DEFENSA DEL SEÑOR JOSE MARIA BOTERO p~ POR JULIAN COCK HAYER MEDELLIN 1. sea IKPRENT.A. DEL DEPARTbtENTO' Director, DPyt-..! '-:': Lino R. Oo;pina. D~ L ,\ r.-'"}!.j::JC:\ BIBUCic-:'::¡' L_:::;·A~~-::::. ARA.i'iGO ;.CAl'l\I..QC-'~~'. JULIAN COCK BAYER DEFENSA DEL SR. D. JOSE MARfl BO'I'EIG P. • ••• I Cuanto más l'Ie lee esta causa de José M~ Botero Pardo, más se advierte que la imprudencia, la imprevisión y la fatalidad forman su fondo, Si Alejandt,o Ferllálldez hubiera cejado en la idea de adelantar la correspondencia amorosa que inició hace veinticuatro meses con Carolina Botero, quien á la sazón eon~ taba catorce años de edad, como algunas veces lo intentó.por justa desconfianza en la sinceridad de la inexperta niña; . Si Fernández, obrando como hombre de experi'3ncia -casi de tripleeda4 que la joven-hubiera dirigido respetuosa. y franca manifestación al padre de Carolina, sobre sus llOnradas intenciones ; Si Femández en las dos horas y media transcurridas desde que fti\ llamado á su casa por Carolina, hasta que murió-en un momento de generoso é hidalgo desprendimiento, de casto y veruadero Qmor-se dirige él mismo á la casa de Botero Pardo, dejando á. Carolina bajo la pl"Otección de un sacerdote respetable ó de caracterizada matrona, y explica al airado padre su propio procedimiento y el extrafío é inexplicable de la niña; Si Fernández no toma. á su cargo-como paladín de la que creía víctima de la dureza de su padre y de su exaltado amor-bajo BU peregrina protección, en su propia casa, á una niña imprudente que abandona de modo inUBÍta.do la de sus padres, cerca de la noche, para entrar á la del que ha exaltado su pasión 6 su insania; DEFENSA Si Fernández' en esos solemnes momentos, digo, cuan-' do tenía en sus manos, por inesperados pasos, el honor y,la tranquilidad de dos familias honorables y pacíficas, en \'ez de imponer condiciones como vencedor, devuelve, antes de' proponer tratados, la prenda á los padres desolados; Si Luis M',l Botero, amable y conciliadar, amigo de la familia de Botero Pardo, no se' extravía esa funesta nache,y equivaca la casa en que se necesitaba su presencia; Si Batero Pardo nO' es detenidO' púr 108 rue~as de su¡ familia en lús primeros mamentos, y va con BU amIgo hacia' la casa de Fernández ; Si el joven Eduardo Botero, exaltada por la oposición de Fernánuez á entregar á la hermana de' aquél para 11evarIa á su casa, no corre á la de su padre para dade, después de una hora de angustiosa expectativa, la terrible no-' ticia de la retención de su hija par Fernández ;, Si, en fin, la púlicía, más diestra en sU aficio, cantiene' á Batera Parda en la puerta, y evita poi' unas momentos' la entrevista de los dos adversarios en una- sala, en presen'" cia de la hija abatida á quien su' padre ctey6muerta mo-' ralmente ; Si alguna de esas circunstancias nO'ooncurre, 6 S8 evita,' ni las familias de los actares del acantecimiento, ni la' sociedad de MedeI.lín, tendrian que lamentar. hoy tan deplarable desgracia. Todo se combinó comO'por mano fatídica; para hacer" consumar el mal. , Si vosotros para juzgar esta causa' tom8.i'&Ísla. Musaci6n fiscal publicada, y algunos pasos del auto de enjuiciamiento, y no estudiarais fría é imparcialmente las piezasimpúrtantes del pracesa, tal Vez llegaríais hasta' calificar á José MI!- Botero Pardo de asesino de Alejandro Ferná.ndez. Pero si á la luz de la raz6n meditáis campaginando los' hechos que condujeron al funesto' desenlace de la noche del 27 de Mayo, no admitiréis; estoy seguro, ninguna de lag" conclusiones ni de las argumentos del Agente del Minist&-· río Público ni los del auto de proceooI',lig,er-O, como la vis':" ta fiscal. Analicemos los aconteci'm.ientos en el' orden en que los e~be el Sr. Fiscal en su vista calificativa-d~l smnariot y .~ , .•. 1 sd'()RJOSB JU1tfA ~ .. - , - - P. .veréis que del examen comparado con las pruebas, .r.eml,.' .,tan diametralmente opuestos en su naturaleza á la intélli ,ción del acusador oficial. 1 La correspondencia. Hacía casi dos años que Fernánd~z había pnestG,ft ,despacho de médico frontero á la casa de Botero PardO; .colocados á uno y otr,o lado del arroyo de Santaelena,y poco después' comenzó á cambiar miradas con Carolina, ... " la sazón de unos catorce años de edad, poco más de la ter'! cera parte de la de Femández, que frisaba en 108 cuarent~ y uno, y era viudo hacía cinco . . No se inició por ella, seguramente, este juego, peligro~ 80 especialmente entre una niña de esa edad y un hombrQ de una yá provecta. No es esto natural; y si así hubier~ ~ucedido, esta circunstancia debería haber bastado p&l!tl.; que Fern{mdez, hombre reposado, de buena posición social y de profesión en que nunca,sobran la discreción y la m(}-destia, se hubiera apartado de tan inoportuna tentación,:!~ roenos que él tuviera malignas intenciones respecto dQ ,aquélla. ' . Que Fernández dio principio á las relaciones amoro~as, lo prueba la declaración de Balvanera Oepina (foja 157), criada de la casa de Botero Pardo, quien d.ice que Fernández mandó repetidos mensajes de ¡saludo á Carolina, y que ésta no contestó sino uno de ellos. Luégo envi6 aquél una carta, y como ella demorase en contestarla, la criada la instaba para que lo hiciera de una manera ó de otra, has .. ta que Carolina respondió afirmativamente al reqq.erimiento amoroso. Después siguió larga correspondencia por más de un lIDo. Cartas que revelan ligereza, imprudencia, veleidad, vacilación, exaltación de niña inexperta; desahogos inconscientes y hasta palabras que no se e~plean sino por extra,. vios de la mente, dada la edad de Carolina y la educaci6n que Botero Pardo y su excelente esposa han dado á sus hijas. Correspondencia no adecuada para "quemar la 8lJ»gr¿' de un hombre respetuoso y más que entrado yáen la 'edad de la reflexi6n, sino más bien propia para inspirar compasión y para aconsejar al hombre virtuoso la separapión de una p9!1diente peligrQsa, y ~partar así la ~ G DEFENSA de la cabeza de una niña que revelába en muehos desl1iJ actos Un estado patológieo sujeto á. irreparables miserias; Cierto que por la correspondencia y por lo que Oaro .• liua lla declarado, se sabe que Fernánder. la pretendió para esposa. Pero ella no le permitía que dijera nada á sus pa~ dres: le recomendaba encarecidamente la reserva. El camino de Fernández, como hombre honrado y que.· se estima, era claro : dirigirse al padre en (lemanda de la mano de la hija. Fernández dudaba de la constancia y Be~ riedad de la pasión de Carolina. Trat6 muchas vecés de fijar con términos enérgicos; de afirmar la vóluntad de In, niña para el caso de nna repulsión del padre j mas ella nunca se manifestó resuelta á una lucha abierta, y aplaz6 el lance con promesas y protestas exageradas y amenazas de suicidio, qne al hombre de juicio deben infundirle siempre desconfianza. Si Feruández. después de tálltos meses de pueriles devaneos, de palabras que se lleva el viento, propone á su prometida el dilema que cumple al hombre pundonoroso en estos casos: "ó manifiesto á su padre mis honrados deseos revelándole la histOl'ia eutera de nuestros amores, ó todo ha concluído entre nosotros"; la situación se hubiera aclarado. La verdad busca siempre la luz y debo dársele paso si no Re quiere entrar en tortuosas vías. La!!!situaciones di· fíciles deben definirse so pena de arrostrar contrariedades. ElIaR Revuelven falsas y en el curso de los ~ucesos, cuan· do el hombre se ha comprometido bastante, le falta valor y