el fenómeno de la creación de empresas desde la perspectiva de

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EL FENÓMENO DE LA CREACIÓN DE EMPRESAS DESDE LA PERSPECTIVA DE
LOS FACTORES DE ÍNDOLE SOCIO-ECONÓMICO Y CULTURAL QUE
CONDICIONAN EL SURGIMIENTO DE NUEVAS INICIATIVAS EMPRESARIALES.
Componentes socioculturales e institucionales del desarrollo
García Lillo, Francisco
Llopis Vañó, Francisco
Universidad de Alicante
Resumen:
En la actualidad puede afirmarse que existe un acuerdo prácticamente unánime sobre la
importancia y la necesidad de crear nuevas empresas. Cualquier sociedad que aspire de hecho a
un mayor grado de progreso científico, tecnológico, ético y democrático, necesita disponer de
un tejido de empresas plurales capaces de jugar un protagonismo dinamizador en el proceso
económico y en el conjunto de las instituciones. Pero, ¿cuáles son las condiciones que provocan
que en una determinada sociedad haya una propensión a emprender cosas nuevas, a la
creatividad, y además a que las personas que son creativas se decidan a poner en práctica sus
ideas empresariales? La respuesta no es en absoluto simple. Es obvio que es un complejo
conjunto de factores de todo tipo, desde los económicos y los políticos hasta los religiosos y
culturales, lo que genera un determinado «caldo de cultivo», que hace aparecer la figura del
emprendedor. Indudablemente, es sin embargo el entorno que acoge al entrepreneur y a su
compañía lo que constituye el verdadero hecho diferencial. No debemos olvidar que, aun
cuando el fenómeno empresarial («entrepreneurship») recoge aspectos fundamentales que son
ajenos al entorno en que éste se desarrolla, con el énfasis en la globalización a veces solemos
caer en una excesiva simplificación, pues existen infinidad de aspectos a nivel nacional,
regional o incluso local que pueden también incidir, de manera decisiva sobre los procesos de
negocio.
EL FENÓMENO DE LA CREACIÓN DE EMPRESAS DESDE LA PERSPECTIVA DE
LOS FACTORES DE ÍNDOLE SOCIO-ECONÓMICO Y CULTURAL QUE
CONDICIONAN EL SURGIMIENTO DE NUEVAS INICIATIVAS EMPRESARIALES.
INTRODUCCIÓN:
En la actualidad parece de general aceptación atribuir a las empresas la condición de ser
el primer factor generador de progreso y desarrollo económico y social de un país (De Andrés
Alonso, García Merino y Fuente Sabaté, 1996, p. 485; Ayerbe Echeberría, 1994, p. 72; Bermejo,
Rubio y de la Vega, 1994; p. 57; Entrialgo Suárez, 1997, pág. 267). Es imposible imaginar hoy
día una sociedad avanzada sin una floreciente emersión empresarial. El eje sobre el que gira el
progreso social está en nuestros días en las empresas. Es más, la creación de empresas como tal
se constituye, no obstante, en el «alma mater» de cualquier sistema de economía de mercado y
en uno de los factores fundamentales de la estructura económica de la industria para cualquier
país desarrollado (Claver Cortés et al., 1991, p. 11; Genescá Garrigosa y Veciana Vergés, 1984,
p. 147).
En consecuencia, no parecería ocioso investigar sobre las razones y motivos que están
en la base, en el origen de dicho fenómeno; de la generación de empresas, es decir, en las
actitudes de aquellas personas que se disponen favorablemente frente al riesgo empresarial
(Ayerbe Echeberría, 1994, p. 72). Hoy día las capacidades empresariales y su calidad se
presentan como determinantes del ritmo de desarrollo de un país (Entrialgo Suárez, 1997, pp.
267-278). Diferentes ritmos de crecimiento entre países o entre períodos de un país vienen
determinados por la oferta y la calidad de las capacidades empresariales, en suma, de sus
empresarios. Es más, incluso se podría llegar a afirmar que la creación de empresas en un
espacio geográfico determinado más que deberse a la presencia de ciertos recursos naturales i, se
debe, por contra, a la existencia de empresarios, de capital humano, de capital confianza como
consecuencia de una cultura que legitima la integración y participación activa en la empresa, y
de un correcto funcionamiento de los mercados de capitales, productos, trabajo y tecnología
(Cuervo García, 1997, p. 46).
