Imaginar el futuro de Fe y Alegría en África Beatriz Borjas Febrero 2016 Nunca creí que tendría la oportunidad de volver al Chad. Cuando estuve en octubre de 2010 mi propósito era colaborar en la formación del equipo pedagógico que acompaña la red de escuelas primarias de Fe y Alegría en Mongo, en la región de Guera. Ya hoy se ha consolidado otra red de escuelas en Bitkine en la misma región; además, está en marcha el nivel de preescolar y se comienza a sentar las bases del nivel secundario en algunos centros ante la demanda de los mismos estudiantes y de sus padres y madres. No sólo los niños y niñas son protagonistas sino las personas jóvenes como quedó demostrado durante mi segunda estancia en Mongo y en N’djamena donde Foi et Joie Tchad ha abierto recientemente un centro de formación profesional; son estos jóvenes quienes recurren al teatro como medio para sensibilizar a la población sobre la importancia de la escolarización de las niñas y de las adolescentes. Si bien la vuelta me permitió recorrer la ruta ya casi toda asfaltada hacia Mongo, permanecí allí menos de 24 horas ya que en esta ocasión mi viaje tenía otro propósito: compartir con los participantes del Congreso de Fe y Alegría África los inicios del movimiento en Venezuela y los elementos que marcan su identidad. Mientras que el Congreso invitaba a imaginar el futuro en los países africanos, yo me preparé para viajar hacia el pasado de Fe y Alegría Venezuela y, entre documentos, “descubrí” las cartas en las que el Padre José María Vélaz mostraba su interés por ver implantada Fe y Alegría más allá del continente americano. Un año antes de su muerte en 1985, el P. Vélaz le escribía a la hermana de las carmelitas descalzas, Ana María de Jesús Acedo, las siguientes palabras: “Mi deseo de que Fe y Alegría se establezca solidariamente en África es firme, pues opino que si debemos servir a los más pobres, muchos de ellos están en las Naciones Africanas. Allí tendríamos un campo maravilloso de trabajo” (Cartas del Masparro). Reunidos durante cuatro días en el Centro Bethel de Bakara, empezamos por caracterizar este “campo maravilloso de trabajo” debatiendo en grupo y llegando a acuerdos sobre los desafíos de la educación en el continente africano. No muy lejos se encuentran estos desafíos de los nuestros: la necesidad de un sistema educativo adaptado a la realidad del contexto, formación de los y las docentes, la defensa de una educación de calidad, recursos pedagógicos e infraestructura, así como la participación de la comunidad en la gestión del centro… ¿Cómo podrá Fe y Alegría responder a estos desafíos en los países que se hicieron presentes en este Congreso? Para buscar una respuesta hicimos el ejercicio de entrelazar las experiencias que habíamos visto en Mongo y Bitkine, las experiencias de Fe y Alegría en Madagascar y de otros proyectos educativos que tanto la Compañía de Jesús como algunas congregaciones religiosas vienen realizando en África, con los diez principios que caracterizan la identidad de Fe y Alegría. De este cruce, los participantes resaltaron tres: “nosotros educamos”, “somos promoción social” y “optamos por los sectores excluidos”; pero añadimos uno nuevo que no aparecía en el decálogo elaborado recientemente por la Federación Internacional de Fe y Alegría: la inculturación, la educación concebida como compromiso de la comunidad y adaptada a la realidad de cada país. Este ejercicio de diálogo en grupos y luego en plenaria fue permitiendo crear un lenguaje común entre los más de cuarenta participantes a quienes se nos exhortó a hacer sugerencias y recomendaciones a los actores que pueden hacer posible la expansión de Fe y Alegría en el continente africano; pero no podíamos concluir sin antes enumerar los recursos que se necesitan, entre los cuales se mencionaron el contar con personas comprometidas en la misión, un gran sentido de creatividad, las alianzas y las redes y una fuerte estructura de comunicaciones entre las organizaciones involucradas. Ya de vuelta a mi país me viene a la memoria las palabras del P. Suñol durante el discurso de apertura: “Desde América Latina después de 60 años de Fe y Alegría, necesitamos de la novedad de los que en estos años están empezando, ni unos ni otros nos repetiremos…”. Y desde aquí pienso que es nuestra tarea ahora aprender de esta “iglesia de fronteras” como evocaba Monseñor Henry Coudray, obispo del Vicariato Apostólico de Mongo, de fronteras geográficas, climáticas y religiosas, que está comenzando a establecer diálogos entre países vecinos para construir un oasis de paz a través de la educación. Participemos, entonces, en este diálogo abierto Sur-Sur sin detenernos en las distancias culturales y las diferencias de idiomas, porque, como lo escribió el P. Vélaz, cuando soñaba una Fe y Alegría en África: “En Fe y Alegría no tenemos ningún criterio preestablecido para dar educación a los más pobres” (Cartas del Masparro).