abnegación para aclararlas y resolverlas. Si intenta hacerla es cuando yá no es tiempo~ cuando la definici6n produce efectos desastrosos. Esto le sucedió al desgraciado Fernándezj pidió á Botero Pardo la mano de su hija, cuando escapada de la casa paterna, éste creía qÚe con la hon. 1"ade su familia se le había arrebatado un sér querido. Es injusto, pues, el cargo que de soberbia se hace á Botero Pardo al no haber querido aceptar para su hija la . mano de Fernández. Botero Pardo ignoraba todo hasta poco tiempo antes del acontecimiento. Se le dijo en familia que Carolina dirigía miradas á Fernández; y como esto le pareciera caprichos de niña, atendiendo á las edades, se limit6 á prohibide que saliera á 10~coITedore8 q,ue quedaban en frente de la pieza del Despacho de éste. Advertido por segunda. vez;Botero Pardo de' la conducta de su hija, la~ c()lnO',A niña, y le ordenó }'eclusión en una pieza abiértá~ lo 'interior de bt babita.ei6n. , ,De aquí no lile puede' doducir desapasionadamente 3l~ t.m1eTo,rechazo de alianza matrimonial. En la acci6n dé B<r teroPardo no se ve más que el celo y cuidado natural de: un padre cuando se trata de la felicidad de sus hijd&.Pne-_ de parecer exagerada la reclusi6n de la niña en el interl~1: dE)la casa, pero nada más na.tural que esto. Femández vt:';' vía al frente, y Botero por carácter y por doloro8a8 lecciQnes qne en su v.ida recibió antes, ,había adoptado un 8i$te~ made educaCIón para eu familIa que él creía eficaz para preservarla de riesgos de azares. Durante diez y se18afio~ y bajo el cuidado de su dignl\ $p0sa, hizo del hogar la escuela de sus hijos. Les puso' profesores y procuró que sus relaciones fueran contadas: y' escogitlas. ¡,Es vitupera.ble tal si8tema~ ¡,Revela él altanero aislamiento' Para juzgar con acierto sobre esta cuestioo, es' necesario conoeel' la experiencia de siglos, y las especiales circunstancias de la sociedad en q 110 vivimos j y aun no basta esto: debe aprecia.rso también el carácter individu,al de las personas, l:lUS circunstancias y su modo de pensar, sus temores y sus expectativas. Pl1oaes.er etróoeo el aislamiento relativo para Iaeducación, y la restricción extremada en algunos casos; en otros es saludable, pero en ninguno puede increparse por el bech(},misIIlO á un padre porque coarte la libertad de SI18 hijos para librarlos de la corrupción. El móvil es noble, aunque el resultado pueda no corresponder á la intención. Si Femández pido á Botero Pardo su hija en matrimonio, sucede una de dos cosas; ó se deniega, ó accede. };~n el primero, ó Fernández desiste ó aguarda que corra el tiempo para que la joven tenga libertad de ofrecer S9 mano. En el segundo caso, todo hubiera. terminado f~lizmente. Así se . hubieran conducido los amores en vía cabaUero$& y cristiantL El requerimiento de amor por Ferllández, vistoel ca.rácter de Oarolina, el modo de educación adoptado por Botaro Pardo, y las edades de los amantes, evidentemente no cbtrespondían. Si BoOOro Pardo, después de una propuesta franca decente de Fernández, oprime sin motivo especial á su hi~ ja j éstá se escapa y su prometido usa de medios legale¡¡ y dee.oroios para obtener su mano, entonces, si ocurre esta r r 8 ,DEFENSA desgracia, ella con justicia recaería sobre el padre injusto y úrgulloso. Entonces habría llegado tal vez el caso ~e decir "que la compresión había hecho estallar la tempestad que· .arreb~~ba la vida al amante y la dicha para siempre á t. no.VIa. Con relación á ésta, aquellas palabra15no constituyen más que una figura de retórica. Carolina.Botero, pasados algunos días después de la terrible sacudida nerviosa., está en perfecto estado de salud y tranquilidad de ánimo. Ante el funcion'lrío de instrucción, voluntariamente declaró con sencillez y sin aspavientos, unos 15 ó 20 días después del acontecimiento, que, aunque había sido decorosamente tratada por Fernández en su casa, se le invitó por éste á tomar vino, cerveza, café y cigarrillos; que aceptó el café, el que le causó mal efecto hasta el punto de perder el conocimiento. Esto demuestra que el recuerdo amoroso no la preo.,cupa y que continúa siendo la mism.a nifía de las cartas, ligera, incapaz de apreciar una situación delicada. Temió seguramente Fernández, que al· notificar á. Botero Pardo su proyecto de matrimonio, éste se le frustraría para siempre, pues Carolina no sería capaz de contrariar la voluntad de su padre, ó ella sería lle-vadaá. otra parte y pronto lo olvidaría; y prefirió aguardar un desenlace cualquiera que fueso. Su responsahilidarl no puede ser más pa.• tente tratándose de una niña de la edad, condiciones y modo de ser de Carolina Botero. Si trat6 algunas veces Fernández de poner en prácti .• ca una resolución juiciosa y digna de un hombre de su edad y posición, desprendiéndose de esas relaciones, lo hizosiem ... pre dejando puert.a abierta para entrar de nuevo. Intímale á su prometida que estaba resuelto á retirarse, porque no tenía seguridad de su amor; pero ella á su modo le confirmaba su afecto y seguía volteando en oírculo vicioso. , Puede asegurarse que si Fernández no aconsejó direc.• tamente la fuga de Carolina, sí fue causa indirecta de ella, con la prolongaci6n indefinida de esos amores de base tan deleznable, y cuando elllJ. repetidas veces amenazaba' cometer un disparate; si no son culpables eS08 amores ante. la ley, sí 10 son ante la conciencia, conociendo corno C~ nocía Fernández, hombre de experiencia, á la ama.ntede 14 años, falta de aplomo y pr6xitl,la á la demenci~ DEL.Sl):iOR JOSÉ XA.RíA. BOTERO P. II La fuga. Carolina no estaba tan recluída por su padre que no tu-viera libertad de salir á visitas con sus hermanas. El 27 da Mayo estuvo en la casa del Dr. Ramíroz Gómez, en donde se tocó piano, como de costumbre. Por la tarde Botero Pardo, estando de buen humor y al parecer completamente despreocupado de cuidaflos de familia, que son los que frecuentemente impiden al hombre todo esparcimiento, convidó {¡, su amigo y compañero de negocios Luis M:: Botero, á tomar una copa de brandy en su casa, y luégo, en unión de su esposa, lo invitó á comer en familia. Después de indiferente y entretenida conversación, en la cual los dos hijos de Botero Pardo, Eduardo y Enrique, tomaron parte, se sentaron á la mesa, en donde reinó la cordialidad. Lejos estaba de la mente del padre de familia el temor de una catástrofe. Tres de las señoritas de Botero Pardo tomaron puesto también en la mesa. Carolina no compareció; por esto sus hermanas se levantaban frecuentemente de sus asientos, lo que notó el convidado. Acabada la comida, Botero Pardo con su amigo fueron á una pie:ta de la casa; salió aquél un momento y volvió á entrar exclamando: "D. Luis, me sucede una gran desgracia: mi familia está deshonrada." Requerido por Luis :M.a Botero para que se explicara, dijo: "Es que un viudo Ferllández me ha sonsacado y me ha robado una niíla inocente." Había sabido yá Ratero Pardo, primero por su familia, que Carolina no había sido hallada en la casa, é inmediatamente después por 'romás Fernández, anciano padre de Alejandro, que Carolina estaba en la casa de éstos. La esposa y los hijos de Botero Pardo, unidos al amigo de la familia, lograron contener10 para que no saliera de la casa, y aun quitade una navaja de afeitar quo había tomado en la mano. Luis M~ Botero, de~pués de oír una queja de amarga. pena de boca de Botero Pardo, logró que ésto asintiera á que fuera en busca de su hija y la devolviera al