Sin embargo, en determinados espacios y momentos, el marco geográfico sí parece
resultar especialmente relevante. Determinadas actividades se concentran en determinados
espacios con base en «la historia marca» o la reexplicación del concepto de Marshall de los
«distritos industriales» (Becattini, 1994; Pyke et al., 1993 y 1994) como consecuencia de las
economías externas a la industria (economías de aglomeración) y las internas de escala y
alcance ii. No obstante lo anterior, dichas economías se deben, principalmente, al sistema
educativo, la infraestructura local, la existencia de tejido industrial y la posesión de
determinadas fortalezas o infraestructuras especializadas en unos espacios que facilitan el
desarrollo empresarial (Méndez y Caravaca, 1996, p.86; Vázquez Barquero, 1988, p. 215).
El punto de partida es la constatación de que todas aquellas empresas con cierta
capacidad para generar y/o incorporar innovaciones que afectan a sus procesos productivos, sus
productos o su organización tienden a concentrarse en determinados espacios a los que se define
como medios de innovación. En esas áreas, la presencia de ciertas infraestructuras y ciertos
servicios de apoyo, de recursos humanos y materiales, junto a la generación de vínculos
interempresariales que incluyen la cooperación y la consolidación de un entorno sociolaboral,
cultural e institucional favorable, facilitan los esfuerzos realizados por las empresas
individuales y reducen sus riesgos, sobre todo en el caso de las PYME’s iii (Méndez y Caravaca,
1996, pág. 184).
En consecuencia, el objetivo de este trabajo radicará, pues, básica y fundamentalmente,
en explorar, en primer lugar, y al margen de que existan o no en un tiempo y espacio dados
empresarios que se dediquen a actividades productivas vinculadas tanto a la innovación como a
la imitación y difusión de tecnología en lugar de centrar sus esfuerzos en la búsqueda de rentas
improductivas, la posible relación dialéctica existente entre las condiciones territoriales recursos humanos, naturales y de capital, accesibilidad, permeabilidad a las innovaciones,
estructura social y productiva heredada, eficacia de sus instituciones, etc.- y el surgimiento y
desarrollo, en determinados espacios, de todo un conjunto de nuevas iniciativas empresariales.
Por último, antes de la conclusiones definitivas, teniendo en cuenta que los
conocimientos, tecnologías y recursos que existen en un momento determinado sólo se ponen en
acción si se tienen los valores capaces de generar capacidades organizativas y empresariales, y
siendo conscientes de que la aparición de empresarios no está regida ni por las fuerzas de la
naturaleza ni por procesos misteriosos, se hará también referencia a toda una serie de variables
de índole socio-económico, cultural e incluso psicológico, explicativas del desarrollo
empresarial
CONTEXTO TERRITORIAL, MEDIOS INNOVADORES Y SURGIMIENTO DE NUEVAS
EMPRESAS COMPETITIVAS
Aunque no resulta del todo imposible que una empresa localizada en un área deprimida,
mal equipada, con difícil comunicación exterior y que cuente con una población escasamente
formada pueda salir adelante, alcanzando cierta calidad y diferenciación de sus productos, la
experiencia internacional confirma que «las empresas más dinámicas en las diferentes
actividades industriales surgen y se desarrollan en espacios bastante escasos en número y que
reúnen otro tipo de condiciones más favorables» (Méndez y Caravaca, 1996, pág. 62). El intento
de identificar esos requisitos que permiten a determinados medios actuar como verdaderas
incubadoras de empresas y propiciar su competitividad ha sido objeto de numerosos estudios
realizados en años recientes, abordados desde la perspectiva del desarrollo local, la
industrialización endógena o la teorización sobre los medios innovadores, pero tal vez el más
influyente sea el realizado por M.E. Porter (1991).
En primer lugar se afirma taxativamente, en dicho estudio, la influencia decisiva que el
contexto territorial tiene en la generación de una ventaja competitiva que «se crea y se mantiene
mediante un proceso altamente localizado» (Porter, 1991, p. 45). Este aspecto tiende a
acentuarse a medida que la mejora de las comunicaciones y la apertura de los mercados al
exterior eliminan barreras tradicionales al intercambio y revalorizan, por tanto, la influencia de
las condiciones locales para propiciar u obstaculizar el desarrollo de una industria.
