el agua. Para Olivia el río era una gran tentación. La consejera repitió lo que había dicho el maestro durante el estudio: –Cada uno tiene que tomar su propia decisión en cuanto a Jesucristo. Él nos ofrece salvación, pero no obliga a nadie. ¿Habrá alguien entre ustedes que quisiera recibir a Jesús ahora mismo? Elsa y Olivia se miraron por un momento, como buscando una respuesta en los ojos la una de la otra. Las niñas se conocían bien, pues eran muy buenas amigas. Los ojos de Olivia decían que «no», mientras que los de Elsa estaban todavía pensativos. EL LLAMADO DE JESUCRISTO Elsa sintió en su interior el llamado de Jesucristo. El maestro que les enseñó esa mañana había explicado con toda claridad el plan de Dios para la salvación. Los padres de Elsa no eran creyentes, pero ella comprendía que cada persona tiene que responder por sí misma ante de Dios. Olivia, en cambio, era de un hogar cristiano; pero no mostraba mucho interés por las cosas de Dios. ELSA TOMA SU DECISIÓN La consejera se dio cuenta de la lucha que se libraba en el corazón de Elsa, por eso le dio el tiempo necesario para que decidiera. ¡Qué feliz se sintió al escuchar la voz de la Elsa que dijo: «Yo... yo, ¡yo quiero aceptar a Cristo ahora!» Con fe sincera Elsa confesó sus pecados y recibió el perdón de Jesús. Luego de agradecer al Señor por la salvación, ella añadió: «Señor Jesús, ayúdame a ser un buen ejemplo de tu amor, para que también Olivia y mis padres lleguen a conocerte como su Salvador personal. ¡Que no sean ellos como los judíos que te echaron de su pueblo!» LA ALEGRÍA DE LA SALVACIÓN Elsa sintió gran alegría en su corazón. Su consejera le dijo que era la alegría de la salvación. Le explicó que un día el rey David cometió un gran pecado y perdió esa alegría. Pero cuando comprendió que había pecado contra Dios, David se arrepintintó y pidió a Dios que le devolviera la alegría de la salvación. Elsa regresó a casa dispuesta a ser un buen ejemplo para sus padres y hermanos de lo que significa tener la alegria de la salvación que Jesucristo da. Y sabía que en cualquier momento podía orar como el rey David: «Restaura en mí la alegría de tu salvación.» «La Perlita» con Tía Margarita — 149 9/2012 http://misperlitas.wordpress.com. No para uso comercial.