hogar. Yá los dos hermanos de ella habían partido con Tomás Fernández para la casa de éste. 10 l>EFESSA Luis M~Botero equivocó fatalmente la casa, creyendo que era la antigua de Alejandro Fernández, la que encontró cerrada. Se devolvió, y yá bajaba por la avenida izquierda para ir á la plazuela de San José, cuando vio que por la avenida opuesta iban Botero Pardo y su hijo mayor Eduardo en dirección á la casa de Fernández. Se les unió á invitación de Botero P., y juntos marcharon hacia allá con paso apresurado. Veamos qué pasaba en aquella casa. Un poco antes de las ,seis de la tarde, dice Dolores Mosquera, criada antigua de los Fernández, llegó Oarolina al portón y llam6. La criada abrió. La familia estaba en la iglosia de San :Francisco en una función religiosa. Sólo estaban con la criada dos niñas de seis y siete afioa, hija la una y sobrina In, otra, de Alejandro. Carolina estaba demudada y parecía loca, dice la Mosquera, quien no la conoció. Preguntó por aquél é instó á la criada para que lo llamara. Esta partió por el momento, y en el atrio de la iglesia dio el recado en nombre de Carolina, que lo aguardaba en la casa de él distante unas ocho cuadras. Fernández c.omunic6 esta noticia á su amigo íntimo Rafael Mazo, quien se quedó en el puente Mejía aguardando el resultado. De allí partió Fernández á prisa. La criada que iba con él, cuando llegó á la casa, notó que las ventanas estaban cerradas, y temió que Carolina, estando loca, hubiera querido hac~r daño álas niñas por vengarse de Fernández, de quien dice, sabía ella tenía casamiento. Fernálldez llamó, y Carolina que estaba. en la alcoba respondi6. El entró. La noche tendía yá sus .sombras, y encendió vela. Tomaron asiento en la alcoba primero, y después salieron á la sala y conversaban. La criada con las niñas á quienes Carolina había prevenido se retiraran, porque tenía que hablar á solas con Fernández {t quien ella llamaba "el Doctor", estaba en el extremo de la línea de alcobas observando. La Mosquera fue á la cocina á preparar café por orden de Fern{mdez y sirvió sendas tazas para éste y Oarolina. Esta probó y la sentó mal. Luégo fue despachada la criada pOI' Fernán(Íez á comprar vino á la tienda de "La Arteria", distante unas cuatro cuadros para obsequitl.r á Oarolina. Un muchacho de quince años, sobrino de Fernández, criado de la casa, fue ma~dado por éste á buscar á. Tomás, su padre, quien fue hallado cerca de la plazuela de San Francisco. bEL SEÑOR JOSÉ :MAmA BOTERO P. 11 En el puente Mejía encontr6 á Rafael Mazo, á quien llamar, porque lo. Srta. Botero Hoyos pedía hospitalidad en su casa, y que él consideraba el asunto ouy grave, porque dicha señorit.adebía. estar loca; que además no tenía la edad de mujer libre y en ningún caso podía admitirla en su casa. Las siete y cuarto serían cuando llegó Tomás Fernández, y recibido por su. hijo en el contraport6n, se dirigió -con. él al comedor. Conferenciaron, y se resolvió que el padre fnera á Botero Pardo para decide que su. hija estaha en casa de ellos. Que Alejandro estaba pronto á easarse con la niña dentro de treM días, si era necesario, Ó más tarde, si así se convenía; que se le permitiera visitar la casa y se le perdonara á Camlina la falta que había cometido abandowíndola. Antes <le salir entró Tomás á la sala, saludó á C&rolina, quien permanecía allí sentada y le tom6 consentimiento para ir á desempeñar la comisión que llevaba ..Ella. sólo contestó: "Hagan lo que quieran." Cuando Tomás Fernández partió serían las siete y media de la noche, I{ahía transcurrido hora y media lo menos desde que Carolina había entrado á la casa de Fernández. Tomás halló á Botero Paldo en un grado supremo de exaltaciÓn, pues acababa de saber que su hija había salido de su casa. No pudo por esto el padre dar completo su mensaje, sino en parte, internlmpido á cada paso por Rotero P. Por ll!timo éste conferenció con sus dos hijos y volviéndose á Tomás, le dijo: "Ud. es un caballero, 10 comprendo, entréguemele mi hija á sus hermanos." Fornández se comprometió á ello, y salió con los dos jóvenes. Estos se adelantaron, llegaron á la casa ue Fernáudez, abrieron la puerta y se encontraron cou Alejandro Fernández en la de la sala; éste-'~eopuso á que entraran. AnteA de la llegada de los jóvenes, la criada de la casa, Mn.ríaLuisa. Silva, había entrado al interior y había" encontrado á Dolores l\Iosquera, en la cocina, quien le refirié lo que estaba pasando. Serían las ocho cuando Tomás Fernández mand6 al criado J aramillo á que llamara un Guardia civil, y Jorge A. Sepíllveda, que estaba en la esquina del Circo de toros, vino á la caaa y entró: trató de poner orden, aunque vio que los jóvenes nada ha.blaban, pero manifestaban nlucha. irritaci6n. Fernández hizo retirar al Guardia diciendo que le manifestó que Alejandro lo mandaba 12 DEFENSA "si había de morir, moriría tranquilo." Estas palabras la~ profirió en tono sumamente exaltado. Sepúlveda salió á la puerta á aguardar 6rdenes de lo~ Fernández. TomAs salió á referir á Sepúlveda que Carolina y Alejandro estaban enamorados y que como Botero Pardo era. opuestísimo a~ matrimonio, ella se habí~ venido y est.a~a. allí. Que los J6venes hermanos de Oarolma habían eXIgIdo que la entregaran, y ellos, los JI'ernández, NO QUERíAN HASTA ARREGLAR ESO BIEN, pues les daba pena arrojarIa á la calle .. José Zapata López, guarda del Oirco, vino también á casa de Fernández detrás del policial Sepúlveda, y al referirle Tomás los sucesos, y decirle que había ido á casa de Botero Pardo á manifestad e que su hija estaba en casa dE) Fernández, aquél le había dicho que se viniera con los mu,:, chachos y le mandara su hija con ellos. Zapata López dijo tanto á Tomás como al policial, que el asunto ERA BASTANTE MÁS GRAVE DE LO QUE ELLOS CREÍAN EN VISTA DE LA RELACIÓN QUE AQUÉL hacía, é indicó que Ua., maran más agentes <le seguridad, lo que hizo el guardia; pero apenas compareció el policial Angel M.a Palacio.III El desenlace. En consideración á que Alejandro Ferllández, de pie en la puerta de la sala, impedía que los jóvenes Boteros llevaran á la niña para su casa, y habiendo ella, á requerimiento de Alejandro, contestado que no se iba, según lo dice 'rom{ls, aquéllos conferellci~ron, y Eduardo partiq precipitadamente á casa de su padre, y hallándolo en ella, sin que. manifestara yá deseo de salir, lo llamó aparte y lé dijo que Alejandro Fernández no dejaba venir, 6 no entre. gaba {t Carolina. Entonces ~otero salió con Eduardo, sill armas, y en frente de la casa de José }La Amador preguntó á su hijo si llevaba rev6lver, y á la respuesta afirmativa 01'de.nó que se lo entregara diciendo: "Esos son disparates; eso no se arregla así; yo acusaré á Fernández por rapto." Eduardo le entrezó el revólver, y él lo puso en el bolsillo. Unidos con Luis M~ Botero en el puente de "Mejía~ marcharon aprisa; Boter<?Pardo unos pasos adelante, quiell DEL SEÑOR JOSÉ :MARÍA BOTERO P. 13 (mtró primero, saludando á los policiales, y á Tomás, de mano. Sepúlveda dice que Tomás l'econvino al entrar á Botero P., porque sus hijos habían ido á sacar de su. casa por la fuerza á Carolina, y que Botero respondió: "Canallas que ~ han robado mi hija", y por dos veces dijo en voz alta: "E}ntréguenmela." Tomás dice quo Botero P. dio la mano al Dr. Fernández al saludarlo, y como entrara aceleradamente, Alejandro trató de contenado levantando la mano extendida. El mismo dice que Alejandro, en tono apacible, dijoá. Botero P. que