En segundo lugar, Porter identifica cuatro factores específicos que pueden dar cuenta
del éxito obtenido por ciertos espacios industriales, a los que alude en ocasiones como diamante
de la competitividad en relación con la forma gráfica del modelo representado: 1) condiciones
de los factores, 2) condiciones de la demanda, 3) sectores conexos y de apoyo, 4) estrategia,
estructura y rivalidad de la empresa, al tiempo que hace referencia a una variable final que
puede influir positiva o negativamente en cada uno de los cuatro determinantes anteriores, 5) El
papel del Gobierno.
1) Condiciones de los factores. Es evidente que la promoción industrial de cualquier
territorio exige como requisito previo e indispensable, la existencia de unos recursos
productivos básicos. La dotación de factores de producción con que cuenta un territorio y su
movilización efectiva pueden ser un primer motivo de impulso para las empresas industriales
destacado por la teoría de las ventajas competitivas. La abundancia, calidad/cualificación y
coste de los recursos humanos, naturales y de capital, junto al nivel de infraestructuras y los
recursos en materia de conocimiento ofrecen la primera y más habitual de las pautas de
localización industrial.
2) Condiciones de la demanda. La existencia de un mercado interior amplio es, con
frecuencia, un factor que facilita el impulso inicial al asegurar a las empresas un umbral mínimo
de rentabilidad y propiciar el aprovechamiento de economías de escala en la fabricación; por la
misma razón, la expansión de ese mercado favorece el propio crecimiento de las empresas que
sólo en fases relativamente avanzadas de su evolución pueden sustituirlo, al menos
parcialmente, por la demanda externa. Pero además de su dimensión, también influyen sus
características cualitativas, pues la existencia de compradores para bienes de alto valor o mayor
contenido tecnológico será un factor de estimulo a la innovación para determinadas empresas.
3) Sectores conexos y de apoyo. La existencia de un sistema productivo en el que un
buen número de empresas, tanto industriales como de servicios o extractivas, operan de forma
eficiente supone un ambiente favorable para el surgimiento y desarrollo de la firma individual,
que encontrará con mayor facilidad tanto proveedores como colaboradores potenciales con los
que establecer eslabonamientos productivos. La historia económica, política y social de cada
territorio sigue así influyendo sobre su situación actual a través de las estructuras productivas
heredadas en cada caso, que constituyen uno de los activos o frenos principales para el
crecimiento industrial, definiendo además trayectorias nacionales y regionales diversas.
4) Estrategia, estructura y rivalidad de las empresas. La eficacia con que se dirigen y
gestionan las empresas, relacionada con el nivel formativo, capacidad de iniciativa y actitudes
del empresariado, o con la estructura de las organizaciones, así como el sistema de relaciones
laborales y la capacidad de alcanzar acuerdos, muestran claras diferencias según países y
regiones que, si bien no han sido satisfactoriamente explicadas a partir de factores
generalizables (históricos, culturales, sociales...), favorecen comportamientos y resultados muy
variados que afectan la vida diaria de la empresa. Por otra parte, la existencia de un cierto grado
de competencia/rivalidad doméstica, junto a ciertos hábitos de colaboración en proyectos
conjuntos, suelen impulsar actuaciones dirigidas a la innovación y mejora de su calidad y
productividad en empresas ubicadas en ciertos territorios, desanimándolas en otros donde el
peso de las inercias tiende a ser mayor.
5) El papel del Gobierno. Aunque su influencia resulta en ocasiones discutida ante la
constancia del fracaso padecido por numerosas experiencias pasadas de políticas de desarrollo,
la actuación de los gobiernos puede reforzar o debilitar el efecto de los factores mencionados.
Así, las subvenciones a la instalación, la legislación en materia laboral y financiera, o la política
tecnológica y educativa inciden sobre las condiciones de los factores productivos. La
aprobación de barreras arancelarias o la exigencia de normas técnicas para la importación, junto
al impulso de la demanda desde el sector público pueden convertirle en importante comprador
para industrias tan diversas como las de telecomunicaciones, materiales de construcción, o
material militar, afectando así la evolución del mercado interior. La creación de centros de
servicios, o el apoyo a la cooperación interempresarial pueden, finalmente, ser otras formas de
trastocar el contexto competitivo.
FACTORES DE ÍNDOLE SOCIO-ECONÓMICO Y CULTURAL QUE CONDICIONAN EL
NIVEL O LA OFERTA DE CAPACIDADES EMPRESARIALES.
Mucho se ha debatido acerca de los factores que pueden impulsar en un momento
determinado la creación y el desarrollo de nuevas empresas de base local en ciertas regiones o
países frente a su práctica inexistencia en otras, preocupación ésta que se relaciona con los
denominados enfoques ecológicos, que intentan identificar y caracterizar los medios propicios al
surgimiento de iniciativas y al ejercicio de la función empresarial, e interesados en comprender las
condiciones locales (socioeconómicas, culturales, institucionales) que propician el dinamismo
industrial de ciertos territorios. Sin embargo, nada se ha dicho en relación a esos otros
condicionantes que, desde una perspectiva económica, psicológica y socio-cultural, y al margen de
los planteamientos deterministas a nivel «macro» introducidos por la denominada Teoría
Ecológica de las Organizaciones, determinan el nivel o la oferta de capacidades empresariales.
Intentado no obstante profundizar en el conocimiento de tales condicionantes, se podría
constatar que la emergencia de empresarios se debe a la existencia de una amplia gama de factores
que podrían agruparse en tres categorías diferenciadas: factores económicos, no económicos y
psicológicos.
1. Factores económicos
Autores como el propio Wilken (1979), distinguen fundamentalmente entre aquellos
factores que promueven incentivos de mercado para el empresario, y aquellos que facilitan la
disponibilidad del capital, considerando a este factor de especial relevancia para el desempeño de la
función empresarial. Y para mayor concreción señala como principales condicionantes: el nivel de
demanda, la posibilidad de disponer de tierra y materias primas, el nivel de impuestos, la facilidad
para importar inputs esenciales para la producción, etc. No obstante, en relación con la creación de
empresas tecnológicas, los siguientes factores han sido también identificados como incentivadores
de oportunidades tecnológicas o de mercado:
a) Presencia de centros de «incubación» en el área. Las «incubadoras de empresas»
suelen ser montajes públicos, aún cuando tanto la propiedad como la gestión de estos centros
admita todas las modalidades posibles, pudiendo ser también, privados o mixtos (Smilor y Gill,
1986, p. 11). Se trata de lugares en los que se facilita una infraestructura elemental para el
nacimiento de las empresas: un poco de espacio, un poco de asesoramiento, un poco de formación
al emprendedor, información que le oriente acerca de a dónde dirigir sus pasos para obtener
permisos, patentes, préstamos, etc. (Benavides Velasco, Castillo Clavero y Rodríguez Rodríguez,
1996, p. 810-811).
Conviene, no obstante, diferenciar muy claramente a las «incubadoras» de toda una serie
de concentraciones tecnológicas identificadas por una combinación en proporciones diversas de
actividades investigadoras y producción de alta tecnología, ya que éstas, además de ofrecer las
prestaciones antes descritas, aportan formación técnica, tutela del empresario y transferencia de
tecnología, prestaciones éstas que hacen disminuir la tasa de fracasos empresariales con relación a
las «incubadoras». La razón de ser de estas concentraciones tecnológicas, es promover la
reindustrialización y el desarrollo regional a través del fomento de la I+D y la instalación de nuevas
industrias para así favorecer las sinergias innovadoras que se derivan de la proximidad entre
empresas e instituciones (fertilización cruzada). Por ese motivo se han convertido para muchos
analistas y gestores en los nuevos polos de desarrollo de la era informacional, que sustituyen a los
del período fordista, apoyados en los grandes complejos industriales y los sectores motrices de esa
etapa mientras que para otros alcanzan el valor de meros mitos tecnológicos.
b) Universidades con una fuerte interacción con el medio empresarial. Escuelas Técnicas
y Universidades con fuertes áreas de ingeniería, de ciencias básicas y de dirección de empresas, en
las que, como objetivo prioritario, se establezca lograr una fuerte interacción con el mundo
empresarial y promover el espíritu emprendedor, juegan un papel crucial en la creación de nuevas
empresas (Bahrami y Evans, 1995; Bruno y Tyebjee, 1982; Roure, 1985). Este tipo de
universidades tiene, no obstante, un efecto directo suministrando personal formado, consulting y
acceso a laboratorios que, normalmente, a la nueva compañía no le resulta rentable poseer.