arreglaran ese asunto sin estrépito. Luis M~ Botero asevera que Alejandro reconvino á Bo-' tero P. por su entrada brusca, cuando él (Alejandro) había' procedido con táuta decencia. Una ve~ en la sala Botero P., dice Tomá¡;, preguntó: " ~En dónde está mi hija'" "Aquí", le respondió Alejandro señalándolo á Carolina que yacía desmayada en un asiento: al lado derecho de la sala, y sin más palabras, estando á. dos varas de distancia. de aquél que permanecía de pie en la puerta de la sala, sacó Botero P. su revólver y disparó sobre :éL Entonces Botero P., volviéndose á Carolina, que había rodado del asiento al suelo, dijo: "LIévenIa." Alejandro volteó hacia fuera exclamando: "1\1emató, me mató: un sacerdote." Luis M.a Botero y losjóvenes Eduardo y Enrique fueron á Botero P. á instarlo que les diera el revólver. Este quiso entregarlo al Guardia Sepúlveduj pero se interpuso Eduardo reclamándolo, y Botero P. se lo dio diciéndole : "Uselo como lo ha usado su padre." Botero P. dice al policial, al entregársele para que dispusiera de su persona: "Policial, he cumplido con un deber de padre y hombre honrado. S610 siento dejar una esposa y mis hijos." Luégo Eduardo entreg6 el revólver á SepÚlveda, y el padre y 108 dos hijos fueron conducidos á la cárcel. Alejandro Fernández expiró quince minutos después de recibido el balazo. IV Comentario. Estos son los hechos substancial es que refieren los testigos Sepúlveda, Botoro, Fernández, Mosqucra, Silva, Zapa- DEFE:KSA tI. López, J aramillo y Palacio. Esas declaraciones, la CO'rrespondencia y las indagatorias, contienen la clave de la . causa. Vosotros la examinaréis con la imparcialidad que cumple al Juez .. Consta que desde el instante en que Botero P. supo la fuga de su hija, manifestó con palabras sen.tidas, y con acciones que acusaban desesperación, que Carolina había sida sonsacada y robada. por Fernández. El sabía hacía pocos días que se miraban. Tomás acababa de darIe cuenta que Carolina estaba en su casa y aun le habló de correspondencia, se(}'ún lo dice Botero P. Había imposibilidad moral para. creer qne su hija hubiera espontáneamente tomado la decisiva resoluci6n de abandonar su casa á esas horas en busca de un amante, y que éste, inocente del todo, estuviera á la sazón en la iglesia orando. En el rapto, la culpa, casi sin excepci6n, es del hombre, á nD ser que la mujer sea de vida libre 6 esté tocada delocUl'a; y si ésta es de 16 años y ha recibido ejemplos devirtudes cristianas COIlstantes en el hogar y educación cuidada por madre tierna y vigilante, entonces es contrario á los dictados de la razón y á los sentimientos más vulgares, el admitir que la huida de la hija fuera obra de instintos p.erve1"so.s. El padre cree siempre que su hija joven es inocente,. se complace en creerlo, porque ella es el objeto de su más fino amor, y la pureza prenda la más preciosa con que él quiere verIa adornada. Botero Pardo es padre de acendrado cariño para con su esposa é hijos. Hay en el ('roceso muchos testimonios de personas respetables sobre este punto. No hay un 8010 indicio de que él reputara á su hija como de mala índole ó afectada de locura. Naturalmente debi6 pensar y así lo manifestó desde el principio y repetidas veces, que ese acto, que envolvía la infelicidaa de su familia y amargaba para siempre la vida de los 'padres, debió ser ejecutado por seducción ó sugestiones. Sí sospech6, pues, Botero P., desde que supo la fuga de Carolina y lo manifest6 enérgicamente, que se había cometido un crimen, y quien juzga que ha intervenido rapto en la fuga de una mujer, su ánimo se inclina á creer lo peor, lo que es natural que suceda entre personas de. diferente se- DEL SEÑOR .JOSÉ MARí.A DOTERO P. 15 xo que se eacapan, lo que la malignidad se deleita en dar por consumado. y si Botero P. hubiera tenido noticia previa de las ca.r. tas que dice el Agento del' Ministerio PÚblico quemaban al mancebo, entonces la conyicción del padre se habría refor· zado con el conocimiento do la exaltación que dominaba á su hija, 6 de su extrema sencillez de niña. Botero P. ignoraba, cuando Eduardo vino á darle aviso de que Fernández no quería entregar á Carolina, que htlhiera ocurrido la escena del desmayo de ella, de la solicitud de Fernández para auxiliarla, de la negativa de Enri· que, y del permiso que al fin dio para que aquél le diera á oler aguardiente alcanforado, cosas que señala el representante del Ministerio PÚblico para justificar á Fernández y agra.var la conducta dell'eo. N ó, no sabía esto, y tampoco supo, ni el Sr. Fiscal, ni el Sr. Juez 10 mencionan seguramente porque lo juzgan cosa insignificante para ilustrar la justicia, que Fernández, en vez de tomar medidas muy serias, pues que la situación lo era, como 10 juzgó el guarda del Circo, Zapata L., desde q no se lo refirieron, adoptó el partido de obsequiar á la aturdida niña, ofreciéndole café y vino. y no sólo esto, sino que durante más de una hora conversaron, primero en la antesala y después en la sala1 sentados á respetuosa distancia, dice la criada Mosquera .. Mosquera fue primero á la cocina á preparar el café, y después á comprar vino á unas cuatro cuadras <le distancia. El paje Jaramillo fue á buscar á Tomás á San Francisco. Cuando la criada Silva entró á la casa, á eso do las siete pasadas, encontró á la Mosquera en la cocina. I.•as nifias de seis á tliete años tenían de antemano orden de Carolina para no acercarse, y no dicen ni una sola ve?; las criadas que ellas hubieran estado en la sala, sino autes de venir Alejandro. Desde que éste entró á la casa hasta qtle Eduardo y Enrique Botero llegaron, había transcurrido más de una hora. En todo este espacio estuvieron Alejandro y Carolina en la sala, con excefción de los pocos minutos que Tomás conferenció con aqué en el corredor, y en seguida salió para la casa de Botero P. No acompañó, pues, Enrique á Carolina, sino una hora de las dos y media que corrieron desde que ella entró á la casa de Alejandro hasta que éste muri6. La. 16 _ DEFENSA El Sr. Fiscal pasa por alta la mayor parte de este interesante tiempo, y sólo se fija-para hacerla resaltar, en la guardia que hacía Enrique á su hermana, "como puesto allí por la justicia para crmfundir á su padre cuawro intentRraemigrar de la circu,riferencia (le-su imprudencia, haciendo determinada composición de lugar", dice el Sr; Agente del Ministerio Público. Veremos quién hizo' mayor gasto de prudencia en este desgraciadísimo lance. Como loca calificó la -criada Mosquera á la niña infeliz.. cuando salió á abrirle la puerta. Tomás Fernández, al hablar con Rafael Mazo, en el puente Me;"ía, estimó el acto de la fuga-de Carolina como de verdadera locura. Esta misma impresion debió recibir Alejandro con algunas de las cartas de Carolina, y tuvo que confirmarse en BU idea con el mensaje que la l\fosquera le llevó al atrio de San Francisco, "cuando él mismo inquiría si Carolina S6 había aparecido Bolaá su casa". Tiempo tuvo Alejandro para reflexionar sobre su posición y consecuencias del acontecimiento desde San Francis-' co á su casa, en un trnyecto de ocho cuadras. No habla más que con su amigo Mazo, quien no dice que le pidiera consejo. Encuentra á Carolina sola en llna:alcoba en la obscu-' ridad. Enciende luz, se sienta á conversar con ella, quiereobsequiarla. Después de hacer servir café, manda por vino;y en seguida es cuand08e acuerda de su padre, y ordena. sea llamado. De la conf-erenciaentre los ·dos resulta la comisión de Tomás cerca de Botero P., para proponer matrimonio á. corto plazo, q.ne era tanto como decirle al padre: "Su hija está perdida, me corresponde imponer condiciones." Tomás se compromete con Botero P. á entregade SU' hija á SUB hermanos. Estos j6venes, de 18 á 22 años, no' guardaron, al entrar, la necesaria calma: penetraron en la casa bajo la terrible idea de la deshonra de BU familia. No se sabe las palabras que profirieron. Ninguno de los testigos las refiere. Sepúlveda dice que no los oyó proferir ninguna, y que solamente manifestaban mucha exaltación. Alejandro y Tomás se opusieron á la entrega hasta que arreglaran bien; no se sabe cuáles serían las condidones del arreglo. Ninguno de 108 testigos presenciales dice· })EL SEÑOR JOSÉ ~A BOTERO P. 17 que ni Alejandro ni ~u padre persuadieran á la niña. qne debía volver (t casa de sus padres. 