Además, por otra parte tienen el efecto indirecto de atraer al área la implantación industrial de
compañías que pueden actuar posteriormente como verdaderas «incubadoras» y/o potenciales
clientes (Veciana, Escorsa y Santacana, 1988).
c) Acceso al capital riesgo («venture capital»). El capital riesgo o venture capital consiste
en aportar capital a una nueva empresa para facilitar su nacimiento y despegue (sin pago de
intereses), con el objetivo de que un tiempo más tarde ese capital se haya revalorizado
extraordinariamente (Nueno Iniesta, 1994, p. 108; Roure, 1985, p. 391). El objetivo del «venture
capitalist» es vender las acciones que consiguió con su inversión inicial obteniendo una
substanciosa plusvalía.. En realidad, el inversor en capital riesgo espera que su participación
adquiera un precio elevado en cuanto la nueva empresa se haga notar con vigor en el mercado.
Sería injusto, sin embargo, citar el venture capital única y exclusivamente como una fuente de
capital. Los profesionales del venture capital que tienen buena reputación aportan, además del
capital, su experiencia en la creación de nuevas empresas, lo cual es crítico en los primeros años de
vida de la compañía. En realidad, sin el desarrollo de esta función y la participación en el espíritu
emprendedor de los fundadores la eficacia del venture capital disminuye drásticamente.
2. Factores no económicos
Para la aparición de empresarios cabe también resaltar la existencia de una serie de factores
necesarios, de naturaleza no económica, y que por si solos no son suficientes. Agrupando tales
factores, podría hacerse mención a los siguientes:
a) Legitimación del empresario: Los valores y normas de la sociedad en cuestión deben
considerar legítima la actividad empresarial, y así tiene que percibirlo el empresario (García
Echevarría, 1987, p. 132). La falta de consideración social tiene importantes efectos pudiendo
llegar a constituirse como un factor negativo para la aparición de nuevos empresarios; en una de las
posibles «barreras de entrada al mundo empresarial» (Bragard, Donckels y Michel; 1988; p. 71).
Se parte, por ende, de la hipótesis de que «un factor decisivo en la creación de una
empresa es el entorno social, favorable o adverso, hacia la creación de una empresa y hacia la
actividad empresarial independiente» iv (Genescá Garrigosa y Veciana Vergés, 1984, p. 148). En
realidad, la apreciación social de la actividad de emprender con ánimo de logro y de lucro,
ocupa un lugar muy destacado en la generación de actitudes empresariales (Bueno Campos,
1988, p. 88).
b) Movilidad social: Aunque distinta de la estructura cultural conformada por los valores y
normas aludidos por autores tales como Chell y Adams (1995, p. 229) o Davidsson y Wiklund
(1995, p. 362), la estructura social se muestra estrechamente relacionada con ella y afecta a la
aparición de los empresarios según el grado de movilidad social y geográfica y la naturaleza de los
canales de movilidad existentes en cada caso (Amit, Glosten y Muller, 1993, p. 820).
Respecto a la incidencia de este factor, las posiciones van desde quienes entienden que las
estructuras sociales muy móviles benefician el resurgir de empresarios, a los que piensan que la
situación óptima se alcanza en una sociedad con canales de movilidad muy restringidos en general.
c) Marginalidad: Muchos son los economistas que piensan que los empresarios surgen
como consecuencia de la existencia de una cierta «marginalidad social». Motivos religiosos,
culturales, étnicos o la pertenencia a grupos de inmigrantes minoritarios despiertan en personas con
una posición social marginal, ciertos efectos psicológicos que les hacen percibir la actividad
empresarial de forma atractiva como alternativa a su actual condición (Stanworth, Stanworth,
Granger y Blyth, 1989). En esta «teoría de la marginalidad social» acerca del empresario, se
considera personas «marginadas» a las que han sufrido un deterioro de su rol o posición, como, por
ejemplo, el parado, el universitario que no encuentra un empleo adecuado a sus estudios, los
inmigrantes, etc. Estas personas socialmente marginadas, atrapadas en una situación insegura y
amenazadora, están forzadas a tomar una decisión sobre su carrera y su futuro profesional. Es en
tales situaciones en las que muchas veces surge la idea de establecerse por su cuenta y empieza el
proceso de creación de una empresa (Stanworth et al., 1989, p. 14).
d) Integración social: En contraste con la marginalidad, se ha puesto también de manifiesto
la necesidad de una cierta integración social; de una cierta cooperación entre los recursos, de forma
que existan los suficientes vínculos sociales como para permitir a los empresarios potenciales tener
acceso a los factores y mercados adecuados para realizar su función en las mejores condiciones
posibles (Aldrich y Zimmer, 1986; Birley, 1985; Starr y MacMillan, 1990).
e) Seguridad: La importancia de este factor ha sido resaltada comúnmente, poniendo el
énfasis en la seguridad empresarial, social, ética y política, como favorables para la aparición de
nuevos empresarios. (O’Kean Alonso, 1991; Wilken, 1979).
Diferentes autores sin embargo, siguiendo una concepción knightiana y schumpeteriana de
la función empresarial, entienden que el empresario requiere de un futuro altamente incierto para
resurgir. A juicio de Wilken, por ejemplo, el empresario necesita cierta seguridad, pero en un
entorno en el que ésta sea completa, su función pierde valor y el resurgir de nuevos empresarios
será menor, aunque esto a su vez dependerá del tipo de función empresarial que consideremos
característica del empresario. No cabe duda, por tanto, que es éste un factor fundamental para la
aparición de unos agentes que requieren de la existencia de un entorno de seguridad relativa, pero
no total.
f) Ideología: La ideología como conjunto de ideas fundamentales que caracterizan el
pensamiento de una persona o colectividad, es considerada como otro factor importante,
especialmente si está orientada al comportamiento empresarial, o su contenido de forma indirecta y
quizá no intencionada incita a los individuos a convertirse en empresarios (O’Kean Alonso, 1991).
g) Otros factores sociales: Diversos autores han propuesto un amplio listado de factores
sociales que a su juicio promueven o condicionan la aparición de nuevos empresarios tales como la
existencia de una estratificación social que cuente con una clase media poderosa, el poder, el
control, etcétera (Gibb y Ritchie, 1982, p. 27; Birley y Westhead, 1994, p. 9).
3. Factores psicológicos
Aunque relacionados con los anteriores, otros teóricos han puesto énfasis en factores como
la motivación personal para explicar el resurgimiento de la función empresarial (Gasse, 1982, pp.
57-71; Herron y Sapienza, 1992, pp. 49-55; Scheinberg y MacMillan, 1988, 669-687), siendo la
formación de la personalidad un factor crucial, tanto para explicar el cambio de actitudes y
necesidades psicológicas, como para adelantar el efecto de las políticas diseñadas para estimular los
incentivos económicos.
Entre estos factores se podría avanzar el hecho de que los emprendedores se caracterizan
por poseer elevados niveles de logro (Begley y Boyd, 1986, pp. 148-149; Szyperski y Klandt, 1988,
pp. 66-69), por la existencia de un fuerte sentimiento de auto-determinación (Rotter, 1987, pp. 1524), por el deseo de asumir riesgos moderados (Brockhaus y Horwitz, 1986, pp. 29-31), por una
mayor tolerancia a la ambigüedad (Timmons, 1994, p. 195), por el deseo de crear algo por sí
mismos (Knigth, 1987, pp. 603), por una actitud favorable hacia el crecimiento empresarial
(Delmar, 1995, p. 217) y, en general, por aquello que se ha dado en denominar «comportamiento de
tipo A» (Chell et al., 1991, p. 37).
CONCLUSIONES:
En base a todo lo anteriormente expuesto, resulta evidente que la promoción industrial de
cualquier territorio exige como requisito previo e indispensable la existencia de unos recursos
productivos básicos. El nivel o la oferta de capacidades empresariales tiene una explicación
básicamente económica y se debe en menor medida, a consideraciones sociales, psicológicas o
culturales. El que existan empresarios que se dediquen a actividades productivas vinculadas tanto a
la innovación como a la imitación y difusión de tecnología, en lugar de centrar sus esfuerzos en la
búsqueda de rentas improductivas, depende de la estructura de incentivos que exista en la
economía.