'l'omás afirma que Alejandro le manifestó á ella que sus hermanos estaban allí para llevarla; que si quería irse, y ella respondió : "Yo no me voy". Es la única insinuación que aparece hecha á Carolina para que cumpliera su deber y no permaneciera en una situación tan grave y peligrosa. Alejandro opuso resistencia constante á la. ent.rega de la joven, y en tono exaltado se ofreció como víctima antes que ceder á la vuelta de Carolina como no fuera con voluntad de ella; pero él 110 empleaba ningún medio para dirigir esa voluntad enfermiza por el camino del deber. Ordenó que el policial Sepúlveda se retirara de la casa, y él quedó de guanlia en pie á la puerta de la sala en donde ella estaba. Si Alejandro hubiera obrado con me(liana prudencia, por lo menos se retira c1e la casa y deja á su amante encomenc1ada á la Srta. Emilia Fernández que hábfa entrado después de los hermanos Eoteros, yá que no había dado pasos desde el principio para restituir ti. sus padres la niña, ó siquiera para colocar al lado de ella un consejero respetable que, con sangre fria, hubiera dirigido los acontecimientos con cordura. Un hombre de la edad de Fernández, de buen juicio y nobles sentimientos y en esa situación falsa y excepcional, así lo hace. Así lo conjeturó el testigo Luis ~r.a Botero, cuando se unió á Botero P. y á su hijo para ir á la casa ne :Fernández. Creyó que éste se habrfa retirado de allí; que Carolina estaría. COPo su hermano Enrique, y que por esto no se correría riesgo yá con la presencia de Botero P. La cortesía en ese delicano caso aconsejaba fl. Fernández, no simplemente que la extraña é inesperada huésped no saliera de la casa, aunque fuera contra su voluntad, sino principalmente evitarle á ella aun las apariencias de la deshonra, y á su familia, el dolor y la desgracia, ganando para si, al emplear tan noble proceder, la estimación pública y el aprecio de la familia Botero Pardo. "Nobleza obliga". Si Fernández encomienda á una persona caracterizada y digna, extraña á su familia, la devolución de la hija al hogar paterno, hoy seguramente sería miembro estimado de ese hogar. Ese hubiera sido un medio caballeroso y cristiano propio para humillar la soberbia del padre, como se apellida el proceder de éste, si es que soberbia puede Ua- ..• ') 18 nJ<lF E~SA marse el hecho de ir en busca del sé!" m{l..~ tiernamente al1TU- 00, r¡ue se ha creado y educado con esmero, que se cree seducido y deshonrado, y cuando á. ese padre celoso,de la honra, no vengativo, se le dice que se nÍe/1;ala entrega de su hija, la ve en un asiento en posición de abandono ó aba,timíento, y sobrecogido de una idea terrible, y agitaclo su temperamento naturalmente nervioso é irritable, dispara sobre el que cree, con numerosos fundamentos, autor de su deshonra. Botero P. estaba invenciblemente dominado por la idea del rapto. Se confirmó en ella con lo que su hijo Eduardo le refirió, quien segurament,e no lo hizo de un morlo propio para calmar el agitado cerebro de su padre, pues había estado largo rato encara(lo con Fernández, que hacía centinela {t su hermana. En el camino amenazaha á Fernández con la acusación por rapto. En el zaguán de la casa de Fernández dijo, según Sepúlveda~ que le habían robado su hija, é intimó por dos veces que se la entregaran. En la sala, las palahras auténticas que resultan de la declaración de 'romás Fernánilez, único testigo fJue oyó. hablar á Rotero P., en ese momento, fueron éstas: "~EIlrlónne está mi hija1" Botero P. no tomó arma alguna al salir de su casa, ni tm hastón con estoque que tenía {\ su alcance. Al principio había empunado una navaja de barbero, pero su set10ra é hi-' jos se la habían quitado. ' No consta que él hubiera hahlado de herir ni de matar á Jlaaie en los diferentes pasajes de las escenas de esa noche. Si á la cuadra ó dos de su casa pidió el revólver á su hijo, fue, según sus propias palahras, para evitar una violencia, pues Eduardo no dejaría de indicarle que él llevaha consigo esa arma cuanilo entró en casa de Fernández. De allí las palabras de Botero P. : "Son disparates: estas cosas no se arreglan con revól ver." . Luis M.a Botero,que fue invitado por el acusado para ir á la casa de Fernández, vio más tranquiloáBoteroP., y por esto lo dejó seguir. El Guardia civil Sepúlveda y Zapata López notaron 'que Botero no manifestaba violencia en su porte, ni en sus palabras. Dio la mano á Tomás, y según éste á Alejandro también, y entró á la sala, é inmediatamente que Alejandro le señala á Carolina recostada en su asiento enacti~ud de desmayo, sacó'rápidamente el arma del bolsillo é hizo el disparo. HEL SEÑOR .JO~ÉMARÍA l'lOTERO P. 19 Qui.en intenta matar lo revela en sus movimientos, acciones ó palahras, á menos que sea un avezado criminal; y Botero P. es un hombre irascible, extremaoo; pero su vida no está manchaoa por el crimen. Los anteccd,~ntes rlel hombre sirven para juzgar de sus acciones. Si él hubiera tenido intención formaoa de antemano de matar {t Fernánoez, no sale 'desarmado de su casa, no invita !t ¡;:u amigo Luis María para ir en busca '(le su hija, no penetra en la :,;ala; 10 hiere oesde que lo encuentra rle pie en la puer· ta, cuando, como dice 'l'omá!', intentó contenerlo poniéndole la mallo oelantc en sena] de que se detuviera. Ninguna ocasión más propicia p)'lra atacar á Ferllánoez. No lo hizo, sin embargo, Eotero P.; pregunt6 por su hija, y cuando se la mostraron y la vio mecEo tendida en un a¡¡;ient.o, se det.erminó una explosión de ira rlespués de dos horas y media angustia en esa n&turaleza amante, apasionada, celosa, y en ese temperamento nervioso y exaltado. Aquí se ve que los acontCI:imientos pasaron tan rápi~a como naturalmente. "No hay composición cle lugar inventada á posteriori para producir de~ terminado efecto." Si Carolina no estaha caída en el acto de entrar su pa~ dre, es~ba pr6xima á caer, pues que con el disparo fue del asiento al suelo, y estando, como se dice, privada de los sentidos, era imposible sobresaltarse hasta el punto de rodar, si hubiera estado naturalmente sentada. Botero P., al verla, la creyó tendida, Y tuvo razón, pues debió ser la posici6n de ella próxima á la horizontaL La entrada fue instantánea: Botero P. vio á Carolina, é inmerliabJlnente se enfrent6 con- :Fernández y clisparó sobre él. La palabra "lIévenla", dicha en seguida por Botero P., revela que su preocupaci6n, su idea dominante, era la libertad de su hija, la recuperaci6n de su persona que él acababa de obtener por medio de la fuerza .. Veamos qué estatuye el Derecho Penal en casos como el ne presente. El artículo 591 del C6digo de la materia dice: "El homicidio es inculpable absolutamente en cualquiera de 108 casos siguientes. __ . __ "4? En el de defender la libertad propia 6 la de otra persona contra el que injusta 6 violentamente trata da quitársela, arrE!bat.ando al homicida á la persona que éste defiende, ó haciéndoletll otra fuerza material en sus cuerpos, siempre que no haya otro medio de impedirlo .