Sin embargo, se ha de tener bien presente que la existencia de ciertas precondiciones
relacionadas con un entorno social y una herencia cultural específicas, junto con la presencia de
agentes capaces de impulsar la aparición de nuevas iniciativas empresariales, caracterizados por
una propensión a actuar con una cierta autonomía, una disponibilidad a innovar y a asumir riesgos
y una tendencia a ser agresivos hacia los competidores y proactivos hacia las oportunidades
económicas que ofrece el entorno, resultan ser también un primer requisito de carácter restrictivo.
Es más, lo cierto es que si se quiere potenciar una dinámica empresarial viva, ajena a los
privilegios de clase, generadora de riqueza, se debe comenzar, sin duda, por comprender,
apoyar, divulgar y defender los principios y valores que la posibilitan para que la mayor parte de
los individuos, que libremente cooperan en un sistema de división del trabajo, sean permeables
a los mismos y los incorporen, de forma sólida, a su escala de valores, posibilitando así, en la
medida de lo posible una sociedad abierta, sobre la que podrá fecundar la función empresarial.
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Notas :
i
La ubicación de las empresas en el pasado, aún aceptando la importancia de las economías de aglomeración, venía
determinada por la situación de los recursos naturales, por la disponibilidad de los conocimientos y tecnologías, por
los costes de inputs básicos (por ejemplo, mano de obra para los procesos intensivos en trabajo). Los cambios en la
tecnología, transportes y conocimientos, y la migración de los conocimientos tecnológicos, han hecho que cualquier
productos pueda ser producido en cualquier punto del globo y vendido en el resto. De otro lado, el predominio de las
industrias inteligentes creadas por el hombre han roto con los modelos clásicos de los factores de localización y las
empresas pueden ser ubicadas en cualquier lugar. Sin duda, «lo relevante es quién toma la decisión, así como los
factores socio-culturales y los «históricos» que existen en un determinado emplazamiento». Estos dos hechos
destacan la relación de capacidades directivas y empresariales, y de la ideología o valores de la sociedad como
determinantes del desarrollo empresarial (Cuervo García, 1997, p. 47).
ii
En su análisis de la evolución económica contemporánea, caracterizada por la creciente importancia de la gran
empresa y las economías de escala, el gran economista Alfred Marshall señaló la posibilidad de lograr una eficiencia
similar mediante la concentración de pequeñas empresas especializadas, próximas e interrelacionadas, en ciertas áreas
geográficas. Estas se beneficiarían de todo un conjunto de economías asociadas a la propia aglomeración y división
del trabajo a las que denominó economías externas, junto a una atmósfera industrial favorable en la que el
conocimiento técnico acumulado durante generaciones y unos flujos constantes de información dan origen a un
mercado de trabajo sin duda especializado, al tiempo que facilitan el aprendizaje y la difusión de innovaciones.
iii
En palabras de Pyke, «las nuevas tecnologías y las nuevas prácticas de trabajo significan que las pequeñas
empresas, y especialmente sus redes, pueden invertir lo que antes se consideraba eran las abrumadoras ventajas de
escala, que se creía correspondían a las grandes empresas por maximizar las posibilidades de producción en serie. De
este modo, las pequeñas empresas y, más importante aún, las redes de pequeñas empresas, están considerándose
ahora como fuentes potenciales de ventajas competitivas», con lo que «dotan a las regiones sin grandes empresas de
nuevas esperanzas de asumir el control activo de sus destinos y de promover el desarrollo económico» (Pyke, 1994,
p. 108).
iv
Es curioso constatar que la imagen del empresario y de la función empresarial en una sociedad industrial basada en
la libre empresa suele ser más bien negativa. Así por ejemplo, Fertig (1971, p. 22), refiriéndose a la década de los
setenta, habla de la existencia de una «imagen deformada y turbia del empresario» en EE.UU.; Horwitz (1971, p. 79)
de que está «eclipsada» refiriéndose a Inglaterra, y Bilger (1971, p. 79) dice de Francia que es «unilateral» porque se
asocia al empresario-propietario de una fábrica. Quizás la única excepción la constituye la República Federal de
Alemania donde se ha comprobado, que a la actividad del empresario se le atribuye en medida creciente el
funcionamiento de la economía de mercado y el bienestar social y económico del pueblo alemán.
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