•..•• 20 DEFEXSA "10. En el de defenderse á sí mismo 6 á otro índivídu(J de algún daño grave que injustamente y por la fuerza vaya á hacerle contra la persona en el acto mismo del homicidio, siempre que no haya otro merlio ele impedirlo." El acu¡;ado creyó que su hija le hahía sielo arrebatada por seducción. El no tenía motivo para creer que ella, de 16 años, criada y educarla en recogimiento tan extremado, hubiera abandonado espontáneamente la casa paterna tan á deshoras, cuando más ajeno se hallaba él de imaginarse semejante lance. No se le devolvió, según 10 convenido con el padre .lel que Botero P. creía seductor. No se le entregó á sus dos hi~ jos. Uno de ellos volvió al padre con la nueva de que Fer~ nández la retenía. Botero P. fue á lihertar á su hija que creía 8educida y oprimida y aun deshonrada. La vio y creyó en su pérdida moral. Esa creencia no era un suetlo, no era el producto de una loca imaginación. Concurríen circunstancias, existían antecedentes. Había pasado tiempo largo y de zozobra desde que su hija había desap:¡recido de su casa; se le había propuesto el matrimonio de ella bajo el peso oe una situación deshonrosa; se había negado la devolución de su hija, y la veía al parecer abatida bajo la guarda del que él imaginaba culpable de su deshonra. No puede inculparse á Botero P. de homicidio volunta· rio en vista de los hechos relatados y que aparecen probados en este proceso. La ley no podrá castigar á Botero P., sin borrar del corazón oel padre de familia los sentimientos más nobles y más arraigados: el amor de los hijos, especialmente de la hija casi niña, <lue constituye la alegría del hogar y su flor más delicada: el celo por la honra de la casa, . de la cual se ha hecho por Botero P. una segunda religión, y que se cuida, se ama y cela más, cuanto maJTores son los peligros que se trata de evitar y los recuerdos dolorosos que asedian un hogar tan bien constituido como el del acusado. A Por qué habría de condenarse á Botero P.; .coando él se ha encontrado en todas y cada una de esas circunstancias; cuando él quiso en el acto de saber su desgracia kávengar~, del que él creía el autor de ella, y se contuvo á los ruegos de su mujer, de sus hijos y de su amigo j cuando espero y fue provocado; y cuando se le exhibió en espectácuJotenun mis- mo lugar, al que juzgaba causa de su desdicha y de 8U. des- DEL SEÑOR JOSÉ MARtA. BOTERO P. 21 nonra y á la que buscaba ansioso para restituírla al lado de 8U madre, en aparente verosímil estado de víctima' Condenar tí Rotero P. como homicioa voluntario, es-tan· to como decirle á los padres de familia: "No tenéis derecho pa'ra salir de vuestra casa á recuperar la hija que creéis seduciña y robada, y tampoco lo tenéis para castigar al que os la retiene y creéis que acaba de manchar la vestidura de su inocencia. Abandonad vuestras hijas á la audacia, á las cela<las, á las sugestiones de los que no respetan la paz y los sagrados fueros del hogar, á los que cuentan por hazafias dignas de encomio las conquistaR amorosas. Dejad que se disuelva ese hogar, no tenéis facultad de conservarlo ileso y respetado. El derecho del más audaz, más a~tuto ó más fuerte prevalece",á." ~ Qué sucederá entonces' Sucederá que la piedra angular del edificio social habrá sido falseada, y que éste caerá infaliblemente, porque la familia, primera institución divina, fue establecida en la tierra como primer fundamento físico y moral de la existencia de la sociedad. El artículo 587 del Código Penal, en su número 8.°, dice que no hay homicidio voluntario cuando la circunstancia que concurra reúna log caracteres necesuri(.s para exculpar completamente al homicida según el artículo 591. El homicidio se cometió, mediando la circunstancia determinada en el número 6.°: "Por causa de un acto primo, ó 6ea el arrehato súbitoé inesperado de una pasión, de tal manera que se vea claramente que no hubo ni pudo haber deliberación previa, ni resolución antici pada de cometer el delito." En Botero Pardo concurren estas circunstancias: arrehato súbito y al mismo tiempo la oe defenner la libertad de su hija, y la de castigar el ultraje á su honra, que según las apariencias se le había inferido, ó el de evitarle un mal grave como era el de la retenci6n bajo la guarda de un hombre que no dehía serlo bajo ningún aspecto: que estaba excluído de ese papel que voluntariamente había tomado; excluído por la ley, por la moral, por la decencia, y pOI' las costumbres de esta sociedad (le Medellín. El arrehato de la pa::;ión de Botero al negársele la entrega de su hija y al creerla él dcshonrada, impirli6 ahsolutamente la reflexión de escogitar otro medio de dar libertad á BU hija. En casos como ést.e, es contrario á la naturaleza del hombre y al simple ¡,ent.ido común exigir que se busquen los medios pacíficos para darle libertad !t una hija {t quien el pa~re cree arrebatada de su casa y manchada la blanca túnica 22 de su virginidad. Nadie, poniendo la mano sobre su. coraz6n su conciencia de hombre honrado, podría con· denar á Botero P., por que, en ese acto supremo de la vida padre de familia, no ocurre á la policía 6 á los amigos ó circunstantes para que le ayuden á recuperar In libertad tie su hija ó ruegue al (¡ue la retiene para que se la devuelva. En Medellín hemos visto casos corno el de Federico Henao, quien fue absuelto, ó 5;610 sufrió la detenci6n preventiva. por haherle dado muerte á quien insultaha al padre del agresor. EL de Germán Santamaría, que fue declarado inculpahle por haber matado á quien le había dacio un golpe á trlliciór. y bahía buído. A Ezequiel Jaramillo, quien Jl1ntó porque se le amena- y escrutando zaha con unas tijeras. _. _.•.... oe __ La ley penal protege la vida, la honra y la propienad eJe las personas; y la Constituci6n de la República pone al frente de las garantías sociale~, la cie que las autoridades están instituidas con ese sagrado fin. No podía ser de otra manera, ya que la reur,i6n de los hombres en sociedad no tiene ot.ro objeto que el de amparar esos (lones de Dios y el de procurar el perfeccionamiento de las facultades del bomhre. La vicia y la honra de la familia 80n más queridas para el ]>aore que, como Botero Pardo, ha rodeado su hogar de todas las precaucioneB para evitar el mal, que su propia vida, y la prueba es que no vacila en arrojarse á un acto que ha de amargar su existencia y la de su casa para siempre; clua ha tie ponerlo á él Y á los RUYOS largos años á ser el pasto de la curiosida(l y de los coment.arios rle todo género. El no tr'epida j á tn:eque de defender y de hacer respetar su hogar, lo sacrifica todo: reposo, fortuna y vida. El ofreció y sacrificó todo esto en la noche del 27 de :Mayo por la libertad, la honra y la int.egridad de la que amaha. Es enteramente contrario {L los bechos justificados en el proceso y á la naturaleza humana, lo que dice el Sr. Fiscal con relación á la impasilJiliclad con que debi6 ohrar Botero al recuperar á SiU hijH. Sabéis yá todas las peripecias este doloroso suceso. El no es simple y natural, ni de uso corriente en nuestra sociedad. No se trata ha sencillamente de otorgar un padre'rico su consentimiento para que su hija casase con un joven relativamente pobre y cie buena posici6n social, y pudiera ocurrir al padre este dilema extrafio y casi salvaje; "6 consiento en ne DEL SEÑOR JOSÉ :uA.RÍA BOTEKO P. el matrimonio ó mato al pretendiente y aun á mi misma 23 hi- ja". Estos extremos se vendrán á los mientes á los enajenados, seguramente. Ellos no se acostumbran entre nosotros ni aun entre la gente inculta ó viciosa: matrimonio 6 muerte. Esto no es ni remotamente parecido á lo que pasó entre Botero Pardo y Fernán,lez. Ni éste pidió á aquélla mano de ,su hija, de ulla manera decente y en ocasión en que ambas pa.rtes usaran de una perfecta libertad de espíritu, ni aquel podía concedérsela en circunstancias tan humillantes y deshonrosa~ pa.ra su tiunilia. l<:l mismo Fernández debió pensar que obtener el'~onsentimiento (lel paore en tan equívoca situación, era yá echar sobre sí una afrenta: la de verosímil conjetura (le rapto para someter la voluntad del padre. La opresión de Botero P. y la persecución de éste contra Carolina, son meras suposiciones del Sr. Fiscal. Botero P. supo unos ¡lOCOScHas antes del 27 de Mayo que Carolina corresponcUa miradas del Dr. Fernánclez, y uroenó que no se presentat"a en los corredores Cjue ncrnoraban fronteros al Despacho del Doctor, fJuien I,ermanecía alli de cor.tinuo. Repetido elavisn á Botero P. unos tres días antes de la muerte (le Fernánciez, aquél di~puso quesu hija no saliera de URa pieza del interiur de la casa; pero Carolina continuó salienc\o á visitas con sus hermanas como de costumbre. Esto consta en los autos y no tiene nada de composición: oprimir y perseguir de Ci'ta manera no es colocarse en el consahido oilema del Sr. Fiscal; no manifiesta que el padre de familia estuviera dispuesto á plantearlo optanrlo por el extreml') brutal de matar. Este no es el modo de proceder de los jefes ne hogar en nuestra 8ocieclad. Centenares de ejemplos tenemos en MedelIIn y en lug'Hcs importantes del Departamento de enlaces de jóvenes pohres con rica!l herederas. En las familias mismas de los actures en este orama lo vemos. L?s hermanas de Boterc~ P. se casaron eon jóvenes destituidos de furtuna. E1 Dr. Fernánoez contrajo mat.ritnunio con una señora de distinguioa posiciólI social y más rica que él. Su hermano Enrique, por Sll espíritu elevado y culto, ObtHVOla mano de u.na señorita de alta colocación monetaria. Es vana y exagerada la acusación que el Sr. Fiscal hace contra las clases ele'ladas, concitando contra ellas las de escala inferior de la sociedad, lo que sienta mal en un representante de la ley en un régimen político fJ.ue se informa esencialmente en la moral del cristianismo. 24 DEFENSA: En la sociedad colomhiana y en general en la América Latina, no tenemos aristocracia cie sangre y espada, la más persistente y exclusivista. La virtud y el talento escalan aquí todas las alturas oficialoRy sociales. Lo hemos visto ahora mismo con humildes hijos de nuestras aldeas que ocupan 8ilIas en el .Ministerio y en las Cámaras y se emparentan con escogidas familias. Nada temáis j6venes por vuestra humilde cuna. Si vuestro corazón y vuestra inteligencia se elevan y cultivan; si vuestra conducta es correcta, abnegada y digna, encont.-aréis caballeros que estrechen vuestra mano y que no os negarán las de sus hijas, solamente porque no habéis nacido en "alcoha tapiza cIa." Los hechos aquí hablan alto; no neeesito enumerar más nomhres. Pero no se gana estimación ni se asegur~ posición ~n nuestra socieclacl con aventuras galanteíl, ni amoríos de novela. Somos todavía, af()rtunaclamente, muy sencillos y cautos al mismo tiempo en la formación del hogar. Seguimos un tanto las costumbres patriarcales. El padre de familia debe tomar parte desde la iniciación de los enlaces. El aconseja y Ilirige~ El pret,cndiente, cuando apenas tiene seguriciall de (lue es aceptalll), se presenta al jefe y hace llna manifestación senci1Ia y decorosa. N o se estila aquí recibir á la hija de familia á hora incompetente en casa del amante, y retellerla, y no entregarla á sus deudos. Es extraño que el representante de la ley asegure que Fernáncloz tuviera derecho de mat~w {L Botero P. cuando entró á casa de aquél en busca de su hija, como si se tratara de rechazar al que asalta de noche una habitación. i, Qué derecho ponal es ese en que se apoya el Sr. Fiscal para scntar semejante proposición ~ J, En dónde está la ley que equipara al padre ¡i un ladrón ó asesino Ó incendiario, porque pelletra á cualquiera hora á la casa en donde se le retiene á su hija menor de edad, que se le ha prometido entregar y no se le entrega. ~ Ese derecho no existe, no puede existir en legislaci()n alguna de país civilizado. En el nuéstro 110 lo hay. Pero sí corll:mgra nuestro Código Penal el derecho hasta de quitar la vida al que arrebata la libertad, quita la honra ó causa, ó trata de causar algún mal al matador ó á cualquiera otra persona, y con mucha mayor DEL SE:&ORJO~:é HABÍA BOTEBO P. 25 raz6n cuando se trata de una hija; y el raptor de una mu~ jer soltera, menor de veintiún años, aunque ella 10 consienta, tiene pena de uno á cinco años de presidio, según el artículo 691 del Código. Luego si Fernández mata á Botero P. al entrar, habría sido conden.ado, no solamente como homicida, sino como raptor, pues que se oponía á que Carolina volviera á la casa de su padro, y entonces el argumento del Agente del Ministerio público, puede enderezarse contra él : si Fernández cometía delito y doble delito matando á Bot~ro P., éste es inculpable al quitar la vida al detentador de su hija. Conozco á Botero P. y tengo relaciones con él desde que tenía él trece años y yo veinte, en el Colegio de San Ildefoll8o, en donde fui su Superior y Catedrático. Su carácter es en el fondo lo mismo que cuando era niño: impresionable y extremado. Hombre que se exalta hasta el delirio como cuando se le da la noticia de la fuga de su hija, y luégo Be calma y se tranquiliza á los ruegos de su esposa é hijos y con la promesa de que se le devolvería. Que espera y va con relativa calma á recuperar su hija y en presencia de ella estalla en furor. Hombre que en treinta años de vida marital, rodeado de comodidades y viajando dos 6 tres veces por Europa y Estados Unidos, su respeto por la sautidad de su hogar no ha desmentido un punto. Estos antecedentes y circunstancias especiales son elementos que ilustran para fundar fallos que duren por su justicia y Yerdad. Esos antecedentes y la naturaleza do esta célebre causa, me comprometieron á abrazar la defensa, no obstante las relaciones de buena amistad que he llevado siempre con los Sres. Fcruándc~ j porque creo que la amistau no es incompatible con la justicia, y que ésta elebe estar colocada sobre todas las consideraciones humanas, cn tanto que la lealtad y el hOllor sc respeten. SESION 3~ Pero volvamos al Sr. Fiscal: Este funcionario no ha justificado las remlmscencias dolorosas y ultrajantes que se ha permitido hacer contra algún miembro de la familia del Sr. Botero P. Exhum6 aquellas cenizas con el exclusivo objeto de insultarlAs Y86 2() nEFE~~A. apoderó de ese ifÍsulto como argumento en contra. del probo sindicado de hoy con relación de pormenores y detalles cuya calificación dejo á vuestro elevado criterio. Nadie debe responder sino de sus propias obras; y si Botero P., constrefiido injustamente por el funcionario de instrucción que quiso examinar todas sus entrañas, manifelitó ingenuamente que había adoptado 1m sistema de educaci6n restringida con su familia en razóu de algún suceso doloroso ocurrido con pariente suyo, eso no daba. derecho al Sr. Fiscal para constituírse en acusador de los que fueron. Los representantes de la ley deben ser respetuosos ~ les está vedado restregar heridas sin necesidad, especialmente cuando la reminiscencia es exótica. Que yo como defensor pedí que la audiencia se verificara eu reserva, es procedimiento justificado no solameute por el incidente {t que me he referido, sino porque el mismo Sr. Fiscal, en parte de su peroración, trató acerca de la vida privada del Dr. Fernálldez, que la defensa no. toca ni tocará por respeto á la memoria del muerto, y por su propio decoro. Pero se le dio publicidad al proceso y se fue hasta turhar el reposo de los muertos, poniendo lápida conmemorativa que califica de asesinato la muerte del Dr. Fernández; y, j horror! se fue hasta vocear y vender por las calleJ Pllblicas la relación de un suceso qua solamente correspondía calificar :í la justicia, tranquila, sin prevención, sin vocinglería, de esta que se arra.stra por las tertulias de las gentes sin criterio. Por eso, precisamente por eso, desistió la. defensa. del recurso de apelación interpuesto, para que la audiencia se verificara privadamente. Asegura el Sr. Fiscal que trabajó su obra acusadora en hora y media después de haber estudiado el proceso durante pocas horas; yeso se nota, se observa y se comprende, con ser que el expediente contiene más de cuatrocientas páginas; y como toda obra es proporcionada á la labor, no es extraño que las apreciaciones hayan sido tan ligeras corno el estudio. El Sr. Fiscal ha avanzado en la presente audiencia hasta el extremo de sospechar procedimientos indebidos en nuestro Tribunal Superior, al confeccionar la última lista de Jurados. })EL SEÑOR JOSÉ MARÍA nOTERO P. 21 Ha clicho que el Sr. Juez 1.° Superior felicitó! uno de mis honorables colegas porque en la li :.¡tade Jurados del Juzgado 2? Superior habían aparecido más de treinta designados liberales, mientras que en el Juzgado H> sólo aparecieron tres. Señ.ores del Jurado: yo no comprendo á qué sentimiento oheuece esta, insidiosa sugestión, porque jamás el Tribunal de Antioquia fue objeto siquiera de sospecha; ui Re trata de asunto alguno que se roce eon la: política. Lo único que puedo afirmar es que ni mis colegas, ni el Tribunal Superior, ni yo hemos pensado siquiera en que la lista de de~ignados sea complementada 6 formada con propósito deliberado, ni que hayamos intervenido en ella en lo mínimo. Esto digo, y basta. 11:1 Sr. Fiscal al tratar de la pena aplicable á Botero P., pide 18 años de presidio para él, pero después, como revendedor de baratijas, se digna rebajar la pena basta seis meses de reclusión. Depende esto, Sres. Jueces, de que, como el mismo Sr. Fiscal lo indicó, trabajó 8U viBti'\.en noventa minutos, y estudió el proceso en día y medio; ó <le que no ha expuesto con seriedad los hechos ni con ánimo sereno ha relatado 108 acontecimientos. Ha tomado el Sr. Fiscal con inusitaao empeñ.o la pre8ente causa, corno si fuera de lucha de clases sociales; ent.re los que visten l'uana, y los que USflll levita. Quiere indudablemente e8timulal' con ello las pasiones, y sobre este punto hizo derroche de arrogancia. Pero Sres. Jueces: iQuién es el pneblo~ El pueblo somos todos. La mana no tiene privilegios. La levita no vale más ni menos, al tratar de honra, de dignidad y de pundonor, que la camisa blanca ó turbia ó negra del lab l'iego honrado, si llena Sll <leber y defiende con energía su nombre y su familia. El pueblo somos todos, y todos somos iguales ante la ley; y tanto es paare de familia para el efecto de <lefenderla, el labriego, como el obrero y como el artesano, y el comerciante, y el pobre, y el rico, pueR en esto de paternidad no hay un padre más padre que otro, y sus deberes no son diferentes. Tan alto puesto ocuparía yo defendiendo en este instant('\, al menestral celoso de la honra de Sll hogar, como la 28 DEFEXSA que me asiste cuando habla mi lengua, y mi pluma escribe, para pediros, como os pido, con seguridad, sin rodeos y sin súplicas, pues no suplica quien tiene á su lado la justicia, que absolváis al honrado ciudadano Botero Pardo, sin otras condiciones que la de ser honrado y cumplido caballero, y que obr6 con l'azÓn. Lo de capitalista está demás en el debate, porque la riqueza por sí misma no ha hecho á nadie honrado, ni virtuoso, ni feliz, ni buena cabeza de un hogar tranquilo, y estricto y caritativo como el de Botero Pardo. La defensa sólo aspira á que en esta vez se salve la justicia. A yer se oy6 en este recinto batir palmas, deRpués de repetida hilaridad, por la recitación de elocuentes frases de Lamennais, en las cuales se habla de pirámides do huesos, y cráneos en que se bebe sangre, y lugares en donde se maldice á Cristo, después de pisoteado, porque trajo la libertad al mundo. Pues eso no viene á cU3nto, ni se relaciona en manera alguna con el ohjeto de la presente causa. En ésta se trata solamente de un padre sorprendido . por la ausencia de su hija, de modo extraño; padre que empieza por exigir la inmediata reintegración de su hogar; que impaciente, y observando que no llega, va á buscarla, porque sabe que su pretendiente se resiste á dejarla salir; que hasta en el momento de penetrar á la casa, el padre de la ausente, se pretende detenerlo ; qno avanza, contempla á su hija sin sentido, y que en su desesperaci6n, dispara sobre el pretendiente en la certeza moral, creencia 6 convicción de que la deshonra se ha consumado. Tal es el fondo del problema que debéis resolver. ~Qué penRamiento inspiró al padre 1 ~ Qué motivo arm6 su brazo 1 Botero Pardo había tomado el arms. de las manos de su hijo, para evitar un acto impetlJ,oso, 6 i~pruden te, 6 criminal, por pal'te de éste; pero el c,uadro que se present6 á su vista no le dejó duda alguna de que se le había arrebatado la inocencia á su hija, y dispar6 ; y muri6 el Dr. Fernández, contra quien mis labios no han vertido, ni vertir{m una sola. palabra fuera de lo necesario para ilustrar la justicia. i Es criminal el padre 1 Decid que sí, y veréis caer {\ pedazos todas las ligaduras de los hogares honrados, todos los lazos de la potestad paterna, y rotos para siempre los vínculos del hogar y DEL SEÑOR JOSÉ MARfA noTERo 1'. ~ de la familia, que constituyen el fundamento de la sociedad, porque ésta tiene por origen 108 hogares; y sobre éstos, y para salvarlos, fundó Cristo su Iglesia, el que trajo la verdadera libertad á la tierra, el que predicó la justicia, la igualdad, y el que rechazó en su alma santísima, al Juez que lo condenó, y enSeñó con su muerte á los Jueces de la tierra, que antes de dictar un veredicto, deben recogerse en el seno de su conciencia y no lavarse las manos, como el Juez de la J udea. A ese Cristo acude la defensa de 13otero Pardo, para que hagáis justicia. Lamenuais, célebre ingenio, comenzó su carrera siendo demócrata, agitador de las pasiones populares, y acabó siendo abflolutista; soberbio, se adoró á sí mismo, y terminó rechazado por la Iglesia Católica. Lo tengo siempre desconfianza á los exaltados. y voy á terminar, para que mis honorables colegasllenen su tarea. Aguardo tranquilo vuestro veredicto. Decid que 11Ó, al interrogatorio del Sr. Juez, y la justicia humana se habrá cumplido en esta ocasión. Tal es mi pensamiento. --- .••....•.• ---